De guerras, rebeliones y dictaduras
Paraguay trágico y heroico
Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico, 02/05/05
Decía Marx que la historia de las sociedades era la
historia de la lucha de clases. Lucha de clases que, en circunstancias
determinadas, adquiere el carácter agudo de guerras y revoluciones.
Guerras y revoluciones que marcan duramente un país. Es el caso
del Paraguay. Aunque parezca increíble, su historia contemporánea
está marcada por ese fenómeno intrincado que son las guerras,
expresión indirecta de la lucha entre clases o sectores de clase por
intermedio de la relación y/o enfrentamientos entre estados o en el
seno mismo de un estado cuando asume la forma de guerra civil. También
decía Von Clausewitz que las guerras eran la continuidad de la política
(o sea, de la lucha de clases) por otros medios.
La historia de Paraguay e incluso sus características
hoy como país, están decisivamente marcadas por la guerra de la
Triple Alianza (con Brasil, Argentina y Uruguay) de la que salió
devastado; y la del Chaco Boreal con Bolivia, en la que “triunfó”.
Luego volveremos sobre las mismas.
Entender
este país y su actual condición de tremendo atraso en el
desarrollo de sus fuerzas productivas, incluso su
“aislamiento” relativo del giro de los acontecimientos mundiales;
el que porciones importantes de su territorio se encuentren en manos
de sectas retrógradas como los Mennonitas (o la Secta Moon), obliga
a remontarse al proceso de la independencia y a las dos guerras que
estamos señalando.
Está
claro que estas determinaciones que vienen del pasado se combinan
inextrincablemente con la actual inserción del país en la división
del trabajo internacional, siendo la agro exportación y el
monocultivo de la soja (así como el masivo comercio de importación y
triangulación ilegal) la forma actual de la subordinación y
dependencia del país al mercado mundial y regional del MERCOSUR.
Este es el fundamento de las condiciones de miseria económica, social
y cultural a las que está sometido este país (sobre todo, sus
explotados y oprimidos), uno de los mas pobres de América Latina.
Lo
anterior no significa que el país carezca de una serie de
tradiciones muy valiosas y positivas, como es el carácter bilingüe
de su población castellano–guaraní y la relativa ausencia de
elementos de opresión nacional.(1)
A
lo largo de este artículo entonces, intentaremos dejar sentadas una
serie de impresiones obtenidas a partir de un reciente viaje realizado
al país para participar del ingreso de los compañeros de “Agrupación
por al Socialismo” a la corriente SoB Internacional, ingreso que
saludamos con alegría.(2)
Jacobinos mestizos
Con
una de las poblaciones más mestizadas de la América hispánica,
una parte de sus clases criollas impulsó en oportunidad de la
independencia (1811–14) una orientación de “independencia
absoluta” del país. ¿Que quería decir esto? El objetivo de
emanciparse tanto de la Corona de España como también de la
protoburguesía del Río de la Plata, instrumentadora de la presión
del ascendente imperialismo británico.
En
contraste, las revoluciones de la independencia en América Latina
(1810–1826), al romper los lazos imperiales “sólo desprendieron
el eslabón político y económico que la sujetaba a España. Las
nacientes repúblicas latinoamericanas conquistaron su independencia
política pero sólo cambiaron su dependencia económica de la nación
española por la de aquellas más industrializadas de Europa. La
oligarquía criolla asumió el papel de clase dominante, reemplazando
a los españoles en la cúspide de la pirámide social, dejando así
la estructura de poder básicamente sin cambios. La condición básica
de la vasta mayoría de los americanos permanecía siendo la misma: sólo
cambiaron de amo”.(3)
Desde
ya que a la porción de la protoburguesía criolla del Paraguay más
ligada a la importación y al comercio mundial no era de su agrado
esta perspectiva, por lo cual casi inmediatamente se pusieron en
contra de esta orientación, con lo cual en el seno del país se desató
una tensión pre–guerra civil casi permanente con parte de
esta burguesía exiliada a lo largo de décadas en Argentina.
La
figura histórica que encabezó esta perspectiva a lo largo de más de
veinte años (1814–1840) fue José Gaspar de Francia(4) (admirador
de Voltaire, Rousseau y Robespierre), llamado el “dictador
Francia” debido a las medidas de excepción que se vio obligado a
tomar para sostener este curso independiente.
La
inspiración, innegablemente, vino de la revolución francesa de 1789,
y en particular, de los jacobinos que conformaron (al igual que J. G.
