Revoloteo de almas muertas
sobre la tragedia Argentina
De la sobreactuación al ridículo
Por Jorge Beinstein
"Enfoques Alternativos", Nº 22, marzo de 2004
Correspondencia de Prensa Nº 407, 04/04/04
Era previsible, el gobierno pagó puntualmente al FMI
3.072 millones de dólares, un quinto de las reservas en divisas de
Argentina... a cambio de nuevos ajustes, por supuesto. Como ya es
costumbre en estos casos el acto de sometimiento fue precedido por una
avalancha de bravuconadas presidenciales, de gestos patrióticos
de funcionarios de distinto nivel. Similares fanfarronadas se habían
producido antes de los aumentos de tarifas y combustibles. Juego de pícaros,
comedia de enredos, que ya no sorprende a nadie porque se repite una y
otra vez hasta el hartazgo. Lo que hace un año se presentaba
novedoso, audaz, astuto, aparece ahora como grotesco. Nos encontramos
ante el llamado efecto de rigidez que según Bergson constituye
uno de los fundamentos de lo cómico. "El personaje ejecuta
los mismos movimientos aunque el cambio de contexto pide otra cosa,
entonces el hombre se da un porrazo y la gente ríe" (1).
El porrazo lamentablemente no se lo dio solo el
gobierno ya que la entrega perjudica a la mayoría de la población
que para cubrir esa suma deberá soportar ajustes fiscales, caídas de
salarios reales, marginalidad. El pueblo no encuentra motivo para la
risa, la comedia deviene tragedia.
Tragicomedia de la decadencia encabezada por un
gobierno minoritario (por su origen electoral), legitimado por
una descomunal manipulación mediática que distorsionó encuestas de
opinión y falsificó adhesiones masivas al oficialismo, pero
que inevitablemente va perdiendo legitimidad. Los fuegos artificiales
aburren, su poder de bloqueo se diluye, los argentinos pueden ahora
pasarlos a un segundo plano y volver a percibir plenamente la
realidad. En consecuencia el sistema K desnuda su verdadera
naturaleza conservadora, servil ante el FMI. La renovación
institucional y moral prometida era puro cuento, el régimen se
reproduce con más de lo mismo. Finalmente con el correr de los meses
por encima de las intoxicaciones mediáticas, o mas bien a causa de la
saturación de propaganda repetitiva, ha terminado por crearse la
imagen de un presidente que sobreactúa, que dice una cosa y luego
hace lo contrario. La ola K se agota, va cayendo en el ridículo.
Vientos regionales
Argentina no es una excepción. Hace pocos días la
agencia de prensa boliviana Econoticias señalaba lo siguiente: "Un
ejército de intelectuales, periodistas, medios de comunicación, burócratas,
empresarios y militantes de los partidos neoliberales intentan mostrar
que el gobierno del nuevo presidente de Bolivia, Carlos Mesa, no se
parece en nada al de Gonzalo Sánchez de Lozada, derribado a piedra y
palo por la furia popular en octubre del 2003. Muchos presentan a Mesa
como "progresista", como "antineoliberal". Otros,
que no ven más allá de su entorno, dicen que es el presidente con
mayor apoyo popular de la historia reciente... pero hasta ahora, el
gobierno de Mesa no se apartó ni un milímetro de las políticas diseñadas
por Sánchez de Lozada y sigue dócilmente las instrucciones del Fondo
Monetario Internacional, de la embajada de Estados Unidos y de las
transnacionales" (2).
También en Brasil la continuidad del régimen
neoliberal ha sido asegurada por Lula y su equipo de progresistas. En
Bolivia Mesa practica el ajuste con música progre como parte de una
seguidilla de golpes mediáticos, en una suerte de caricatura
apresurada del kirchnerismo.
