La
verdadera situación de los trabajadores bajo el gobierno de Kirchner
Inseguridad,
precarización y explotación
Por
Marcelo Yunes
Socialismo
o Barbarie, periódico, 23/07/04
La tragedia de los mineros
de Río Turbio, entre otras cosas, puso de manifiesto una de las
realidades que este gobierno y los medios de comunicación se encargan
de querer ocultar: la situación cotidiana de los trabajadores no sólo
no ha mejorado, sino que ha empeorado a lo largo de la gestión de
Kirchner. Detrás del cacareo “progre”, este gobierno es
responsable de mantener, consolidar y profundizar las peores lacras
para el mundo del trabajo que vienen desde los 90. Aquí pasamos en
limpio algunos datos (1) que ilustran la amplitud del fenómeno y
demuestran cuál es el resultado del “país en serio” del que
habla el gobierno. Queremos que sirva como aporte para la fundamentación
de la campaña por la jornada de 6 horas, que no sólo posibilitaría
que millones de desocupados entren a trabajar sino que los mismos
ocupados consigan condiciones de vida y de trabajo más dignas.
La vida
devaluada
Desde
la implementación del sistema de ARTs (Aseguradoras de Riesgos del
Trabajo), desde julio de 1996, todo son ventajas para la patronal y
vía libre para la explotación a costa de las vidas y la salud de los
trabajadores. Bajo el gobierno de Menem, se cambió la legislación
de manera que a) la familia de un trabajador muerto en accidente de
trabajo tenía vedada la acción a la justicia civil, obligándola a
recurrir a la justicia laboral, y b) la indemnización por muerte tenía
topes ridículamente bajos (primero 55.000 pesos, luego 110.000), que
para colmo muchas veces se prorrateaban en una renta mensual.
Esto
se combinaba con una ausencia casi total de controles efectivos
a las escasas medidas de seguridad e higiene a que la ley
“obligaba” a las empresas. Por supuesto, la competencia entre ART
para ganar clientes (las empresas) las llevaba a bajar la tarifa del
seguro laboral, lo que se compensaba haciendo la vista gorda a los
incumplimientos y estafando a los accidentados con las
indemnizaciones. ¿El resultado del sistema? Tres años después de
iniciado, según la Superintendencia de Riesgos del Trabajo, el 70%
de las empresas (290.000) estaban en falta. Lo cual no es raro
cuando uno se entera que ese organismo estatal, que debía controlar a
las ART y a las empresas, tenía 40 (cuarenta) empleados (Clarín,
10-1-99).
Los
cambios que se hicieron en los gobiernos posteriores fueron sólo
maquillajes de los costados más escandalosos. Por ejemplo, si un
obrero de 45 años con un sueldo de 2.000 pesos fallecía en accidente
de trabajo, su familia recibía como pensión mensual un total de 229
pesos (Clarín, 31-5-98). Pero en lo esencial, el sistema de
inseguridad, explotación y bajos costos para la patronal se mantuvo
igual. Según un informe de la OIT de 2001, Argentina ocupaba el
segundo lugar entre los países con mayor índice de fallecimientos
por accidentes de trabajo, sólo detrás de Corea, con 20 muertes cada
100.000 trabajadores.
A
esto hay que agregar que las estadísticas suelen ser mentirosas, ya
que se basan en los informes de las propias ARTs. En el caso de las
enfermedades, si uno toma los datos de las ARTs, casi no quedan casos
de brucelosis, silicosis, saturnismo y otras, pero esto se debe
simplemente a que las ART no reconocen las enfermedades, ya que
como no relevan los agentes de riesgo atribuyen los casos de
enfermedad a contagio fuera del trabajo (Página 12, 11-4-04).
Ni siquiera las muertes están bien contadas: la estadística oficial
habla de tres muertos por día, pero estimaciones más serias hablan
de cinco o seis (Le Monde Diplomatique, julio 2004, La Nación,
28-4-04, y Clarín, 27-4-04).
¿Y
con Kirchner, cómo andamos? Igual o peor. Todos los datos anteriores
se refieren a trabajadores registrados, es decir, en blanco.
