A
diez años del "Acuerdo de Paz Firme y Duradera"
Por
Armando Tezucún
El
Socialista Centroamericano, Nº 60, enero 2007
Guatemala.–
El 29 de diciembre recién pasado se cumplieron diez años de la firma
del último de los acuerdos entre la guerrilla de la URNG y el Estado
guatemalteco para poner fin al conflicto armado que duró 36 años.
Este acuerdo culminó un proceso de diez años de negociaciones que
dio vida a diferentes documentos tendientes a solucionar las causas
que provocaron el surgimiento de la guerrilla.
Con
ocasión del aniversario se produjo una lluvia de pronunciamientos de
toda clase de organizaciones e instituciones opinando sobre el
acontecimiento. Desde los auto elogios del gobierno por supuestos
logros en el cumplimiento de los acuerdos, hasta ONGs y partidos de
izquierda (incluyendo por supuesto a la URNG), que reclaman la falta
de voluntad de los gobiernos que se han sucedido desde 1996 y de las
clases dominantes, para cumplir los compromisos.
La
naturaleza de los acuerdos de paz
En
términos generales, el contenido de los acuerdos pretende resolver la
situación de miseria, extrema pobreza, de exclusión de las
decisiones políticas, discriminación y falta de democracia que
sufren las clases oprimidas del país; esto se lograría mediante una
modernización del capitalismo y una reforma del Estado burgués. Para
ponerlo en palabras de la URNG: "URNG siempre comprendió que el
cumplimiento de los Acuerdos de Paz significaba un período de
transición política, económica, social y cultural, y este período
al cual se arribaba como consecuencia de los aportes del propio
proceso de la lucha armada, se consideraba: por muchos años como el
período de la construcción de la democracia plena con justicia y
bienestar social, con toda la riqueza y el contenido que seamos
capaces de impulsar".
La
línea de los acuerdos y de la propia concepción política de la URNG
pretende retomar los logros y expectativas de la revolución democrática
de 1944–1954, en especial el período del presidente Jacobo Arbenz.
"Por lo tanto (los acuerdos) constituyen otra oportunidad para
retomar el rumbo de la democracia y el desarrollo perdido en
1954...". Esta revolución pretendía desarrollar el capitalismo
en Guatemala mediante el fortalecimiento del mercado nacional a través
de la reforma agraria y así lograr el surgimiento de un sector
industrial fuerte.
La
actitud extremadamente reaccionaria de la incipiente burguesía de ese
entonces, desde esa época ligada a los terratenientes, temerosa de la
potente movilización popular generada por el proceso revolucionario,
debería ser suficiente lección histórica para erradicar toda
expectativa de que en Guatemala se pueda dar una reforma de la economía
de mercado y del Estado burgués que signifique el bienestar de las
clases populares.
El
carácter reaccionario y reacio a cualquier tipo de reforma de la
burguesía guatemalteca radica en que tiene su origen en la oligarquía
terrateniente. Sectores de esta misma oligarquía modernizaron la
economía capitalista diversificando sus inversiones bajo la protección
de los gobiernos militares brutalmente represivos de los años 60s,
70s y la mitad de los 80s. Las familias que controlan la riqueza del
país a través de poderosas corporaciones hunden sus raíces en la
gran propiedad agraria, no constituyen una burguesía progresista, tal
burguesía no existe en Guatemala.
Con
aparente ingenuidad, la URNG lamenta que "la burguesía
guatemalteca, habiendo ratificado con su actuación en la posguerra,
el mismo papel histórico que no quiso asumir en el período
1944–54, no ha querido liderar el proceso de reformas democráticas,
políticas, económicas, sociales y culturales para asegurar la
viabilidad del país como un todo".
No
se requería mucha astucia para prever que los acuerdos de paz, con
sus reivindicaciones democráticas, serían incumplidos y tirados a un
lado por los gobiernos de la burguesía.
El
primer intento de hacer reformas constitucionales para implementar los
acuerdos, en mayo de 1999, mediante una consulta popular, fue un
fracaso en gran parte debido a la campaña de desinformación y
confusión que crearon los partidos burgueses y la derecha
recalcitrante. Ingenuamente, la URNG pensó que el gobierno de Álvaro
Arzú (firmante de la paz) asumiría junto con la ex guerrilla
responsabilidades iguales en un proyecto de construcción nacional. El
resultado fue que "...el gobierno de Arzú, despreciando los
preciados años de paz social en su gobierno, más bien los aprovechó
para implementar una agenda política y económica de corte
neoliberal...".
