El
castrismo después de Fidel Castro
Un
ensayo general
Por
Janette Habel (*)
A l´encontre, 08/05/07
Viento Sur, mayo 2007
Traducción de Alberto Nadal
El traspaso
"provisional" de poderes anunciado en Cuba en julio de 2006
tiene todas las posibilidades de durar. La era post–Fidel Castro ha
comenzado claramente. Incluso si Raúl Castro, hermano del fundador
del régimen revolucionario, ha sido designado como garante de la
continuidad institucional, un verdadero relevo generacional es a corto
plazo inevitable. Frente a las graves dificultades del desarrollo económico,
frente a las desigualdades y la corrupción crecientes, frente en fin
a la amenaza que sigue siendo real de una ingerencia estadounidense,
la futura dirección tendrá muchas dificultades para asentar su
legitimidad. El carisma paternalista del dirigente histórico no tiene
ya mucho éxito, pero ¿cómo será posible inventar un paradigma
institucional más democrático a la vez que se conserva lo que queda
de las conquistas sociales?. Para Janette Habel, principal
especialista francesa del sistema político cubano, los riesgos que
corre la dirección postcastrista están muy lejos de ser
despreciables. (Redacción de A l´encontre)
"Cuba es un
sistema único sobre el que hay que tener cuidado de no colocar ningún
análisis preconcebido" /1. Lejos de ser un lugar común, esta
afirmación de Pierre de Charentenay debería ser la regla de
cualquier análisis del sistema político castrista vigente desde hace
cerca de medio siglo. Cuando el postcastrismo es actualidad, los
comentadores que no dejan de criticar el "gulag tropical"
ganarían inspirándose en ella. La sucesión de Fidel Castro (cumplió
80 años el 13 de agosto de 2006) era evocada en Cuba varios meses
antes de la intervención quirúrgica que conllevó el traspaso
"provisional" de poderes a favor de Raúl Castro. El
post–Fidel Castro ha sido objeto de comentarios públicos desde el
comienzo del año 2006 por su sucesor designado y por el ministro de
asuntos exteriores Felipe Pérez Roque. El 26 de julio de 2006,
aniversario del comienzo de la Revolución, cinco días antes del
anuncio de su operación, Fidel Castro ironizaba con el ojo puesto en
los Estados Unidos: "Que los vecinitos del Norte no se preocupen,
no pretendo ejercer mis funciones hasta los 100 años.". Frase
premonitoria.
Reconociendo que no
es eterno, el comandante en jefe que ejerce un poder exclusivo desde
hace cerca de medio siglo ha roto un tabú, el de su sucesión. El
relevo está pues al orden del día. Pero mientras Raúl Castro está
consagrado como único heredero en la Constitución, Fidel Castro ha
reconocido que el problema era "generacional"/2. Es la
generación de la Revolución la que está desapareciendo.
Ciertamente, su hermano menor debe ser el garante de la continuidad
del "después de Fidel", pero la distancia de 5 años que le
separa de su hermano mayor pone en evidencia el carácter provisional
de esta solución y no tranquiliza a quienes temen que la desaparición
del Comandante en jefe abra la crisis y desemboque en el caos.
Las
contradicciones de la sociedad
En efecto, "las
contradicciones de la sociedad cubana son evidentes e
inquietantes" /3. Fidel Castro no es ya escuchado como lo era en
el pasado y su legitimidad se ha debilitado. Su discurso está en
retraso con respecto a los problemas cotidianos que afrontan la mayoría
de los cubanos. Desde el hundimiento de la Unión soviética, la
población ha debido soportar los efectos terribles de diez y seis años
de crisis, el "período especial en tiempos de paz" como se
dice en La Habana. El hundimiento económico consecutivo a la implosión
de la Unión soviética ha quebrantado a toda la sociedad. Se mide mal
en Europa la gravedad de la crisis social que ha afectado a la isla.
Adoptada en 1993, la dolarización que ha estado en vigor hasta 2004
ha modificado la jerarquía salarial anterior, bastante igualitaria.
