Huelga
de Subterráneos
de Buenos Aires - Reportaje a los trabajadores
Lecciones de una lucha ejemplar
Por
Juan Luis Rojo
Socialismo o Barbarie, periódico, 22/04/04
Entre el 2 y el 5 de abril se desarrolló el conflicto
en Subterráneos de Buenos Aires. A lo largo de estos cuatro días no
corrió ni un subte y todas las líneas estuvieron ocupadas por sus
trabajadores. Se trató, sin duda, del conflicto de ocupados más
importante bajo Kirchner, que termino con un contundente
triunfo.
Triunfo que se da
en un sector estratégico como son los subtes de la capital del
país, que por su composición social y generacional
mayoritaria (y su peso como estructura) son lo que se puede
caracterizar como un componente importante de la “nueva clase
trabajadora”.
Dado el valor de este conflicto, junto con la palabra
de algunos de sus protagonistas (ver paginas centrales), queremos
presentar aquí algunas de las lecciones que creemos mas
importantes.
Una nueva clase trabajadora entra en escena
Como cuentan los compañeros en la entrevista, la
mayoría de los trabajadores hoy en el subte son compañeros que
ingresaron a partir de la privatización. A partir de ella, la
empresa despidió una cantidad importante de los compañeros que venían
trabajando anteriormente en la empresa estatal (cuando su plantel era
de unos 3500 compañeros). Hoy trabajan 1600; parte importante de los
cuales son jóvenes.
Cuando en la Argentina del mar del desempleo
trabajadores de una empresa como las de subte (que diariamente
transporta 1.200.000 pasajeros) entran en escena, evidentemente es un
hecho a destacar. Porque se trata de la emergencia o la aparición en
la lucha de un componente de trabajadores mayormente ausente en
el proceso abierto a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001: la clase
trabajadora ocupada. En particular, un componente de esa clase
trabajadora joven, que hace sus primeras armas en la lucha.
Hasta
ahora, el proceso tendió a reflejar más a un componente de la clase
trabajadora “tradicional”, muchos de ellos hoy desocupados o en
pequeñas estructuras de trabajo. Pero en este caso se ha tratado de
un sector de lo que podemos llamar “la nueva clase trabajadora”: jóvenes
obreros y trabajadores que han sido incorporados al trabajo en los últimos
años, en importantes fábricas o a determinados sectores de servicios
como los subtes mismos, ferrocarriles, supermercados, empresas telefónicas,
etc.
Una lucha independiente
En segundo lugar, hay otro elemento de enorme
importancia que fue comentado entre los trabajadores y la población:
se trató de una lucha donde los trabajadores se pusieron de pie y se
manejaron de manera independiente de la burocracia del
sindicato de la UTA.
A decir verdad, desde el año 2000 el cuerpo de
delegados viene siendo independiente de la burocracia de Palacios. A partir de los despidos masivos el 1° de enero de 1994, el paso a la
privada y la incorporación de una camada de nuevos trabajadores, se
transformó en una estructura “nueva” respecto de los
procesos vividos en los 80. El proceso de organización se fue
desarrollando trabajosamente, y terminó dando lugar a este nuevo
cuerpo de delegados. Y en esta pelea, ese cuerpo de delegados adquirió
“mayoría
de edad”: logró plantarse y obligar al Ministerio de Trabajo y
al gobierno a reconocerlos como tales.
Al mismo tiempo, se dio otra característica: se
pusieron al frente de una lucha política que (aunque por la
base no se terminó de entender así) enfrentó tanto a la empresa y a
Palacios como al gobierno de Kirchner. Es que la lucha y
ocupación de los subtes terminó adquiriendo una dimensión política
nacional. Buscó y obtuvo el apoyo político explícito de la
vanguardia “extramuros” y la simpatía de la población en
general. Y se ganó, en gran medida, porque al ponerse firmes mediante
el paro por tiempo indeterminado y la toma, el gobierno de Kirchner
(debilitado como venía), no estaba en condiciones de empezar la
semana con la Capital a media máquina producto de un paro en los
subterráneos.
El cuerpo de delegados y la vanguardia
En tercer lugar, la importancia del conflicto y del
sector de trabajadores del que se trata pone en manos de los compañeros
del subte en general y de su cuerpo de delegados en particular una gran
responsabilidad. Se trata de las relaciones que van a
establecer de aquí en más respecto del resto de la vanguardia y
movimientos de trabajadores independientes. Y, más en general,
respecto de los trabajadores como un todo.