Existen diferencias de origen, Lula lidera un gran
partido popular (al que paso a paso va vaciando de contenido),
Kirchner es uno de los jefes de un movimiento que ya fue vaciado en
los 90 por el menemismo y hoy constituye una red de mafias políticas
que se comunican con la población a través de las agencias de
publicidad. Mesa carece de partido o de algo que lo simule. Pero en
los tres casos el progresismo aparece como la cobertura
cultural decisiva en la reproducción de las conquistas básicas del
neoliberalismo.
En Brasil el PT luego de un largo camino de
interpenetración reformista con el Estado terminó por
convertirse en un celoso custodio de los intereses del capitalismo en
especial de su trama financiera (hegemónica). En Bolivia el vació
dejado por el desprestigio de la elite política tradicional precipitó
el uso desesperado por parte del Poder en crisis de un discurso
izquierdizante destinado a contener la marea popular. Discurso de
acompañamiento del enésimo ajuste impuesto por el FMI.
Nos encontramos ante un hecho ideológico de dimensión
latinoamericana enlazado con fenómenos globales. La sucesión histórica
de fracasos del nacionalismo burgués (ligado a ensayos keynesianos
subdesarrollados) y de su efímero heredero (sepulturero) neoliberal
dejaron sin ideología legitimadora a las burguesías de la región
acosadas en su mayoría por desbordes populares que amenazan
radicalizarse. Ello se vincula con la declinación planetaria del
discurso neoliberal componente del naufragio del proceso de
financierización del capitalismo. Que deriva ahora en una serie de
manotazos militaristas del Imperio, despliegue de fuerza bruta sin
hegemonía cultural, tentativa de demostración de poder que termina
por descubrir debilidades estratégicas (económica, política,
militar...).
Sombras setentistas
En Argentina, agotados los imaginarios políticos
tradicionales, aparece una suerte de setentismo de opereta, disfraz de
un gobierno que sirve al detalle las pautas del régimen económico
inaugurado en 1976 y consolidado en los 90. El telón de fondo del fenómeno
es el gran susto de las clases dominantes, en especial de la
mafia política ante la rebelión de diciembre de 2001 y los meses
agitados que le siguieron.
Curioso setentismo que finge encarnar la memoria de
los mártires de la dictadura y prolonga, adecua a los nuevos tiempos,
el sistema engendrado por Videla y Martinez de Hoz. La farsa cuenta
con actores imprescindibles: setentistas que hicieron de la memoria
su profesión. Memoria muerta, sin proyección transformadora
(revolucionaria concreta) hacia el futuro, memoria falsa construida
como amasijo de derrotas, donde cada combatiente del pasado es
convertido en víctima de una derecha cruel y todopoderosa
(invencible). Memoria inmoral que apuntala la negación seudoética de
la izquierda presente (acusada según el caso de oportunista,
obsoleta o desubicada)... en nombre de 30 mil desaparecidos que no
tienen la posibilidad de opinar, eternamente congelados por estos
comerciantes de mártires convertidos en materia prima de la acumulación
de un pequeño o mediano capital utilizado en negocios mediáticos y
de otra índole.
El consenso progre-kirchnerista ha reunido desde
fascistas reposicionados como Daniel Hadad (3) hasta ex rebeldes que
han sentado cabeza. Los primeros poniéndose una nueva Kareta y los
otros sacándose sus desgastadas caretas revolucionarias.
Este neosetentismo regiminoso es el resultado de la
conjunción de dos debilidades; la de las clases dominantes que se ven
obligadas a robar símbolos de sus enemigos para improvisar nuevos
maquillajes porque los mitos propios se han vuelto obsoletos (revelación
de la crisis cultural profunda del país burgués) pero al mismo
tiempo debilidad estratégica de los oprimidos que no han podido
desbaratar ese robo, permitiendo así la sobrevivencia de un sistema
históricamente inviable.
