La coyuntura política
Estabilización y ofensiva sobre la vanguardia
Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico,
11/11/04
“El gran actor italiano Vittorio
Gassman solía culminar sus cursos magistrales de actuación con una
suerte de broma (...). Pedía a sus alumnos que se comportaran como el
publico al concluir una buena representación: es decir que
aplaudiesen. Reaparecía para agradecer, saludaba, se inclinaba y movía
las manos con modestia (basta por favor, es demasiado, no lo merezco)
mientras (...) parecía retroceder hacia bambalinas (...). Todo era un
maravilloso truco del actor para avanzar hacia la platea y estimular
el aplauso (...). Mientras (...) parecía que se iba, sus movimientos
reales lo aproximaban al publico, enardeciéndolo (...). A un año y
medio de su gestión, es preciso preguntarse seriamente si el gobierno
de Néstor Kirchner hace como Gassman o al revés. Si parece que
retrocede y en realidad avanza; o si simula avanzar mientras
retrocede”.
Luego de las elecciones del 2003 y
de la legitimación del gobierno de Kirchner, se abrió una nueva
situación política de estabilización burguesa. En marzo de este
año decíamos que “uno de los aspectos destacados del argentinazo
fue haber cuestionado la institucionalidad burguesa y haber puesto en
aguda crisis al régimen político de conjunto. La burguesía y en
especial Kirchner, hicieron una lectura correcta del problema y se
dieron una política (...). Estas acciones han logrado darle cierta
credibilidad a las instituciones y sobre todo a la institución
presidencial (...) el resultado de conjunto es una vuelta a la
‘normalidad’ del régimen democrático burgués. La aguda
crisis se ha cerrado (...) lo más probable es que por uno o dos años
no veamos cuestionamientos globales a las instituciones por la acción
independiente de los trabajadores”.
En los últimos meses, esta situación
de estabilización no ha hecho más que profundizarse. La campaña
reaccionaria alrededor de la seguridad, el haber dado pasos en sacar
de las calles a los movimientos piqueteros, el que a prácticamente un
año de las elecciones las mismas ya estén tiñendo la coyuntura política;
todo esto es un indicador de cómo ha ido avanzando la política de
estabilización.
Porque la perspectiva para el próximo
año, es que va a estar cruzado de arriba a abajo por las
elecciones de octubre. Es un hecho que en el 2005, los procesos
políticos a nivel de las masas seguramente van a ser canalizados
hacia allí.
Combinado con esto, es un hecho
también que la experiencia de las masas con el gobierno de Kirchner viene
siendo muy lenta. Éste es un resultado de la situación de
estabilización y recuperación económica; y de la no
radicalización política de las masas hacia la izquierda, lo que
no se produjo siquiera en los momentos álgidos del argentinazo. Las
masas permanecieron –básicamente– en el centro político
inclinándose a veces algo hacia la izquierda, otras veces algo hacia
la derecha.
Incluso más: en los últimos meses
el gobierno se ha venido recuperando de los incipientes
elementos de crisis que se expresaron entre marzo, abril y mayo
alrededor de los problemas con la ESMA, en el PJ y de las marchas de
Blumberg. Esto se expresa en una cierta recuperación de su nivel
de aceptación popular, el que había bajado en esos meses. Todo
esto ha atenuado (por ahora) los elementos de polarización que parecían
empezar a esbozarse, aunque no se puede dejar de señalar el giro a
derecha de un importante sector de las clases medias.
En estas condiciones, se ha vivido
desde agosto una importante ofensiva reaccionaria sobre la
vanguardia, en particular sobre los movimientos piqueteros.
Ofensiva que ha logrado poner a los mismos a la defensiva, sacándolos
en gran medida de las calles, aunque no ha logrado (por lo menos,
no todavía) derrotarlos.
El gobierno de Kirchner paso de una
orientación (exitosa) de buscar aislarlos, a una más directamente
“represiva-disuasiva”, aunque sin jugarse todavía a barrerlos del
todo. Lo que significaría, evidentemente, otro salto en su política
que sigue combinando mecanismos “represivos” y de cooptación,
llegándose hoy a casi 40 presos por luchar.
Su política sobre la vanguardia
sigue, entonces, combinando dos elementos, donde el principal sigue
siendo la división, aislamiento y cooptación (la
“zanahoria”); junto a esto, a los “duros” busca
escarmentarlos mediante el “garrote”. Todo esto se desarrolla
sobre la base del ya señalado giro a la derecha de una importante
porción de las clases medias e incluso de cómo ha calado esta campaña
antipiquetera entre sectores atrasados de los trabajadores.
