Algunos
comentarios sobre el momento internacional, sus arenas movedizas
y las
oportunidades para los revolucionarios
Cuatro elecciones y una sola crisis
Por
Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie, periódico, 02/04/04
En
este año, cuatro elecciones han tenido y tendrán trascendencia
mundial. Dos ya se han realizado y otras dos aún están por hacerse.
Nos referimos a las elecciones parlamentarias de España y las
regionales de Francia, ambas efectuadas el mes de marzo pasado, y a
las elecciones al Parlamento Europeo (en junio próximo) y las
presidenciales de Estados Unidos (en noviembre).
Más
allá de lo que en ellas realmente se juegue o se haya jugado, quizás
lo más importante es que reflejan un momento mundial peculiar. El
editorialista del principal diario de Francia, Le Monde, lo
define bien cuando dice que mundialmente estamos “en momentos en
que todo se mueve, todo parece ser puesto en cuestión, comenzando por
los grandes equilibrios geoestratégicos...” (Jean-Marie
Colombani, Le désaveu, Le Monde, 29/03/04).
Estas reflexiones las hace para pintar el marco internacional en que
se ha producido la catástrofe electoral del gobierno francés en las
elecciones regionales. Pero también son válidas como encuadre de las
otras votaciones.
Cada
una de estas elecciones muestra una combinación diferente y
original, pero de los mismos elementos y factores que operan a
escala mundial, y que se pueden resumir así:
La globalización del capital no ha inaugurado una era
de prosperidad general sino una brutal polarización económico-social
entre las distintas clases dentro de cada país, y entre países ricos
y países pobres a escala mundial. El neoliberalismo, que fue el dogma
político, económico e ideológico de esta transformación, hoy está
desacreditado y cuestionado, pero al mismo tiempo no aparecen
alternativas reales en los marcos del capitalismo.
Parte
fundamental de este cuadro es la actual política del imperialismo
yanqui. Con Bush, EEUU se ha embarcado en un curso unilaterialista y
hegemonista, que apunta establecerse
como el “superimperialismo” que gobierne al mundo, basado en su
poderío militar. Por eso, ha decretado una “guerra mundial contra
el terrorismo”, que le da el pretexto para invadir cualquier país
(preferentemente si tiene petróleo). Frente a esto, hay dos
contestaciones de naturaleza opuesta. La de las masas trabajadoras
y populares, y la de sus rivales imperialistas, que han conformado el
eje franco-alemán-europeo y que tienen otro proyecto de “orden
mundial” capitalista.
La
explotación, el desempleo y la miseria crecientes (en los países
pobres pero también dentro de los mismos estados imperialistas) y
ahora el azote de una guerra sin fronteras ni final a la vista, han
desencadenado la respuesta de amplios sectores de las masas
trabajadoras y populares. El descontento mundial se ha expresado
en las formas más diversas de protestas, luchas y movimientos, desde
las rebeliones populares en América Latina a los grandes movimientos
contra la guerra en Europa e incluso en el mismo EEUU. En este crisol
de movilizaciones, han surgido también al frente de ellas distintas
vanguardias.
Esto
implica que también se han abierto mundialmente espacios
importantes para el socialismo revolucionario, para ganar sectores
de esas vanguardias e incluso de las masas trabajadoras para la única
salida posible: anticapitalista, socialista y revolucionaria.
Pero
este no es un proceso fácil ni lineal, sino una lucha difícil, con
idas y vueltas. Se trata ante todo de superar en los luchadores de
vanguardia y también en las masas la falsa conciencia del “fracaso
del socialismo”, de que el capitalismo es único sistema social
posible y que sólo cabe intentar mejorarlo.
Las
plagas de la explotación, el desempleo, la miseria y
la guerra son todo lo que hoy puede ofrecer el capitalismo a la mayoría
de la humanidad. Por eso, el rechazo es cada vez mayor. El gran
problema es si este rechazo llega a transformarse en una alternativa
real por la positiva. La opción de un capitalismo distinto y
“humanizado” se demuestra cada vez más como una fantasía. No hay
otro camino que relanzar la idea y la lucha por otro sistema, el
socialismo.
