Un año
de desgobierno aprista
Por
Gustavo Espinoza M. (*)
rodelu.net, 21/07/07
Lima.– Luego de
doce meses de gestión las encuestas de opinión le otorgan al
Presidente García un magro 24% de aceptación ciudadana. Estruendosa
caída acelerada vertiginosamente cual jet en la pista de aterrizaje
de Sao Paulo, si se considera que sólo en mayo de este año su nivel
de aprobación aún bordeaba el 51%. Y preocupante por cierto porque
en las condiciones del país, con la profundidad de la crisis y con la
debilidad de las fuerzas de izquierda, el camino de “salida” puede
ser aún peor.
Un sutil cambio en
los mecanismos destinados a evaluar la estadística permite al régimen
aprista asegurar ahora que en sus doce meses de gestión la pobreza ha
disminuido en el Perú en un 4.2%, cifra que recusa la anterior gestión
del Instituto Nacional de estadística arguyendo que responde a un
artificio burocrático.
Pero
independientemente de la anécdota, lo real es que la pobreza en
Ayacucho –la región más lacerantemente golpeada por la violencia
en las últimas décadas del siglo XX– subió del 77.3% al 78.4%, en
tanto que en Huancavelica –reducto minero de riqueza excepcional–
decayó apenas del 90.3% a fines del 2005 a un 88.7% a comienzo de
este año.
El manejo de las
cifras puede mucho, por cierto. Pero permite también advertir que, en
efecto, una cierta disminución de la pobreza se dio en el área
urbana de Lima e incluso un poco en la costa; pero en la sierra ella
alcanzó un estimado global del 63.4% en tanto que en la selva llegó
al 56%. Departamentos claves de nuestro país reflejan cifras
sencillamente dramáticas: en Puno, por ejemplo, el 76.3% de la
población vive bajo el límite de la pobreza; en Apurimac esa
realidad afecta al el 74.8% de los habitantes; en Huanuco al 74.6%; en
Pasco al 71.2%; en Loreto el 66.3% y en Cajamarca el 63.8% no obstante
que allí –y en Ancash– operan las minas de oro más ricas de América.
Y es que, en realidad, es cierta la afirmación del economista
Humberto Campodonico: aumenta la pobreza en la sierra rural, y la
desigualad.
Los expertos anotan
–en este cuadro– que la pobreza supera el 50% en 12 de los 24
departamentos y regiones del país y alcanza niveles situados por
encima del 70% en cinco de ellos, donde hoy se viven dramas agravados
por el “friaje” y la política autoritaria y represiva del
gobierno.
Si consideramos que
en la orilla opuesta, las empresas mineras tuvieron en el periodo una
sobre ganancia estimada pálidamente en unos 10,200 millones de soles
(alrededor de 3,900 millones de dólares); y que los exportadores
textiles acumularon una cifra en ningún caso inferior a los 800
millones de dólares de ganancia en el periodo, tendremos una idea del
abismo social, que generó el neo liberalismo y que el gobierno del señor
García alienta con alegre irresponsabilidad.
A eso puede
atribuirse el hecho que en los dos últimos meses el régimen aprista
se vio afectado por un vigoroso descontento social que debió reprimir
con un costo muy alto: 20 muertos, 350 detenidos, 269 procesados y pérdidas
materiales que se sitúan por encima de los 200 millones de dólares.
Hoy, los mineros de
Casapalca han vuelto a su trabajo en la mina ubicada a 4 mil metros de
altura, pero saben que lo poco que lograron fue el resultado de su
vigorosa lucha. Los maestros se han visto forzados a levantar su
huelga quebrados por las maniobras divisionistas del oficialismo, y
retornan a sus aulas mordiendo el polvo de la frustración y de la
rabia. Los comuneros de Andahuaylas arrancaron con sangre la rebaja de
impuestos a los fertilizantes y subsidios para los insumos
alimenticios. Y en Arequipa se pudo asegurar que en lugar de comprar 5
panes por un sol, el gobierno aceptara entregar 8 por esa suma.
