Crisis
y confrontaciones en el Partido Justicialista
¿Qué
hay detrás de la pelea Kirchner-Solá-Duhalde?
Por
Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 23/06/04
En
las últimas semanas se ha dedicado un extraordinario número de
minutos de radio y TV y páginas de diarios a las discusiones, marchas
y contramarchas entre el presidente, el gobernador bonaerense y
Duhalde. Sin embargo, con su habitual superficialidad, los medios sólo
dejan la impresión de que se trata de una vaga “pelea por el poder
entre políticos”. Por supuesto que ese elemento existe, pero el
trasfondo del problema es mucho más serio: tiene que ver con qué
clase de país se está buscando configurar. En particular, dos
problemas están sobre la mesa: qué relación tendrá la Argentina
con el imperialismo y qué rol van a jugar las provincias.
La palabra clave es ajuste
Evidentemente,
Kirchner, Duhalde y los gobernadores se pelean por la plata. Lo que no
suele quedar tan claro es que en realidad es una discusión para ver quién
administra mejor las exigencias del FMI en provecho de los
acreedores y de sus carreras políticas, y en perjuicio del conjunto
de los trabajadores y el pueblo.
El
marco de la pelea es el proyecto de Ley de Responsabilidad Fiscal (LRF).
¿Qué es eso? Se trata ni más ni menos que de la versión 2004 de la
célebre “ley de convertibilidad fiscal” de 1999, cuyo objetivo
era el mismo que hoy se reafirma: poner un límite legal a la
capacidad de gasto de las provincias y de la Nación con el fin de
asegurar un excedente destinado a aumentar los pagos de la deuda.
Es
casi innecesario aclarar que esta ley es una exigencia del FMI y una
de las condiciones para que la misión imperialista que llegó al país
apruebe su “revisión” del comportamiento fiscal de la Argentina y
se mantenga el acuerdo firmado. De hecho, otra de las condiciones era
que estuviera aprobada la nueva ley de coparticipación federal, que
regirá la manera de distribuir ingresos públicos a las provincias.
Eso no va a poder ser cumplido por el momento, de modo que Kirchner
espera aplacar las iras del Fondo con este proyecto marco de
Responsabilidad Fiscal.
¿Qué
propone la LRF? Básicamente, que la Nación y las provincias se
comprometan cada año a no gastar un solo peso más que el año
anterior, a menos que haya habido crecimiento del Producto Bruto
Interno (que mide el tamaño de la economía). Por ejemplo, si el PBI
crece 5%, el gasto sólo puede aumentar hasta 5%, nunca más.
Esto,
que parece una norma sencilla e inocua, tiene consecuencias terribles,
gravísimas.
En
primer lugar, esto significa que queda congelada la relación entre el
gasto público y el tamaño de la economía. En la Argentina, el
gasto público equivale hoy al 23% del PBI. Es este número el que
se piensa anclar, dado que para que ese porcentaje suba, habría que
gastar más de lo que aumente el PBI (que es precisamente lo que la
ley va a prohibir). Para tener una idea: los países imperialistas
tienen un gasto público de entre el 35 y el 45% del PBI (los países
escandinavos llegan al 55%), y la propia Argentina, en el año 2001
(el año del default, nada menos) tenía un gasto público del 30% del
PBI.
Dicho
en criollo: esta ley busca congelar el gasto público en un nivel
mucho más bajo que el promedio histórico, y que no resiste comparación
con lo que gastan los países desarrollados. Es la admisión de la
penuria financiera para la educación, para la salud, para la obra pública
y para los sueldos estatales. Los estados nacional y provinciales se
someten así a un ajuste permanente y legalizado.
Que
esto no es un invento argentino, sino una política del FMI, se
demuestra en que en Brasil se aprobó una ley similar, con el agregado
de que si algún funcionario nacional o local se atrevía a, por
ejemplo, dar aumentos salariales que subieran el gasto por encima del
tope, debía responder con su propio patrimonio. Por supuesto,
nuestros patrióticos diputados, senadores y gobernadores bramaron que
esa medida era una inaceptable violación de “soberanía”, de modo
que en Argentina este ajustazo será exactamente igual que en Brasil,
con la diferencia de que las mansiones, yates, campos y cuentas
bancarias de estos entreguistas no correrán peligro...
El FMI aconseja: nada de
endeudarse... salvo conmigo
Otro
punto del proyecto de ley es que las provincias tendrán prohibido
dedicar más de un 15% de sus ingresos al servicio de deuda
(recordemos que las provincias tienen deudas propias, distintas de las
del Estado nacional). Si superan ese tope, no pueden endeudarse...
salvo con los organismos financieros internacionales (FMI, Banco
Mundial), que a su vez exigirán garantías de la Nación. La
penalización por no cumplir este ajuste salvaje incluye medidas como
que la Nación podrá retener a la provincia “rebelde” su cuota de
coparticipación.