Francia) el gobierno de la pequeño burguesía radicalizada, la mas
consecuente en plantearse las propias tareas de la revolución
burguesa.
Se
puede decir que Francia representó prácticamente lo mismo en un país
colonial y atrasado que recién había alcanzando la independencia: un
gobierno de la fracción pequeño burguesa y pequeño propietaria
enfrentado tanto a la burguesía criolla urbana, como rural y a la
Iglesia, y que se apoyaba en el ejército, los campesinos y artesanos
de las ciudades.
Así
“existían otros intereses de clase (...) que estaban llamados a
jugar un importantísimo papel en el proceso independentista
paraguayo. Este grupo social intermedio que pudiéramos catalogar como
incipiente pequeño burguesía, se hallaba compuesto por propietarios
medios o pequeños chacareros, en su mayoría campesinos dedicados al
cultivo del tabaco y otros productos. Más tarde, al avanzar el
proceso, estos pequeños propietarios rurales, beneficiados
directamente por las medidas económicas que implantó Francia,
constituyeron el núcleo social que formaría el basamento de la
dictadura. Por tales medidas, los pequeños propietarios lograron
coordinar sus acciones con los peones agrícolas y demás grupos
sociales explotados que componían la base fundamental de la sociedad
paraguaya”.(5)
O
sea, un gobierno que en gran medida llevado por la lógica de clase de
su ubicación, tomó una serie de medidas decididas en el camino de
una real independencia política y económica. Medidas
revolucionarias anticoloniales.
A
Gaspar de Francia le siguieron luego los López (Carlos Antonio y
Francisco Solano, es decir, padre e hijo) el último de los cuales
resultó muerto en las postrimerías de la guerra de la Triple
Alianza.
Entre
los tres gobiernos (siendo el más radicalizado el de Gaspar de
Francia) se completó un ciclo por el cual Paraguay llegó a ser en
esa época uno de los países más avanzados de toda América Latina:
la rareza de un país realmente independiente del ascendente imperio
colonial británico.
Sus medidas fueron realmente revolucionarias:
se llegó a expropiar y estatizar prácticamente entre el 50 y 80% de
las tierras, poniéndolas en manos de los campesinos arrendatarios en
las “Estancias de la Patria”; la
separación de la Iglesia del Estado fue tan radicalizada, que se les
llegó a expropiar casi todas sus tierras, así como se les dejó sin
financiamiento estatal. Francia se mantuvo permanentemente enfrentado
a la Iglesia. Se estableció la estatización de la banca y el
monopolio del comercio exterior; así como ante el aislamiento y cerco
internacional, se dio un fuerte impulso a la producción nacional y la
diversificación de la economía, llegando Paraguay a tener el primer
ferrocarril en toda América Latina (hoy carece del mismo); la
implantación de una red postal y telegráfica; fabricación de
armamentos y fundición de hierro. También se instituyeron “Tiendas
del Estado” en las cuales se comercializaba una variedad de
productos, así como una radical “Ley de Herencia” y de
matrimonios que llegó prácticamente a liquidar la tradicional clase
alta española.
La
destrucción de un país independiente
De 1864 a 1870 se desarrolló la guerra de
Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay, la más larga y
sangrienta que conocerá el continente en el siglo XIX, luego de la
independencia de España. Detrás de ellos “tendremos a Gran Bretaña,
potencia económica dominante en el continente (...). Esta potencia no
podía resignarse a aceptar la imposibilidad de introducirse en
Paraguay (...).Paraguay era un escándalo en América: un país que se
bastaba a sí mismo, que no importaba nada de Inglaterra”.(6)
En estas condiciones, está claro que no
podía ser aceptable un país verdaderamente independiente. Uno de
los países más avanzados de América Latina (con una población que
ya rozaba las 800.000 personas) quedó destrozado, arrasado. Comenzó
la guerra con el ejército más fuerte de la región, pero cayó
derrotado bajo el esfuerzo combinado de tres países que además
estaban sostenidos por Inglaterra.
Para que se tenga una idea de la magnitud
de la derrota, el país cayó hasta solo 221.079 habitantes, de
los cuales solo 28.746 eran hombres y perdió 156.305 kilómetros
cuadrados de las más ricas tierras para la agricultura y ganadería.
Bien se dice que las 106.254 mujeres sobrevivientes (y los 86.079 niños)
fueron las que tuvieron a su cargo la dura tarea de reinventar un país
acabado y vuelto a nacer, y que encima debió cargar con durísimas
reparaciones de guerra a sus vencedores.
