Escasa
ayuda a la víctimas... mientras buitres capitalistas se aprovechan
para hacer ganancias
Tras
el sismo, el hambre
Por
Ángel Páez
Inter Press Service (IPS), 18/08/07
Lima.– El gobierno
de Perú resolvió recurrir a las Fuerzas Armadas para recuperar el
control de las zonas del sur del país devastadas por el terremoto del
miércoles, ahora escenario de saqueos de pobladores angustiados por
la escasa o nula ayuda humanitaria.
En el área del
desastre ya se encuentran 400 efectivos militares, pero el ministro de
Defensa, Allan Wagner, anunció que otros 600 llegarán a partir de
este sábado para reforzar el orden en las ciudades de Pisco, Ica y
Chincha, sobre el océano Pacífico, donde el sismo causó más
muertos y destrucción de viviendas.
"Vamos a
establecer el orden de manera enérgica y las Fuerzas Armadas pueden
hacerlo", dijo el presidente Alan García a la prensa antes de
partir a Chincha para supervisar las tareas de rescate.
El Instituto Nacional
de Defensa Civil reportó 496 muertos, aunque el registro no es
definitivo porque las operaciones de momento se concentran en los
conglomerados urbanos y falta contar los poblados periféricos y los
que están al pie de la cordillera de los Andes. Los heridos son
1.100, de los cuales 450 fueron evacuados a Lima por su gravedad.
Hay 33.100 viviendas
destruidas, y se han remitido 44.650 toneladas de ayuda humanitaria,
según datos oficiales.
Los peruanos se
debaten entre la verdad oficial y la realidad de la protesta de los
damnificados. Mientras García anuncia el envío de más víveres,
abrigo y medicamentos, centenares de personas deambulan por las calles
de Pisco, Ica y Chincha en busca de algo que comer o beber, escarbando
entre los escombros de comercios, restaurantes y farmacias.
La mayoría de los
que han recibido poco o nada pertenecen a los asentamientos humanos o
"pueblos jóvenes", en los que 100 por ciento son pobres y
la mitad viven en extrema pobreza.
En Pisco, los
habitantes de La Pascana, Independencia, La Victoria, Beatita de Humay,
Mariátegui, Los Bambinos, San Andrés, entre otras poblaciones
empobrecidas de los alrededores del casco urbano, reclaman con dolor y
furia no haber sido atendidos.
Lo mismo ocurre en
San Andrés, San Miguel, San Clemente, localidades aledañas a Pisco,
centro del desastre originado por el terremoto de 7 grados Richter que
azotó la costa sur del Perú.
El ministro del
Interior, Luis Alva, llegó el jueves en helicóptero a San Clemente
con un cargamento de agua mineral y comprobó que la dimensión del
desastre desbordaba sus proyecciones. Era la primera autoridad que
arribaba a ese lugar y recibió una andanada de lamentaciones.
El primer ministro
Jorge del Castillo reconoció que la ayuda no alcanzaba para todos,
pero advirtió que la desesperación no contribuía a los esfuerzos
del gobierno para socorrer a las víctimas.
"Comprendemos el
dolor de perder a un familiar y no tener dónde vivir ni qué comer,
pero, por favor, con violencia no se consigue nada", dijo Del
Castillo.
Un hombre que se
encaramó sobre un camión que transportaba colchones de espuma y que
comenzó a repartir los artículos a sus vecinos, murió al caer
estrepitosamente de cabeza.
Para prevenir los
saqueos, los conductores de los camiones han tenido que disparar al
aire para disuadir a los pobladores.
"No, no se va a
declarar el toque de queda", aseguró García.
Rafael Santos,
alcalde del distrito limeño de Pueblo Libre que reunió ayuda
humanitaria de sus vecinos y se dirigió a Pisco para distribuirla,
describió este sábado a la televisora Canal N la situación que había
visto.
"Hay pueblos a
lo largo de la costa donde se produjo el desastre que hasta ahora no
reciben la presencia de los rescatistas de Defensa Civil ni tampoco
agua ni alimentos, y duermen en la calle", dijo.