La dualidad monetaria
y la tasa de cambio entre el dólar y el peso han afectado
profundamente a los trabajadores cubanos del sector público, cuyas
rentas son en pesos. A falta de inversiones, los transportes se han
degradado, el estado de las viviendas (en número muy insuficiente) es
desastroso, la alimentación es muy cara en los supermercados o en los
mercados campesinos libres y la libreta (el carnet de racionamiento)
no permite alimentarse más que durante 10 o 12 días. Los cortes de
corriente eléctrica de varias horas representaban aún hace poco una
molestia insoportable, antes de la instalación reciente en toda la
isla, bajo el impulso de Fidel Castro, de grupos electrógenos. De
forma general, las infraestructuras (las canalizaciones de agua entre
otras) están en muy mal estado. Este deterioro de las condiciones de
vida ha tenido lugar en un contexto mundial difícil.
La Habana, al perder
a sus aliados más cercanos, se encontró aislada en el plano
internacional, confrontada a las políticas neoliberales en pleno auge
en el continente latinoamericano en los años 1990. Para hacer frente
a la crisis, Fidel Castro tuvo que aceptar con reticencia reformas
económicas mercantiles (legalización del dólar, autorización de
los mercados libres campesinos anteriormente prohibidos, actividades
privadas, cooperativas en la agricultura, inversiones extranjeras,
desarrollo del turismo, etc.). Estas reformas, aunque limitadas, iban
a introducir desigualdades muy importantes entre los cubanos,
oponiendo a quienes no tenían acceso al billete verde y a quienes tenían
acceso a él gracias a los envíos (remesas) de su familia en el
extranjero o a las consecuencias del turismo. Estas desigualdades
fueron muy mal soportadas; la promoción social que habían disfrutado
las capas más pobres desde la revolución /4 fue puesta en cuestión,
incluso si los cubanos seguían gozando de la gratuidad de la salud y
de la educación. En adelante, el dólar era el rey independientemente
de las competencias profesionales. "La pirámide social se había
invertido" y con ella los "valores" y la ética de la
Revolución.
Otra razón demográfica
ha agravado el malestar: el hueco cultural y político ha aumentado
entre la generación de la Revolución y la mayoría de la población,
nacida después de 1959. No solo la juventud no ha conocido la
dictadura de Batista, sino que solo ha conocido la crisis, y las
conquistas sociales –educación y salud gratuitas, pleno empleo–,
sin cesar recordadas por Fidel Castro, no bastan para responder a sus
aspiraciones. Desea viajar, pero no puede. El acceso a Internet está
bajo control. Las salidas profesionales que le son ofrecidas no se
corresponden a menudo a las calificaciones obtenidas. El lenguaje
estereotipado que reina en los medios hace árida la información. La
formación y el nivel cultural elevados de las nuevas generaciones,
conquistados gracias a la revolución, se enfrentan ya a las
cortapisas impuestas por Fidel Castro. Hoy, los jóvenes quieren
disponer de bienes de consumo inaccesibles hasta este momento.
Esta distancia
generacional tiene otra consecuencia. El comandante en jefe, cuyo
talento oratorio fascinaba a las multitudes y que podía hablar
durante horas ante auditorios atentos, es ahora víctima del síndrome
del patriarca. Su carisma se ha rutinizado (Max Weber). Ocurre que se
cambia de canal cuando aparece en la televisión. Incluso si el blasón
del castrismo ha recuperado brillo en el continente latinoamericano,
sus éxitos exteriores no bastan para compensar el desgaste de su
imagen en la isla. Y esto incluso si es cierto que los desastres
provocados por el liberalismo en el continente –50% de pobres o de
indigentes viven en él con menos de dos dólares (incluso un dólar)
por día– hacen relativizar la situación de los cubanos más
indigentes.
La crisis económica,
las reformas y la brecha abierta en el sector público han provocado
un recrudecimiento de la corrupción. El mercado negro prospera,
alimentado por los robos en el sector estatal. El auge de las
actividades privadas en un sistema en el que la extrema centralización
estatal no logra responder a las necesidades de la vida cotidiana ha
favorecido el desarrollo de la economía informal: fontaneros, mecánicos,
pintores, ejercen su actividad a la vez que salvaguardan su afiliación
a una empresa del estado para preservar sus derechos sociales. Es
también en su empresa donde se procuran los materiales necesarios
para el ejercicio de su actividad privada. El último ejemplo es el de
los robos masivos de gasolina en las estaciones de servicio –con la
complicidad de los empleados de las mismas. Descubiertos en 2005 por
un ejército de jóvenes trabajadores sociales movilizados por Fidel
Castro, las pérdidas engendradas por estos robos serían del orden de
decenas de millones de dólares. No es difícil imaginar los
beneficios retirados por los revendedores –los cuales podían ser,
por otra parte, revolucionarios convencidos.