Pero es un hecho que en un sentido
profundo, Paraguay jamás se recuperó de esta derrota y difícilmente
pudiera superar esta herencia de destrucción y bajo desarrollo de las
fuerzas productivas (presente hasta el día de hoy) de manera aislada,
separada: el país, por sí mismo, es inviable: sólo sale con una
perspectiva internacionalista confluyendo con el conjunto de los
trabajadores y pueblos de la región.
A pesar de esto, esta tradición jacobina
revolucionaria, es uno de los hilos a tener en cuenta desde un ángulo
obrero, campesino y socialista esto para poner en pie una verdadera
tendencia o corriente marxista revolucionaria en el Paraguay. Porque
así como en Haití estuvo la experiencia de los “jacobinos
negros”(7), (también inspirados por la revolución francesa), el
Paraguay tuvo de la experiencia de sus propios jacobinos, que
pueden ser una de las fuentes de inspiración para una perspectiva no
ya nacional y pequeño burguesa sino obrera, campesina e
internacionalista.
Un
“triunfo” retrógrado
La zaga de guerras fraticidas entre países
dependiente o semicoloniales latinoamericanos por encargo de las
grandes potencias imperialistas, continuó con la histórica guerra
del Chaco Boreal de 1932/35. Es un hecho que no hay que perder de
vista la importancia de la serie de guerras que opusieron a los países
de América Latina entre ellos por cuenta del imperialismo.
La guerra del Chaco se desarrolló
centralmente en su zona central, región semidesértica que es
ilustrativo “pintar” para comprender la condiciones en las que se
desarrolló esta conflagración (que tuvo decenas de miles de
muertos): “Si el clima hace que la flora sea prácticamente
inexistente (...) la fauna es por el contrario abundante (...) una
fauna mas temible por sus minúsculos insectos que por sus pumas y
tigres... Serpiente de cascabel, araña venenosa, polvorín, que es un
mosquito infinitamente pequeño y temible, hormigas voraces que salen
en batallones apretados para atacar al hombre perdido en el monte... y
las fiebres: viruela negra, fiebre amarilla (...). Las garrapatas son
pequeños animales horribles del tamaño de una chinche que, armadas
de terribles pinzas, introducen la cabeza en la piel y se llenan de
sangre provocando una infección... Los piques son pequeñas pulgas
que entran debajo de la piel, y más especialmente bajo la uña, donde
echan sus huevos. La infección resultante es, no solamente la más
dolorosa que existe, sino que necesita una intervención quirúrgica
para no ser mortal (...) A esta nomenclatura (...) se pueden agregar
las moscas y mosquitos sedientos de la sangre de los arañazos
provocados por las largas y aceradas espinas de la maleza, las
serpientes de todo tipo, el escarabajo rojo, el tatú y la víbora de
cascabel, cuya picadura es mortal, el chancho salvaje”.(8)
Paraguay quedó entonces marcado por
estas dos guerras. También Bolivia se vio sometido a dos guerras.
En ambas salió derrotado y marcaron su evolución política ulterior.
Es el caso de la guerra del “Pacífico” con Chile (a fines del
siglo XIX), en la cual terminó perdiendo definitivamente su salida al
mar. Y el nuevo fracaso en la guerra del Chaco, por la cual perdió
una porción de su territorio, si bien de mucha menos importancia
estratégica que la pérdida de la salida al Pacífico.
Es “paradójico” que la guerra del
Chaco tuviera consecuencias políticas de signo inverso a sus
resultados militares en ambos países. Si en Bolivia redundó, a la
postre, en la progresiva crisis de la rosca del estaño y del sistema
político liberal burgués (que los beneficiaba) dando lugar a la
revolución del ’52, en el caso del Paraguay la resultante fue
totalmente inversa. Su triunfo en la guerra con Bolivia sirvió
para remachar el atraso del país en la medida que “ganó” (a
costa de inmensos gastos: endeudamiento externo y 50.000 muertos) una
gran porción de territorio (239.025 kilómetros cuadrados) casi prácticamente
“inservible” (las zonas petroleras quedaron en territorio
boliviano). Esta ganancia no sirvió para alentar un verdadero
desarrollo de sus fuerzas productivas. Por el contrario, fortaleció,
a la postre, el prestigio de las fuerzas armadas y el monopolio del
Partido Colorado que terminó entronizando (luego de una serie de idas
y venidas, con gobierno nacionalistas como el de Franco a fines del
’40) el oscurantismo de la dictadura de Stroessner desde 1954 a
1989, cuyos nefastos efectos siguen presentes hasta hoy.
