Cuatro bloques de poder
Por
James Petras
La Haine, 11/03/07
Traducción de Ramón Vera Herrera
Ningún ascenso
sostenido de la izquierda radical sale al paso del descenso en
influencia estadounidense. Los ganadores reales son los izquierdistas
y neoliberales pragmáticos, que llegaron el poder ante la retirada de
los neoliberales doctrinarios y la favorable coyuntura expansiva de
las condiciones del mercado mundial (LH)
En América Latina
hay cuatro bloques de naciones que contienden, contrariamente al
dualismo simplista con que la Casa Blanca y la mayoría de la
izquierda describen el proceso. Cada uno de ellos representa
diferentes grados de acomodo u oposición a las políticas e intereses
estadounidenses, que dependerán de cómo defina o redefina Estados
Unidos sus intereses según las nuevas realidades.
La izquierda radical
incluye a las FARC en Colombia, sectores de los sindicatos y los
movimientos campesinos y barriales en Venezuela; la confederación
obrera Conlutas y sectores del Movimiento sin Tierra en Brasil;
sectores de la Confederación Obrera Boliviana, los movimientos
campesinos y las organizaciones barriales en El Alto; sectores del
movimiento campesino–indígena de la Conaie en Ecuador; los
movimientos magisteriales e indígena–campesinos en Oaxaca, Guerrero
y Chiapas, México; sectores de la izquierda campesino–nacionalista
en Perú; sectores de los sindicatos y desempleados en Argentina. Es
un bloque político heterodoxo, disperso, fundamentalmente
antimperialista, que rechaza cualquier concesión a las políticas
socioeconómicas neoliberales, se opone al pago de la deuda externa y
en general respalda un programa socialista o nacionalista radical.
La izquierda pragmática
incluye al presidente Hugo Chávez en Venezuela, a Evo Morales en
Bolivia y a Fidel Castro en Cuba. A una multiplicidad de grandes
partidos electorales y a los principales sindicatos y uniones
campesinas en Centro y Sudamérica: los partidos electorales de
izquierda, el PRD en México, el FMLN en El Salvador, la izquierda
electoral y la confederación obrera en Colombia, el Partido Comunista
chileno, la mayoría en el partido parlamentario nacionalista peruano
Humala, sectores de los líderes del MST en Brasil, el MAS en Bolivia,
la CTA en Argentina y una minoría del Frente Amplio y la confederación
obrera en Uruguay. Incluida está la gran mayoría de los
intelectuales latinoamericanos de izquierda. Este bloque es
"pragmático" porque no hace un llamado a la expropiación
del capitalismo ni al rechazo de la deuda ni a ruptura alguna de
relaciones con Estados Unidos.
En Venezuela los
bancos privados, nacionales y extranjeros, ganaron una tasa de más de
30 por ciento entre 2005 y 2007. Menos de uno por ciento de las más
enormes propiedades de tierra fue expropiado para otorgarle títulos a
los campesinos desposeídos. Las relaciones del capital con la mano de
obra siguen inclinando la balanza en favor de las empresas y los
contratistas. Venezuela y el presidente Alvaro Uribe de Colombia han
firmado varios acuerdos de cooperación económica y de seguridad de
alto nivel. Mientras promueve una mayor integración latinoamericana,
Chávez busca una "integración" con Brasil y Argentina,
cuya producción y distribución de crudo son controladas por
corporaciones multinacionales europeas e inversionistas
estadounidenses. Aunque Chávez reprocha el intento estadounidense de
subvertir el proceso democrático en Venezuela, el país provee 12 por
ciento de las importaciones totales de crudo a Estados Unidos, es dueño
de 12 mil gasolineras Citgo en Estados Unidos y de varias refinerías.
El sistema político
de Venezuela es muy abierto a la influencia de los medios masivos
privados, apabullantemente hostiles al presidente electo y al
Congreso. Hay organizaciones no gubernamentales financiadas por
Estados Unidos, una docena de partidos y una confederación de
sindicatos actuando en pro de los planificadores estadounidenses. Casi
todos los funcionarios y miembros del Congreso que están en favor de
Chávez se montaron en su carroza política más por intereses
personales que por lealtad populista. El pragmatismo de Venezuela es
un campo muy lucrativo para los inversionistas estadounidenses,
suministra energía de modo confiable y crea alianzas con Colombia,
principal cliente de Estados Unidos en América Latina.
