Cumbre
de Monterrey II
Kirchner
con Bush, Köhler y Cía.
Por Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie (periódico), 22/01/04
Como
era de esperar, no hubo ningún nocaut. De hecho, los forcejeos no
llegaron al rango de pelea. El oficialismo rabioso de buena parte de
los medios pretende mostrar otra “exhibición de dignidad e
independencia”, pero la realidad está a la vista: el balance de
Monterrey es un claro acercamiento de Kirchner a EE.UU. y al gobierno
de Bush. No hubo piñas, pero al final hubo mimitos.
La
negociación por la deuda
Lo primero que hay que intentar explicar es el trasfondo de la actitud
del gobierno hacia el FMI y EE.UU. Y, como suele pasar, lo que
encontramos detrás de los gestos políticos es el vil metal. La
sucesión de campañas y temas políticos que saca el gobierno (que
Cuba, que la Corte, que el presidente uruguayo...) puede hacer perder
de vista el nudo de la economía y la política argentinas: el
problema de la deuda externa. Ese es el indicador y el criterio
principal por el cual hay que juzgar la actuación de Kirchner.
La situación actual es la siguiente. La deuda pública total es de
unos U$S 172 mil millones (un 50% más grande que la economía del país).
De ese total, entre un 40 y un 47% nunca dejó de pagarse: es la deuda
con el FMI, el Banco Mundial y con otros acreedores institucionales,
junto con bonos garantizados. El resto está en default, y la
propuesta del gobierno de una quita del 75% se refiere a esa parte que
no se paga. ¿Quiénes son los acreedores de esa deuda? Casi el 40%
son inversores argentinos, incluidas las AFJPs, lo que
convierte a cualquier trabajador afiliado a esos ladrones en acreedor
del Estado argentino (y candidato a ser, una vez más, estafado). Otro
40% de los acreedores son italianos, suizos, yanquis o alemanes; en su
mayoría, pequeños ahorristas engañados por los bancos que les
prometían altas tasas de interés en una inversión “segura”. El
FMI y demás buitres “institucionales” ya se aseguraron, mediante
el acuerdo que hicieron con el gobierno argentino, que cobrarán hasta
el último dólar. Para ellos no hay quita, ni default, ni nada: que
paguen los giles.
Lógicamente,
frente a este trato desigual, los tenedores de bonos privados pusieron
el grito en el cielo y fueron a quejarse a sus gobiernos. Los bancos
que tan bien los habían asesorado se sumaron al reclamo (no sea cosa
de que los ahorristas se las agarraran con ellos): “¡Los malvados
argentinos se quedaron con nuestro dinero!”, gemían.
De ahí que los países europeos y Japón fueran los más duros
contra Argentina en la negociación con el Fondo. Pero donde manda
capitán no manda marinero: EE.UU. dio el visto bueno, y el FMI viene
aprobando –a regañadientes, es cierto– los acuerdos con el
gobierno de Kirchner.
El
“amigo” americano
El asunto es que ahora arrecian las presiones del FMI, motorizadas por
los europeos, para que Argentina “flexibilice” su oferta a los
acreedores privados. EE.UU., en rol de mediador “amigo”, le
pide comprensión tanto a un bando como a otro (aunque dentro del
propio gobierno yanqui hay alas más duras con los países deudores,
como la que encabeza la famosa Anne Krueger). Por supuesto, el zapato
argentino aprieta menos que el europeo, pero EE.UU. tiene sus propias
necesidades de estabilidad política en América Latina... y Bush está
preparando su reelección, con un electorado hispano que tiene que
atender.
De modo que el Tesoro yanqui presionó al FMI para que apruebe la
revisión de las cuentas argentinas, postergó despelotes judiciales
en los estrados de Nueva York (las decisiones legales se toman allá,
porque Argentina aceptó eso cuando emitió deuda) y dejó claro que en
el mundo hay dos clases de acreedores. Los de primera (FMI, BM,
etc.), que cobran primero y sin quita, y el resto, es decir, la gilada,
que cobrará cuanto y cuando pueda.
¿Acaso
todas estas manitos son gratis? Claro que no. Kirchner ya pasó por
caja en la reunión con Bush, y dejó compromisos categóricos.
En
primer lugar, Bush, como quien no quiere la cosa, le dijo que había
escuchado “rumores” de que Argentina no iba a pagar.
