Los dilemas de la
segunda transición cubana
Hora de cambios
revolucionarios
Por Pablo Stefanoni
(*)
Le Monde Diplomatique,
edición Cono Sur, abril 2007
Enviado por
Correspondencia de Prensa, 04/05/07
“¡Comandante en
Jefe, ordene!”. La consigna de la crisis de los misiles de 1962
sigue vigente. Sin embargo, ni Cuba ni el mundo son los mismos que en
aquella época de Guerra Fría y entusiasmo desbordante ante una
revolución que daba sus primeros pasos. A 48 años de esa gesta, la
“generación heroica” se va extinguiendo y las nuevas camadas y
los imaginarios y valores de la sociedad son muy diferentes que en
1959.
La enfermedad y el
retiro “temporal” de Fidel Castro –anunciado el 31 de julio de
2006 debido a una grave dolencia gástrica– fueron asimilados con
calma por los cubanos. La evolución de su estado de salud es
caratulado como secreto de Estado (1) y la escasa información
proviene de austeros anuncios de su hermano, vicepresidente y sucesor
constitucional, Raúl Castro: “Fidel está al tanto de todo y mejora
día a día” (8-2-07), o desde Venezuela, donde se originan
“partes médicos” de Hugo Chávez o intervenciones del líder
cubano en el programa Aló Presidente. En La Habana, pocos se animan a
arriesgar escenarios y los cubanos se dividen entre la resignación de
perder a quien los gobernó durante casi cinco décadas y la esperanza
de ver nuevamente en su despacho del Palacio de la Revolución al
caudillo socialista de 80 años.
Economía “de
servicios”
El dinamismo actual
de la capital cubana contrasta con los días negros del “período
especial en tiempos de paz” que siguió a la desaparición de la
URSS y provocó un derrumbe del PBI del 35% en sólo cuatro años, en
medio de un embargo-bloqueo de Estados Unidos que dura ya casi medio
siglo. Eso se nota en las calles: se ven pocas bicicletas, no hay
apagones y la “revolución energética” impulsó el cambio,
organizado casa por casa, de los vetustos electrodomésticos rusos por
los chinos, de menor consumo. Cuba produce hoy alrededor del 50% de su
consumo de petróleo, extraído en asociación con empresas
extranjeras, frente a la importación de casi el 100% en los primeros
años ’90. El déficit se cubre con los 100.000 barriles diarios
enviados por la Venezuela bolivariana, en el marco de un acuerdo de
cooperación, firmado en octubre de 2000, que da un plazo de pago de
15 años con una tasa de interés anual del 2%.
Uno de los grandes déficits
es el transporte urbano: quienes no tienen auto ni dinero para un
taxi, la enorme mayoría, deben hacinarse en autobuses o
“camellos” –una especie de remolque con espacio para 300
personas– de escasa frecuencia para una ciudad de más de dos
millones de habitantes. Esa crónica falta de transporte –que ahora
se intenta paliar con buses chinos– está haciendo fracasar la campaña
para aumentar la disciplina laboral, iniciada en enero de este año.
“Nosotros hacemos como que trabajamos y el Estado hace como que nos
paga”, dice uno de los dichos populares que traducen las aristas más
difíciles de la vida cotidiana en ácido humor callejero. Que en este
caso apunta a otro de los problemas de los cubanos: mientras el Estado
paga en pesos “moneda nacional” –el salario mínimo que cobran
1,2 millones de trabajadores es de 225 pesos, unos 12 dólares– cada
vez más productos se encuentran sólo en pesos convertibles o CUC,
equivalentes a 1,20 dólares.
En los últimos años,
las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) han asumido un rol sin
precedentes en el manejo de la economía de la isla, con el objetivo
de ponerla en orden al tiempo de conseguir fondos para su propio
equipamiento defensivo luego del fin de los subsidios y la ayuda soviéticos.
Sectores como turismo, agricultura y ganadería, tabaco, azúcar,
servicios de importación y exportación, telecomunicaciones,
construcción y zonas francas tienen una importante presencia militar.