La retórica y el
discurso radical de Chávez no corresponden con las realidades políticas.
Si no fuera por la intransigente hostilidad de Washington y sus tácticas
de continua confrontación y desestabilización, Chávez parecería
moderado. Es obvio que sectores de las grandes empresas se quejen del
incremento en pagos por regalías, dividendos de ganancias e
impuestos. Washington pinta a Chávez cual si fuera un "peligroso
radical" porque compara su política con la de los previos regímenes
clientelares de Venezuela en los años 90. Pero si tomamos los
pronunciamientos de política exterior de Chávez con una pizca de
sal, asumimos el cambio en el ambiente internacional acaecido entre
2000 y 2007 y sus limitadas reformas en asistencia social, impuestos y
otras, de hecho Estados Unidos está ante un radical pragmático que
puede acomodar.
Lo mismo se aplica a
la política hacia Cuba y Bolivia. Cuba ha establecido lazos diplomáticos
con casi todos los clientes y aliados de Estados Unidos en América
Latina. Explícitamente le tendió la mano diplomática a Uribe,
rechaza la izquierda revolucionaria de las FARC en Colombia y respalda
en público a neoliberales como Lula da Silva de Brasil, Néstor
Kirchner de Argentina y Tabaré Vázquez en Uruguay, además de firmar
un amplio espectro de acuerdos de adquisición con grandes
exportadores estadounidenses de alimentos. Cuba brinda servicios de
salud gratis (y entrenamiento a miles de médicos y educadores) en un
gran número de regímenes clientes de Estados Unidos, de Honduras a
Haití y Pakistán. Abrió la puerta a inversionistas extranjeros de
cuatro continentes en todos sus principales sectores de crecimiento.
La paradoja es que mientras Cuba profundiza su integración al mercado
capitalista mundial en la emergencia de una nueva clase de elites
orientadas al mercado, la Casa Blanca incrementa su hostilidad ideológica.
Esta postura extremista se emprende también con el régimen de
izquierda pragmática de Morales en Bolivia, cuya "nacionalización"
no ha expropiado ni expropiará ninguna empresa extranjera. Uno de sus
principales propósitos es estimular los acuerdos comerciales entre la
elite de las agroempresas de Bolivia con Estados Unidos.
El tercero y más
numeroso de los bloques políticos en América Latina lo constituyen
los neoliberales pragmáticos: el Brasil de Lula y la Argentina de
Kirchner. Muchos son los imitadores de estos regímenes entre las
filas de la oposición liberal de izquierda en Ecuador, Nicaragua,
Paraguay y otros lados. Kirchner y Lula defienden su paquete completo
de privatizaciones legales, semilegales e ilegales. Ambos prepagaron
sus obligaciones oficiales de deuda y buscan estrategias de
crecimiento mediante la exportación de minerales y productos agrícolas,
e incrementaron las ganancias empresariales y financieras
restringiendo sueldos y salario.
Hay también
diferencias. La estrategia en favor de la industria de Kirchner
condujo a una tasa de crecimiento que duplica la lograda por Lula;
redujo el desempleo en 50 por ciento, lo cual contrasta con el fracaso
de las políticas de empleo de Lula. En Argentina, el ambiente de
inversión para empresarios y banqueros es favorable para la consecución
de ganancias. Sus principales diferencias con Washington derivan de
las negociaciones en torno a un acuerdo de libre comercio. Mayores
oportunidades de comercio global y una posición mercantil más fuerte
les otorga una posición más fuerte al negociar. Ni Lula ni Kirchner
respaldarán el intento militar estadounidense de derrocar o boicotear
a Chávez, porque trabajan conjuntamente aumentando lucrativas
inversiones y proyectos de petróleo y gas. Reconocen la naturaleza básicamente
capitalista del régimen de Chávez aun cuando rechacen la mayor parte
de su radical discurso antimperialista. Ambos presidentes diversifican
sus socios comerciales y buscan acceder a mercados en China y Asia.
Washington no es
hostil con Argentina y tiene una relación amistosa de trabajo con
Brasil, pero no logró extender su influencia a ellos por su renuencia
a entender estos regímenes de libre comercio
"nacionalista". Que Kirchner se empeñe en lograr acuerdos
negociados, inversiones reguladas, recolección de impuestos y
renegociaciones de la deuda es visto como "nacionalista",
"izquierdista" y casi intolerable. Washington se preocupa de
que las políticas de libre comercio de Lula exijan que Estados Unidos
ponga fin a sus subsidios y cuotas agrícolas, como lo hace Brasil.