Esto tiene
dos andariveles. Uno más político:
luego de la lucha que han encabezado, no deben perder de vista que en
los hechos han pasado a ser un actor de importancia en la pelea
por lograr un nuevo desarrollo del proceso de recomposición
entre los trabajadores. Proceso que hasta ahora viene jalonado por la
existencia de los movimientos de trabajadores desocupados
independiente, por algunas de las fábricas recuperadas y por los
sindicatos y directivas clasistas en algunos sectores. Pero que
mayormente no ha tocado el núcleo duro del control de la burocracia
(en todas sus expresiones) sobre los casi 8.000.000 de asalariados con
trabajo.
En segundo lugar, desde el punto de vista más
“sindical”, sabemos que hay dentro del cuerpo de delegados una
discusión acerca de los próximos pasos en lo que hace al
encuadramiento de su lugar de trabajo, con la idea que se esboza de
formar un sindicato independiente. En esto hay una serie de
determinaciones concretas que no conocemos bien y no queremos “desde
afuera” dar un opinión poco fundamentada. Pero sí alertar
acerca de que su experiencia y encuadramiento sindical, en todos los
casos, debe mantenerse independiente de todo sector de la
burocracia.
Esto
pasa, también, por ver que por encima de las burocracias sindicales
están los trabajadores de carne y hueso. Y que en todos los casos hay
que extender la lucha al resto de los compañeros de la rama o
sector y no ir a una dinámica de autoaislamiento como experiencia
clasista.
Un programa para toda la clase trabajadora
Por último, hay otro elemento de extrema importancia.
La pelea de subtes de hecho enarboló el único programa que en la
Argentina puede unir a los dos segmentos en los que se haya dividida
la clase trabajadora: la reivindicación de las 6 horas de trabajo.
Porque el triunfo consistió no sólo en la
reincorporación de los más de 100 compañeros que habían sido
despedidos a partir del comienzo de la lucha, así como parar el
pedido de desafuero para los delegados: logró la aplicación de las 6
horas de trabajo para todos los compañeros. No sólo para los de
tráfico (que ya lo habían obtenido en el 2003), sino también para
los de boleterías.
Este logro muestra que lo mismo sería posible en toda
la clase trabajadora a nivel nacional. Si en el conjunto de los
lugares de trabajo la jornada laboral se redujera a 6 horas (sin
reducción de salario ni aumentos de los ritmos de trabajo), millones
de compañeros hoy sin trabajo podrían pasar a trabajar, y al
mismo tiempo los ocupados no se verían sometidos a condiciones de
esclavitud.
Por supuesto que a esto se oponen rotundamente las
patronales y el propio gobierno, porque significaría una reducción
sustancial del nivel de explotación del trabajo y por lo tanto de las
ganancias empresarias.
Pero por eso mismo, porque la lucha del subte ha
levantado una bandera que es prenda de unidad de clase de
todos los trabajadores, es que esa bandera se debe poner a partir
de ahora más alto que nunca: por la reducción de la jornada
laboral a 6 horas, basta de desocupación, por un turno más en todas
las empresas.
Entrevista
con trabajadores de subte
“Los
compañeros se sintieron artífices de su destino”
Por
Inés (Juventud Ya Basta!-Capital)
Socialismo o Barbarie, periódico, 22/04/04
Después
de cuatro días de paro, de haber ganado las seis horas para todos los
trabajadores de subte y de conseguir que se reincorporara a todos los
compañeros despedidos, charlamos con algunos compañeros sobre la
experiencia, cómo se organizaron antes y durante el conflicto y sus
conclusiones.
Metrovías
y la estafa de la privatización
Tanto
Juan como María hace varios años que trabajan en Metrovías. Pero
son jóvenes y no conocieron el subte del Estado. “Yo hace diez años que
soy boletero, desde la privatización”, cuenta Juan. Antes trabajaba
por mi cuenta. Acá venís a trabajar porque necesitás la plata. Si
fuera por mí trabajaría en otro lado. Pero afuera, viste cómo es.