En
por todos esos factores que, en este momento mundial, efectivamente, “todo
se mueve, todo parece ser puesto en cuestión”. Es que estamos
muy lejos de alcanzar un punto de estabilidad y equilibrio, sea
revolucionario o contrarrevolucionario, capitalista o socialista. La
pelea está más abierta que nunca.
Con
Aznar, ha caído el
principal aliado de Bush y Blair
La
masacre de Madrid del 11 de marzo decidió la suerte de Aznar, el gran
aliado de Bush y Blair en su política de guerra imperialista. El
horror del 11-M desnudó la mentira de que atacar Irak y luego
ocuparlo para establecer una colonia petrolera, iban a garantizar la
seguridad frente a las amenazas del “terrorismo internacional”.
Por el contrario, al participar en el atraco petrolero a Medio
Oriente, Aznar puso al pueblo español en la línea de fuego.
“La
guerra es de ellos, los muertos de nosotros”:
este lema de los manifestantes contra Aznar y su heredero Rajoy luego
del 11 de marzo, define exactamente lo sucedido. La guerra fue y es
“de ellos”, del imperialismo yanqui y sus socios del capitalismo
inglés y español. Los muertos los puso el pueblo trabajador de España,
que en un 90% se había opuesto a la aventura imperialista.
Pero
la caída de Aznar y su Partido Popular no sólo es la consecuencia de
una especial situación española —mayoritario rechazo popular a la
guerra y obstinación del PP de llevarla adelante— sino también un
síntoma de alcances mundiales. Tanto Bush como Blair no están
pisando un terreno mucho más firme que el de Aznar. Sobre su futuro y
continuidad también se abre un gran signo de interrogación.
Con esta situación general, se combinan en España
tensiones políticas y sociales propias. El PP venía de un
proceso de desgaste. No era de esperar un triunfo rotundo, como en las
anteriores elecciones parlamentarias, donde Aznar había logrado mayoría
absoluta en las Cortes [parlamento]. Es que además del tema Irak,
comenzaban a hacerse más visibles las consecuencias dañinas de la
política neoliberal aplicada por el PP en sus dos anteriores
mandatos.
Imponiendo
el empleo precario a gran escala y la brutal explotación de la mano
de obra inmigrante (que en la agricultura asume rasgos esclavistas), y
aprovechando los subsidios de la Unión Europea y también “las
ventajas del atraso” en relación a Alemania y Francia, el
capitalismo español bajo Aznar logró una performance superior a la
media europea. Las burocracias sindicales de la UGT y CCOO colaboraron
con Aznar y la patronal española para hacer pasar las medidas
antiobreras, lo que se justificaba con una reducción del desempleo
gracias a la precarización. Las superganancias del capital financiero
español reforzaron asimismo la expansión de sus corporaciones y
bancos (como Telefónica, Repsol, BBVA, etc.) en América Latina y
otras regiones. Esta “bonanza” en la economía también se derramó
sobre sectores de clase media, que se consolidaron como bases sociales
de la derecha, antes franquista, ahora neoliberal y siempre “españolista”
y monárquica. A esto se agregó un importante factor político a
favor del PP: el rechazo al descabellado terrorismo de ETA arrojó en
brazos del gobierno a amplios sectores de la opinión pública. El
PSOE (Partido Socialista Obrero Español), como “oposición de su
majestad”, no fue obstáculo para la política del PP, porque
coincide en general con ella. En cuanto al PC-Izquierda Unida, toda su
preocupación ha sido la de parecerse cada vez más al PSOE, lo que en
las últimas elecciones lo ha llevado casi a desaparecer.
Pero
este cuadro idílico para la derecha se venía deteriorando. La
precarización del empleo es una carga cada vez más angustiante para
los trabajadores. El enrolamiento de Aznar en la cruzada colonial en
Medio Oriente hizo salir a las calles a millones de españoles. Junto
con Gran Bretaña e Italia, España fue el país donde en febrero y
marzo del 2003 se registraron las mayores movilizaciones antiguerra.
Pero las luchas y movimientos sociales venían de antes de Irak. Se
habían desarrollado importantes movilizaciones obreras y también de
los movimientos “antiglobalización” o “altermundistas”, como
las de Barcelona en marzo del 2002.