Pero con tal de defender a sus empresas agrícolas no competitivas,
Washington sacrifica en su extremismo la posibilidad de entrar a gran
escala y largo plazo al sector industrial y de servicios de Brasil.
El cuarto bloque político
son los regímenes, partidos y asociaciones de elite neoliberales
doctrinarios, que siguen al pie de la letra los dictados de
Washington. Es el régimen de Felipe Calderón en México, que se
prepara para privatizar las lucrativas empresas petrolera y eléctrica.
Es el régimen de Michelle Bachelet en Chile, perenne exportador de
minerales y productos agrícolas, la Centroamérica exportadora de
fruta tropical y plena de maquiladoras. Colombia, que recibe 5 mil
millones de dólares en ayuda militar estadounidense desde finales de
los 90. Perú que por más de 20 años ha privatizado toda su riqueza
mineral, gobernado ahora por Alan García, otro cliente de Estados
Unidos.
Según Washington y
los ideólogos de derecha un "populismo radical" barre la
región, simplificando una compleja realidad para servir a sus propios
intereses. Lo que hay es un cuadrángulo de fuerzas que compiten y se
confrontan en América Latina.
Washington insiste
que la influencia subversiva de Venezuela y Cuba debilita su posición
en América Latina. Un factor mucho más importante es el aumento
generalizado de los precios de bienes de consumo, lo que significa
mayores entradas por exportación a la región. Entonces, los países
latinoamericanos dependen menos de las "condiciones" del FMI
para allegarse préstamos, lo que limita aún más la influencia
estadounidense. Mayor liquidez significa poder contar con préstamos
comerciales sin recurrir al Banco Mundial.
Los expansivos
mercados de Asia, en particular el aumento de la inversión asiática
en las industrias extractivas latinoamericanas, erosiona aún más el
apalancamiento mercantil estadounidense en la región. Ante la caída
de su propia economía en 2007, es probable que Estados Unidos reduzca
sus inversiones y comercio con América Latina. En otras palabras,
tiene menos margen de maniobra sobre izquierdistas y neoliberales
pragmáticos que en los 90. Mal etiquetar a lo regímenes y exagerar
grado y clase de la oposición conduce a la exacerbar los conflictos.
Persistir en la actitud de lograr acuerdos de libre comercio a escala
continental mediante concesiones no recíprocas es perder la
oportunidad de lograr tratos comerciales.
Esto es efecto de una
configuración ultraconservadora por parte de los planificadores
estadounidenses y sus principales asesores.
Washington describe
burda y malamente la realidad latinoamericana, lee incorrectamente el
contexto regional e internacional actual, pero los intelectuales de
izquierda exageran el radicalismo o la realidad revolucionaria de Cuba
y Venezuela. Pasan por alto la contradictoria realidad y sus acomodos
pragmáticos con los regímenes neoliberales. Con muy poca perspicacia
histórica, continúan creyendo que neoliberales pragmáticos como
Lula, Kirchner y Vázquez son "progresistas", y los agrupan
junto con izquierdistas pragmáticos como Chávez, Castro y Morales.
En ocasiones caracterizan a los partidos y a los regímenes según sus
pasadas identidades políticas izquierdistas y no según sus actuales
políticas elitistas de libre comercio y exportación de agrominerales.
La izquierda debe
encarar el hecho de que pese a que el poder estadounidense declinó,
se recupera y avanza desde que las rebeliones de masas derrocaron a
sus clientes en 2000–2002. Quedaron en la nada las esperanzas de la
izquierda en que la victoria de antiguos partidos políticos
electorales de centroizquierda revirtiera las políticas neoliberales
de sus predecesores. Redefinir la conversión de izquierdistas en
neoliberales pragmáticos cual si fuera algo progresista o creara un
contrapeso al poderío estadounidense, es ingenuo y confunde aún más.
El declive de la
influencia estadounidense en América Latina no es lineal: una abrupta
caída fue seguida de un repunte parcial. Ningún ascenso sostenido de
la izquierda radical sale al paso de este descenso en influencia. Los
ganadores reales son los izquierdistas y neoliberales pragmáticos,
que llegaron el poder ante la retirada de los neoliberales
doctrinarios y la favorable coyuntura expansiva de las condiciones del
mercado mundial.
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