El
proyecto de contrarrevolución democrática
Una
visión retrospectiva nos permite explicarnos la falta de visión histórica
e ingenuidad política de la URNG. El derrocamiento de la dictadura
somocista en Nicaragua en 1979 abrió una situación revolucionaria en
el área centroamericana que se acentuó sostenidamente a pesar de la
contraofensiva imperialista del gobierno de Reagan entre 1981–1985.
Esta
contraofensiva reaccionaria pretendía contener la revolución nicaragüense
y evitar un nuevo triunfo revolucionario en El Salvador. Ante
incapacidad de la contrarrevolución de derrotar a las masas
trabajadoras nicaragüenses ni a las guerrillas del FMLN y URNG, los
gobiernos burgueses centroamericanos y el imperialismo optaron por la
estrategia de lograr una "paz social" a corto plazo para
evitar el derrumbe del orden semicolonial en el área.
Así
surgió, en la segunda mitad de los 80s, el proyecto de
"contrarrevolución democrática", cuya intención era
frenar el proceso revolucionario abierto, mediante el espejismo de la
democracia burguesa, con la colaboración de las dirigencias
guerrilleras y del sandinismo. Así, las fuerzas reaccionarias
recurrieron a la legitimación del gobierno sandinista en Nicaragua a
través su compromiso de celebrar elecciones en 1990 y de negociar la
paz con el ejército de la Contra. Igualmente, se abrieron procesos de
negociaciones con las guerrillas del FMLN y la guatemalteca URNG.
El
frente contrarrevolucionario que pretendía frenar la revolución
centroamericana estaba formado no sólo por Estados Unidos y las
burguesías de la región, sino también por el gobierno de la
burocracia soviética, que dando prioridad a su propia agenda de
acuerdos con el imperialismo, presionó manipulando la ayuda que daba
a los sandinistas y a las guerrillas izquierdistas, para obligarlos a
negociar la paz. La dirección sandinista, del FMLN y la URNG cayeron
en el juego de la contrarrevolución democrática e hicieron a un lado
los objetivos revolucionarios de lucha.
Después
de la derrota electoral del sandinismo en 1990 y la firma de la paz
entre el FMLN y el gobierno salvadoreño en 1992, sólo faltaba la
claudicación de la URNG en Guatemala. La guerrilla guatemalteca fue
severamente golpeada por la ofensiva iniciada en 1981 por el ejército,
con su política de tierra arrasada en la que murieron decenas de
miles de campesinos indígenas.
Con
una URNG que no pudo recuperar sus fuerzas después de estos golpes y
falta de apoyo internacional, hacia 1995 el conflicto armado se había
reducido a escaramuzas. Sin mayores opciones y sin una estrategia política
revolucionaria, la dirección de la URNG claudicó y se incorporó a
la institucionalidad burguesa, en aras de un proyecto de reformas que
era harto evidente que los gobiernos burgueses no cumplirían.
Por
un proyecto verdaderamente revolucionario
En
estos días hemos escuchado repetidamente la falacia de que los
acuerdos de paz son el logro del esfuerzo y sacrificio de los miles de
combatientes y ciudadanos caídos en el conflicto armado. Nada más
lejos de la verdad. La gran mayoría de campesinos indígenas
asesinados por el ejército fueron víctimas que no pertenecían a
ningún bando.
En
cuanto a los combatientes, baste citar las palabras del recién
fallecido ex guerrillero Mario Robles: "...Estamos peor que
cuando iniciamos la guerra, que era para cambiar todo esto... la
guerra sólo tenía sentido si conmovíamos sobre la necesidad del
cambio... nuestro esfuerzo, nuestra sangre, nuestra vida se
consumieron en esta ruina que es ahora el país".
Las
reivindicaciones expresadas en los acuerdos de paz son ciertamente
parte de los anhelos democrático revolucionarios de las clases
oprimidas guatemaltecas. Pero la conquista de tales reivindicaciones
no se alcanzará mediante la reforma del capitalismo, aunque se le
llame con eufemismos como "democracia plena con equidad
social", "Estado social y democrático de derecho",
"Economía distributiva" y demás palabrería de los
reformistas.
Las
justas demandas democráticas de los trabajadores y el pueblo, sólo
serán alcanzadas por un gobierno revolucionario de obreros,
campesinos y capas empobrecidas de la población. Este gobierno, por
su propia naturaleza generará una dinámica permanente que conducirá
a transformaciones socialistas, tal es la perspectiva general de la
futura revolución guatemalteca. Nuestra tarea actual es luchar por la
formación del partido socialista revolucionario que, íntimamente
unido a las clases trabajadoras, las guíe y oriente hacia la toma del
poder.
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