Pero con Kirchner, la proporción de trabajo en negro sigue
aumentando (ver más abajo). Se estima que la siniestralidad
laboral del trabajo en los empleos en negro es el doble que la
de los empleos en blanco. Además, por supuesto, los trabajadores con
mayor riesgo de accidente son los que tienen sueldos (e
indemnizaciones) más bajos. La tasa de accidentes en 2003 fue casi un
20% más alta que en 2002. ¿Las razones? No el repunte de la
actividad económica (el aumento de accidentes fue mucho mayor que el
crecimiento de la economía), sino a que la mayor actividad
industrial se realiza en condiciones cada vez más precarias. Pero
lo peor no es eso, sino que el marco institucional que favorece el
curro de las ARTs en perjuicio de los trabajadores queda cada vez más
consolidado. Kirchner completa así la tarea de la legislación
antiobrera de los 90.
Contratos
basura y trabajo en negro
Otra de
las modalidades de explotación durante el menemismo fue la extensión
inédita de los contratos basura, es decir, relaciones
obrero-patronales regidas por leyes de contratos temporarios,
agencias, tercerizaciones y demás formas de evadir la vieja Ley de
Contratos de Trabajo. Para la patronal, esto fue un magnífico medio
para no pagar cargas sociales, jubilación, aguinaldo, vacaciones y,
sobre todo, para poder despedir y retomar personal a gusto, siempre
bajando el salario.
Justamente,
la baja del salario (que operó mediante la doble pinza de la
legislación flexibilizadora y el creciente espectro de la desocupación)
está en la base del aumento de horas trabajadas. Según datos
de la OIT, en 2002 Argentina estaba entre los 5 países del mundo
con jornada anual más larga: 1936 horas (2040 si se computan las
extras). Comparemos: EEUU, 1815 horas; Francia, 1545; Noruega, 1342 (Clarín,
4-9-03). En lo que va de la presidencia de Kirchner, la proyección
es que esta jornada es todavía más larga, como bien saben los
que trabajan en las industrias que se han reanimado vía sustitución
de importaciones o exportaciones.
Pero
en lo que el gobierno rompe todos los récords es en el trabajo en
negro. La cifra de trabajadores con empleos precarios subió de
manera consistente a lo largo de los 90 desde un 26% de los
asalariados (1990) hasta un 39% (2001) (datos del INDEC, Clarín,
2-1-03). Pues bien, con Kirchner esto no sólo no se ha revertido sino
que ha pegado un nuevo salto. Según datos del INDEC y la Fundación
Mediterránea, el 75% de los nuevos empleos (la famosa “reactivación”
kirchnerista) son informales, es decir, en negro (Clarín,
19-6-04). Y el 90% de ellos corresponden a las PyMEs, presentadas por
Kirchner como las grandes “generadoras de empleo”.
A
todo esto, la gran patronal, chocha: el costo laboral por
trabajador ocupado es el más bajo desde 1990, y el incremento de
la productividad es tan significativo que el costo laboral industrial
por unidad producida es un 62% inferior al de 1993 (Clarín,
29-12-03)
Los
anuncios del gobierno de “combatir el empleo en negro” se
convierten en farsas cuando se tienen en cuenta dos datos: 1) el
propio Estado es el primer empleador en negro: por un lado, los
planes Trabajar no tienen cargas sociales ni aportes; por el otro,
todo trabajador estatal sabe que en su recibo de sueldo tiene una
serie de adicionales no remunerativos que son, lisa y llanamente,
artimañas para no incorporar aumentos al básico; 2) la última
medición del INDEC (junio de este año) liquida la discusión: el
empleo en negro roza el 49% en todo el país. Es innecesario decir
que esas cifras son mucho peores en los distritos más pobres, y que
las consecuencias se sienten en toda la vida cotidiana: no tener obra
social, ni jubilación, ni estabilidad, ni derechos, ni indemnización,
ni seguro de accidentes... y ganar mucho menos.
