Elecciones
regionales y del Parlamento Europeo en Francia
El
acuerdo electoral LO-LCR, las elecciones de 2004, la situación política, la
construcción de una fuerza anticapitalista...
Un
diálogo entre François Sabado, dirigente de la LCR,
y François
Chesnais y
Jérémie Marie, del Comité de
Redacción de la revista Carré
Rouge
Carré Rouge N° 28 dic 2003/ene 2004
François
Chesnais:
Tras la decisión
de Lutte Ouvrière [Lucha Obrera] y la LCR [Liga Comunista
Revolucionaria] de presentar listas comunes a las elecciones regionales y
europeas, Carré Rouge mantuvo un largo debate sobre el acuerdo
electoral, en primer lugar en reunión plenaria y a continuación
alrededor de un proyecto de declaración que explica el sentido de nuestro
apoyo a las listas LO-LCR para las dos elecciones de 2004.
Nuestra posición
se caracteriza por una valoración sobre el contexto de estas elecciones.
Pensamos que, de la misma manera que las elecciones de 1997 fueron la
prolongación en el terreno electoral de las grandes huelgas de noviembre
y diciembre de 1995, las elecciones de 2004 pueden y deben ser la
prolongación en el terreno electoral del movimiento de mayo y junio de
2003 contra la reforma de las jubilaciones y las huelgas que tendía a
huelga general. De la misma forma, para el combate de los trabajadores del
sector del espectáculo.
La diferencia
principal es que esta vez la expresión en el terreno electoral de las
huelgas y manifestaciones no va a expresarse en el PS ni en otros partidos
de la izquierda plural [PS, PCF y Verdes]. Los trabajadores ya los vieron
en el gobierno. Vieron sus posición sobre los retirados [jubilados] y no
quieren votar más por ellos. Sólo LO y la LCR están en condiciones de
ofrecer en el terreno electoral una posibilidad de expresión política
positiva de los combates de mayo y junio de 2003.
François Sabado
Estamos de acuerdo que las elecciones próximas
pueden constituir una prolongación política de mayo y junio de 2003.
Efectivamente, ese es el objetivo que tenemos. Se trata de dar al acuerdo
político entre LO y la Liga, una perspectiva en relación a los
combates sociales que han tenido lugar.
Sin embargo, hay que situar este objetivo en el
actual contexto, que está marcado por la siguiente contradicción: por un
lado, las clases dominantes, con el gobierno Chirac-Raffarin
[respectivamente, presidente y primer ministro], están a la ofensiva, con
una política agresiva de destrucción de las conquistas sociales, de
contrarreformas liberales extremadamente profundas; pero, por otro lado,
en Francia hay una resistencia social como no existe en el resto de
Europa.
Se habla frecuentemente de la “excepción
francesa”. Efectivamente hay una “excepción francesa”, sobre todo,
en lo que nos interesa en nuestra perspectiva, desde el punto de vista de
la lucha de las clases. Es el hecho que, regularmente, hay en este país
movilizaciones de las clases populares contra los ataques gubernamentales.
Esta contradicción es lo que caracteriza la situación política
nacional. Hay pues un matiz en lo que aparece en filigrana en tu pregunta.
Estoy de acuerdo en el hecho que el movimiento de
mayo y junio de 2003 también ha demostrado que la izquierda tradicional,
la izquierda oficial, ya no tiene más la misma relación que tuvo en el
pasado con los movimientos sociales, los movimientos de masas y de
movilización de la clase obrera.
Se ha producido una ruptura muy importante, profunda,
entre la situación de los años 70 y lo que ha pasado en 1995 y en 2003.
En los 70, teníamos un proceso donde había bastante movilización de la
clase obrera, un crecimiento orgánico de los sindicatos y de los partidos
tradicionales, y aparecía como salida política de las luchas un gobierno
de la izquierda tradicional.