"En Tambo de
Mora, el pueblo pesquero de Chincha, ha sufrido el fuerte oleaje que
sobrevino al terremoto. Los botes están tirados por las calles.
Cuando llegamos a Chincha Baja, El Carmen, Guayabo, donde la gente lo
ha perdido todo, casi nos quitan todo por la desesperación.
Felizmente pudimos manejar el momento", agregó.
"Lo que aquí
hay ni siquiera se ha visto por la televisión. La ayuda se está
concentrando en Pisco. ¿Y el resto de las poblaciones? Eso indigna a
la gente", sostuvo el alcalde Santos.
Domitila Tasayco,
pobladora del asentamiento precario Dios te ama, en los alrededores de
Pisco, relató que tres días después del terremoto "sólo hemos
recibido un puñado de arroz y una lata de atún".
"Hemos tenido
que venir hasta la plaza de Pisco para hacer fila. Nos hemos pasado
casi todo el día y no alcanzamos a recibir nada. Hay demasiada
gente", reclamó.
"¡Yo le doy mi
lata de atún al presidente para que él soporte con eso tres días
sin comer!", dijo otra pobladora, Inés Luna.
La desorganización
se manifiesta en la falta de un centro de información. No hay un
lugar adonde deben recurrir los pobladores que han perdido a un
familiar.
"Mi hijo salió
de la casa el día del terremoto en busca de ayuda y hasta ahora no
vuelve. Tengo miedo que esté muerto. Lo he buscado por todas partes
pero no lo encuentro", narró Juana Castillo, de 53 años.
Edgar Núñez,
legislador del gobernante Partido Aprista por Pisco, que perdió a
seis familiares durante el sismo, reconoció la mala distribución de
la ayuda.
"Estamos a la
deriva. Hay un completo desorden. No hay una organización que
distribuya el agua, los alimentos, las medicinas, de una manera
planificada. Esto explica por qué hay mucha gente que no recibe
nada", dijo Núñez a la prensa.
Si no se revisa el
sistema de distribución, los actos violentos serán cruentos, opinó.
"El hambre no espera. Hay gente organizada en San Andrés, San
Clemente, San Miguel, que está lista para saquear los mercados, los
centros de abasto, los puntos de almacenaje de la ayuda humanitaria.
La gente no tiene nada qué comer", explicó.
El presidente del
Banco de la Nación, Enrique Cornejo, dijo que el gobierno ha previsto
la constitución de un fondo no menor de 300 millones de soles (96,7
millones de dólares) para reconstruir las ciudades destrozadas.
"Aparte están
los fondos provenientes de organismos internacionales y países amigos
que han asegurado enviar", apuntó Cornejo. La Unión Europea,
por ejemplo, anunció la donación de dos millones de euros (2,7
millones de dólares).
El gobierno también
ha apelado a la colaboración de la ciudadanía, que se colecta en el
Estadio Nacional de Lima, donde se ha levantado un centro de acopio.
En mitad de la
tragedia, los medios de comunicación destacaron el increíble rescate
de un bebé de 10 meses que sobrevivió con leves rasguños entre los
escombros de la iglesia San Clemente de Pisco, en la que murieron
alrededor de 200 feligreses.
"Después de
rescatar unos 20 cadáveres y lo vi a él, pensé que estaba muerto.
Pero estaba vivo", dijo el socorrista Rómulo Palomino. "Ha
sido un milagro", añadió. Todo indica que los padres del niño
fallecieron en el templo.
Como suele ocurrir en
este tipo de desgracias, nunca faltan los que se aprovechan del dolor
ajeno. Pobladores denunciaron a la prensa que las empresas de
transporte de pasajero triplicaron el precio de los pasajes con
dirección al sur del país donde se concentró la energía
devastadora del movimiento telúrico.
Las quejas de la
población por las radioemisoras son permanentes y reclama al gobierno
una acción inmediata contra los propietarios de las líneas de
autobuses. "¡Esos son unos buitres!", clamaban los
pasajeros.
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