El territorio
nacional, luego de doce meses de gestión aprista se ha convertido en
un verdadero escenario de confrontación y lucha, pero también de
“toma y daca”, avance y retroceso, victoria o derrota para un
pueblo esquilmado que no sabe aún cómo hacer para quitarse de encima
a una clase que hace escarnio de la miseria y el atraso de millones
para convertirlo en capital que le permita perpetuar su poder sobre la
sociedad entera.
Hoy también el
gobierno promulga decretos que reflejan su impotencia: dispone arancel
cero para la importación de harina de trigo y procura proteger también
los precios de la gasolina “barata” –la de 84 octanos– el
kerosene y el diésel; pero sobre todo un modo de proteger el precio
del pan, los pasajes y los combustibles. Habría que preguntarse, sin
embargo, si ya no es tarde. Si a doce meses de gestión esa política
–como las anteriores– no está simplemente condenada al fracaso.
Y es que hoy también
otras poblaciones exigen lo mismo que acaba de concederse a los
pobladores de Andahuaylas. Y el gobierno se sitúa en una disyuntiva
terrible: si cede, se le cae el “modelo”, y si no, se termina de
caer él mismo.
Si en febrero de este
año se perdieron alrededor de 20 mil horas hombre por huelgas y
paros; sólo en junio de este año la cifra subió por encima de las
300 mil, en una circunstancia en la que la agudización de los
conflictos sindicales se parece como una gota de agua a otra con lo
que ocurría bajo el gobierno de Toledo. Por eso hoy una buena parte
de los peruanos sostiene que, en definitiva, el gobierno de García no
es mejor que el de su servil predecesor.
El horizonte no
resulta tampoco alentador. Por primera vez en 64 meses ha caído el
PBI. Luego de un largo periodo de crisis, en el 2005 se sitió en un
6.4% y en el 2006 subió al 8.0%, pero hoy bajó el 7.5% que si se
mantiene implicará el primer retroceso ostensible de los indicadores
macro económicos, hasta hoy la imbatible fortaleza del oficialismo.
Algo similar puede
advertirse considerando los ingresos corrientes del gobierno central.
Si en el 2004 llegaron a un 11.6% y subieron a un 14.9% en el 2005
alcanzando un 25.6% en el 2006, cómo se explica que se proyecten
apenas al 15.0% para el 2007 sino es por la ineficiencia de la gestión
gubernativa?
García no registra
una personalidad estable. Puede emprender una ofensiva liquidadora
contra maestros, mineros, pobladores, o trabajadores en general acusándolos
de renegones o “comechados”, pero puede también concentrar su ira
contra sus ministros, colaboradores o funcionarios. No le importa. Sólo
le interesa que nadie piense que el responsable de la crisis que se
avecina, es él.
Y eso es lo que la
gente está percibiendo de manera creciente. Y claro que no lo admite
sólo a partir de las características personales del mandatario, sino
también como consecuencia de un rumbo realmente incompatible con los
intereses nacionales.
En política no hay
“situaciones sin salida”. Si el pueblo avanza, se organiza y
lucha, podrá cambiar la realidad para mejor. Pero si eso no ocurre,
cambiará para peor.
Doce meses de gestión
aprista colocan al país ante una disyuntiva ciertamente dramática de
la que va tomando conciencia incluso una parte del pueblo aprista. No
a otra cosa se puede atribuir el hecho que incluso altos dirigentes de
ese Partido, como el Secretario Nacional de Organización hayan sido
sorpresivamente “destituidos” de sus funciones por considerar que
“han perdido la confianza” de los gobernantes. Ese camino es
conocido. Y todos sabemos a dónde conduce.
El desgobierno
aprista, a los doce meses de gestión, se ha tornado una realidad
inocultable.
(*)
Srio. General de la Asociación Amigos de Mariátegui (Casa Mariátegui).
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