Este balance está claramente establecido
por uno de los máximos estudiosos de esta guerra Ange–Françoise
Casabianca. El señala (como conclusión de su monumental obra de 7
tomos) que “al término de este estudio, el lector quedará
convencido de la inutilidad de esta guerra larga, costosa e
inhumana en el ‘infierno verde’ del Chaco, en la cual el hombre
tendrá que luchar a la vez contra el adversario y contra la
naturaleza, donde el hambre y la sed reinarán soberanos”.(9)
El triunfo de Paraguay en esta guerra
reaccionaria y fraticida entre pueblos sometidos, sólo ayudó a
remachar el atraso tanto económico–social como político del país,
creando las condiciones para la dictadura de Stroessner que adormeció
y acható completamente su vida política.
Fracaso
de la promesa “democrática”
Stroessner cayó el 3 de febrero de 1989.
Habían pasado casi 35 años bajo su puño de hierro. La dictadura había
logrado estabilidad a lo largo de décadas, asentada sobre una serie
de condiciones: el respaldo del conjunto de la burguesía, de un
amplio sector del campesinado, de un partido político con una base
clientelar de masas, del imperialismo, sumado a la derrota de los
sectores populares. Todos estos elementos le permitieron desarrollar
ciertas ramas de la producción, principalmente ligadas a la hidroeléctrica
de Itaipú, que se construyó en la década del ’70, y
consiguientemente logró una economía equilibrada durante esos años.
Pero hacia los últimos años de la década
el ’80 eso había pasado a ser historia. Con un PBI estancado desde
1982 (hasta el día de hoy) y con el desarrollo de una aguda crisis
económica, social y política (e incluso de una serie de luchas de
los trabajadores como la histórica del Hospital de Clínicas de
Asunción, y las ocupaciones de campesinos sin tierras) que fue la que
llevó a la postre a la pudrición del régimen stroessnista.
Su caída, producto del golpe del general
Andrés Rodríguez, desató, sin embargo, un genuino proceso democrático
y de organización entre los trabajadores de la ciudad y el campo
cruzado por movilizaciones en las que participaban decenas de miles.
A partir de él surgieron nuevas organizaciones sindicales como la
Central Unica de Trabajadores (CUT) y la Federación Nacional
Campesina (FNC). Hubo huelgas obreras importantísimas (participaron
miles y miles de trabajadores) como las de Itaipú y Yaciretá del
’89 y el 70% de las ocupaciones de tierra campesina se obtiene en
este período.
Pero lamentablemente este proceso y
algarabía democrática duró poco: unos tres años. Se llevó
adelante una Constituyente totalmente vaciada de contenido y no se
logró quebrar la continuidad del monopolio del verdadero
partido–estado que son los Colorados y la fuerte presencia de las
Fuerzas Armadas en la vida del país, aún a pesar del permanente
elemento de crisis que significan las agudas divisiones y ajustes
de cuentas que recorren a la burguesía paraguaya.(10) En general,
los nuevos dirigentes sindicales fueron cooptados y corrompidos por
el Estado y los sucesivos gobiernos patronales.
Así pasaron diez años hasta el estallido
del “marzo paraguayo” del ’99: en gran medida la
“desestroessnerización” había fracasado. Se sucedieron al
frente de la presidencia del país el propio Rodríguez, Wasmosy,
Cubas, González Machi y Duarte Frutos, pero la línea divisoria que
cruza a los distintos sectores burgueses sigue presente como un dato
constante de la vida política del país y un factor de crisis. Esto
implicó la acumulación de elementos de crisis que fueron los que
dieron lugar al asesinato de Argaña (vice de Cubas, heredero de la
corriente de Stroessner dentro del Partido Colorado), y al estallido
de una rebelión en Asunción. La “democracia” demostró los límites
que muestra en todas partes, incapaz de resolver las expectativas
depositadas en ella por las masas.