Aproximadamente el 30% de las empresas cubanas y más del 60% de las
divisas que entran al país están bajo control de las FAR, a la
cabeza de generales formados en el Grupo de Administración
Empresarial dependiente del Ministerio de las FAR (MINFAR) (2). Así,
al frente de las grandes empresas figuran desde antiguos comandantes
del Ejército Rebelde hasta jóvenes oficiales que adquirieron formación
económica en escuelas de gestión europeas (3). “Si queremos que el
conjunto de la economía funcione mejor, el problema está en que
entren más empresas al sistema”, se entusiasma el coronel Armando Pérez
Betancourt, responsable del sistema de perfeccionamiento empresarial.
Dice que se trata de combinar “la organización capitalista con los
principios socialistas”, lo que no impide que analistas liberales
vean en los militares a los “pioneros del capitalismo cubano” (4).
Según las mediciones
oficiales –una metodología propia que incorpora variables
sociales– la economía creció un 12,5% en 2006. Con la metodología
internacional el guarismo es menor, calculado por varios economistas
en el orden del 7%. En cualquier caso, un resultado excelente, que se
explica en buena medida por los acuerdos económicos con Venezuela y
China, los elevados precios del níquel y el cobalto que Cuba exporta,
el turismo y las remesas de los emigrantes. El talón de Aquiles del
modelo es que el crecimiento no incluye a la industria –que en el
“quinquenio dorado” 1976-1980 era el paradigma del desarrollo–
ni a la agricultura, que sigue en declive. “En esa época, Cuba
producía incluso bienes de capital de la agroindustria, el 95% de las
piezas de la maquinaria para la industria azucarera y el 100% de las
cosechadoras de caña de azúcar eran de fabricación nacional”,
dice Pedro Monreal, a cargo del Centro de Investigaciones Económicas
Internacional (CIEI) en la Universidad de La Habana. Monreal aporta
dos datos más: un tercio de la tierra cultivable no está sembrada y
Cuba importa el 50% de los alimentos que consume. La fuerte flota
pesquera quedó en el recuerdo y el pescado se volvió un bien de
lujo, al igual que la carne vacuna. El turismo, la tabla de salvación
ante el derrumbe del bloque socialista, encontró un techo tanto en el
número de visitantes (2.200.000 en 2006; 3,6% menos que en 2005),
como en su efecto multiplicador sobre otras industrias, como la
construcción. La gran novedad es la exportación de médicos y
maestros, por lo que desde el discurso oficial predominante se pondera
la condición de Cuba como “economía de servicios”. No sin razón:
equivalen al 76% del PBI (5).
“El problema es que
es una economía desvertebrada, sin base productiva, con un talón de
Aquiles en los alimentos: el principal enemigo de la revolución es la
carestía de los productos de primera necesidad en los mercados
libres”, apunta Monreal.
La existencia de dos
monedas –en tensa convivencia– genera fuertes desigualdades entre
quienes consiguen acceder al peso fuerte provisto por el turismo, las
empresas mixtas o las remesas del exterior y quienes deben conformarse
con lo que provee la “parte socialista” de la economía: servicios
de gas, luz y teléfono a precios subsidiados, salud y educación
gratuitas y una cartilla de racionamiento con bienes básicos que
duran entre una y dos semanas, lo que no sería poco en los países
del Caribe y América Latina, pero es un retroceso respecto a los
niveles de vida cubanos de los años ’70 y ’80.
De ahí nació otro
dicho popular: “Hay que tener fe en el socialismo”. Pero no se
trata del espíritu, sino de familiares en el exterior para acceder a
las ansiadas divisas que el gobierno recibe y a cambio de las cuales
entrega pesos convertibles. Los estudios indican que si desde los
inicios de la Revolución Cubana la emigración había tenido un
marcado componente político, a partir de la década del ’90 comenzó
a desempeñar un papel económico creciente, tanto por las remesas de
los emigrantes permanentes, principalmente enviadas desde Estados
Unidos, como por la “exportación de médicos” –más de 20.000
están en Venezuela– ya no con la sola finalidad internacionalista
de antaño, sino con el objetivo de generar las divisas que necesita
la economía, además de ser una fuente de ingresos en dólares para
los propios médicos.