No hay nada, la desocupación. Acá ganamos bien”. “Ganamos bien
porque la peleamos”, corrige María. “Sí, nosotros trabajamos
casi nueve años con el mismo sueldo. Nueve años seguidos con el
mismo sueldo. Nunca hubo un aumento. El año pasado nos dieron
aumento... pero desde el
’94 hasta el 2003, nada”, remata Juan.
Un
día la empresa firmó un acuerdo con la UTA por un aumento de 135
pesos en el básico. Al día siguiente Kirchner firma el decreto de
los 200 pesos. “Nosotros cobrábamos 435”, recuerda María,
“después con chirolas, los tickets, llegamos a los 600. O sea, nos
ponían 135 en el básico que se nos iba a 570.
Cuando se da el aumento de 200 pesos al otro día la gente se
puso loca. Te están cagando 70 mangos. Así que hicimos paro, el 15
de julio del 2003. Ese paro fue de siete horas...”
Pero
la pelea por las seis horas en el subte viene desde hace muchos años.
No es una pelea nueva. Juan asegura: “La pelea por las seis horas
viene desde siempre. No del ‘94, pero del ‘95 seguro. Se empezó a
hablar de las seis horas, pero nunca tuvimos éxito, no veníamos
fuertes como para pelearlo. Y el año pasado se empezó a hacer fuerza
hasta que hubo una negociación con Tomada (ministro de Trabajo).
Pasamos por Legislatura, pasamos por todos lados. Le rompieron la
cabeza a un compañero. Y de ahí en más fue como que todo el mundo
tomó más fuerza para seguir peleando, con más fuerza”.
El
año pasado, cuando fueron a la legislatura, se discutía la ley de
insalubridad, que obligaba a la empresa a hacer turnos de seis horas.
Y ahí estaban los trabajadores, presionando a los legisladores. Pero
los radicales no dieron quórum. Ibarra presionaba para que no se vote
la ley. La policía reprimió, le rompió la cabeza a un trabajador.
“A partir de ahí hubo negociaciones de todo tipo, hasta que una vez
nos reunió Tomada en el Ministerio... fueron los delegados, se
reunieron con Kirchner, le contaron todo lo que pasaba acá y ahí
habló con Ibarra. Justo era época de elecciones... las elecciones en
Capital”, explica Juan. María agrega: “Claro, era época de
elecciones, no es que fue todo gracias a Kirchner, era época de
elecciones”.
Juan
completa la idea: “Kirchner ahí prometió todo. Y ahí Ibarra veta
la ley”. Según Ibarra, dice María, “no era competencia de la
Legislatura sacar las seis horas por insalubridad; eso lo resolvía la
Policía de Trabajo y Sanidad e Higiene de la Municipalidad”.
Metrovías
venía pateando la resolución del tema de la insalubridad desde hace
varios años. “Lo que hace en realidad Kirchner es acelerar todos
los trámites, y lo que hace también es que por un lado les da las 6
horas a una parte, subsidia a la empresa para que pague las seis
horas, pero la mayoría nos quedamos sin las seis horas”. En
resumen, Metrovías tiene que dar las seis horas para los compañeros
de tráfico, pero a cambio el gobierno de Kirchner le aumenta los
subsidios. “Era para resarcirle los daños”, ironiza María.
Los
compañeros dicen que ahora los subsidios ascienden a 5 millones de
pesos mensuales. Para Sandra, en realidad, el subte es más estatal
que privado, porque “la inversión es del Estado”. Juan comenta
que antes de la privatización el Estado perdía 2 millones mensuales.
Con ese argumento se privatiza el subte. “Pero ahora el Estado
pierde 5 millones en los subsidios”.
María agrega que no sólo el Estado pierde más, sino que
“trabaja mucha menos gente de la que trabajaba antes. Y antes se
laburaba seis horas”. Juan completa la idea:
“Había mucha más gente que ahora, y el sueldo era mucho
mejor. Creo que ahora recién tenemos el sueldo que teníamos en el
’99. El boletero antes de la privatización ganaba 700 pesos.
Nosotros cuando empezamos a trabajar acá ganábamos 407 pesos. O sea,
con la privatización ya se perdieron 300 pesos de sueldo. En realidad
más, porque nos aumentaron dos horas de trabajo”.