Sin
embargo, las grandes movilizaciones obreras, altermundistas y
antiguerra no llegaron a tener una expresión política realmente
alternativa, capaz de proseguir la batalla y hacerlo en serio.
Esto no sólo fue un obstáculo para la continuidad de esas luchas,
sino también para poder librar un efectivo combate político contra
Aznar y su mellizo “socialista”, Zapatero del PSOE.
Una
de las causas (y a la vez, efecto) de este problema es la gran fuerza
del autonomismo en la vanguardia española y la consiguiente debilidad
del marxismo revolucionario. España constituye en ese sentido un
ejemplo mundial de la esterilidad de las corrientes autonomistas. Las
consecuencias de sus tonterías “antipartido” y “antipolíticas”
–que pretenden aparecer como “revolucionarias” – han sido
dejar el campo libre en el terreno político al PP y al PSOE (y al
nacionalismo vasco y catalán) impidiendo la construcción de un
partido, frente y/o movimiento político realmente alternativo para
enfrentarlos. Por eso, en las recientes elecciones españolas tampoco
intervino ninguna fuerza significativa, que levantara la consiga que
presidió las jornadas de marzo del 2002 en Barcelona: “contra la
Europa de la guerra y el capital”.
Esta
situación hizo que el PSOE fuese el principal beneficiado del “voto
castigo” contra Aznar y Rajoy. En Euzkadi y Cataluña, crecieron los
nacionalistas que aparecen enfrentados a Aznar y al Estado monárquico
español: el PNV (Partido Nacionalista Vasco) y ERC (Izquierda
Republicana de Cataluña).
En
verdad el PSOE, como señaló un comentarista, “se encontró con
la victoria” electoral, casi sin buscarla. Su actitud inicial y
la del PC-IU ante la masacre de Madrid no pudieron ser más infames:
la “unidad nacional antiterrorista” y callarse la boca ante la
fraude de Aznar de responsabilizar a ETA. Si esta falsedad le estalló
al PP entre las manos y le hizo perder las elecciones, no fue gracias
al PSOE ni a IU sino a las movilizaciones desde abajo que en Madrid y
otras ciudades se autoconvocaron para repudiar la mentira y los crímenes
de Aznar.
En
verdad, gran parte del electorado no votó por el PSOE. Votó contra
el PP. El sentido de gran parte del voto contra Aznar –antiguerra
en Irak y antineoliberal en lo económico-social– coloca elementos
de tensión con el futuro gobierno del PSOE. A esto se suma el
fortalecimiento de las tendencias “soberanistas” en Euzkadi y
Cataluña. El problema jamás resuelto de la unidad nacional de España,
vuelve a ser otro componente que tensiona el cuadro político.
Zapatero
ha ratificado que seguirá la misma política económica antiobrera y
neoliberal del PP. Además es tan españolista, monárquico y
“antisoberanista” como Aznar. Y aunque están dadas las
condiciones políticas para abrir negociaciones de paz con ETA,
Zapatero ha corroborado la línea de persecución policial. En cuanto
a Irak, después de anunciar el retiro de las tropas españolas, ha
introducido un “sí, pero...” Se irán... si las Naciones Unidas
no resuelven que se queden... Si se llega a un acuerdo EEUU-Europa, y
la ONU asume la tarea de encabezar la ocupación colonial de Irak,
entonces se quedarán...
En
síntesis: en varios problemas importantes, Zapatero marcha (o puede
marchar) en dirección opuesta al voto que lo elevó al gobierno.
Esta es una contradicción que Aznar no tuvo a iniciar su mandato. La
cuestión es en qué medida los luchadores de vanguardia del estado
español podrán llevar esta contradicción al terreno de las luchas
obreras y de los movimientos sociales, y, sobre todo, de erigir
una alternativa política, superando el estéril apoliticismo
autonomista. El trotskismo, aunque débil y fragmentado, podría
contribuir mucho a esto si, entre otras cosas, abandona el cadáver de
Izquierda Unida, donde vegetan varias de sus corrientes.