Bases de la estabilización
Esta estabilización del régimen,
encuentra un fundamento en el freno de los elementos más brutales de
las catástrofe social. A esto se ha sumado una situación económica
de cierta reactivación. En este marco, es necesario destacar
que hay una mayor unidad burguesa; los sectores más
concentrados del país en líneas generales acuerdan con la orientación
del gobierno tanto en lo económico como en lo político. Y no sólo
ellos, sino también todo un amplio espectro de pequeños y medianos
burgueses. Esta situación y coyuntura política de estabilización y
cierto retroceso de las luchas, tiene entonces las siguientes bases:
a) El sostenido crecimiento del PBI
en los últimos dos años, lo que seguirá en el 2005 (entre el 4 y
7%).
b) El triunfo económico y político
para el gobierno y la burguesía que significara que el país salga
del default con el apoyo mayoritario de la población a esto. Esto
implicará no simplemente un “déficit cero”, sino la tremenda
carga de la necesidad de generar un superávit presupuestario de al
menos 3% del PBI por años y años.
c) La administración de un
mecanismo de conquistas, concesiones y trampas sobre sectores amplios
de las masas y la vanguardia (en la mayoría de los casos,
migajas). Este es un fenómeno tremendamente contradictorio que
expresa la presión de las masas sobre el gobierno y la burguesía; y,
al mismo tiempo, la búsqueda de su utilización por parte del
gobierno como instrumentos de dominio y domesticación. Así como hoy,
al mismo tiempo, se intenta avanzar (a medida que se consolida la
estabilización) sobre estas mismas conquistas.
d) El operativo de limpieza y
relegitimación de ciertas instituciones del régimen (como el caso de
la Corte y la justicia en general), así como el uso a pleno al
mecanismo de las elecciones burguesas.
e) La actual unidad burguesa en
torno al gobierno y lo esencial de su orientación, lo que ha dejado
–hoy por hoy– sin mayor sustento (inmediato) a las oposiciones
burguesas encarnadas por Macri, López Murphy o la Carrió.
f) Una coyuntura de fortalecimiento
del gobierno, que paso a la ofensiva sobre la vanguardia dando pasos
en sacarlas de las calles, aunque sin lograr aún derrotarla.
g) La división de las clases
medias, con un sector muy importante (si no mayoritario) que ha girado
a la derecha detrás de la campaña reaccionaria de la seguridad de
Blumberg.
h) El haber logrado (mediante la
CGT y el CTA) evitar el ingreso a la lucha de porciones
mayoritarias de los trabajadores ocupados, al mismo tiempo que
impone el aislamiento de los movimientos de desocupados en particular
y de la vanguardia y la izquierda en general. Esto respecto de
porciones amplísimas de las clases medias e incluso de sectores
atrasados de los trabajadores.
La combinación de todos estos
elementos –en sus distintos niveles– son los que explican y han
creado las bases de la estabilización política del país y de la
actual coyuntura adversa a la vanguardia.
El “milagro K”
¿Es Kirchner un “manosanta”
que en solo dos años ha logrado que el país pase de una situación
de catástrofe económica sin precedentes al augurio de una bonanza
como las mejores? Para responder a esto, veamos algunos elementos de
la situación económica y los mecanismos sobre los que se asienta.
En primer lugar, es un hecho el
crecimiento del PBI por segundo año consecutivo y se prevée que este
crecimiento (con un índice algo menor) continuaría a lo largo del
2005. Esto, evidentemente (en el corto plazo), ha servido para
“limar” los aspectos más brutales de la crisis económica. Junto
con esto, la salida del default (que esta negociándose estas semanas)
constituye un triunfo de Kirchner porque como ya hemos señalado, a
nivel de las masas, hay cierta aceptación de que “no hay otra
que pagar”: no hay movilizaciones ni rechazo de masas al pago de
la deuda.