Ese esquema no funciona más. Ahora hay un divorcio
entre la movilización de las clases populares y la política de una
izquierda tradicional que ya no responde más, ni siquiera de manera
deformada, a las movilizaciones. Este divorcio se consumó durante el
gobierno de Jospin. Desde este punto de vista, hay una diferencia entre
1995 y 2003: después del 95, el mecanismo de la izquierda plural aun
funcionaba con los partidos tradicionales de la izquierda PS, PCF y
Verdes.
Hoy, estos partidos no son capaces ni siquiera de
hacer lo mínimo para intentar reconstruir de nuevo tal dispositivo. Son
incapaces de presentar una perspectiva, por la simple razón de que, en el
fondo, las propuestas del PS, el PCF y los Verdes en mayo y junio de 2003
no fueron substancialmente diferentes de las de la derecha, sobre todo en
los respecta a los retirados (jubilados).
Hay entonces un espacio político que se abre para
las organizaciones revolucionarias. No quiero decir que esto va a hacerse
de manera mecánica, o que las maniobras políticas de aparato no van a
seguir, ni que el PS ha desaparecido —en el plano electoral el PS
conserva un cierto lugar— ni tampoco que el mecanismo del "voto útil"
no va a funcionar.
Pero, desde el punto de vista de las relaciones entre
la movilización de las clases populares y las perspectivas políticas,
hoy existe un espacio para una nueva perspectiva anticapitalista y, en
esta etapa, en el plano electoral. El acuerdo LO-LCR tiene esa significación.
François Chesnais
Quería volver sobre un punto al que te has referido:
el hecho que el gobierno y la patronal han pasado resueltamente a la
ofensiva para poner en marcha tardíamente un programa thatcheriano. Es
innegable que ése es su objetivo, por ser parte de la dominación
imperialista mundial, por la competencia que sufren de sus rivales
imperialistas y por los compromisos que tienen a nivel europeo.
Pero estamos en una situación en que el proyecto de
reforma de la Seguridad Social, anunciado para septiembre u octubre 2003,
ha sido retrasado de un año para permitir al gobierno pasar los obstáculos
muy difíciles de estas dos elecciones.
¿Entonces, no piensas que es necesario un análisis
político que vaya un poco mas allá de la contradicción de que hablamos,
de una apreciación que integre el debilitamiento extraordinariamente rápido
del gobierno de Raffarin, la aparición de grandes divisiones internas,
hasta el punto que algunos sugieran la posibilidad de que Chirac no pueda
llegar al final de su mandato.
François Sabado
La contradicción que marca la situación entre la
ofensiva gubernamental y las resistencias sociales, repercute en la política
de las elites dominantes y del gobierno. Pero, quiero insistir en el hecho
de que, desde la cumbre europea de Lisboa, y luego desde la de Barcelona,
hay una aceleración de los contrarreformas liberales en toda la Europa
capitalista. Esto se debe a los factores que indicas: la existencia de
nuevas contradicciones interimperialistas entre Estados Unidos y el “núcleo
duro” europeo franco-alemán. Ya se expresaron con Irak, y hoy se
traducen en el plano económico.
El contexto es la situación económica internacional
difícil del capitalismo mundial, con elementos de tensión, tanto
recesivos como de recuperación (pero de recuperación limitada, con el déficit
gigantesco de Estados Unidos). eso relanza las contradicciones, las
tensiones y la competencia interimperialista.
Y esto empuja a todas las clases dominantes de Europa
a acelerar las contrarreformas liberales. Y esto lo hacen tanto los
gobiernos de derecha como los que se dicen de izquierda. Un ejemplo, es lo
de Alemania, donde la coalición social-demócrata y verdes está a la
ofensiva para destruir gran parte del estado social alemán.
Pienso que la acentuación de las contradicciones
interimperialistas es hoy el motor que empuja todas las clases dominantes
en Europa a acelerar la contrarreforma liberal, a acelerar todas las
reformas de las instituciones del estado social.