La "doble
moral" en Cuba se extiende y justifica por la imposibilidad de
vivir "normalmente", pues como dicen numerosos cubanos, para
sobrevivir en estas condiciones, "hay que robar o abandonar el país"–
o bien hundirse /5. En resumen, las tensiones económicas, sociales,
políticas, demográficas imponen un cambio de orientación. ¿Pero en
qué dirección?. Los esquemas de la transición española o chilena a
menudo puestos de ejemplo por algunos medios oficiales europeos o
americanos implican un desmantelamiento del sistema económico y político.
Al contrario, los cambios esperados por numerosos sectores de la
población se inscriben aún en el marco del sistema, incluso si otros
estiman que ha quebrado y que hay que instaurar una economía de
mercado.
Para los sucesores de
Fidel Castro, las dificultades son de varios órdenes. En primer
lugar, hay que mejorar el nivel de vida. ¿Qué reformas económicas
hay que adoptar?. ¿Al precio de qué tensiones sociales?. Habrá
luego que definir a medio plazo una nueva legalidad institucional apoyándose
en una participación popular efectiva. No existe ninguna posibilidad
de perpetuar el sistema político actual una vez que desaparezca Fidel
Castro. En fin, habrá que realizar cambios económicos y políticos
en un contexto conflictivo, bajo la amenaza de ingerencia de la
administración de George W. Bush.
La
recentralización económica, el fin de las reformas
Raúl Castro asume
–provisionalmente quizás– la dirección del país en una
coyuntura particular. Tras más de un decenio de reformas económicas
mercantiles, Fidel Castro ha puesto en cuestión estos últimos años
la apertura realizada en plena crisis de los años 1990.
Desde el otoño de
2004, las transacciones en dólares no tienen ya curso. El billete
verde ha sido reemplazado desde entonces por el peso convertible (CUC)
para el conjunto de las transacciones en metálico en la isla /6. Pero
este CUC –que es paritario con el dólar en la isla– no es
convertible en el exterior. El otro peso, el peso usual, se cambia a
una tasa de 26 pesos por un dólar y sigue siendo aún la moneda
corriente para los salarios. En cuanto a las empresas del estado que
tienen cuentas en pesos convertibles, no pueden ya alimentarlas en
cash por dólares. Ocurre lo mismo en las sociedades comerciales de
capitales 100% cubanos.
Desde el 1 de enero
de 2005, se ha creado una Cuenta única de las rentas en divisas del
estado, en la que deben ingresarse todas las rentas en divisas
convertibles recibidas por la caja central. Los beneficios recibidos
en el marco de las empresas mixtas por los socios cubanos deben ser
también ingresadas en esta cuenta única. En otros términos, las
empresas (y los bancos) tienen necesidad de obtener el consentimiento
del Comité de aprobación para disponer de los recursos necesarios
para sus actividades. Este aumento de la centralización va a reforzar
los controles financieros limitando la autonomía de las empresas. Se
trata de una puesta en cuestión de las reformas anteriores. El
sistema de gestión puesto en pie precedentemente preconizaba, en
efecto, la autofinanciación de las empresas del estado, debiendo
cubrir cada entidad sus gastos con sus rentas propias y generar
beneficios. Al depender la mejora de las condiciones de trabajo de los
trabajadores de las rentas de las empresas, las más rentables han
favorecido a veces a sus asalariados sin preocuparse por la equidad
respecto a otros. Casos de corrupción de cuadros, principalmente en
las empresas de turismo, han implicado a responsables gubernamentales.
La situación que
hereda Raúl Castro es paradójica. La bonanza económica que conoce
el país gracias a los precios elevados del níkel, a la progresión
de las rentas del turismo (alrededor de 2.300.000 visitantes este año),
a los intercambios beneficiosos con Venezuela y China, no ha atenuado
las dificultades de los cubanos que trabajan en el sector del estado
(alrededor del 75% de la población activa) o de quienes dependen para
sobrevivir de jubilaciones escasas. Son ellos los que han soportado el
peso de la crisis, los más afectados por las reformas económicas y
las disparidades de poder de compra que han producido. Se benefician
poco de la mejoría macro–económica. En cambio, han emergido nuevas
categorías sociales, "nuevos ricos" según la terminología
oficial: pequeños artesanos y empresas privadas cuyo auge ha
coincidido con la liberalización de los años 1990, propietarios de
pequeños restaurantes (paladares) que no pueden servir más de 12
cubiertos a la vez, pequeños campesinos que venden en los mercados
sus productos agrícolas a precios muy elevados. Se han aprovechado de
las penurias para ofrecer los bienes y los servicios que el estado no
ha asegurado nunca mientras que el estatus de la pequeña producción
mercantil ha sido siempre diabolizado.
