¡Fuera yanquis de América Latina!
¡Abajo el golpe petrolero!
¡Solidaridad con los trabajadores
y el pueblo venezolano!
Socialismo o Barbarie,
periódico, 12/03/04
Por
tercera vez en los últimos dos años, el imperialismo yanqui y sus
sirvientes en Venezuela intentan consumar un golpe de estado.
El primero fue el 11 de abril,
cuando sus agentes en las fuerzas armadas venezolanas detuvieron a Chávez
y trataron de poner en su lugar a un títere de Washington, el presidente
de la central empresaria de Venezuela.
El
segundo fue el paro patronal de dos meses, del 2 de diciembre del 2002 al
2 de febrero del 2003, con el que creían que iban a poner de rodillas al
pueblo venezolano y hacer que se derrumbara el gobierno.
Ambas
tentativas fueron derrotadas por la movilización de los trabajadores y
las masas populares. Ahora, quizás pensando que “la tercera es la vencida”,
están lanzando otro asalto.
El
pirata Bush, capitán del golpe
Mientras
que en las tentativas anteriores el gobierno de EEUU trataba de disimular
algo su papel de jefe de estos ataques, ahora Bush se ha sacado
completamente la careta. Financia públicamente a la oposición a través
de instituciones colaterales del Departamento de Estado (como el “Fondo
Nacional para la Democracia”). Las cadenas de televisión de EEUU
desarrollan una campaña de mentiras nauseabundas, al estilo de las
famosas “armas de destrucción masiva” que atribuían a Irak. La CNN
filmó una cola en un mercado popular callejero de Caracas, diciendo que
eran venezolanos que esperaban turno para suscribir el pedido de referendo
revocatorio contra Chávez. Ahora, la embajadora de EEUU en Brasil ha
llegado al colmo de “retar” y amenazar públicamente a Lula exigiéndole
que se incorpore a la campaña golpista.
La
patronal venezolana al servicio de EEUU
Dentro del país, al frente de esta
campaña están los principales grupos económicos de la patronal
venezolana. Los organizadores públicos y directos de la “Coordinadora
Democrática” son los capitalistas del “grupo Polar” (10.000
millones de dólares) y del “grupo Cisneros” (8.500 millones). Gustavo
Cisneros, el hombre más rico de América Latina después del mexicano
Carlos Slimm, es quien preside en persona las reuniones de los políticos
de la “oposición”. Por medio de los canales de TV que posee,
histeriza a una turba de idiotas útiles, de sectores de clase media de
los barrios “chetos” de Caracas, para después presentar esto en las
pantallas como una “rebelión popular” contra Chávez. ¡Es lo mismo
que vimos en los preparativos del golpe gorila de 1955 contra Perón y de
1973 contra Salvador Allende! Y, como en ambas ocasiones, también la
Iglesia se ha puesto al frente de la conspiración.
Ninguna
patronal latinoamericana se distingue por su defensa de los intereses ni
de la independencia de su país frente al Amo del Norte. Pero la gran
burguesía venezolana rompe los récords de entreguistas y vendepatrias.
Al frente de un país inmensamente rico por sus reservas de hidrocarburos,
ha hundido en la miseria al 80% de la población. El secreto de esta
barbaridad es que un puñado de grupos económicos, además de sectores
menores de la burguesía, la alta clase media y la burocracia que
administra PDVSA (la petrolera estatal), han sido los grandes
beneficiarios de la renta del petróleo. Para lograr esto, ha sido
esencial su alianza con el imperialismo de EEUU (el principal mercado de
los hidrocarburos venezolanos) y sobre todo con la mafia petrolera de
Texas, que hoy con Bush ejerce directamente el gobierno.
El
hecho de haberse enriquecido a costa de la renta petrolera, haciendo mil
maniobras para exprimírsela al Estado, ha dado a la burguesía y a buena
parte de las clases medias de Venezuela rasgos marcadamente parasitarios y
lúmpenes. Al mismo tiempo, viven arrodillados ante EEUU, ya que en gran
medida han podido realizar la expropiación de las riquezas del pueblo
venezolano gracias a sus estrechas relaciones con el capital imperialista.