Como es lógico, esto choca con las relaciones de
fuerza entra las clases y con las décadas de acumulación de conquistas
en el plano social, político, de organización e institucional. Por eso,
hay vacilaciones y postergaciones de parte de los gobiernos. Pero, cuando
consideramos lo sucedido desde hace un año y medio, asistimos a una serie
de ataques importantes. Aunque efectivamente se ha retardado la reforma
del seguro de salud, tenemos los casos de los retirados, de las reformas
de Código del Trabajo (con el nuevo “diálogo social” y los acuerdos
derogatorios de las empresas, la aceleración de ciertas privatizaciones,
la marcha atrás en ciertos elementos de las 35 horas... El balance es
negativo para los trabajadores y positivo desde el punto de vista del
gobierno.
Inversamente, lo que va en el sentido que dices, es
que efectivamente el precio político y social ha sido muy alto para el
gobierno. Después de las vacaciones, uno esperaba un gobierno muy a la
ofensiva. En cambia, hemos visto al gobierno pagando un alto precio por el
ataque a los retirados. Cae en las encuestas electorales y aparecen
contradicciones entre los diferentes sectores de los partidos de derecha.
Son cosas que van a pesar en las próximas elecciones.
Para expresar esto en pocas palabras: hoy hay una
polarización social y política en el país, la balanza está aún del
lado de las clases dominantes, globalmente tienen las relaciones de fuerza
a su favor, las luchas sociales no han invertido la tendencia, aunque,
efectivamente, una serie de resistencias sociales importantes ha producido
fuertes tensiones sociales y políticas.
Esta polarización, tomando en cuenta la crisis de la
derecha y de la izquierda, puede traducirse en otra polarización: de un
lado, a la derecha, el Frente Nacional, que es el producto descompuesto de
la crisis social y política del país; y, del otro lado, un crecimiento
de la extrema izquierda. Efectivamente, en estas relaciones sociales y políticas,
la extrema izquierda puede aparecer como una fuerza política mucho más
importante que antes.
Jérémie Marie
Tratemos de hacer un análisis más fino para
caracterizar el gobierno de Raffarin. Evidentemente ha logrado hacer pasar
medidas de regresión social claras y profundas.
Pero no se puede hacer abstracción de las
condiciones en las que fueron votadas, por la noche, calladamente en la
Asamblea Nacional. Incluso hasta en la cuestión de los retirados, no ha
podido imponer la totalidad del programa del MEDEF [central de la patronal
francesa]. En Alemania, Schröder ha ido más lejos que Raffarin. Las
medidas que pudieron hacer pasar en Francia son producto de la cooperación
de los dirigentes sindicales (que se opusieron a la huelga general) y de
la izquierda plural (PS, PCF y Verdes), cuya pasividad ha demostrado habrían
hecho lo mismo si hubiesen estado en el gobierno. Sin estos apoyos,
Raffarin habría estado obligado a retirar su proyecto.
Tomemos dos ejemplos significativos. Bastó el rumor
de que había un proyecto de Ley de Universidades, para varias de ellas se
pusieran. Chirac debió desmentir a Ferry (ministro de Educación) y
suspender todo. Pasó lo mismo con el proyecto de “servicio mínimo”
en los servicios públicos reclamado por el MEDEF, que fue rechazado después
de las primeras reacciones hostiles.
Hoy no tienen los medios políticos para imponer la línea
ultraliberal del MEDEF porque, como decías, existe una “excepción
francesa” de fuertes resistencias. Evidentemente, esto va a reflejarse
en las elecciones de 2004.
Es por eso que el acuerdo LO-LCR es importante y que
lo apoyamos. A esto hay que añadir que el PC está muerto políticamente
(aunque con algunos sobresaltos) y que el PS y los Verdes han enmudecido
porque las medidas de Raffarin frecuentemente son sacadas de las que
proponía la ex-izquierda plural. Para LO y la LCR existe la posibilidad
de que por el acuerdo (que es un acuerdo mínimo por el momento),
puedan servir de base a la resistencia de los trabajadores, y abrir un
camino inédito para asociarlos e involucrarlos.