Según
Sandra, “para Metrovías fue un negocio redondo. Y para el
Estado...” (baja el pulgar) “Es más”, agrega, “la extensión
de las líneas las hace el gobierno de la Ciudad, no las hace Metrovías.
La empresa administra el servicio y supuestamente el subsidio es para
ir mejorando el servicio”. Juan
explica que según Menem la privatización iba a permitir la
modernización del subte “Pero eso nunca pasó”, sentencia.
“Metrovías compró coches que tienen más de cuarenta años, hizo
lavada de cara en las estaciones. Vos sacás la cascarita esa y abajo
está lo de antes. Nunca hicieron reparaciones”. María se indigna:
“Nosotros tampoco estábamos enterados que era tan así. Nos imaginábamos,
pero no estábamos enterados. La falta de mantenimiento de los coches
implica que venían destruidos. Cuando estábamos de paro, los
muchachos de taller que estaban con nosotros nos empezaron a contar
que los trenes están partidos. Si no hay accidentes es por
casualidad...”. “Contaban que una vez llegó una formación a
Rancagua, que es el taller. Ni bien paró se le cayó una rueda. Si
eso pasa en movimiento, imaginate...”, completa Juan.
Los coches japoneses de la línea B parecen más lindos... pero
tienen diez años más que los que había antes, son del año 1964.
Arranca
el conflicto
Para
Sandra el conflicto tiene dos partes. “Veníamos luchando por las
seis horas. Les dieron las seis horas a tráfico, pero a nosotros
no”. Pero “la UTA decía que se iba a firmar un acuerdo, que nos
iban a dar las seis horas para boleterías, sin las máquinas
expendedoras”.
Las
máquinas expendedoras son un viejo intento de Metrovías para
eliminar trabajadores de las boleterías y meter aún más la
flexibilización laboral. Para eso crearon el Subte Express, puestos
de venta donde hay desde pilas hasta teléfonos celulares. Para María
“te ascienden de esclavo a esclavo primero”. Pero para Juan
“mucho éxito no tuvieron. Fue el primer paso que dieron para meter
las máquinas. Ahora inventaron un nuevo puesto que es asistente al
cliente. Ese es un puesto bastante alto. Tenés que hacer trabajo de
boletero, de asistente, de subte express, subte card y después tenés
que revisar las estaciones, ser el che pibe del supervisor, buchonear
a tus compañeros...”, detalla.
Cuando
el año pasado se consiguieron las seis horas para los compañeros de
tráfico, una parte de los boleteros ascendió.
La
UTA no quería pelear por las seis horas para los boleteros y aceptaba
las máquinas expendedoras, sumándose a la empresa que quería
convencer a los trabajadores de convertirse en vendedores. María señala
“Nosotros sabíamos que las máquinas eran para sacarnos a nosotros.
En un país con millones de desocupados, también nos querían dejar
afuera a nosotros. Pero nosotros y el cuerpo de delegados sabíamos
que había que pelear para que no pongan las máquinas”.
Hace
algunas semanas corría el rumor de que la UTA iba a firmar con Metrovías
un acuerdo. Entonces hubo una asamblea de los trabajadores que
determinó que “si llegaban a firmar con las máquinas expendedoras,
se hacía un paro”.
María
recuerda lo que pasó entre el año pasado y este conflicto. “Pasó
así: cuando le dieron las seis horas a tráfico hubo una gran camada
que se pasó a tráfico. Y nosotros fuimos los que por razones políticas
quedamos acá. La empresa nos castigó. Nosotros queríamos pasar a tráfico
con seis horas. Aparte porque veníamos luchándola desde un
principio, luchándola para que las mujeres sean guardas”. Cuando se
consiguieron seis horas para tráfico “en primera instancia nos tocó
remontar los muertos. Porque éramos los únicos que quedamos, los demás
subieron a los trenes. Estábamos destruidos, desmoralizados. No éramos
nosotros los únicos muertos que levantamos, terminamos levantando al
resto. Algunos decían hay que esperar, hay que negociar. Pasó un
mes, dos meses, seis meses y de la negociación no se pasaba”.
Sandra agrega: “Y nosotros nos seguíamos quedando, sin las seis
horas en la boletería”.
Juan
señala que “había un rumor: que en marzo venían las seis horas.