Por eso se trata de gente que tiene sus dólares en Nueva York, su centro
cultural en Disneylandia y su santuario en Miami.
¿Por
qué tratan de derrocar a Chávez?
En
verdad, Chávez no ha hecho ningún ataque revolucionario a sus fortunas,
ni ha tocado tampoco una sola de sus propiedades importante. Provee puntualmente gran
parte de los combustibles que consume EEUU, paga religiosamente la deuda
externa y ha cumplido también sin chistar los planes de ajuste dictados
por el FMI.
Sin
embargo, tanto a la burguesía venezolana como a su Amo del Norte el
comandante les resulta intolerable. Sus medidas de gobierno se han
limitado hasta ahora a unas limitadas reformas para tratar de paliar la
abrumadora miseria de gran parte del pueblo venezolano. Pero ellas han
afectado marginalmente los privilegios y los bolsillos de esta putrefacta
lumpen-burguesía. ¡Uno de sus mayores agravios es que Chávez quiere
hacerle pagar impuestos, algo que prácticamente nunca hizo en la
historia! Además, el gobierno ha tratado de recuperar el control de PDVSA,
lo que implica también poner ciertos límites a las petroleras
imperialistas, que a través de la corrompida burocracia de la empresa
estatal de hecho la manejaban a favor de sus intereses. Asimismo, Chávez
denunció la guerra colonial-petrolera contra Irak y se opone frontalmente
al ALCA. Y por si esto fuera poco, provee combustibles a Cuba, en
condiciones de pago generosas.
Petróleo
y dominación imperialista
Pero
al ponerse al frente de esta cruzada contra Venezuela, el imperialismo
yanqui persigue fines geopolíticos y económicos más amplios.
El
continente latinoamericano está sacudido por una ola de rebeldía por la
situación intolerable de las masas bajo la explotación capitalista y el
dominio imperialista. Como ellos mismos lo reconocen, el odio al
imperialismo yanqui va en crecimiento. Una derrota del pueblo venezolano
tendría también consecuencias muy negativas para todos los pueblos
latinoamericanos. Fortalecería a los que dicen que “no se puede hacer
otra cosa que someterse a EEUU”.
Pero
en el caso de Venezuela, Bush también persigue otros objetivos. El
imperialismo yanqui trata de asegurarse a toda costa el dominio de las
principales reservas mundiales de petróleo. Quiere establecer controles directos, sin tener que sostener disputas, regateos ni mediaciones con
ningún gobierno del tercer mundo más o menos nacionalista. El golpe en Venezuela es la
continuidad de la guerra de Irak. Significaría poner al frente de
Venezuela a un puñado de títeres de EEUU, que ya están a sueldo del
Departamento de Estado, parecidos a los integrantes del
“gobierno irakí” que hoy trata de montar en Bagdad.
¿Por
qué el golpismo proimperialista puede atacar por tercera vez?
En
las dos ocasiones anteriores, las masas venezolanas derrotaron categóricamente
al golpismo. ¿Por qué en tan poco tiempo puede levantar cabeza y retomar
la ofensiva?
La
respuesta es sencilla: porque esas categóricas victorias populares no
fueron explotadas por el gobierno de Chávez, que no tomó ninguna medida
importante política ni económica contra ellos. Criminales convictos y
confesos como Gustavo Cisneros no sólo están en libertad, sino que su
canal de TV sigue siendo el centro de la prédica y la organización del
golpismo. Ningún grupo económico ha sido expropiado. El “grupo
Polar”, que maneja el 70 % de la distribución de harinas y otros
alimentos, y que durante el último paro patronal los acaparaba para que
la población pobre sufriera hambre, sigue haciendo tranquilamente sus
negocios. Mientras tanto, los trabajadores han pagado duramente, con un
desempleo que sobrepasa el 20%, las consecuencias de la catástrofe económica
provocada por el último paro patronal.
Al
realizarse ese paro, Chávez amenazó a los patrones, diciendo “fábrica
que para, fábrica tomada”. Pero luego se ha opuesto a las tomas de
establecimientos por los trabajadores para ponerlos en marcha cuando los
patrones bajan la cortina.