Recuerdo que en las últimas elecciones europeas,
después de un mitin en Ivry (con Krivine y Arlette Laguiller), yo les
dije: “Voy a votar por ustedes, aunque sé que con los diputados qué
tendrán en la Asamblea europea no habrá un cambio cualitativo para los
trabajadores, que eso no es suficiente. Pero vosotros habéis hablado de
construir un gran partido anticapitalista, ¿cómo es eso que nos
proponen?” Desde entonces no he tenido respuesta.
Hoy día, de parte de los revolucionarios no se hacen
las proposiciones políticas que todo el mundo espera a través de su
voto, en el sentido de la construcción de un verdadero partido
anticapitalista que reagrupe los sin-derechos, los sin-papeles, los
sin-vivienda, los sin-trabajo, etc., para que juntos hagamos de ese
partido el portavoz de las masas, y que les ofrezca los contornos de otra
sociedad, de otro mundo.
Si no, veamos el número de participantes en la reunión
de Larzac, este verano, que se hacían preguntas y habían venido a
discutir, buscar, ensayar, tratando de ver cómo podemos hacer todos
juntos otra sociedad desembarazada de explotación, miseria y barbarie.
Esto me parece importante porque, en la dinámica de
estas elecciones de 2004, no hay que esperar que haya primero un período
electoral, y después a continuación un período de lucha de clases, sino
que se dé una fusión entre el terreno electoral y las proposiciones
alternativas al capitalismo. Allí el papel de los revolucionarios no es
decir simplemente: “voten por nosotros porque somos los mejores y
estamos más a la izquierda o 100 % a la izquierda”, sino proponer los
contornos de esta organización política de la que hablamos desde hace
mucho tiempo.
François Sabado
Efectivamente, hay que tratar de situarse más allá
del acuerdo que la LO y la LCR han concretado para las dos elecciones de
este año.
En primer lugar, este acuerdo ha sido posible
por la voluntad de las dos organizaciones. Pero también (y de modo muy
importante) por la situación social y política que ha empujado a
realizar el acuerdo. Tenemos una vieja política de búsqueda de alianzas
con LO. Pero Lutte Ouvrière tiene otra concepción y otros objetivos. Las
dos organizaciones, más allá de los debates internos, han sido
empujadas por la situación política, marcadas por la fuerza de las
reacciones sociales y la importancia de organizar respuestas frente a los
golpes de la clase dominante y del gobierno.
El segundo punto es que tengo una verdadera
diferencia con los análisis de Carré Rouge. Pienso que ustedes
sobrestiman las posibilidades de desarrollo de una fuerza revolucionaria
anticapitalista hoy, y que subestiman los obstáculos en términos de las
relaciones de fuerzas de conjunto.
Jérémie Marie
¿Cuáles son los obstáculos?
François Sabado
Hay obstáculos, por ejemplo, en términos de
conciencia (eso se vio en mayo y junio de 2003). Por un lado, hay una
fuerza social extremadamente importante. Pero también, por el otro lado,
las direcciones sindicales tienen aún fuerzas como para bloquear el
movimiento, y las corriente revolucionarias y combativas no fueron lo
suficientemente poderosas como para poder desbordar los aparatos y
presentar una alternativa.
Esto nos vuelve a remitir al hecho de que, en el
plano de la conciencia anticapitalista, sufrimos aún los efectos de la
crisis global del proyecto socialista revolucionario anticapitalista, así
como las repercusiones de lo que pasó en el siglo XX. Eso aún pesa
en el plano de las conciencias y los proyectos.
El segundo obstáculo es la aparición,
efectivamente, de condiciones políticas que dan a los revolucionarios
nuevas responsabilidades (sobre esto me extenderé más adelante), pero en
una situación donde los partidos tradicionales (en particular, el Partido
Socialista) conservan a pesar de todo fuerzas políticas. Entonces, hay
también un obstáculo desde este punto de vista.
Y el tercer obstáculo (que ya discutimos en general)
es el hecho de que, en las relaciones de fuerza sociales y políticas, la
tendencia a la polarización no implica un ascenso impetuoso del
movimiento de masas, con un retroceso de las clases dominantes. Éstas
vacilan, engañan pero globalmente, considerando un largo periodo
(desde el final de los 70 hasta hoy), la burguesía ha ganado a pesar de
todo una cantidad de puntos.
