Grandes
movilizaciones de protesta por el alza del precio de los
alimentos
“Crisis de la tortilla”
Por
Claudio Testa
Socialismo
o Barbarie, periódico, 08/02/07
No
se habían cumplido dos meses desde la asunción del presidente del
fraude, Felipe Calderón (popularmente apelado FeCal). El 31 de enero
una “megamarcha” volvía a llenar las calles del Distrito Federal
y terminaba colmando la inmensa plaza de El Zócalo. Simultáneamente,
en muchas ciudades de diez estados mexicanos, miles de manifestantes
salían también a protestar.
No
era para menos. En pocos días, bajo el nuevo gobierno de Fecal, el
precio de la tortilla de maíz –el alimento popular mexicano– ha
aumentado un 150%. Imaginemos qué pasaría en Argentina si
repentinamente subiesen así la carne, el pollo y los fideos.
Días
después, el 3 de febrero, en Oaxaca, la APPO (Asamblea Popular de los
Pueblos de Oaxaca) salía nuevamente a manifestar con una marcha
gigantesca. Las brutales represiones iniciadas por Fox y continuadas
por Fecal, las decenas de muertos y desaparecidos, y la prisión de
los principales dirigentes y activistas de la APPO no pudieron
aplastar el movimiento. Con todos los golpes recibidos, los
trabajadores y el pueblo de Oaxaca volvieron a ponerse de pie y
desbordaron otra vez las calles de la ciudad.
Estos
sucesos confirman que las “turbulencias” políticas y sociales
registradas en el 2006 se continúan este año bajo el nuevo
“presidente”. México, el mayor país de América Latina después
de Brasil, ha dejado de ser uno de los pilares de la estabilidad política
y social (y de la sumisión a EEUU) en el continente. Es un hecho de
inmensa importancia, que se da en el marco de la crisis de dominación
que sufre el imperialismo yanqui bajo la conducción de Bush.
No
sólo el nuevo gobierno mexicano inicia su gestión políticamente
deslegitimado por el fraude y rechazado en las calles. Muchas otras
cosas están en tela de juicio, desde el régimen político (las
instituciones y la misma Constitución mexicana) hasta la relación
colonial con EEUU plasmada en el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (NAFTA).
Es
por eso que la megamarcha del 31 de enero no fue sólo una movilización
por bajar el precio de la tortilla de maíz y otros alimentos, sino
que expuso abierta y explícitamente las grandes cuestiones políticas
y económicas. Pero, al mismo tiempo, la hegemonía que las
corrientes reformistas tienen en el movimiento de masas, hizo que esto
se presentase bajo la forma ilusoria de buscar un “nuevo Pacto
Social”.
Efectivamente,
la megamarcha no sólo fue encabezada por López Obrador –el ex
candidato del PRD (Partido Revolucionario Democrático) al que le fue
arrebatada la presidencia mediante el fraude– sino que desfiló
oficialmente bajo un programa tan conciliador como irreal. Fue la
llamada “Declaración
del Zócalo”, que se
presentó como el “compromiso de unidad de las organizaciones
participantes”.
La
“Declaración”, después de pasar revista al desastre social de México,
sostiene para solucionarlo que la “tarea fundamental” es “la
reforma social y democrática del Estado”. “Para alcanzarla se
requiere de un nuevo pacto social incluyente... Planteamos un nuevo
pacto social que modifique la política económica para asegurar la
inclusión social, la equidad, la competitividad internacional, el
empleo y la alimentación de todos los mexicanos, así como el control
y la administración eficiente de la nación sobre sus bienes básicos
y estratégicos.”
Pero,
como sucede en estos casos, cuando la “Declaración
del Zócalo” va a las medidas concretas
para lograr eso, todo se esfuma en
los buenos deseos, como “democratizar la economía”... pero
sin expropiar a los grandes capitalistas que en estos años han
aumentado sus ganancias en la misma proporción de la miseria popular.
O solucionar el desastre agrario y alimentario provocado por el
NAFTA... pero sin romper con ese tratado colonial...
El “pacto social incluyente...” de los grandes capitalistas
y banqueros y hasta del mismo imperialismo yanqui (ya que no se trata
de liquidar el NAFTA) no luce muy efectivo...
Este
hecho nos remite al gran problema que encaran los trabajadores, los
campesinos y las masas mexicanas que se han puesto en movimiento: cómo
desarrollar programas, políticas y direcciones independientes del
PRD y de las corrientes burguesas y burocráticas que agrupa. Esto,
desde ya, tampoco lo garantiza el autonomismo estéril de Marcos y los
zapatistas. Al negar a las masas la perspectiva de combatir por el
poder político, las llevan a luchar con las manos atadas a la
espalda.
En
contraste con todo eso, la experiencia de la APPO –más allá de las
falencias políticas de muchas de las corrientes que intervinieron allí–
apunta en un sentido independiente. Es sólo por ese camino que
los trabajadores mexicanos podrán avanzar.
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