Francia: Un duro golpe a la
(contra)reforma neoliberal
Paradójicamente,
en el mismo mes fueron derrotados en las urnas Aznar –el gobernante
de la Unión Europea que más apoyó a Bush y Blair– y Chirac –el
gobernante que más se opuso a ellos–. Y las elecciones regionales
francesas, especialmente en su segunda vuelta del 28 de marzo, fueron
para el presidente Chirac y su primer ministro Raffarin un desastre
peor que el del PP.
En
este caso, el electorado francés votó en repudio de la (contra)reforma
neoliberal impulsada por Chirac-Raffarin. El año pasado, el
ataque al sistema de retiro (jubilaciones) motivó grandes
movilizaciones obreras y populares que volvieron a poner en peligro,
como en 1995, al gobierno de turno. Las direcciones sindicales, al no
unificar estas protestas y luchas, las llevaron a la derrota y Chirac-Raffarin
pudieron imponer su reforma del sistema de retiro.
Sin
embargo, estas son apenas el comienzo de un plan más de fondo, que se
suspendió para ser aplicado después de las elecciones regionales. La
derrota ahora no sólo complica al gobierno sino que amenaza llevar
la cuestión otra vez al terreno de la lucha de clases. Es que
aunque ha sido repudiado en forma aplastante, Chirac y su parlamento
siguen hasta el 2007, de acuerdo a la Constitución antidemocrática
de la V República. Esta contradicción y la falta de salida electoral
en los próximos tres años, puede llevar otra vez a Francia a
situaciones como la de 1995 o la del 2003.
Esto
con más razón, porque la recuperación electoral del PS (y en menor
medida del Partido Comunista y los Verdes) no indican que las masas
trabajadoras que les dieron la espalda en las elecciones
presidenciales del 2002 hoy les han renovado la confianza. El voto
por el PS y sus socios de la “izquierda plural” es otro ejemplo
más del maldito mecanismo del “voto útil”, estimulado por la
burguesía para encerrar a las masas en el corral de los sistemas
bipartidistas.
En el caso de Francia, se descargó una violenta campaña
pro “voto útil” por el PS contra el frente electoral de las
organizaciones trotskistas Lucha Obrera (LO)–Liga Comunista
Revolucionaria (LCR). En el 2002, los candidatos del trotskismo habían
logrado unos tres millones de votos en las presidenciales. Ahora, el
frente LO-LCR se redujo a algo más de un millón (más del 5% de los
votos), cifra algo superior a las anteriores elecciones regionales.
Esto indica, al mismo tiempo, un “piso” relativamente sólido de
votos por la extrema izquierda.
La
recomposición del PS, el PCF y los verdes difícilmente trascienda
del plano electoral por el aprovechamiento del mecanismo del “voto
útil”. Es que la “izquierda plural” sigue sin tener un
programa alternativo al de Chirac. Ambos, derecha e
“izquierda” coinciden en los temas de fondo de la (contra)reforma
neoliberal. Siguen abiertas las oportunidades políticas para el
trotskismo.
La
contradicción entre el repudio electoral a Chirac y la necesidad de
la patronal francesa de seguir adelante con la (contra)reforma
neoliberal pone un serio elemento de tensión en la situación
francesa.
Esta necesidad de aplicar –tardíamente– las (contra)reformas
neoliberales que el capitalismo anglosajón llevó adelante hace más
de 20 años con Reagan y Thatcher obedece a profundas necesidades económicas
y geopolíticas tanto del capitalismo francés como del resto de la
Unión Europea.
Sectores de la izquierda reformista, como la mayoría
de la dirección de ATTAC y los ideólogos de Le Monde Diplomatique,
ven aquí una “contradicción” con el enfrentamiento de Chirac y
el eje franco-alemán a la política de Bush. Así, el editorialista
de Le Monde que antes citamos se lamenta que “la política
exterior de Francia, totalmente dirigida hacia el distanciamiento con
EEUU, hasta el punto de pensar que EEUU ha devenido un contra-modelo
de sociedad, está evidentemente contradicha por la política
interior, donde no se plantea otra cosa que la adaptación a esa «sociedad
de mercado»... Chirac privilegia su duelo franco-mundial con EEUU...
pero no ha sabido resolver la contradicción que existe con un modelo
de cultura anglosajona que impone un eclipse del estado... y la adhesión
de los franceses a un tipo de desarrollo donde el estado continúa
jugando un rol central y protector”.