El verdadero problema consiste en aprovechar la
oportunidad que se nos ofrece. Es verdad que en el movimiento obrero
hay un cambio histórico. Este cambio histórico, que se percibe desde
1995 a nivel social y electoral, es el hecho de que hay una evolución
social-liberal del Partido Socialista, con un divorcio de las clases
populares, que el Partido Comunista está en acelerado declive y que las
direcciones sindicales están en un proceso de integración a los marcos
de la Europa liberal, por intermedio de la Confederación Europea de
Sindicatos. Eso libera un espacio para las fuerzas anticapitalistas.
Desde este punto de vista, efectivamente, es
necesario ir más allá de un acuerdo electoral. Es esto de lo que
discutimos en nuestro Congreso. Defendemos la perspectiva de construcción
de una nueva fuerza anticapitalista, que sea una respuesta tanto a las
luchas sociales como sobre el terreno electoral. Por eso durante la próxima
campaña electoral, vamos a intentar un reagrupamiento. Pero esto será
una política particular de LCR porque Lutte Ouvrière no la comparte.
Vamos a lanzar comités de apoyo, abrirlos lo más
posible, con la participación de un máximo de gente, corrientes,
militantes que no están ni en LO ni en la Liga. Con la perspectiva de
lanzar luego un movimiento, después de las elecciones, si todo sale bien:
una gran reunión sobre bases anticapitalistas para construir un marco de
acción y debates que vayan hacia un nuevo partido.
François Chesnais
Justamente yo quería hacerte la siguiente pregunta:
frente a todos los que, como la UMP y sobre todo el PS, dicen: “los
trotskistas no tienen programa, no tienen vocación para gobernar; igual
no quieren, su única ambición es comentar los acontecimientos, dar
lecciones y ganar votos a fin de hacer perder las elecciones a la
izquierda plural”, ¿cómo piensa la LCR poner de manifiesto
que tenemos un programa, de modo que, en determinadas condiciones, estamos
listos para gobernar?.
François Sabado
Pienso que históricamente, los trotskistas a menudo
hemos sido reconocidos como oposición al stalinismo y, por lo mismo, como
oposición al conjunto de las organizaciones tradicionales. Es necesario
finalizar esta etapa. Volviendo sobre lo que tu dices, debemos situarnos
en una perspectiva histórica: por fuerza, por la fuerza de la historia,
al partir de su papel inicial como oposición de izquierda al stalinismo,
los trotskistas a menudo se han considerado como oposición frente a las
organizaciones tradicionales dominadas por los socialdemócratas o los
stalinistas.
Existe incluso una concepción de la movilización, o
de lo que en nuestra jerga se llama el “frente único”, que era un
frente por procuración. No éramos nosotros quienes lo hacíamos porque
no teníamos la fuerza, pero aconsejábamos a los otros hacerlo de tal o
cual manera y sobre tales o cuales reivindicaciones.
Pienso que, de ahora en adelante, tenemos
responsabilidades directas. Es necesario no confundirnos sobre las
relaciones de fuerza, es necesario no tener concepciones sectarias o
izquierdistas, es necesario tener conciencia exacta de las
relaciones de fuerza y de la situación frente al Partido Socialista y las
direcciones sindicales, pero es evidente que hoy tenemos un papel
particular, un nuevo papel. Con relación al pasado, debemos tratar de
estar a la altura de la situación, para presentar una alternativa política
como tal. Efectivamente, eso implica ser no sólo una fuerza de contestación,
de protesta y de lucha, sino también una fuerza política que plantea a
su manera el problema del poder, con un programa que sea un programa de
conquista del poder por los trabajadores.
Jérémie Marie
De conquista de la mayoría primero...
François Sabado
Si, por supuesto, en cada etapa eso comienza por la
conquista de la mayoría de los trabajadores para una perspectiva con
objetivos precisos y, más tarde, la conquista de la mayoría para una
perspectiva de transformación revolucionaria de la sociedad.