Paraguay ha sido y es parte del ciclo
mas general de rebeliones populares en Latinoamérica. Lo que
desató el marzo paraguayo del ’99 fue un durísimo enfrentamiento
en las alturas entre las fracciones burguesas por la que resultó
asesinado Argaña. Ese asesinato desató una movilización juvenil
y democrática a cuya cabeza estuvo inicialmente la juventud del
Partido Colorado, de la línea del propio Argaña, y terminó con la
caída del gobierno de Cubas, del mismo partido pero otra línea
interna (Lino Oviedo viene de la misma tendencia de Cubas, reflejo del
sector lumpen–burgués). Parte de este proceso fueron la ocupación
del rectorado de la Universidad de Asunción durante ese año y la
gran marcha campesina de 2002.
Desde 1999, Paraguay se sumó al ciclo de
rebeliones populares que tiene como uno de sus componentes los
problemas democráticos y la crisis de los regímenes políticos de la
democracia de ricos (más en general del Estado capitalista).
Crisis que en Paraguay, hace las veces de un proceso de descomposición
de su clase dominante, en los últimos meses marcado por el
asesinato de Cecilia Cubas, hija del presidente en funciones cuando el
asesinato de Argaña. Así,
el ajuste de cuentas por métodos
violentos y gangsteriles entre fracciones burguesas no parece terminar
nunca.
Intento
reaccionario
En
2003 llega al gobierno Duarte Frutos. “Cuando asumió, con su
discurso populista sembró expectativas en amplios sectores de la
población, incluso entre la izquierda reformista al invitar a Castro
y Chávez a su ‘toma de mando’. Pero está claro que éste iba a
ser ‘el’ gobierno del imperialismo, el que mejor aplicaría sus
recetas. La orientación económica y política del gobierno es la
dictada por el imperialismo yanqui. El gobierno necesita los préstamos
del imperialismo para sobrevivir porque el estado está en bancarrota.
Todo lo que recauda va a parar a las arcas del Banco Mundial. Las
expectativas ya se esfumaron, lo que aumenta es la pobreza. Por
esto, va a intentar aplicar la reforma del estado, que consiste
en la venta de las empresas públicas, y a liquidar lo que queda de la
banca pública. La adecuación fiscal está en marcha, ya aumentaron
algunos impuestos como el inmobiliario, aumentos para los pequeños
contribuyentes, disminución para los grandes, enfrentamiento de
las ocupaciones de tierras con la policía y las fuerzas armadas,
etc. Con más frecuencia está recurriendo a actos represivos muy
duros contra los sectores en lucha. Represiones durísimas a
campesinos, obreros y otros sectores son síntomas claros que no
tienen otra salida que buscar acallar las reivindicaciones sociales
con el garrote”.(11)
En
estas condiciones, se produce el giro a la derecha del gobierno de
Frutos luego de la derrota del proceso de luchas campesinas
entre noviembre y diciembre de 2004 y que terminó en desalojos
violentos de ocupaciones y varios cientos de dirigentes y militantes
de base encarcelados. Luego del fracaso del paro cívico convocado por
las organizaciones campesinas, el gobierno, amparándose en el
asesinato de la hija de Cubas y la supuesta responsabilidad del
Partido Patria Libre en esto, intenta forzar un giro reaccionario
que le deje las manos libres para imponer su política, haciendo
ostentación de policías y militares en las calles y desatando una
campaña y caza de brujas contra la izquierda.
En este marco, seguía latente el desastre
en el supermercado Ykua Bolaños (que tuvo impacto en Argentina).
Pocos ejemplos son tan ilustrativos de cómo se impone la sed de
ganancias capitalistas aún a costa de la muerte de 500 personas.
Se cerró ex profeso las puertas del supermercado “para que no se
robe”, se obligó al personal a “quedarse en sus puestos” para
controlar al público, mientras que por la puerta de atrás el hijo
del dueño sacaba todo el dinero recolectado de apuro de las cajas.
El asesinato descarado que provocó esta
tragedia (3 o 4 veces más grave que la de Cromagnon) desató un
profundo proceso de lucha democrático que cruzó toda la última
coyuntura. Desde ya que las autoridades quieren salvar al empresario.
Pelea que se polariza y es la más presente en los últimos
meses, actuando en cierta forma como contratendencia a los intentos
reaccionarios de Frutos.
En la madrugada del 12/04 el juez de la
causa le posibilitó a Paiva (dueño de la cadena de supermercados) el
“arresto domiciliario” abriéndole las puertas de la cárcel.
Inmediatamente se movilizaron los familiares para evitar que se escape
del país. “Paiva a Tacumbú” (nombre de la prisión) cantaban
cientos de personas. Convenientemente defendido de la ira popular por
la policía, los compañeros movilizados les cantaban “a la policía
le queda dos caminos: unirse con el pueblo o con los asesinos”.