En este contexto, la
enésima ofensiva lanzada por Fidel Castro en 2005 contra la corrupción
está condenada al fracaso. Paralelamente, Fidel Castro lleva a cabo
una campaña ideológica para movilizar a la población: "la
batalla de las ideas". Pero esta "batalla" es una
abstracción para unos cubanos sumergidos en las dificultades
cotidianas y que, en diferentes grados, recurren al mercado negro para
sobrevivir. Tanto más cuando la propiedad del estado no es percibida
por el pueblo, contrariamente al discurso oficial, como su propiedad,
sino como una propiedad que le es extraña. Los cubanos no influyen
nada en las decisiones económicas. Además del hecho de que la
"batalla de las ideas" tiene un regusto a algo ya visto y
recuerda el "proceso de rectificación" de los años 1980,
suscita irritación. "Que controlen los robos de gasolina, está
bien, pero que no repriman a los que intentan ganarse la vida!",
exclama un vendedor ambulante, al que se le acaban de confiscar 500
CDs.
¿Qué
desarrollo? ¿Qué estrategia económica?
La economía cubana
habría conocido en 2005, según cifras oficiales, una tasa de
crecimiento del 11,8%, pero estos datos son puestos en duda por
organismos internacionales como la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL). Nuevos socios estratégicos juegan un
papel capital en esto progresos, que resultan en primer lugar de la
ayuda aportada por Venezuela y en segundo lugar de las inversiones y
de la financiación china. En el momento en que el barril del petróleo
alcanza los 80 dólares, Caracas entrega alrededor de 100.000 barriles
por día a Cuba en condiciones privilegiadas en contrapartida al envío
de miles de médicos cubanos y de una cooperación multiforme, que
incluye, entre otras cosas, la modernización de los hospitales y de
los principales centros de salud de Venezuela.
¿En qué condiciones
puede este pequeño país construir un desarrollo duradero, autónomo,
frente a los Estados Unidos?. A esta cuestión, la integración
regional, la Alternativa bolivariana de las Américas (ALBA),
estrategia latinoamericana que asocia ya a Venezuela y Bolivia, quiere
dar un comienzo de respuesta. En su último viaje público y simbólico
a Buenos Aires para la 30 cumbre de Mercosur, Fidel Castro, cuya
vocación latinoamericana es antigua, se encontró con los presidentes
de los cinco países miembros del mercado común suramericano
(Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y desde hace poco Venezuela) y
de dos miembros asociados, Chile y Bolivia. Fue la ocasión para el
dirigente cubano de firmar un acuerdo de cooperación económica con
el Mercosur, considerado como uno de los más importantes por La
Habana desde hace cuarenta años. En diciembre de 2005, Fidel Castro
había participado ya en una cumbre del CARICOM, el mercado común del
Caribe, cuyos estados mantienen en su mayor parte buenas relaciones
con La Habana.
La unidad
latino–americana está en el corazón de la estrategia de Fidel
Castro y de su aliado Hugo Chávez. ¿El objetivo?. Construir la
"patria grande", la América Latina, y pensar el desarrollo
de Cuba en ese marco. La integración energética de la región es una
herramienta de primerísima importancia. En efecto, Venezuela y
Bolivia representan más del 65% de las reservas de hidrocarburos
conocidas en América Latina. El plan Petrocaribe firmado en junio de
2005 permite a los países del Caribe disfrutar del fuel venezolano en
condiciones preferenciales.
En cuanto al Brasil,
primera potencia del subcontinente, intenta reinsertar a Cuba en la
comunidad latinoamericana. En 2004, el ministro de asuntos exteriores,
Celso Amorim, había propuesto integrar a la isla en el grupo de Río
(compuesto de los ministros de Asuntos exteriores de 19 países de América
Latina).
La idea según la
cual América Latina es el campo geopolítico natural para Cuba es tan
vieja como la revolución y no había desaparecido con el acercamiento
a la URSS, a pesar de la ruptura con La Habana decidida en aquella época
por el conjunto de los gobiernos latino americanos con excepción de México.