El tercer elemento (el de más
importancia), es la naturalización de la situación de penuria de
las grandes masas populares y de los trabajadores, verdadera base
económica del “milagro K”. Veamos:
a) 3.000.000 de desempleados
(incluyendo los que reciben planes jefa y jefe).
b) 2.000.000 de subempleados (esto
es, trabajadores que trabajan por debajo de 35 horas semanales).
c) 44.3% de la población por
debajo de la línea de pobreza. Esto es, 16.4 millones de personas
(familia tipo de 4 integrantes) que tienen un ingreso colectivo menor
de 750 $ al mes.
d) 17 % de indigentes. Es decir
familias (de cuatro integrantes) que reciben un ingreso colectivo
menor de 350$ al mes, lo que totaliza 6.3 millones de personas (la
canasta familiar es de 1500 $ al mes)
e) El salario mínimo real (niveles
africanos) son los 150 $ de los Planes Trabajar. Esto es, 50 dólares
al mes.
f) El salario promedio real de los
ocupados sobre base 100 en diciembre del 2001 (2º trimestre de este año)
alcanza el 75% de antes de la devaluación. O sea, se ha perdido un
25% real.
g) Continuidad del conjunto de las
leyes esclavistas de los ’90 y de una situación de completa
fragmentación en la contratación laboral entre trabajadores ocupados
en blanco y efectivos, contratados, terciarizados, en negro, etc.
No hay ninguna posibilidad de que
esto se revierta. Porque simplemente, es lo que ocurre en toda
Latinoamérica: es una de las características “estructurales”
del actual régimen de acumulación capitalista en la región. O
sea, las bases del funcionamiento de la economía y del actual
ciclo “expansivo” son la superexplotación y penuria de los
trabajadores basada en la esclavitud laboral, el desempleo de masas y
la caída del salario real producto de la devaluación; las
exportaciones de productos primarios (y algunos otros rubros
industriales) basadas en la diferencia competitiva lograda por la
devaluación; cierta recuperación de la industria sustitutiva de
importaciones (producto del dólar caro que dificulta el ingreso de
importaciones); la tendencia al aumento de tarifas para satisfacer a
las privatizadas; cierto incremento de las inversiones extranjeras
producto de la estabilización en sectores puntuales; la vuelta al
consumo segmentado de la década del ’90, con euforia en las clases
medias altas y miserables paliativos para los sectores más pobres y
de trabajadores.
Resumiendo, “el desempleo
estructural (...) acaba disciplinando a la fuerza de trabajo e
imponiendo nuevas condiciones degradadas a las relaciones laborales en
la nueva era de la moneda devaluada. La nueva ancla fiscal (superávit
del 3% atado a los pagos de la deuda externa), monetaria (para
favorecer la política de exportación de bienes primarios y asegurar
al mismo tiempo el superávit, asegurando un costo salarial en pesos
devaluados), y laboral (pacto social de los dirigentes sindicales y el
gobierno de Kirchner para reafirmar en la nueva ley laboral toda las
condiciones de precarizacion e inestabilidad del empleo), aseguran una
política de ingresos nacionales que refuerzan las condiciones del
patrón de acumulación de la década anterior. Esto es, basado en
el consumo de las clases medias-altas y la exportación, y en la
expansión del ciclo económico sobre la base de la restricción de la
demanda popular. Un aumento de la tasa de ganancia que se impone sobre
el empobrecimiento generalizado de la población”.
Pero al mismo tiempo, en la medida
que (efectivamente) no ha habido cambios sustanciales en el régimen
de acumulación de los ’90; que el “efecto devaluación” en algún
momento se “licuará”; a lo que se debe sumar la vuelta al
pago integro de la deuda que exige la friolera de un permanente superávit
de al menos 3% anual en los próximos años, una simple conclusión se
impone: es sólo cuestión de tiempo para que se desarrolle la lógica
de contradicciones que volverán a colocar al orden del día la crisis
profunda, estructural, orgánica del país. Kirchner puede
parecer un “manosanta”, pero la lucha de clases no admite
soluciones mágicas.
Defender las conquistas obtenidas
La actual coyuntura ha puesto a la
orden del día el ataque del gobierno de Kirchner sobre las
conquistas obtenidas por sectores de los trabajadores. Esto se
hace mediante un mecanismo pérfido de dar algunos paliativos y
concesiones a algunos sectores (como el Consejo del Salario y los
acuerdos con la CGT y la CTA), mientras al mismo tiempo se pretenden
desarmar los movimientos de lucha.
Se trata de un mecanismo que
implica que ha habido conquistas, incluso importantes como las 6 horas
en el subte, una cantidad de fabricas en manos de sus trabajadores e
incluso la escala “millonaria” de los subsidios de desempleo. Conquistas
que en la actual coyuntura reaccionaria están en riesgo y que es
obligación y tarea numero uno defender. Esto es característico
de la actual coyuntura.