Esta perspectiva exige partir de las reivindicaciones
de los trabajadores, de sus exigencias sociales, de las necesidades
sociales. Exige también situarse en una total independencia en relación
a los gobiernos de colaboración de clases, cualquiera que sean las
alternativas de esta colaboración de clases. Implica, finalmente, un
programa que plantee el problema de una transformación revolucionaria de
la sociedad. Y con un punto que nos separa frente a los demás, que
es un punto clave más allá de las reivindicaciones contenidas en el
programa: que, para aplicar este programa, será necesario combatir los
capitalistas.
Esa es la clave de nuestro combate: no vacilar en
atacar, en apropiarse de las ganancias capitalistas y oponerse,
enfrentarse a los patrones. Eso supone un programa que plantea los
problemas de la propiedad, la socialización, la apropiación social, de
la ruptura, y eso lo incluimos a través de batallas particulares.
Por ejemplo, la prohibición de los despidos implica incursionar en la
propiedad privada. Las cuestiones levantadas por las movilizaciones
altermundialistas plantean también los problemas de la organización de
“otro mundo”, una serie de cuestiones donde somos efectivamente
candidatos al poder, pero en el sentido de un poder que sería el poder
efectivo de los de abajo, es decir, de los trabajadores y masas populares.
Jérémie Marie
Quería volver sobre un punto que me preocupa: es la
cuestión de un programa que debe partir de las reivindicaciones. Pienso
que el conjunto de la población, de los trabajadores, los jóvenes, los
desempleados y las mujeres no tienen más “reivindicaciones” en
el sentido que se daba en el pasado. O, más exactamente, tienen una sola:
“otro mundo”. Es que, si se elaboran reivindicaciones, a quién va a
dirigirlas para que sean satisfechas: ¿a Chirac? ¿a Raffarin? ¿al PS? ¿ a
quién? Ya no hay nadie...
Por su parte, la reivindicación de “otro mundo”
no puede sino elaborarse colectivamente, porque los programas "llave
en mano" ya nadie los quiere, y aun menos los trabajadores. ¡Ya
tuvieron la experiencia del Programa Común [de la Unión de la
Izquierda]!
François Sabado
No hay problema al respecto. Cuando decimos un
programa transitorio, actualizado, precisamente pensamos que no se trata
hoy de elaborar una lista de reivindicaciones.
Cuando decimos “partir de las reivindicaciones”,
nos referimos al hecho de que a través de una serie de luchas sociales y
movilizaciones, las tareas surgen, son planteados por la gente que se
movilizó. De lo que se trata, es de ayudarlos, militando con ellos, a
formular respuestas sobre los distintos temas (la salud, el empleo, la
escuela, los problemas ecológicos) para avanzar y concluir que para
realizar estos objetivos es necesario romper con el sistema capitalista.
Es con relación a este punto que es necesario no vacilar, porque es allí
que poco a poco la izquierda reculó, al principio, con pretensiones
reformistas, y al final adaptándose al liberalismo, negándose a
enfrentar a los patrones.
Esa es en pocas palabras nuestra concepción.
Efectivamente, no es en absoluto un programa “llave en mano”. Es
ayudar a la gente a formularlo. Y vamos a intentar hacerlo durante estas
campañas electorales, porque, para nosotros, es decisivo que las cosas
sucedan así.
François Chesnais
A propósito de los comités de apoyo, ¿no te parece
que el término no es conveniente, que es un término sobre el que sería
necesario reflexionar y trabajar, porque uno de los nuevos elementos que
se desarrolló desde 1995, fue el proceso de que los trabajadores
intentaron controlar su lucha? Hubo una tendencia muy fuerte de formación
de asambleas generales en los huelgas, de debates en asambleas generales,
de contactos militantes interprofesionales desarrollándose en barrios...
También existe todo ese movimiento de formación de asociaciones, de
grupos, que me parece que está caracterizado por la voluntad de los
trabajadores de convertirse en protagonistas.