Hoy, el sueño bolivariano encarnado por Chávez hace un poco más creíble
esta perspectiva. Pero, ¿se puede apostar todo por Venezuela?. Además
de las incertidumbres políticas que pesan a medio plazo sobre el
futuro de Hugo Chávez, algunos economistas cubanos se interrogan a
media voz sobre la estrategia seguida.
Decisiones con
consecuencias económicas y sociales importantes han sido tomadas por
Fidel Castro, cuyos sucesivos "golpes de timón" ponen en
cuestión cualquier tentativa de planificar un desarrollo a largo
plazo. Exportando sus servicios de salud (entre ellos varias decenas
de miles de médicos) a Venezuela, Bolivia y otros países del mundo,
Cuba saca provecho de la calificación de su mano de obra y parece
orientarse hacia una economía de servicios cuya perennidad se ve sin
embargo con dificultades en la medida en que cada país tiene por
vocación formar sus propios médicos y enseñantes.
Especialistas que habían
propuesto utilizar los derivados del azúcar para diversificar la
producción azucarera, critican el cierre de la mitad de las centrales
azucareras y la pérdida de un saber hacer histórico cuando los
precios del azúcar suben. El turismo progresa, pero genera efectos
indeseables. La cooperación con China en el terreno estratégico de
las biotecnologías y el acercamiento de los centros de investigación
cubanos y chinos parecen prometedores /7, pero las relaciones
chino–cubanas han conocido siempre altos y bajos. Algunos dirigentes
cubanos podrían ser tentados por el "modelo chino", pero
ese modelo implica el desarrollo de contradicciones sociales (paro,
desigualdades.) que Cuba no soportaría y sobre todo, las relaciones
con los EE.UU. están exactamente en el punto contrario: de una parte
el aumento de los intercambios con China, de otra el refuerzo del
embargo estadounidense en contra de Cuba. En cualquier caso, la mejora
del nivel de vida se hace esperar.
Decisiones como la
del reparto de ollas a presión por iniciativa de Fidel Castro parecen
ridículas ante las necesidades de la población. La intrusión de los
trabajadores sociales en los hogares para controlar los aparatos eléctricos
demasiado consumidores de energía y reemplazar las viejas bombillas
por otras de bajo consumo ha suscitado protestas. Incluso el sistema
de salud y la calidad de los cuidados, sin embargo de gran nivel,
sufren por la salida de numerosos médicos de familia al extranjero.
En los barrios, se oyen a menudo comentarios críticos sobre la ayuda
concedida a los venezolanos en detrimento de la población local.
Una
nueva legalidad institucional
¿Cómo pasar de la
legitimidad revolucionaria encarnada por Fidel Castro a una nueva
legalidad institucional sin desmantelar las conquistas de la revolución?
Tal es el desafío. No es pequeño para una pequeña isla situada a
200 km de la primera potencia mundial. George Bush ha elegido ya en el
seno del Departamento de Estado un "coordinador" de la
transición cubana y puesto en pie una Comisión de ayuda a la
transición para una Cuba libre cuyo informe dibuja los contornos de
un gobierno de transición, rechazando todo diálogo con Raúl Castro.
Ningún dirigente
revolucionario ha permanecido tanto tiempo en el poder, además en un
pequeño país sometido desde el comienzo a agresiones militares y
luego a un hostigamiento económico, comercial y político permanente.
En Rusia como en China o Vietnam (no hablamos aquí más que de los países
que han conocido un proceso revolucionario autóctono), los partidos
comunistas estalinistas, aunque burocratizados y fosilizados,
funcionaban como instituciones estructuradas. En Cuba, el PCC no ha
celebrado un congreso desde hace cerca de 10 años. El periódico
Granma, órgano del Comité Central, informa raramente de las
reuniones y de las decisiones del Buró Político. Tras un largo
silencio, la última reunión del Comité Central se ha celebrado el 1
de julio de 2006. Unos miembros pueden ser excluidos por la dirección
del PCC (cuyos votos y procedimientos no son conocidos) y otros
cooptados según de criterios de geometría variable ("las
cualidades, la experiencia y la trayectoria de los camaradas").
El secretariado del Buró Político había sido suprimido en 1991, ha
sido restablecido en 2006. Recientemente, varias destituciones han
afectado a altos funcionarios y un miembro de Buró Político del PCC
ha sido condenado a 12 años de prisión por "tráfico de
influencias".