Cartón
lleno: muerte barata, empleo flexible... y salario en picada
Cuando
decíamos desde el MAS, al momento de asumir Kirchner, que el
santacruceño no venía a cambiar nada de fondo y que se iba a
mantener dentro de los márgenes de una “economía de penuria”,
muchos nos denunciaron por aguafiestas. Catorce meses de gobierno son
un plazo más que prudencial para evaluar en qué quedó la esperanza
que incluso hoy el CTA, Barrios de Pie y Hebe de Bonafini insisten en
vender.
Pasado el
impacto (negativo) de la devaluación, el deterioro del salario y la
distribución del ingreso ya no puede achacársele a Duhalde, sino que
es mérito exclusivo de Kirchner. Veamos esto de cerca con algunos
datos.
El
ingreso promedio de todos los asalariados del país es de 596 pesos.
Este valor está un 18% por debajo de la canasta básica para familia
tipo (matrimonio con dos hijos), que es de 723 pesos. Pero los
asalariados en negro ganan en promedio 408 pesos (¡sin contar el
personal doméstico, que gana 237 pesos!). Estos promedios esconden
que el 70% de los ocupados gana menos de 640 pesos, y 4 de cada 10
ocupados gana menos de 350 pesos, ¡es decir menos que el supuesto
“salario mínimo” y rozando la canasta de indigencia, o canasta básica
de alimentos, que es de 330 pesos mensuales! (datos del INDEC en Clarín,
15-7-04). Otra manera de presentarlo es que 5.735.000 personas viven
con 1,50 peso por día (43 pesos por mes), y otros 5 millones, con
menos de 3 pesos por día.
Aunque
parece imposible que tantos trabajadores ganen menos del mínimo
legal, es perfectamente explicable cuando se sabe que el salario
promedio de todos los empleos generados en 2003 fue de 394 pesos. Los
que tuvieron la suerte de conseguir trabajo en blanco promediaron 628
pesos; los otros (amplísima mayoría) promediaron 308 pesos (Clarín,
19-6-04).
De
la distribución del ingreso, ni hablar: lejos del “shock
redistributivo” que reclamaba la CTA, ésta sigue apoyando a un
gobierno que profundiza a niveles inéditos la desigualdad en el
ingreso. Los datos más recientes no dejan dudas: la distancia entre
el ingreso de los más ricos y el de los más pobres nunca fue tan
grande como ahora desde 1974, es decir, desde que se hace esa
medición. El 10% más rico gana 50 veces más que el 10% más
pobre en Capital y Gran Buenos Aires (datos del INDEC). Esto convierte
a Argentina en un país comparable a los más pobres de África o
Centroamérica por su nivel de desigualdad, aunque su nivel de ingreso
por habitante está cerca de los países europeos pobres.
Pedimos
disculpas por la avalancha de datos y cifras, pero nos interesaba
demostrar que según las propias mediciones oficiales, el gobierno de
Kirchner no sólo no tiene nada de “progre” sino que continúa y
profundiza la devastación social en beneficio de unos pocos (los
capitalistas y la clase media alta), y con consecuencias terribles
para el conjunto de los trabajadores. Y téngase en cuenta que aquí
ni nos referimos a los desocupados, lo que daría para otra nota; sólo
consideramos la situación de los asalariados.
De
modo que si algún amigo de Kirchner (dirigentes de la CTA, diario Página
12 y “progresistas light” varios) se pone a contar cuentos sobre
el presidente y sus maravillosas políticas, le sugerimos que le tire
por la cabeza algunos de estos datos. Con un poco de suerte, le dará
algo de vergüenza y se callará la boca.
1.
Aclaración muy necesaria: todas las cifras de este artículo fueron
revisadas cuidadosamente, de modo que lamentamos informar que no hay
ningún error de tipeo en lo que está leyendo. Si hay algún error,
consiste en creer que Kirchner iba a cambiar el “modelo
neoliberal” de los 90, cuando lo que vino a hacer es remozar y
recomponer el sistema capitalista y sus instituciones en beneficio de
la patronal y el imperialismo, y sobre las espaldas de los
trabajadores.
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