Sombras peronistas
La precipitada manipulación del setentismo está señalando
implícitamente que la iconografía peronista se ha convertido en un
remanente casi inservible para los titiriteros del régimen. Es que el
peronismo es hoy el partido del sistema colonial, su principal
estructura política, lo que lo ha llevado a confundirse en los hechos
con una elite depredadora de millonarios, de gente exitosa, que
concentra ingresos frente a millones de pobres e indigentes (la mayoría
de la población). En ese contexto los recuerdos clásicos de Peron y
Evita, incluso del evitismo de los años 60 y 70, esgrimidos
por los burgueses, burócratas y advenedizos justicialistas constituye
un palabrerio incomprensible para un argentino de abajo, no muy
distinto a una misa en latín.
Pero este presente del peronismo debería obligarnos a
repensar su pasado, a reubicar las ilusiones de hace tres o cuatro décadas
en torno del supuesto potencial revolucionario de dicho movimiento.
Ello nos llevaría seguramente a una critica demoledora del llamado marxismo
nacional y popular de los años 60, de Rodolfo Pugrós, Hernandez
Arregui o John Willian Cooke, lo que significaría de paso volver a
enterrar los mitos gorilas que ellos sepultaron. Evidentemente el
peronismo nunca fue "el hecho maldito del país burgués"
(Cooke), fue primero el fracaso de su más importante tentativa
integradora (1945-1955) cuyas secuelas de descomposición
institucional forjaron expectativas de izquierda evidentemente
equivocadas, y mucho después (desde los años 80 y 90) se constituyó
en el instrumento político privilegiado de la reproducción del
capitalismo colonial. No fue un transito sencillo, requirió mucha
sangre propia y ajena, mucha degradación, pero finalmente el hijo
transgresor maduró lo suficiente como para incorporarse de cuerpo y
alma a su vieja familia devenida decadente.
Almas muertas
El sistema K oculta detrás de su aparente ímpetu
renovador, de su exitismo mediático, un fondo de decadencia cultural
que lo sobredetermina. Su tropa está plagada de almas muertas, de
sombras cadavéricas de un pasado brumoso, amputado o abiertamente
falsificado, constituido por iconos raídos por el paso del tiempo o
hurtados y rápidamente disfrazados para las circunstancias. Con todo
eso a cuestas sigue en el poder un viejo peronismo corrupto ayudado
por una muleta setentista. Menemistas reconvertidos abrazados con
progresistas que hasta hace poco los maldecían, todos unidos
gestionando la sociedad neoliberal. Este contexto degradado vale mucho
más para la evaluación de la coyuntura actual que la manipulación
mentirosa de cien datos estadísticos acerca de la supuesta recuperación
económica.
Carrera contra el tiempo
Tal recuperación es sumamente frágil. Cuenta con un
superávit fiscal basado en el gran derrumbe del gasto público real
causado por la crisis de 2001-2002 que achicó salarios estatales y
gastos sociales reales, y en los tributos de una parte de la enorme
transferencia de ingresos realizada en favor de los exportadores.
También cuenta (cada vez menos) con el superávit comercial debido a
la caída de las importaciones durante el período antes señalado, es
decir al achicamiento del mercado interno. Depende del juego de
presiones de la mafia financiera y de las empresas privatizadas lo que
la torna muy inestable. Además la crisis internacional, en especial
la de Estados Unidos, y más cerca de nosotros la recesión en Brasil,
reducen al mínimo su margen externo de maniobras. Finalmente el FMI
obliga al gobierno a persistir en una política económica que
mantiene bajo el consumo interno (aplastamiento de los gastos públicos,
de los salarios, aumentos de tarifas, etc.). Kirchner usó y abusó de
su primer año en la presidencia, prometiendo a unos y a otros pero
aceptando en definitiva los que sus superiores le exigían. Las
promesas incumplidas se van convirtiendo en decepciones, en bronca
acumulada. Al gobierno se le va agotando el tiempo.
Notas:
(1) Henri Bergson, Le rire, p. 7, PUF, Paris, 1991.
(2)
Econoticias, http://www.econoticiasbolivia.com
(3) Franco Lindner, "Periodismo pinguino. Novas a
criticar", Revista Noticias, 21 de febrero de 2004, página 28.
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