Lo decía la UTA, lo decía la empresa, venían con ese rumor, que no
nos preocupemos que venían las seis horas. La cuestión es que las
seis horas nunca venían. Entonces dijimos bueno...” “Empecemos a
agitar a la gente”, completa María. “Hicimos boletines, que tenían
notas para decirle a los compañeros ‘miren que las seis horas no
vienen’. Es mentira que sin pelear te van a dar las cosas. En una
parte les contábamos todo lo que habíamos hecho de a poquito, fuimos
recopilando la historia y contamos con recortes de diarios... Llegamos
a sacar dos boletines. Paralelo a eso lo que hicimos fue hacer
volantes, que los íbamos pegando en el tren. Y así contagiamos a la
línea A. Que en la línea A fueron muchos más los
que se quedaron en las boleterías, nos superaron. Hicieron sus
propios carteles, después repartíamos carteles”.
Para
los compañeros, Metrovías intentó dividir a los trabajadores dando
sólo seis horas para tráfico.
“Nosotros”,
dice María, “también estamos contra la burocracia sindical, pero
también me parecía que había que cumplir con determinados pasos”.
“¿Sabés cómo son las reuniones de la UTA?”, pregunta Juan.
“Te llaman a una asamblea, le dicen reunión informativa, vos vas a
la reunión... de acá no va a haber nadie porque nadie les cree, van
15 de subte, 60 tipos de ellos y dicen salió esto, esto y esto.
Votemos. La gente de ellos vota, vos no votás y ganó la mayoría”.
“Y
guarda, que no se te ocurra decir algo en contra porque te cagan a
palos”, agrega Sandra. María recuerda que a los compañeros del
subte “Se les ocurrió armar una asamblea general en el cine de la
UTA. Cuando llegaron los estaban esperando los de Palacios y los
cagaron a palos”.
El
jueves 1 de abril la UTA y Metrovías firmaron un acuerdo: eran 6
horas + 1 hora adicional y 6 horas + 2 adicionales. Además se
aprobaba que se colocarían las máquinas expendedoras. Pero los
trabajadores y los delegados se enteraron por la tele. Nadie informaba
el contenido del acuerdo. Sin embargo, los trabajadores estaban
preparados. “Nosotros veníamos con la posición de que basta de
negociar, hay que parar,” dice María “que si las negociaciones no
daban frutos hay que parar, no había otra manera. Entonces, nuestra
posición de que mientras la UTA y Metrovías firmaban el acta, teníamos
que parar. Ya que el cuerpo de delegados quería diferenciarse de la
UTA, tenía que parar ahí, que no haga las mismas cosas que hace la
UTA. Que lo único que hace es negociar, negociar y negociar, cuando
la empresa no te va a dar nada porque no es una sociedad de
beneficencia. Me parece que ninguno de los que están ahí son nenes
de pecho. Todo el mundo sabe que si te tiran, te tiran, te tiran y vos
las dejás pasar, en algún momento la dejás pasar grande. Nosotros
decíamos que había que parar”. “Muchos compañeros pensaban que
el impulso del año pasado nos iba a alcanzar para negociar toda la
vida. Pensaban que la empresa nos tiene miedo. Y no, no te tienen
miedo. Porque si te provocan y vos no saltás, seguís negociando...
entonces, quién te va a tener miedo”.
Cuando
el jueves a la noche se conoció el acuerdo, se lanzó el paro. El
viernes a lo largo del día se fueron sumando las distintas líneas,
hasta que las cinco líneas quedaron paradas.
“En
realidad”, aclara María, “la línea dejó de andar dos horas
después porque salían los jefes. Pero la gente paró antes. Después
nos sentamos en el andén y no pudieron andar más. Acá todo fue una
discusión, todo costó un montón. Pero después a lo largo del
tiempo se fue transformando. Y los compañeros se sintieron por ese
minuto artífices de su destino, estaban peleando por ser ellos los
que decidían. Y eso fue a lo largo del paro”.
La
campaña de los medios y el aguante
La
primera reacción de la empresa fue despedir compañeros. “Ya sabíamos
que a partir del momento que el primer compañero dejó el tren y el
segundo dijo yo no subo, venían los telegramas de despido. Entonces,
a partir de esa base se estaban jugando otras cosas. Era defender a
las personas que la empresa despedía. O nos jugábamos todos o nos
jugábamos todos”. “Fue
una situación bastante jugada... cómo se levantan los telegramas de
despido. Había que parar la línea de cualquier manera”.
