George
W. Bush: Las ropas raídas del emperador
International
Socialist Review, EE.UU
Editorial, marzo/abril 2004,
Traducción
de Guillermo Crux para Panorama Internacional
Por
primera vez desde que robó la Casa Blanca, George W. Bush parece estar
sudando realmente. Su equipo de secuaces políticos, por lo común
arrogante, parece desequilibrado. Incluso la prensa normalmente sicofante
se está agitando, como la revista Time, que consagra su nota de tapa a
"La brecha de credibilidad de Bush," y el anfitrión del
programa de la NBC "Meet the Press", Tim Russert, que incluso
llega a hacerle un par de preguntas arriesgadas a Bush, muchas más que
las que hubiera querido hacer en toda su vida, en una entrevista a solas
el 7 de febrero. Incluso algunos de su propio partido están angustiados.
"El problema más grande de la Casa Blanca es que ha habido demasiada
arrogancia," comentó un congesista republicano en el artículo de la
revista Time.
¿Qué
ocurrió? Se llegó a un punto de inflexión vino cuando el inspector de
armas puesto a dedo por Bush, David Kay, informó en enero que no había
ningún arma de destrucción masiva en Irak. "Estuvimos todos
equivocados", dijo, y socavó toda la justificación oficial entera
para la guerra. Las acusaciones cruzadas entre la administración y la
CIA, y la promesa de Bush de investigar las "fallas de
inteligencia"-después de la elección- tampoco ayudaron. Sumado a
eso estuvo el hecho de que la captura de Saddam no había escatimó la
resistencia a la ocupación norteamericana, obligando al equipo de Bush a
acudir a la ONU para buscar ayuda para estabilizar Irak. Pero esto no es
la única cosa que ha minado la "credibilidad" de Bush. El nuevo
y revelador libro del ex-secretario del Tesoro de Bush, Paul O'Neill,
presenta una fuerte evidencia de que Bush planeaba desde sus primeros días
en el gobierno la invasión de Irak y quedarse con sus recursos petrolíferos.
Las relaciones del vicepresidente Dick Cheney con Halliburton, empresa que
recientemente fue expuesta por aprovecharse flagrantemente de los
contratos de reconstrucción de Irak, se sumó a las malas noticias para
Bush.
Kay
confirmó lo que dijeron todo el tiempo muchos en el movimiento anti-guerra
-que las armas de destrucción masiva (ADM) eran simplemente era una
artimaña de Bush para engañar a la población en una guerra por el petróleo
y el imperio. La mentira de las ADM puede ser la que más haya lastimado a
Bush. Pero otras mentiras -como el descubrimiento de que la ley de
"reforma" del programa público de atención médica Medicare
aprobada el otoño pasado costará $120 mil millones más de lo anunciado,
o que el déficit del presupuesto federal excederá medio billón (millón
de millones) de dólares este año, o que algunos de los propios
economistas de Bush no son optimistas sobre el crecimiento del empleo-
también contribuyen a los resbalones de Bush.
Las
encuestas nacionales registraron de cinco a diez puntos de caída en la
popularidad de Bush en un espacio de aproximadamente diez días en enero.
Esto ocurrió justo cuando los demócratas -apelando a un electorado de
las primarias que aborrece a Bush- conseguían publicidad gratis para sua
crítica al presidente. Algunas encuestas nacionales mostraron que Bush
perdería frente al puntero de los demócratas, el senador por
Massachusetts John Kerry, en noviembre. Otras encuestas incluso mostraron
que Bush perdería frente al senador John Edwards, el principal
contrincante de Kerry para la nominación demócrata.
Robert
Dallek, el biógrafo de Lyndon B. Johnson, ha de saber algo sobre
presidentes que pierden su base de apoyo. "Se trata de la corrosión
general de la credibilidad del presidente," dice Dallek de Bush.
"Está como el agua que gotea sobre una piedra. Se trate de las armas
de destrucción masiva, del déficit del presupuesto o del costo de su
programa Medicare, tenemos un declive general en su confiabilidad".
En el caso de LBJ, su pérdida de apoyo ocasionada por Vietnam lo obligó
a bajarse de la carrera por la reelección en 1968.
En
1968, la mayoría de la opinión pública se volvió contra la guerra de
Vietnam después de que la ofensiva del Tet de las fuerzas de liberación
vietnamitas desmintieran la propaganda oficial que insistía en que EE.UU.
estaba ganando la guerra. LBJ también se enfrentó a una revuelta en casa
-los combativos movimientos del Poder Negro y contra la guerra. Bush tal
vez no enfrente los agudos desafíos que tuvo que enfrentar Johnson, pero
el desastre continuado de la ocupación en Irak continúa pasándole
factura.
Aún
así, los problemas de Bush no garantizan que un demócrata lo derrotará.
En primer lugar, la administración Bush ha sido una merced divina para
las grandes empresas, por lo cual seguirá teniendo a disposición dinero
y medios de comunicación, y todavía no empezó a gastar sus $200
millones de su arca de guerra, engordada con las contribuciones de las
empresas.
Pero
más importante es la debilidad de "la oposición" que podría
aprovechar la crisis de Bush. Durante la mayor parte de su período de
gobierno, Bush se ha beneficiado de la virtual ausencia de oposición. Con
los demócratas actuando como si no pudieran desafiar al "presidente
de guerra," no sorprende que Bush pareciera invencible. El reciente
colpaso de Bush ha expuesto la vulnerabilidad genuina de alguien que,
después de todo, no siquiera obtuvo la mayoría de los votos en su última
elección.
Muchas
personas que se opuesieron a la guerra de Bush contra Irak esperan que
poniendo un demócrata en la Casa Blanca se producirá un cambio real.
Deberían echarle una mirada más atenta al registro del senador demócrata
John Kerry. Kerry, por ejemplo, votó a favor de las guerras en Afganistán
e Irak. Votó por la desastrosa ley de reforma educativa de Bush aprobada
en 2001. Y votó por la "Ley Patriótica" que da cobertura para
que el FBI y la CIA espíen a los disidentes bajo la guisa del
"combate contra el terrorismo."
Con
una oposición así, no es sorprendente que la administración Bush se
sienta segura de que pueda capear la controversia sobre las armas de Irak
-y eventualmente continuar con sus planes imperiales de
"rehacer" Medio Oriente. Y aunque el senador multi-millonario
actualmente es la segunda opción de Wall Street, no inspira mucho temor
en esos reductos si los empresarios deciden que Bush no puede ganar.
Los
votantes de las primarias demócratas han ungido a Kerry porque argumentó
con éxito que él es el más "elegible" de los candidatos. Pero
si Kerry lleva la lógica de la eligibilidad hasta el final, puede llegar
a darse cuenta que, teniendo que optar entre un Bush y otro Bush pero
descafeinado, la base de votantes de los demócratas entre los negros y la
clase trabajadora simplemente pueden llegar a quedarse en sus casas el día
de la elección.
Este año de electoral, la oposición real no vendrá desde dentro del
establishment de Washington, sino desde las calles -in la forma de un
movimiento antiguerra que pueda construir protestas contra las ocupaciones
norteamericanas en Irak, Palestina y Afganistán, en protesta por el
derecho al aborto, al matrimonio gay, y en huelgas para defender los
derechos de los trabajadores. Después de todo, fueron movimientos así
los que obligaron a LBJ a irse de la Casa Blanca.
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