¿Entonces, cómo articular el concepto de
“protagonista” con el de “comité de apoyo”? Y luego, ¿cómo
hacer de estos comités el trampolín para este espacio anticapitalista
tome la forma de un partido, o quizá otra configuración?
François Sabado
El problema es distinguir los niveles. Estoy de
acuerdo con la idea, que está ligada a la crisis histórica del
movimiento obrero, que se ha vivido el final de un ciclo histórico del
movimiento obrero, y que hoy hay nuevo ciclo en curso.
Estamos al principio de ese nuevo ciclo y no sabemos
aún cuáles van a ser las formas precisas de esta reconstrucción del
movimiento obrero (reconstrucción más que “recomposición”,
porque éste último me parece un término que se sitúa más en el marco
del movimiento obrero tradicional, mientras que “reconstrucción”
indica que estamos precisamente al final de un ciclo secular). El problema
de hoy consiste, precisamente, en reconstruir algo nuevo con una dimensión
más fuerte.
Entonces acepto absolutamente el concepto de
“protagonista”, y efectivamente en lo referente a los comités de
apoyo, el término debe trabajarse. Pero es necesario a pesar de todo
distinguir tres niveles:
* El primero, es el de los procesos de autoorganización
que tuvimos durante los movimientos de mayo y junio pasado y después. Es
decir, de formas dadas de comités de huelga o comités de acción a través
de los “interprofesionales” que se desarrollaron. Estas formas son
producto directo de la lucha.
* El segundo nivel es el del partido o el de una
nueva fuerza política. Éste corresponde a la necesidad de una fuerza que
intervenga efectivamente en el terreno político, que plantee todas las
cuestiones relativas al programa, a la naturaleza del poder político de
los trabajadores que se tratará de construir, y en relación con toda la
historia del movimiento obrero. Este nivel es el de construcción del
partido.
* Y luego finalmente está el nivel del acuerdo
electoral.
Naturalmente, las cosas están vinculadas, pero hay
que distinguirlas bien porque, en particular, el acuerdo de la campaña
electoral que va a comenzar, es un acuerdo electoral entre la Liga y LO.
Está claro que si grandes luchas trastornan la situación política y
social, eso plantearía otras cuestiones. Pero, en esta etapa, lo que es
necesario efectivamente, es hacer bien la campaña electoral. En este
marco, con colectivos de campaña y la participación de militantes,
trabajadores y jóvenes que vienen más allá de la Liga y LO, se dibuja
un movimiento que tendrá una gran importancia para avanzar en la vía de
una nueva fuerza política. Pero pienso que, para la claridad de la
intervención y la ubicación política en los meses que vienen, es
necesario distinguir estos distintos niveles. La primera tarea es hacer
bien y con éxito la campaña.
Está claro que se juegan muchas cosas. La cuestión
que se plantea es ésta: en las próximas elecciones regionales y
europeas, y después de los movimientos de mayo, junio y julio de 2003, ¿vamos
a tener la confirmación, incluso la ampliación de los tres millones de
electores [que votaron a los candidatos trotskistas en las presidenciales
del 2002]?
Esta es la cuestión que se plantea: ¿vamos a
tener una convergencia de los dos movimientos, que determine el inicio de
una nueva situación política en el movimiento obrero, al menos
parcialmente? Nuestro objetivo consiste en empujar un máximo en este
sentido. Para eso se hizo este acuerdo y le damos una importancia muy
significativa. Por lo menos, para la Liga.
FrançoisChesnais
En tu artículo en Rouge [periódico de la
LCR], citas una encuesta donde se preguntó a la gente cuál es la palabra
que les parece mejor para aplicarse actualmente a la extrema izquierda. La
palabra “contestación” recoge más respuestas, un 41 %. La
palabra “revuelta”, un 23 %. La palabra “reforma”,
un 19 %. Y la palabra “revolución”, un 11 %. Hay pues un
camino que recorrer para contrapesar la idea de que la extrema izquierda
no estaría dispuesta a gobernar con los asalariados, para difundir por el
contrario la idea de que quiere ayudarlos a formular un programa y formar
un gobierno de los trabajadores.