En verdad, ni Chirac ni la patronal franco-alemana se
contradicen en lo más mínimo. Tanto la pelea interimperialista con
EEUU como el estancamiento del capitalismo europeo exigen imponer el “modelo
de cultura anglosajona”. Es decir, llevar adelante una ofensiva
brutal contra los trabajadores, que liquide las grandes concesiones
que perduran del “pacto social” de posguerra, mediante el cual la
burguesía francesa, por intermedio del PCF, logró impedir la
revolución obrera. Este no es, entonces, un
problema menor, sino todo un cambio histórico. De allí
la carga de conflictividad que subyace en él y que, en intervalos,
explota. Ahora, la contradicción entre el categórico rechazo en las
urnas y las necesidades del capitalismo francés de imponer la (contra)reforma
establece otra vez un escenario cargado de tensiones.
Elecciones europeas: un test
crucial para Blair
En
junio próximo, se realizarán las elecciones al Parlamento Europeo.
Aunque esta institución cumple un rol más decorativo que de poder
real, sus elecciones pueden ser un test político de suma importancia.
Además, en el voto en las elecciones europeas suele pesar mucho menos
el mecanismo del “voto útil” y el “voto por el mal menor”,
que distorsionan los comicios. En Francia, por ejemplo, van a
presentarse las mismas fuerzas políticas que compitieron en las
elecciones regionales, pero esta vez con una carga menor del mero
“voto útil” contra Chirac. El frente LO-LCR tiene
así planteada otra batalla en mejores condiciones que las
elecciones regionales.
Las
elecciones europeas pueden ser también una expresión de protesta en
Italia, en relación a Berlusconi, que se alineó con Bush (aunque
menos ruidosamente que Aznar) y que lleva a delante una ofensiva
antiobrera como la de Chirac.
Pero
es en el Reino Unido donde las elecciones europeas pueden tener
trascendencia mundial. Allí Blair, el principal aliado de EEUU,
lucha por sobrevivir. Aunque en las europeas no se juega formalmente
su cargo de primer ministro, un resultado muy adverso podría ser un
golpe fatal.
En
los últimos meses ha quedado al descubierto la montaña de mentiras
con que Blair ayudó a montar la farsa de la “armas de destrucción
masiva”, el justificativo de la invasión de Irak. En la preparación
y desarrollo de la guerra y, ahora, en la ocupación de Irak, Blair no
es una comparsa de menor cuantía, como Aznar. El hundimiento de Blair
sería un golpe cualitativamente más grave para Bush y su política
de guerra.
En
la crisis del gobierno del “nuevo laborismo” no sólo están
pesando las cadenas de mentiras forjadas por Blair y que dieron
pretexto a la guerra, sino también las atrocidades de la ocupación,
donde las tropas británicas juegan un papel importante. Además,
después de lo ocurrido en Madrid el 11 de marzo, es obvio que Gran
Bretaña debe estar en la “lista de espera” de un gran atentado.
Dos días antes de iniciar la invasión a Irak, Blair dijo que eso a
iba garantizar la seguridad contra las amenazas terroristas. Ha sido
exactamente lo opuesto, como lo demuestra Madrid. Sacar a Blair del
gobierno y sobre todo a las tropas de Medio Oriente es, objetivamente,
la medida más efectiva para evitar que en Londres se repita lo del 11
de marzo.
En
febrero y marzo de 2003, las movilizaciones contra la guerra en Gran
Bretaña estuvieron entre las mayores del mundo y las más grandes de
la historia de ese país. La dirección de estas movilizaciones fue la
Stop the War Coalition (Coalición para Parar la Guerra), un amplio
frente único que abarca desde corrientes marxistas revolucionarias
(como el Socialist Workers Party) hasta sectores del propio laborismo
en ruptura con Blair y, además, organizaciones de la comunidad islámica,
que en Inglaterra es una minoría importante. Estas tienen en verdad
un carácter de “representación nacional” de pakistaníes y
miembros de otras nacionalidades antes colonizadas por el Imperio Británico
y que luego emigraron a Gran Bretaña, donde viven como una minoría
oprimida y discriminada racialmente, que además sufre los ataques físicos
de los nazis del BNP (British National Party).