La perpetua para Paiva, su hijo y demás
responsables, la expropiación de los supermercados bajo control de
sus trabajadores, e incluso, el juzgamiento de las autoridades políticas
que miran para otro lado a la hora de controlar la seguridad, son
parte de los reclamos de esta lucha democrática.
En
las condiciones de la señalada descomposición de la
democracia de ricos, de los ajustes de cuentas mafiosos entre sectores
políticos y económicos de la burguesía y de la continuidad del
monopolio de los Colorados en la vida política, la situación del país
sigue siendo de mucha inestabilidad, con centro hoy en las tareas
democráticas, que parten de la necesidad de derrotar el giro
reaccionario que esta intentando imponer Frutos. Los socialistas
revolucionarios no podemos desplegar nuestra actividad en el país sin
llevar adelante una dura lucha por tareas democráticas.
Al
mismo tiempo, estas se deben combinar con reivindicaciones económicas
mínimas, antiimperialistas y anticapitalistas: la necesidad de volver
a las ocupaciones de latifundios; contra los desalojos de las familias
campesinas de sus tierras; por una amplia reforma agraria; por acabar
con el monocultivo y el minifundio; el no pago de la deuda externa;
contra las privatizaciones y por el aumento de los salarios de los
trabajadores urbanos; así como la expropiación bajo administración
de sus trabajadores de los Ykua Bolaños. Incluso, tareas elementales
como la expulsión de las sectas racistas y coloniales del país. Todo
esto en la perspectiva de un gobierno de los trabajadores de la ciudad
y el campo, la unidad de los trabajadores de toda la región y el
socialismo. Porque la perspectiva del socialismo o la barbarie, se
ajusta perfectamente a la situación del país.
Ver
las notas complementarias de este artículo:
*
Dinámica
de clases: Monocultivo, descampenización y crecimiento urbano
*
Las
colonias mennonitas: La peor cara del atraso
Notas:
1 – Como
señala Ange–Françoise Casabianca: “(...) los españoles de
origen, cuyo número será cada vez más reducido provocará entre
ambas comunidades (hispánica y guaraní) una simbiosis de la cual
resultará el desarrollo cada vez más creciente tanto en calidad como
cantidad de una clase mestiza que, en nuestros días constituye la
casi totalidad de la población del país”. En “Una guerra
desconocida: la campaña del Chaco Boreal (1932/35)”. Volumen I,
Paraguay, El Lector, 1994.
2 – En el
periódico “Socialismo o barbarie” nº 50 (21/12/04) hemos
publicado un análisis de coyuntura realizado por los compañeros del
agrupamiento, al que remitimos para los que tengan interés. Este artículo
intentará ser complementario de esa elaboración.
3 –
“Apuntes sobre la historia del Paraguay”. Marco Boltes. Está
claro que el gobierno de Francia (que vamos a comentar a continuación)
constituyó prácticamente una experiencia inédita en la
historia de la independencia latinoamericana que apuntaba a ir más
allá por el camino consecuente de la independencia nacional. De ahí
su carácter jacobino / revolucionario.
4 – La
obra más importante de Augusto Roa Bastos (recientemente fallecido y
principal escritor del país) “Yo el Supremo” esta dedicada
precisamente a Gaspar de Francia.
5 – Idem, Marco
Boltes.
6
– Ange–Françoise Casabianca, ídem, Pág. 167.
7 – “Black Jacobins” es un libro muy importante sobre esta gesta,
escrito por el autor trotskista C.R.L James a fines de la década del
’30.
8
– Ange–Françoise Casabianca, ídem, Pág. 33.
9
– Ange–Francoise Casabianca, ídem Pág. 16.
10 – Se considera que la burguesía está dividida básicamente en tres
sectores: los que tienen interés en la continuidad del aparato
clientelar estatal (Argañismo), los que se inclinan por un curso
privatista legal (Partido Patria Querida) y se apoyan en la producción
capitalista en el campo, y la burguesía ligada a los negocios
ilegales de la Ciudad del Este (Lino Oviedo). Esto sectores patronales
se expresan dentro del Partido Colorado (ANR). O en los demás
partidos patronales: el Partido liberal radical autentico (PRLA), el
Partido Patria Querida (PPQ), el oviedista UNASE, el País Solidario,
etc.
Para
mas datos, ver “Socialismo o barbarie” nº50.
11
– Idem, Marco Boltes.
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