Desigualdades y
mercado negro
Los CUC tienen un
destino: “la chopin” (por shopping); tiendas de diversos rubros,
desde kioscos hasta peluquerías o restaurantes, a precios casi
europeos. “El CUC es una moneda fantasma, el Estado –que emplea
casi al 80% de la población– paga en pesos cubanos pero cada vez más
productos se venden en CUC”, dice un habanero de unos 35 años que
acaba de ingresar a trabajar en una línea aérea internacional, pero
que utiliza su auto como taxi en el tiempo libre. El gobierno
argumenta que los elevados precios en el mercado libre –gravados con
altos impuestos– sirven para subsidiar a quienes no pueden acceder a
la moneda convertible. Incluso dicen que prohibir la circulación del
CUC sería una medida impopular porque quienes no los tienen aspiran a
conseguirlos. Algunas estimaciones indican que la libreta de
racionamiento aporta alrededor del 50% de los alimentos, el mercado
libre en moneda nacional el 25% y el mercado libre en CUC el 25%
restante. “Los cubanos inventan formas de conseguir CUC”, dice el
conductor de un “cocotaxi” –motoneta que lleva dos pasajeros, de
propiedad estatal– que recorre cada día el Malecón habanero. Y
entre los “inventos” figura en primer lugar la corrupción masiva,
en mayor o menor escala, que emerge por todos los poros de la economía
planificada y llevó a Fidel Castro a alertar, en noviembre de 2005,
de que “este país y esta revolución pueden autodestruirse”.
Antes de enfermarse,
el Presidente cubano organizó grupos de “trabajadores sociales”
muy jóvenes a quienes, entre otras tareas, puso a controlar las
estaciones de servicio, donde grandes cantidades de combustible eran
desviadas al mercado negro. Hasta había gasolineras ilegales en casas
de familia…
La decisión se tomó
en el marco de la “batalla de las ideas” y siguió a un estudio
que demostró que muchos jóvenes no trabajaban ni estudiaban y que la
universidad mantenía una lógica elitista que los dejaba afuera. Así,
miles de cubanos de 18 o 19 años se transformaron en trabajadores
sociales, con un año de preparación en sociología, psicología,
historia y bastante de política (6). Según Celia Hart –hija del
histórico dirigente Armando Hart y simpatizante de la crítica de León
Trotsky a la burocracia– los trabajadores sociales son una especie
de “partido de Fidel, sin mediación del Partido Comunista Cubano
(PCC)”.
Otra de las
alternativas para los jóvenes que no accedieron a las aulas
universitarias es inscribirse como maestros “emergentes” –con
menos formación que los viejos docentes y a cargo de todas las
asignaturas– cuyo destino es cubrir el déficit provocado por la
deserción de muchos profesionales hacia la economía en el CUC. Pero
esta modalidad está poniendo en duda uno de los mayores orgullos de
la revolución: la calidad educativa. “Yo avisé boca a boca que
daba clases y en pocos días me llamaron 20 alumnos”, cuenta una
trabajadora del Ministerio de Cultura con título universitario.
Los “inventos”
–desde la prostitución hasta
el comercio de productos robados– son visibles y en gran medida
tolerados. En las puertas de tiendas de distintos rubros, como
materiales de construcción o repuestos para automóviles, grupos de jóvenes
ofrecen a los potenciales compradores “el mismo producto, pero más
barato”. Son en efecto los mismos productos, desviados hacia el
mercado negro. Por ejemplo, es relativamente fácil conseguir los
famosos cigarros Cohiba a un precio cuatro veces inferior. Allí también
se consiguen los decodificadores para ver la televisión satelital y,
más que todo, las telenovelas que pasa el canal 23 de Miami, con
mayor aceptación que la propaganda contrarrevolucionaria. “Un
vecino se conecta y le vende el servicio al resto de la cuadra, que
está obligada a ver el canal que pone el dueño de la antena, quien
normalmente elige de acuerdo a los gustos de la mayoría”, explica
una universitaria que viajó a Venezuela y Bolivia en el marco de la
cooperación que se abrió con el ALBA (Alternativa Bolivariana para
las Américas).
Muchos coinciden en
el carácter sistémico de las actividades ilegales, a lo que algunos
suman un papel político: al estar casi todos los cubanos “en
algo”, ello los obliga a mostrar una permanente adhesión a los
“valores de la revolución”, como la participación en marchas o
en las tareas barriales en el marco de los Comités de Defensa de la
Revolución (CDR) (7).