El PCC sirve de rueda
administrativa y de correa de transmisión, pero no es un lugar de
debate. Es un partido sin real coherencia ideológica desde la caída
de la URSS. Con excepción de ciertos sectores –intelectuales e
investigadores marginados–, sus análisis y su producción teórica
son pobres. La dirección del PCC ejecutaba hasta ahora las decisiones
tomadas por el "líder máximo". Los centros de decisión
están concentrados en manos de Fidel Castro, que cortocircuita al Buró
Político. Se observa así una especie de dualidad institucional
materializada por la existencia de instancias diferentes, siendo el
grupo de apoyo del comandante en jefe muy a menudo el inspirador de
las decisiones gubernamentales. Aunque Fidel Castro sea el primer
secretario del Partido, es un electrón libre que gobierna al margen
de las instituciones –incluido el PCC.
¿Se puede imaginar
que el vacío creado por la desaparición de Fidel Castro pueda ser
llenado duraderamente por un equipo de dirección colectiva del PCC?.
Es en efecto el PCC el que Raúl Castro ha citado como "el único
heredero digno de Fidel Castro, en tanto que institución que reagrupa
a la vanguardia revolucionaria, garantía sólida y segura de la
unidad de los cubanos en todo tiempo" /8. "El 90% de mi
tiempo está consagrada al PCC y la mayor parte de mis ocupaciones no
son públicas, por eso no aparezco mucho en la prensa", declaraba
en 2003 /9. Pero en 1996, cuando investigadores pertenecientes a un
centro prestigioso, el Centro de estudios de las Américas (CEA),
ligado al PCC, produjo análisis críticos sobre el estado de la
sociedad cubana, fueron tratados como "quinta columna" por
Raúl Castro en la televisión. Los dirigentes del centro fueron
trasladados, la revista y las ediciones censurados /10. Además de Raúl
Castro, dos dirigentes hoy miembros del nuevo Secretariado (José Ramón
Balaguer, 74 años, y José Ramón Machado Ventura, 75 años) fueron
particularmente activos en esta campaña de excomunión. ¿Cómo
pensar que podrán tolerar los indispensables debates de orientación
en el seno del partido y en la sociedad?
El ejército es, con
el PCC, el otro pilar institucional del país. Ya primer secretario
"provisional" del Partido, Raúl Castro es ministro de las
FAR (Fuerzas Armadas revolucionarias), una institución sobre la que
se especula mucho. Su cohesión y su disciplina hacen de ella una de
las instituciones más sólidas del régimen. El ejército, con 50.000
hombres, representa una potencia económica mayor que invierte en el
turismo, la agricultura, la industria, las telecomunicaciones y
controla los dos tercios de la economía /11. Ciertos observadores /12
no dudan en afirmar que las FAR son "los pioneros del capitalismo
cubano". Fue en el ejército donde se experimentó (bajo el
impulso de Raúl Castro apoyado luego por Carlos Lage), a finales de
los años 1980 y en los años 1990, un proceso llamado de
"perfeccionamiento de las empresas del estado", con el
objetivo de aumentar la productividad del trabajo. Esta modernización
productiva, que implicaba reducir efectivos excesivos, fue aplicada en
las empresas del estado controladas por las FAR. Gracias a la
disciplina inherente a la institución, dió resultados. Pero
generalizar su aplicación era peligroso en el plano social y ciertos
responsable sindicales de la CTC /13 (Central de los Trabajadores
Cubanos) habían puesto en guardia contra sus consecuencias /14. La
reforma parece haber sido abandonada. A la cabeza de las grandes
empresas figuran antiguos comandantes del ejército rebelde así como
jóvenes oficiales que han adquirido una formación económica en las
escuelas de gestión europeas. Pero si el trabajo del ejército es
ganar dinero, como afirma Frank Mora, profesor en el National War
College de Washington /15, una parte importante de estas ganancias es
dedicada a la defensa del país anteriormente financiada en lo
esencial por Moscú (una parte de la ayuda militar soviética era
gratuita).
Las FAR son muy
respetadas. Reivindican una doble herencia: la de los mambises, los
combatientes de las guerras de independencia, y la del Ejército
rebelde que luchó en la Sierra Maestra contra la dictadura de
Batista. No constituyen un aparato represivo cuya función sería
aplastar la disidencia. Este papel corresponde al ministerio del
interior, a sus servicios secretos y a su policía (es a ésta a la
que incumbe el mantenimiento del orden y si el ministerio del interior
está bajo control de los militares, el reclutamiento de los policías
obedece a otros criterios).