Además esta el hecho de que si bien, efectivamente,
en el 2002 hubo tres millones de votos para las listas trotskistas, también
se produjo una abstención masiva entre los trabajadores y una votación
importante al Frente Nacional, que es realmente el voto de confusión de
los asalariados. ¿Qué hay que hacer para buscar esos votos, para dar
confianza a esa gente? ¿Qué se puede hacer para modificar las respuestas
a las encuestas, de manera que “contestación” sea la última,
y que “cambio de la sociedad” se convierta en la primera
respuesta de la gente?
François Sabado
La fórmula que emplearía es que debemos ser los más
decididos anticapitalistas. Es así que se va a poder unificar, movilizar
y arrancar el máximo de votos. Es necesario poder traducir en la campaña
electoral, el hecho de que hoy somos los únicos que pueden, desde un
punto de vista radical, impulsar la movilización social, defender los
intereses de los trabajadores, proponerles un cambio del orden
establecido.
Es porque no vacilamos en combatir el sistema, en
atacar los patrones, en ir a la confrontación por la defensa del programa
anticapitalista, por la defensa de los intereses de los explotados y
oprimidos, que hoy podemos aparecer como una fuerza creíble ante los
trabajadores, comenzando por los millones que participaron en las huelgas
o las apoyaron.
Por otra parte, vamos a dirigirnos a los
militantes socialistas, comunistas y ecologistas que ven los compromisos y
la parálisis de sus partidos, para ganarlos si se deciden a
elaborar con los trabajadores y con nosotros un verdadero programa
anticapitalista, un verdadero programa de defensa de los intereses de los
asalariados y las clases populares.
Si hacemos eso, podríamos también recuperar una
parte de los votos populares que se fueron engañados detrás del Frente
Nacional. Hoy somos los únicos, en el movimiento obrero, que podemos dar
batalla al Frente Nacional, desenmascararlo como el peor enemigo de los
trabajadores. Porque tanto la izquierda como la derecha, y todos los que
apoyaron sus sucesivos gobiernos, crearon las condiciones que produjeron
el 20 por ciento de votos por el Frente Nacional. Esa gente esta
descalificada para dar esta batalla. Nosotros, en cambio, podemos
afrontarla.
Si tuviera una fórmula para dar como eje de nuestra
campaña, es la de ser decididos en la batalla anticapitalista que hoy es
necesaria para sacar al país de la crisis.
Jérémie Marie
Tu hablas de una fuerte decisión. Eso está bien.
Pero es necesario que pueda basarse en una dinámica, y para que haya esa
dinámica en el ímpetu de la campaña electoral, es necesario que se
fusione con la lucha clases. Esto es lo que me parece más importante,
porque si no existe esa dinámica, la decisión por sí sola no bastará.
Existe también la cuestión de qué van a proponer ustedes a los que se
unan en los comités de apoyo. ¿Pegar carteles, o discutir y avanzar en
concretar el programa de un gobierno de los trabajadores?
François Sabado
Estoy de acuerdo contigo. Pienso a veces que es
necesario crear la convicción que sectores del movimiento de masas se
dicen: “esta gente puede ayudarnos a solucionar los problemas que
tenemos, los problemas de reivindicaciones, los problemas de tácticas de
lucha y también los problemas de reorganización de la sociedad”.
Es lo que ha surgido en torno al movimiento altermundista, que nos da
también un punto de apoyo. En eso tenemos un enfoque muy diferente al de
Lutte Ouvriére, aunque pienso que eso no será grave en esta campaña.
Allí existe un punto de apoyo. Es necesario, utilizar todo ese nuevo
espacio de debate político sobre la organización de “otro mundo” y
establecer un debate abierto (aunque algunos lo quieran más bien
cerrado). Cada uno llegará con sus respuestas, pero los revolucionarios
deben decir qué mundo quieren hoy, concretamente.
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