Detrás de la
abrumadora propaganda oficial pueden percibirse elevados niveles de
“evasión” de la política, sobre todo entre los jóvenes, muchos
de ellos embarcados en experiencias musicales en expansión, como el
rap y el reguetón. Al mismo tiempo, en los ámbitos estatales de
producción de ideología, se procesa una fuerte reafirmación simbólica
del nacionalismo revolucionario en detrimento del marxismo-leninismo y
del clasismo obrero con fuerte predominio en los ’70 (8). Los
autores del Manifiesto Comunista y el creador del Estado de los
soviets no son nombrados en las declaraciones oficiales; el líder
nacional José Martí se adueñó completamente de la escena. De esta
forma se encaró una eficaz resistencia política y simbólica luego
de la caída de la URSS, que se entronca con la realidad del mundo
popular, donde el “fidelismo” y el “antiyanquismo” siguen
siendo la principal fuente de legitimidad de la revolución cubana. Y
también es un puente con la “revolución bolivariana” en
Venezuela, de fuerte tinte nacional-popular. La duda actual es cuánto
del capital político personal de Fidel podrá heredar su hermano Raúl,
asentado en el fuerte prestigio del que aún gozan las Fuerzas Armadas
Revolucionarias. Pero con menor liderazgo carismático fuera de los ámbitos
militares.
“Fortaleza
sitiada”
“La actitud de los
cubanos ante la enfermedad de Fidel es esperar. Muchos creen que no es
momento de abrir debates para no dejar flancos abiertos al enemigo”,
dice uno de los participantes de la reciente “revolución de los
mails”, un movimiento nacido como reacción de varios referentes
culturales –como el premio Nacional de Edición Desiderio Navarro–
contra la aparición en las pantallas de TV de Luis Pavón, director
del Consejo Nacional de Cultura entre 1971 y 1975. Esos años son
conocidos como el “quinquenio gris” y recuerdan el predominio del
realismo socialista en el arte, la persecución de homosexuales y el
silenciamiento de intelectuales. Varios jóvenes que forman parte de
esta experiencia novedosa coinciden en marcar
la ausencia de espacios para socializar los debates sobre la
coyuntura que vive la isla y hablan del fracaso del “socialismo de
cuartel”. “Esta es una sociedad acostumbrada a no reclamar por sus
derechos, ya que los canales están oxidados. Ni siquiera funcionan
los sindicatos, que son apéndices de las direcciones de las empresas.
Cualquier huelga es inmediatamente considerada
contrarrevolucionaria”, dice uno de ellos, que trabaja en un
instituto de investigación.
La información es
uno de los bienes escasos de la isla y son dominantes los criterios de
que cualquier revelación sobre los problemas del socialismo cubano
“le hacen el juego a Miami”. El acceso a internet se limita a los
hoteles (más de cuatro dólares los quince minutos) y a algunas
empresas y centros académicos. Según el gobierno, esto se debe al
bloqueo, que impide el acceso a los canales internacionales de fibra
óptica que próximamente proveerá Venezuela. La cadena Telesur –de
la que Cuba es copropietaria– no transmite por canal abierto más de
una hora diaria, en un compendio previamente editado. Entre los pocos
espacios de discusión se cuentan revistas como Criterio, Temas o El
Caimán barbudo, que abordan cuestiones otrora tabúes como la
homosexualidad o la discriminación racial contra los afrocubanos. La
paradoja es que ese anquilosamiento mediático choca con los propios
éxitos de la revolución: la creación de una sociedad instruida,
potencial consumidora de información de alta calidad. Por otra parte,
el “lenguaje de madera” predominante limita severamente la
credibilidad de los medios.
Hay además un hecho
biológico: la mayoría de la población –nacida con posterioridad a
1959– no sólo no conoció la Cuba prerrevolucionaria, sino que vivió
una gran parte de su vida en la crisis. Así, en el imaginario
colectivo “socialismo” se asocia con penuria económica y
relaciones sociales verticales. “Con las reformas de los ’90, se
instaló en mucha gente la sensación de que el capitalismo funciona
mejor que el socialismo. La evidencia eran pequeños emprendimientos
privados como los paladares (restaurantes de algunas pocas mesas) o
actividades por cuenta propia, como los plomeros, todo ello bastante
exitoso en términos monetarios. Lo mismo ocurrió entre los
ejecutivos de los sectores abiertos a la inversión extranjera. Para
ellos el modelo alternativo ya está inventado: es el capitalismo”,
explica Monreal. Por eso, en 2003, el gobierno volvió sobre sus
pasos, eliminó varias de las medidas que liberalizaron las
actividades de los cuentapropistas –que subsisten en el mercado
negro– y recentralizó la gestión empresarial.