Lo
peor de todo ha sido lo de PDVSA. El eje del último intento golpista,
iniciado el 2 de diciembre de 2002 con el paro patronal por tiempo
indefinido, era la paralización de PDVSA. Al cortar la producción de
petróleo, creían que en unos días caía el gobierno. Si fracasaron
fue porque la movilización de gran parte de los obreros del petróleo,
junto con una minoría de gerentes y técnicos nacionalistas, logró
retomar la producción. Durante ese tiempo, PDVSA funcionó de hecho bajo control y
administración de sus trabajadores. Por eso pudo sobrevivir. Pero después de derrotado el paro
patronal, la línea del gobierno fue terminar con la gestión obrera e
incluso reponer a parte de los gerentes golpistas.
Unidad
para aplastar al golpismo
Tras
el fracaso cada uno de los intentos, la política de Chávez ha sido la misma:
buscar
algún acuerdo y/o conciliación con la oposición burguesa y
proimperialista, en vez de terminar de aplastarla. La presente ofensiva
es producto directo de esa política. A mediados del 2003, Chávez acordó
con los golpistas de la llamada “Coordinadora Democrática” buscar una
“salida constitucional, democrática y pacífica”. Tal sería lo del
“Referendo Revocatorio”, que ahora es el pretexto de la oposición
proimperialista para volver a ganar la calle.
Pero
lo más grave es que en una situación donde la movilización fue
generando una vasta red de organizaciones populares y de la clase
trabajadora, la política del chavismo no ha sido la de desarrollarlas y
centralizarlas en la perspectiva de construir una alternativa de poder de
las masas trabajadoras y pobres de Venezuela.
El
gobierno de Chávez se mantiene asentado, en última instancia, en el
aparato del Estado, con eje en las fuerzas armadas (donde nació como
corriente nacionalista de la oficialidad). Como lo han demostrado las
experiencias precedentes (Perón en l955, Torres en 1971 en Bolivia,
Allende en 1973, etc.), esto puede ser un peligro mortal. ¿Hasta cuándo
los oficiales de las fuerzas armadas de Venezuela van a resistir la doble
presión de EEUU y de su propia burguesía?
La
agudización de la lucha de clases en Venezuela reduce los márgenes para
la conciliación. Un combate en serio contra este nuevo intento de golpe
exigiría medidas contundentes por parte de las masas trabajadoras
y populares, en primer lugar la de unirse y movilizarse para barrer de
las calles a los señoritos de los barrios burgueses de Caracas. Y si se
quiere que esto no se repita al poco tiempo, sería imprescindible tomar
las más severas medidas contra la pandilla de la “Coordinadora Democrática”
y los grupos económicos que la financian. Arrancar la TV de las manos de
estos facinerosos es otra disposición absolutamente necesaria, no para dársela
al Estado, sino para que funcione bajo la gestión de las organizaciones
de masas, y para que todas las corrientes de la clase trabajadora y los
sectores populares puedan expresarse allí con absoluta libertad.
Pero
para poder tomar estas y otras medidas que liquidarían definitivamente
las amenazas de golpe, sería imprescindible extender y centralizar todos
los organismos de lucha (sindicatos de la UNT, asambleas populares y de
barrio, círculos bolivarianos, y también a los soldados y militares
antigolpistas) y que estos se proyecten como una alternativa de poder
propio. Y, como parte de eso, el problema del armamento de las masas
se pone también sobre el tapete.
Si
no se toman medidas de este calibre y, sobre todo, si no se avanza en el
camino de un poder independiente de las masas obreras y populares, aun
cuando se derrote esta nueva intentona, el triunfo va a ser efímero.
Pero aquí se
les plantea un dilema, tanto a los
luchadores de la vanguardia venezolana como a las masas. La gran mayoría
de ellos creen y confían en Chávez. Pero la línea general de Chávez no
es la política de “guerra a muerte”, aplicada en su época por el
gran revolucionario Simón Bolívar. Chávez ha tenido oscilaciones, pero hasta
ahora en cada ocasión la resultante ha sido la búsqueda de
conciliaciones y acuerdos. Este problema no podrá resolverse sin un giro
de la vanguardia y las masas venezolanas hacia una política independiente.
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