El
hecho inédito es que estas fuerzas (que siguen coaligadas en Stop the
War Coalition) han decidido intervenir en las elecciones europeas
con candidatos propios, opuestos al Nuevo Laborismo de Blair, y
por supuesto, a los conservadores. Para eso han constituido Respect
– The Unity Coalition (Coalición Unitaria Respect). O sea,
se presenta en la arena electoral una fuerza que es la continuidad
política del movimiento antiguerra.
El sistema electoral del Reino Unido es uno de los más
antidemocráticos del mundo (no existe representación proporcional y
sólo se elige un candidato por distrito). Esto ha reforzado el
secular sistema bipartidista (primero conservadores y liberales y,
luego, conservadores y laboristas). Pero las elecciones europeas
imponen una restringida representación proporcional.
Respect
presenta candidatos en Inglaterra y Gales (en Escocia, los luchadores
contra la guerra tienen la opción del SSP – Partido Socialista
Escocés). Sería un paso muy progresivo si en las elecciones europeas
el sistema bipartidista británico fuese horadado en alguna medida por
Respect.
Elecciones en EEUU: ¿sobrevivirá
Bush?
La
última de la elecciones será la más trascendental. En septiembre,
se elige presidente en EEUU.
Aprovechando
el atentado del 11 de septiembre, Bush dio un salto cualititivo en un
política mundial que en verdad el imperialismo yanqui ya había
esbozado con Clinton.
La
ofensiva encabezada por Bush fue la respuesta a las crecientes
dificultades económicas, políticas y de dominio mundial del
imperialismo yanqui. Para eso se apoya en el único factor en el
que tiene una superioridad neta: el militar.
Pero
esta política no sólo se aplica hacia afuera, por ejemplo
invadiendo y ocupando Irak, sino que también se desarrolla puertas
adentro contra la clase trabajadora y los sectores populares. Este
es el aspecto menos ruidoso, pero no menos importante de la política
neo-conservadora de Bush y que también puede tener un peso importante
en las próximas elecciones. El hecho es que, por esa combinación de
factores, hay una crisis política de la administración Bush,
a seis meses de los comicios donde se juega su reelección.
A un año de la invasión, lo de Irak presenta un
cuadro desastroso para Bush. La resistencia irakí castiga con fuerza
creciente a los ocupantes imperialistas, a pesar de que no está
unificada y que no se han saldado las divisiones étnicas (árabes y
kurdos) y religiosas (sunnitas y chiitas). Pero además se han
destapado ante la opinión pública las falsificaciones con que se
justificó esa guerra colonial. Tras derrumbarse la fábula de las
“armas de destrucción en masa” de Irak, ahora se viene abajo la
mentira de que Saddam tenía relaciones con Al Qaeda y responsabilidad
en los atentados del 11 de septiembre. Las escandalosas revelaciones
de Richard Clarke, ex Coordinador Nacional de la lucha contra el
terrorismo, revelan cómo Bush y su vicepresidente simplemente
inventaron todas esas historias, contradiciendo los mismos informes de
sus servicios de inteligencia.
Pero
los vientos de descontento en EEUU y su posible incidencia en las
elecciones de noviembre no sólo soplan desde Irak. También nace de cuestiones democráticas, sociales y económicas atacadas
por su política neo-conservadora. Bush ha impuesto una brutal
legislación represiva con el pretexto de la lucha antiterrorista,
ataca el derecho al aborto y despliega una ofensiva contra la clase
trabajadora y los sindicatos para bajar el salario y generalizar la
esclavitud laboral (que en EEUU se llama “Wall-Martization”; o sea
establecer en todas partes las degradantes condiciones de trabajo de
los supermercados Wall-Mart).
Todo
esto ha determinado que de la aprobación abrumadoramente mayoritaria
que Bush tenía después del 11 de septiembre, se fuera pasando
gradualmente a una polarización de la opinión pública, que
la ha divido en partes prácticamente iguales. Asimismo, dentro de
cada polo, se asiste a una radicalización de posiciones.