En este contexto, la
transición es un secreto de Estado aun mayor que la salud de Fidel
Castro. Lo único cierto es que casi nadie baraja la posibilidad de
una “perestroika caribeña” y que, a diferencia de la URSS y
Europa Oriental, hay menos ingenuidad en la población respecto de los
efectos de una restauración tout court del capitalismo sobre “las
conquistas de la revolución y la dignidad nacional”. Distintas
declaraciones oficiales elogiosas del modelo chino o vietnamita
permiten entrever que una parte de la “nomenclatura” vería con
buenos ojos una combinación de control político fuerte –vía el
PCC y las FAR– articulado a enclaves capitalistas. “Las reformas
que hizo el compañero Deng Xiaoping en China son muy positivas para
el pueblo chino. Pero tiene que entenderse estas reformas dentro del
contexto de la revolución china… Para hacer reformas a la China
hacen falta muchos chinos. Ese país con esa enorme población tiene
unas características que nosotros no tenemos. Las tradiciones y la
mentalidad de ellos son muy particulares, son muy trabajadores, muy
esforzados. Nosotros tenemos esas características, pero
diferentes”, dijo Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea
Nacional del Poder Popular (9). Para comunistas críticos como Celia
Hart, los procesos abiertos en Venezuela y Bolivia podrían servir
para evitar la vía China. “Los índices de mortalidad infantil en
la Cuba bloqueada son más bajos que en China, que es una potencia. El
modelo chino se basa en la superexplotación del trabajo. El gran rol
de experiencias novedosas como la venezolana o boliviana es mostrar
que hay otros caminos, con participación popular”, añade en su
casa del barrio de Miramar de La Habana.
No hay duda de que
Cuba está en una época de transición. La incertidumbre es si será
una transición del socialismo al capitalismo o de un proyecto
socialista construido en el molde de la Guerra Fría y de la
dependencia de la Unión Soviética –obligada en parte por el
embargo-bloqueo estadounidense– a un socialismo construido al calor
de la discusión desde abajo. A diferencia de los años ’90, cuando
Cuba era una “fortaleza sitiada” y la democratización de la vida
política y social parecía abrir las compuertas a un capitalismo
triunfante y salvaje, hoy el cambio de clima ideológico y los
proyectos de integración latinoamericana como el ALBA permiten pensar
una transición no catastrófica, en el marco de la cual pueda
comenzar a discutirse –de manera más abierta– temas como el rol
del mercado, la democracia, los medios de comunicación y la
participación social. Un investigador del Centro de Estudios sobre América
(que depende del Comité Central del PCC pero contiene a algunos
intelectuales críticos), lo explicaba así en un reciente seminario
de la Unión de Jóvenes Comunistas: “Es cierto que todavía somos
una fortaleza sitiada, pero era el mismo José Martí quien sostenía
que aun en la guerra es necesario crear los embriones de instituciones
democráticas que regirán en el período de paz”.
Notas:
(*) Periodista
e investigador social. Corresponsal del diario Clarín (Argentina) en
Bolivia. Autor, con Hervé Do Alto, de "La revolución de Evo
Morales", Capital Intelectual, Buenos Aires 2006.
1) A pesar de los
escandalizados comentarios de la prensa internacional, este
tratamiento no es diferente al que recibieron otros Jefes de Estado en
la misma situación. Por ejemplo, el cáncer que afectó al presidente
francés François Mitterrand.
2) Juan Jesús Aznárez,
“El ejército controla la economía cubana”, El País, Madrid,
11-2-07.
3) Janette Habel, “Le castrisme après Fidel Castro: une répétition générale”,
Risal, 29-12-06, http://risal.collectifs.net/article.php3?id_article=1967
4) The Economist,
05-8-06, citado en Habel, op. cit.
5) Granma
internacional, La Habana, 18-2-07.
6) Jean Castillo, “La succession à la tête de la révolution sous le
sceau de la continuité”, Imprecor, Francia, Número 523-524,
diciembre 2006-enero 2007.
7) Vincent Bloch, “L´imaginaire de la lutte”, en Problèmes d´Amérique
Latine, París, Número 61-62, verano-otoño 2006.
8) Rafael Rojas, “L’idéologie du postcommunisme”, Problèmes d´Amérique
Latine, París, Número 61-62, verano-otoño 2006.
9)Clarín, Buenos
Aires, 12-3-07.
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