“Se
han olvidado de nosotros...”
Desesperación
conduce a saqueos
Por
Ángel Páez
Inter Press Service (IPS), 17/08/09
Lima.-
Desesperados por la falta de agua, alimentos, auxilio médico y
refugio, los pobladores de las sureñas ciudades peruanas de Pisco,
Ica y Chincha, las más afectadas por el terremoto del miércoles,
entraron en pánico y comenzaron a protagonizar actos violentos.
La
policía ha tenido que disparar al aire para evitar que en el kilómetro
230 de la carretera Panamericana Sur, cerca de Pisco, y en el kilómetro
297 de la misma ruta, en los alrededores de Ica, damnificados por el
sismo saquearan camiones que trasladaban víveres para las zonas del
desastre.
El
Ministerio de Defensa ordenó a tropas del ejército y de la marina
desplazarse hacia los puntos de conflicto para frenar episodios de
pillaje.
Por
las radioemisoras locales los pobladores justificaban sus actos:
"Nos prometen ayuda y no hay nada. No tenemos agua ni energía eléctrica,
hay heridos que están esperando atención hace 48 horas, no hay
comida. Los niños sólo han recibido un vaso de refresco y un sánguche
(emparedado). Se han olvidado de nosotros. Por eso tenemos que buscar
nuestros alimentos", dijo un poblador.
Las
cifras oficiales indican 510 muertos, 1.500 heridos, 85.000
damnificados y 18.000 viviendas devastadas por el sismo de 7 grados en
la escala Richter registrado en la tarde del miércoles.
La
misma noche del terremoto, el presidente Alan García, al tiempo que
pedía calma y orden, expresó desde la sede de gobierno su alivio
porque el violento movimiento sísmico no había causado un elevado número
de víctimas.
"Gracias
a Dios, en el país no se ha producido una catástrofe", dijo.
Pero la visita a Pisco le demostró que había incurrido en error.
Este
viernes, el jefe de Estado estuvo nuevamente en Pisco, donde el
impacto del sismo arrasó con más de 80 por ciento de esa ciudad
pesquera situada sobre el océano Pacífico.
Los
damnificados le hicieron notar a gritos la magnitud del desastre.
"¡No llega nada, presidente!", "¿Dónde está la
ayuda?", "¡Nos han abandonado!", "¿Qué hace el
gobierno?", lo increparon.
"No
hay que caer en desesperaciones exageradas sabiendo que el Estado está
presente y que nadie va a morir de sed y nadie va a morir de hambre,
eso puedo garantizarlo", replicó el presidente.
"Cualquier
grito destemplado es parte de la desesperación, cuando no de alguna
histeria justificable, pero tenemos que poner también el orden",
expresó el mandatario.
García
notificó a los pobladores de que el gobierno desplegaba todos sus
esfuerzos, pero que, dada la dimensión de la catástrofe, algunos
sentían que no recibían nada de atención.
Ya
son casi 500 los heridos de gravedad evacuados a Lima y más de 300 féretros
han llegado a Pisco. Las autoridades sanitarias temen que los cuerpos
insepultos disparen epidemias. Los testimonios indican que el hedor de
la descomposición de cadáveres ya es perceptible.
Pero,
desoyendo el llamado de García, pobladores del distrito de Guadalupe,
emplazado en el kilómetro 290 de la Panamericana Sur, en las afueras
de la destrozada Ica, bloquearon la vía obligando a los camiones de
transporte de alimentos a detenerse para saquearlos.
"Así
no vamos a llegar a ningún lugar. ¡Piensen en sus hijos!",
exhortó por las emisoras locales el alcalde de Guadalupe, Juan
Quijandría, quien recordó que casi 80 por ciento de las casas de su
distrito fueron arrasadas.
La
subestimación inicial del presidente cambió de forma dramática este
viernes, tras una inspección a los sitios donde se efectúan tareas
de rescate.
"Ha
sido un hecho de enorme gravedad que no se puede tratar a la ligera y
rápidamente diciendo no hay esto, no hay aquello, no hay lo demás
allá", explicó a los periodistas.
"Fácil
es hablar desde lejos. El tema es abordar lo más urgente, y lo más
urgente era enterrar nuestros muertos, desplazar a nuestros heridos más
graves. Y, en segundo lugar, devolver agua y electricidad a las
poblaciones, en la medida que esto no genere nuevos problemas",
dijo.
Horas
después, cuando recibió en el puerto de Pisco a un contingente de
infantes de marina, y enterado de nuevos incidentes, el mandatario
aseguró que "la marina impondrá el respeto a quienes pretendan
protagonizar saqueos".
El
presidente del Congreso legislativo, Luis González Posada, natural de
la región de Ica, advirtió que "el problema de abastecimiento
de alimentos tardará una semana en solucionarse".
El
desastre es tal que toda ayuda recibida resulta poca. Ya se han
trasladado 80 toneladas de medicinas y alimentos y se han efectuado 59
vuelos entre Lima y Pisco. Y todavía hace falta mucho más.
Los
canales de televisión reportan en vivo y directo las quejas de la
población que no tiene dónde dormir porque las tiendas de campaña
son insuficientes. Las cifras oficiales indican que en Pisco reciben
albergue sólo 17.000 personas, en una ciudad de más de 100.000
habitantes. En el invierno austral, la temperatura en la costa sur
puede bajar hasta cinco grados.
"Necesitamos
unas 600 carpas (tiendas) para socorrer a los que se han quedado sin
techo. Han llegado muy pocas", lamentó por una radioemisora José
Navarro, alcalde de Chincha, una de las localidades más dañadas.
El
gobierno reportó que se habían recibido unos 40 millones de dólares
en ayuda de varios países y organismos internacionales.
En
medio de la desesperación por lo ocurrido, la tierra continúa
temblando. El Instituto Geofísico del Perú ha reportado casi 400 réplicas
del sismo. El jueves los movimientos más fuertes se presentaron a las
5:30 de la mañana local, (6 grados Richter), a las 10:12 horas (4,7
grados), a las 19:31 (4,7 grados) y a las 20:45 horas (3,7 grados).
Este
viernes, el temblor más violento se registró a la hora 8:20, con 5,5
grados Richter.
En
todos los casos el epicentro se localizó en el océano Pacífico,
frente a las costas de Pisco, Ica y Chincha, lo que desató el pánico
en los pobladores que se han quedado cerca de sus casas derruidas para
evitar que se pierdan sus pertenencias.
Las
clases se reanudaron este viernes en las escuelas, pero los
estudiantes fueron sorprendidos muy temprano por los nuevos temblores,
lo que obligó a numerosas evacuaciones en previsión de un nuevo
terremoto, que no se descarta.
El
director de Sismología del Instituto Geofísico, Hernán Tavera,
estimó difícil prevenir cuántos temblores más se sucederán. Pero
advirtió de la necesidad de tomar precauciones porque las
edificaciones parcialmente dañadas por el sismo del miércoles podrían
venirse abajo con las réplicas. Éstas "son como señales de que
el terremoto todavía no ha terminado", dijo.
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