Juan
recuerda que “durante el fin de semana en los medios lo que se
hablaba era de Soldán y Rímolo, nosotros ni existíamos. Toda la
Capital Federal movilizada en colectivos y los medios hablaban de Rímolo”.
“Yo creo que el lunes se terminó de caer la propaganda de los
medios. Cuando la empresa abrió los subtes y los medios pudieron
entrar...”
Para
María los medios “apostaron a que la gente se nos volviera en
contra, todo eso era una campaña. La gente estaba caliente porque no
viajaba y ellos seguían tirando leña al fuego. Por suerte, el lunes
cuando abrieron la puerta no bajó nadie”. Sandra piensa que eso se
debe a que “había mucha gente apoyando, se repartían volantes
explicando al pasajero, se organizaron actividades, el festival...”
“Yo
creo que hubo un cambio muy grande de conciencia de la gente,
inclusive nosotros, de decir ‘viste que peleando se puede’, de
aguantar la presión”, reflexiona María. “Claro, eso lo logró la
pelea. Y lo de los despidos lo que logró fue que cada vez fuéramos más.
Y en una noche éramos un montón, estábamos muy unidos”, agrega
Juan.
“El
paro no fue contra la UTA, fue a pesar de la UTA. Pero con el paso de
los días, cuando la UTA no daba señales de vida, cuando el
ministerio no daba señales de vida, cuando el gobierno no daba señales
de vida y el televisor era Rímolo, Rímolo, Rímolo, ahí la gente
empezó a decir: ‘Qué pasa que estos hijos de puta no bajan... el
gobierno, la empresa y la UTA están todos confabulados. Nos van a
terminar echando a todos, hay que aguantar, hay que aguantar, ellos
son todos una manga de hijos de puta’. Y cuando vino la UTA a tratar
de convencernos que levantáramos el paro, la gente los echó”.
“En
el paro, la verdad, se sintió mucho la solidaridad de afuera”, dice
Juan. “Estuvieron todo el tiempo, el festival... También vinieron
los familiares”. Todo el tiempo había compañeros en las estaciones
importantes. “Nos turnábamos, nos quedábamos una noche, la otra
noche nos íbamos a casa”, cuenta Sandra. “Pero en realidad no
dormías, te tirabas un rato, pendiente de la tele, la radio, a ver qué
pasaba”, añade Juan.
Los
trabajadores se preparaban para el martes a la madrugada. El lunes
(feriado), a las cinco de la tarde, el gobierno tuvo que llamar a la
negociación. Para la empresa y para el gobierno era un problema
empezar el martes con los subtes parados. “Por primera vez tuvieron
que recibir a nuestros delegados como representación de los
trabajadores. En un lugar estaban la empresa y la UTA, en otro cuarto
nuestros delegados”, relata Sandra. Y el gobierno tuvo que apretar a
la empresa para que acepte los reclamos. Seis horas para todos los
trabajadores del subte, reincorporación inmediata de todos los
despedidos, una comisión para discutir qué pasa con las máquinas
expendedoras.
La
alegría de los compañeros no puede ser más grande. Se les nota en
la cara, en las sonrisas al recordar los días del paro. Pero están
alerta. “Ahora estamos más en guardia que nunca”, dice Juan.
“ahora nos van a hacer la guerra, se van a tomar su tiempo, van a
querer dilatar. Pero nosotros estamos más fuertes que nunca”.
La
comisión de mujeres
En
el 2003, cuando los trabajadores del Subte consiguieron las seis horas
para los compañeros de tráfico, la empresa Metrovías declaró que
iba a despedir a 400 mujeres. “Entonces armamos la comisión de la
mujer”, cuenta María. Las boleteras son en su mayoría mujeres. La
comisión se movilizó, y aunque no había delegadas mujeres, todos
los compañeros las apoyaron.
“La
empresa decía no nos iba a subir a conductoras, que no se sabía qué
iba a pasar con las chicas que habían subido a guardas. Entonces, nos
juntamos de urgencia”.
María
remata: “Se pensaron que nunca íbamos a ser guardas, y ahora hasta
hay mujeres conductoras”.
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