El V Pleno del Comité
Central presidido por Fidel Castro el 1 de julio de 2006 había
consagrado sus trabajos al refuerzo del partido y de la defensa. A
este propósito, Fidel Castro había reafirmado la necesidad de
"consolidar la invulnerabilidad militar" del país. El Comité
Central había adoptado el informe presentado por Raúl Castro sobre
el estado de preparación del ejército, basado en una concepción
defensiva de la guerra popular de resistencia contra una intervención
militar americana. Tras la intervención de la coalición
americano–británica en Irak en marzo de 2003, efectuada sin el aval
del Consejo de Seguridad de la ONU, Fidel Castro impulsó ejercicios
estratégicos llamados "Bastión 2004", maniobras militares
de una amplitud inigualada desde hacía 18 años, justificadas por el
nuevo contexto internacional. En el Comité Central, Raúl Castro
subrayó los esfuerzos desplegados por "un gran número de
empresas civiles y militares nacionales" (más de 1.000
direcciones de empresas estaban presentes) para modernizar los
equipamientos y el armamento a la vez que indicaba que "los
debates no se habían limitado a las cuestiones técnicas o militares
sino que habían incluido los aspectos ligados al desarrollo económico
y social con un impacto directo considerable sobre la defensa"
/6. La ley de defensa nacional reafirma el carácter defensivo de la
estrategia adoptada. "La misión fundamental de las FAR es
combatir al agresor desde los primeros momentos con todo el pueblo,
conducir la guerra todo el tiempo necesario, en cualquier
circunstancia, hasta la victoria" (art 34).
Las FAR no son una
institución política, en el sentido en que están subordinadas al
PCC, presente en cada escalón del ejército. Los oficiales son
numerosos en el Buró Político y en el gobierno, pero el estado mayor
no es una instancia donde se decidan orientaciones para el país. Toda
intervención en este sentido pondría en peligro el instrumento
considerado como una baza esencial para protegerse del peligro mayor:
la intervención de los Estados Unidos. Sin embargo, el papel económico
del ejército puede producir en su seno diferenciaciones susceptibles
de engendrar divergencias políticas, en particular sobre el grado de
liberalización económica. El reparto del trabajo entre Raúl y Fidel
Castro (a Fidel la estrategia, a Raúl la organización) preservaba la
unidad de las FAR pero esta síntesis familiar llega a su fin.
Preocupado por la
continuidad, Fidel Castro había hecho modificar en junio de 2002 la
Constitución para inscribir en ella con tinta indeleble "el carácter
irrevocable del socialismo". Tres años más tarde, a pesar de
esta precaución constitucional, Fidel Castro puso en guardia el 17 de
noviembre de 2005, contra los riesgos de la implosión del sistema.
Pero el esquema que ha previsto hace reposar la sucesión
institucional en Raúl Castro, junto con el PCC, lo que no es viable a
largo plazo. Como siempre, el jefe militar ha desconocido las
necesidades democráticas crecientes de una sociedad profundamente
renovada.
A medio plazo, deberán
emerger nuevas instituciones. Una tarea difícil cuando a la vez habrá
que poner en marcha una nueva política económica y redefinir un
proyecto democrático alternativo, todo ello preservando las
conquistas de la revolución. La relación carismática y paternalista
del dirigente con el pueblo, sustituto democrático, debería dejar
lugar progresivamente a un nuevo paradigma institucional. ¿Se tolerará
ese proceso al otro lado del estrecho de Florida?. Nada autoriza a
pensarlo. Ciertamente, el exilio está dividido entre quienes tienen
la obsesión de recuperar a cualquier precio sus propiedades y los
"moderados" como Marifeli Pérez Stable, que rechaza la idea
de que "una administración responsable de la intervención en
Irak pueda aconsejar una Cuba democrática /17". Pero como
observa un antiguo embajador de la UE en México y Cuba: "Si
fuera cubano, tendría miedo, pues su futuro pasará por los Estados
Unidos /18".
Si la crisis es
estratégica, ¿podrán los nuevos dirigentes contentarse con ajustes
tácticos?. Para Heinz Dieterich, "el viejo paradigma socialista
no sostendrá la Revolución cubana confrontada a un doble vacío, el
agotamiento de un proyecto histórico fundador y la desaparición de
la generación heroica". Es preciso "construir un socialismo
del siglo XXI. Si la Revolución no toma medidas inmediatas a fin de
que la población comprenda que su nivel de vida va a mejorar y que la
sociedad será más democrática, habrá pocas fuerzas en el mundo
para salvarla /19".