Frente
a cada cuestión –Irak, temas sociales, empleo, relaciones
laborales, aborto, casamientos gay, etc.– las posiciones se polarizan
casi mitad y mitad, y en cada una de las partes, las posiciones más
radicales se fortalecen. Por ejemplo, en el movimiento antiguerra
de EEUU se ha ido produciendo una decantación hacia la izquierda,
después de la crisis que significó no haber logrado impedir la
invasión a Irak.
Pero,
al mismo tiempo, este cuadro de polarización y radicalización,
se combina con un grave problema. Como señala una organización
trotskista de EEUU, “la actual radicalización se ve
obstaculizada por la ausencia de una genuina oposición política a
Bush”. (ISO, Polarization
and Radicalization, Pre-Convention Bulletin N° 1, 2004)
En
efecto, el Partido Demócrata y más aun el candidato que propone,
John Kerry, no difieren gran cosa de los republicanos en ninguno de
los temas candentes. Entre los precandidatos demócratas, Kerry es
uno de los más cercanos a las posiciones de Bush. Y su campaña
electoral la ha iniciado tratando de “correr a Bush por la
derecha”. Así, lo critica por ser muy blando con el dictador Chávez
de Venezuela.
El
sistema bipartidista de EEUU es el caso más extremo de fraude político
“democrático”. No se trata simplemente, como en otras épocas
–por ejemplo, en la década del 30– de optar entre dos partidos
igualmente burgueses pero con propuestas diferentes. Hoy, en todas las
cuestiones fundamentales, es casi imposible distinguir entre
republicanos y demócratas.
Relacionado
con esta situación está el hecho de que una parte importante del
potencial electorado de EEUU –especialmente los trabajadores y los
pobres– ni siquiera se inscribe en los padrones (un requisito
antidemocrático indispensable para poder votar). Además, las
elecciones no se realizan los domingos, sino en días laborables. Es
un obstáculo más contra el voto de los que trabajan. Así, votan las
capas más acomodadas y/o con mayor nivel político o cultural. De esa
manera, con menos del 20% de los votos potenciales (y unos mil
millones de dólares para invertir en la campaña) hasta una bestia
como George W. Bush puede llegar a la presidencia.
El curso belicista y archireaccionario de Bush ha
abierto un gran debate en la izquierda norteamericana, en el activismo
sindical y en la vanguardia de los importantes movimientos contra la
guerra, en defensa del aborto, etc.: ¿Hay que votar por el “mal
menor”, por Kerry contra Bush, o tratar de presentar una opción
independiente de ruptura con el bipartidismo o, simplemente, no votar?
Tanto
los demócratas, como las burocracias sindicales y los sectores
“progresistas” que capitulan a ellos, están haciendo una fuerte
presión con el lema: “cualquiera antes que Bush”. Esto ha
dividido a la vanguardia y a sectores que anteriormente trabajaron por
una ruptura del bipartidismo.
Así,
en las anteriores elecciones, por primera vez en décadas, adquirió
fuerza real una candidatura de ruptura con el bipartidismo. Fue la de
Ralph Nader, un famoso publicista “anticorporaciones”. Su programa
no es socialista sino “anticorporativo” (una ideología de
izquierda pequeñoburguesa y de “democracia radical”, con larga
tradición en EEUU). Sin embargo, la candidatura de Nader era
progresiva como un fuerte intento de abrir la jaula del bipartidismo.
Ahora, Nader vuelve a presentarse, pero las fuerzas que lo
sostuvieron, en primer término el Green Party, están divididas entre
el “voto útil” por Kerry contra Bush o seguir sosteniendo una
alternativa independiente.
Esta grave limitación
política de la izquierda y la vanguardia en EEUU no significa sin
embargo que cualquier resultado de las elecciones de noviembre será
lo mismo. Kerry no constituye una verdadera alternativa a Bush, ni
siquiera en términos políticos burgueses. Sin embargo, la derrota de
Bush sería un síntoma importante de la gravedad de la crisis que ha
generado en el imperialismo yanqui su curso hegemonista y belicista, y
del rechazo que eso provoca.
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