Inmediatamente, se llevó las garantías de Kirchner de que
Argentina sí iba a pagar, sólo que con tiempo, como se pudiera,
etc. Esto no es secundario: en marzo Argentina se tiene que poner con
3000 millones para el FMI, que tendrán que salir de las reservas si
la negociación de febrero no avanza.
En
segundo lugar, Kirchner le lava la cara a Bush ante el electorado
hispano de EE.UU., haciéndole quedar como un gobernante
comprensivo y no como el mandamás del imperialismo que acogota a América
Latina.
En
tercer lugar, Kirchner se está postulando como interlocutor serio
y responsable –“independiente”, eso sí, lo que lo hace más
atractivo– de la estrategia continental de EE.UU. en lo político y
lo económico (ver en nota aparte la agachada frente a la cuestión
del ALCA). La suspensión de las visitas a Castro y a Chávez y los
berridos de Kirchner contra el “terrorismo internacional” (¡mientras
andaba a los arrumacos con el peor terrorista del mundo, el presidente
de EE.UU.!) son de importancia menor, pero sintomática.
¿Nace la pareja de tenis
Bush-Kirchner?
Es imposible recordar sin repulsión las visitas de Bush (padre) a la
Argentina y sus ridículos partidos de golf y de tenis con nuestro no
menos ridículo presidente de entonces. Era la época de las
“relaciones carnales”. Pero aunque ahora no se llegue a esos
extremos, hay que tener muy en cuenta los comentarios del propio
Kirchner después de Monterrey. Según La Nación del 19-1, le
dijo al canciller Bielsa en el avión de regreso que se iba “a
ocupar personalmente de la relación con Estados Unidos”. Contó que
la reunión con Bush le transmitió una “sensación de confianza”.
Lo mismo había dicho en Monterrey: “lo vi [a Bush] con una actitud
solidaria y de apoyo” (La Nación, 18-1-04). ¡Esta sí que
es nueva!
Creemos
que todos los “progresistas”, los ingenuos y los devenidos
oficialistas (es el caso cada vez más lamentable de Hebe de Bonafini,
que tratamos aparte), que se creen a pie juntillas las bravuconadas y
fintas verbales del presidente, deberían conocer una semblanza muy
distinta de Kirchner hecha por funcionarios de la Cancillería
argentina que estuvieron en Monterrey.
“Se equivocan los que creen que Kirchner es un antinorteamericano. No
es así (...) Cree en la desregulación, en la libre competencia y en
el mercado (...) La intención de Kirchner es que los principales países
del mundo encuentren a la Argentina donde la busquen y no en otro
lado. Para eso hay que ser coherentes y ordenados” (La Nación,
19-1-04).
El
Fondo viene por más
¿Significa todo esto que Kirchner es Menem disfrazado? Claro que no.
Tampoco es Fidel Castro o Hugo Chávez disfrazado, como sueñan otros.
En realidad, no hay ningún disfraz: es el mismo que propuso y
prometió “capitalismo serio”.
Eso puede, a veces, implicar tironeos y negociaciones con sectores
diversos. Lo que Kirchner jamás hará –esa seguridad es la
que quería, y obtuvo, el presidente yanqui– es patear el tablero
del orden de dominación imperialista sobre América Latina. En
palabras de Bush, “no me interesa en qué lado del espectro democrático
está. Sólo me importa que estén en el lado democrático” (La
Nación, 14-1-04). Traducido, esto significa que, de acuerdo a
la óptica imperial, Kirchner es en el continente un factor de orden,
no de inestabilidad. Las dudas que generaron las relaciones con Chávez,
Castro o Evo Morales quedaron disipadas. Eso fue lo que el canciller
Bielsa llamó “aclarar los puntos pendientes”.
La cuestión de la
deuda no da respiro. En febrero, el FMI mandará otra misión a
revisar las cuentas argentinas. Por eso, la realidad es la opuesta
a las declaraciones rimbombantes de “se acabó el ajuste en la
Argentina”, como temeraria y demagógicamente dijo Kirchner el
lunes 19. Ahí están los salarios de hambre, los millones
desocupados, los despidos en los municipios y el intento de
relegitimar la flexibilización menemista. Es la costumbre de este
gobierno: hacer alharaca mediática mientras cumple puntualmente con
el Fondo... y prepara nuevos pagos.
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