Desde hace cerca de
medio siglo, la defensa de la Revolución ha impuesto restricciones,
privaciones, desgarros familiares. Imputar esto exclusivamente al régimen,
o a Fidel Castro, es omitir las agresiones, el terrorismo de estado,
el acoso incesante –aún aumentado los últimos años– de la
administración americana. No se puede explicar la resistencia del
pueblo cubano por la represión. No es que esa represión no exista,
sino que es más limitada que la que reinaba en la URSS, en
Checoslovaquia, en Polonia, donde no impidió la emergencia de los
Vaclav Havel, Lech Walesa y de gentes como Andrei Sajarov. El régimen
no resistiría un Tian An Men. Pero si los cubanos han resistido en su
mayoría por convicción, para salvaguardar su independencia y sus
conquistas sociales, aunque estén disminuidas, si se han reconocido
en el discurso del comandante en jefe, piden hoy más confort, más
facilidades materiales. Su nivel cultural entra en contradicción con
la infantilización y la ausencia de debates democráticos que han
vaciado de su sustancia los Órganos de Poder Popular (OPP). Manuel
David Orrio, un antiguo periodista "disidente", antes
infiltrado en los grupos de oposición interna /20, se interroga en
voz alta: "El pueblo cubano ha tolerado muchas cosas a Fidel. ¿Las
tolerará a sus sucesores?". La respuesta está clara. La
enfermedad de Fidel anuncia otra época.
Notas:
(*)
Janette Habel es especialista en América Latina y, más en
particular, en Cuba. Colabora
en Le Monde Diplomatique.
1.
de Charentenay, P. "Église et État à Cuba", Études,
Paris, diciembre de 1988.
2.
Ramonet , I.. Biografia a dos voces, Debate, España, abril 2006.
3.
Anderson J. L., El País, 4/08/2006.
4.
El malentendido sobre este punto es total en Europa. La gran burguesía
parasitaria y las clases medias se vieron perjudicadas por la Revolución,
incluso si, los primeros años, sectores acomodados apoyaron a Fidel
Castro por razones ideológicas en detrimento de sus intereses
materiales. Ocurre algo muy diferente en el caso de los sectores
pobres (los negros principalmente),cuyo estatus social había conocido
una mejora hasta la crisis. Son estos últimos los que hasta una época
reciente han sido el principal apoyo del castrismo.
5.
Anderson, J. L. El País, op. cit.
6.
Tres monedas estaban en circulación en Cuba: el dólar, el peso
convertible utilizado en los almacenes especiales que venden en dólares
a la tasa de cambio de uno por uno, y el peso tradicional utilizado
para el pago de los salarios y el mercado interno. Ya no quedan más
que dos monedas en circulación.
7.
Mission économique de la Havane, Lettre de La Havane, n° 54, enero
de 2006.
8.
Discurso de Raúl Castro pronunciado en el 45 aniversario del ejército
oriental, el 14 de junio de 2006.
9.
El País, 02/08/2006.
10.
Sobre este asunto, cf. J. Habel, "¿Apostar por la Iglesia para
salvar la Revolución cubana?", Le Monde Diplomatique, febrero de
1997.
11.
Mission économique de La Havane, Lettre de La Havane, n° 60,
julio–agosto de 2006.
12.
The Economist, 05/08/2006.
13.
Entrevistas con el autor.
14.
Parece que Fidel Castro comprendió mejor que su hermano los riesgos
que había en practicar despidos en plena crisis.
15.
Miami Herald, 06/08/2006.
16.
granma.cubaweb.cu/2006/07/04/nacional
17.
Marifeli Pérez Stable es vicepresidenta del Diálogo interamericano,
un "think thank" en Washington y profesora en la Universidad
internacional de Florida en Miami.
18.
Lecomte, J. Le Soir, Bruselas, 12–13/08/2006.
19.
Heinz Dieterich El futuro de la revolución cubana, Popular (España),
2006.
20.
Agente secreto del estado cubano encargado de infiltrarse en los
medios disidentes, Manuel David Orrio salió a la luz con el arresto
de 64 periodistas en 2004. Hoy anima una página web en internet que
continúa teniendo un carácter "disidente". A pesar de las
preguntas que pueden plantearse sobre la autenticidad de su actitud de
opositor, Orrio no practica el lenguaje estereotipado oficial. Sus
observaciones sobre la sociedad cubana de hoy no carecen de interés.
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