Esto
constituye una verdadera asfixia financiera para la mayoría de las
provincias. ¿Qué recursos tienen las provincias para funcionar? Las
fuentes son cuatro: la recaudación propia (que nunca cubre el total
de los gastos); las regalías (que sólo cobran las provincias con
recursos naturales como petróleo o gas, casi exclusivamente las patagónicas);
los créditos externos (ya vimos por qué ventanilla son invitadas a
pasar) y la coparticipación de impuestos que les da la Nación. Para
más de la mitad de las provincias, la coparticipación supera la
mitad de sus ingresos totales, con extremos como Formosa, que depende
de la coparticipación en un 90% de su ingreso.
El
resultado de todo esto es una dependencia financiera cada vez más
marcada de las provincias con respecto a la Nación (¡la que, a su
vez, está cada vez más controlada por los acuerdos con el FMI!).
Esto es: para que las provincias puedan funcionar(y para que los políticos
locales puedan preservar sus puestos), deberán someterse a las reglas
que les dicte el Ministerio de Economía en Buenos Aires... es decir,
el brazo ejecutor de la regulación financiera “soberana” que el
FMI reclama y obtiene.
¿Gastar
menos para pagar la deuda o atender a las necesidades populares?
En
el fondo, la política hacia las provincias que adopta el gobierno de
Kirchner no es sino un aspecto de la continuidad de un esquema económico
típicamente liberal (ni siquiera capitalista
“progresista”). Se trata de poner el acento siempre en lo que
se gasta (de modo que el resultado es siempre proponer ajustes) en
vez de apuntar a las fuentes de recaudación.
Claro
que esto nos conduce a uno de los nudos de cualquier política económica:
quién paga impuestos. En la Argentina, los ingresos del Estado
dependieron siempre esencialmente de impuestos al consumo (como
el IVA, que pagamos todos los trabajadores cuando compramos cualquier
artículo) y no de impuestos al capital y a sus beneficios
(como el impuesto a las ganancias). Otra vez, lo contrario de los países
desarrollados.
La
única excepción reciente a esa norma ha sido las retenciones a las
exportaciones y el impuesto al cheque (no casualmente posteriores al
Argentinazo). Pero son justamente estos impuestos, que están en la
base de la famosa “recaudación fiscal récord”, los que Kirchner
se comprometió con el FMI a ir eliminando.
Esto
significa que el imperialismo exige, y Kirchner acepta,
“normalizar” la estructura impositiva y de recaudación fiscal. ¡Nada
de poner impuestos a los capitalistas: al contrario, bajarlos o
eliminarlos! ¡Nada de perseguir a los grandes evasores, que todos
sabemos quiénes son, sino apuntar contra los cuentapropistas (eso
anunció Lavagna en estos días)!
Esa
es la clave de las medidas económicas que se vienen, todas ellas
contenidas en el acuerdo con el Fondo Monetario: desde la renegociación
de los contratos con las privatizadas hasta el ajuste en la banca pública
(ya se anunció un programa de retiros voluntarios, jubilaciones
anticipadas y cierre de sucursales), y desde la Ley de Responsabilidad
Fiscal hasta los tarifazos en los servicios, que ya se están
negociando.
En resumen: ¡nada de rozar los intereses de los
capitalistas, sino volver al viejo programa de ajuste sobre ajuste
para pagar y seguir pagando la deuda!
Los
gobernadores como Solá no defienden “a su provincia”, sino que sólo
buscan negociar un margen de subsistencia política en el marco de que
se viene una ofensiva de la Nación para exprimir a las provincias.
Ofensiva planeada y comandada entre bastidores por los técnicos del
FMI
con
el único y exclusivo fin de exprimir tanto a las provincias como a la
Nación para sacarle todos los dólares posibles.
La
conclusión es clara: los trabajadores que luchan por su salario, los
desocupados que quieren volver al trabajo, los millones de
trabajadores en negro y jubilados que dependen para atender su salud
del hospital público, los jóvenes que quieren conservar su derecho a
una educación pública gratuita y de calidad, los sectores populares
sumergidos en provincias cada vez más pobres y postergadas, tienen sólo
dos caminos. O aceptan la creciente sumisión al imperialismo y sus
dictados que viene llevando a cabo Kirchner, o adoptan como primera
bandera de supervivencia de su futuro la del no pago de la deuda y la
ruptura de todos los acuerdos con el FMI.
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