Al mismo tiempo, no se puede perder
de vista que estas mismas conquistas han tenido dos caras: son, por un
lado, conquistas; por el otro, mecanismos de tramposos de dominación
y cooptación de estos mismos movimientos, de no cuestionamiento de la
globalidad del poder burgués. De ahí el carácter limitado,
economicista, que le impusieron a la porción mayoritaria de las
fabricas recuperadas. O el hecho de que la mayoría de los movimientos
de desocupados negocian la manutención de sus planes a cambio de
darle apoyo político al gobierno. E incluso que en el caso de las
experiencias independientes, el hecho de que
el impulso y defensa
de las mismas se hace sin levantar una perspectiva de conjunto, un
programa para el conjunto de la clase trabajadora
Como venimos señalando, en la
actual coyuntura está a la orden del día la defensa de lo
conquistado. Esto es muy claro nuevamente en estos días, cuando
desde la Iglesia y el gobierno se esta discutiendo cómo mediante
cambios en lo planes sociales se lograría “desarmar” a los
movimientos de desocupados independientes. Porque éstos han
retrocedido, pero la burguesía y el gobierno no ha logrado aún
liquidarlos.
Lo mismo ocurre respecto de los
sindicatos. Es un hecho que, como producto del proceso más general,
entre los ocupados se han ido abriendo brechas al monopolio de
la burocracia sindical. Esto es estratégico, y se ha expresado
en primer lugar en gestas extraordinarias como es la experiencia de
los compañeros del subte o de los Mineros de Rió Turbio.
Pero también ha tenido expresión
alrededor de las elecciones sindicales. Como no podía ser de
otra manera, en todo los casos el Ministerio de Trabajo de Kirchner ha
actuado para facilitar el fraude de la burocracia sindical. Se
ha permitido el escandaloso cambio de estatutos (como es el caso del
gremio de la Alimentación o de los Ferroviarios) para evitar que Daer
o Pedraza pudieran perder las elecciones. En el caso de Turbio, el
gobierno ha regado plata luego de la tragedia para evitar que se
efectivice el desplazamiento de sus amigos de la Verde por parte de la
base minera. Y pende como espada de Damocles, las amenazas y posible
ofensiva sobre las fabricas recuperadas (sobre todo las más
combativas e independientes como Zanón).
Entonces, la tarea numero uno es
defender estas conquistas: es el caso de la marcha del próximo
16/11, que llevaran adelante el Bloque Piquetero y el FTC. Así
como tomar en nuestras manos los reclamos democráticos que se
desprenden de estas peleas y ataques del gobierno: es decir, la
movilización por la libertad de los prácticamente 40 compañeros
presos por luchar, como sigue siendo el caso de los de Caleta
Olivia y tantos otros.
Una bandera para toda la clase
trabajadora
Al mismo tiempo, no puede ser que
estas tareas defensivas se lleven a cabo sin plantear una perspectiva
de conjunto: no se puede tratar de simplemente defender “una a una
las conquistas”, sino de levantar una bandera que pueda ser
tomada por el conjunto de la clase trabajadora, una bandera que
pueda servir de puente entre esta misma vanguardia y el
conjunto.
Porque “el movimiento encabezado
por los trabajadores del Subte se suma al amplio espectro de las
nuevas experiencias. Su fin apunta a un objetivo superior al que
tradicionalmente se asigno el sindicalismo, de negociar las
condiciones de la venta de la fuerza de trabajo. Se coloca como dirección
del conjunto de la población laboriosa para reclamar condiciones
enteramente nuevas en el mercado laboral (...) exigiendo trabajo para
todos y en consecuencia trastocando los fundamentos mismos (...) del
proceso de acumulación.
“Si la ocupación de empresas
constituyo una respuesta revolucionaria para una fracción menor de la
clase trabajadora sometida al látigo de la crisis; si el movimiento
piquetero contribuyo a organizar a los no organizados, darle
continuidad a la acción proletaria cuando la clase obrera ocupada
sufría de un quietismo y conservadurismo histórico y cuando masifico
la lucha callejera y el corte de calles para un sector particular de
trabajadores; el movimiento actual por la reducción de la jornada
laboral constituye una respuesta programática y política para la
clase de conjunto, dando los únicos fundamentos posibles para
unir al proletariado y salvar al movimiento de desocupados del circulo
constante del asistencialismo y la dependencia del Estado burgués
(...). En la lucha local el trabajador se ve sometido a una disputa
con una fracción de si misma, porque debe competir en el mercado con
la masa de desempleados. Elevándose a la lucha política por
medio del reparto de las horas de trabajo, puede asimilar algunas de
las implicancias de esa fragmentación y soldar la unidad de clase.
Solo mediante este dispositivo pueden las fracciones dispersas de la
clase constituirse como clase nacional. En este sentido el planteo de
los trabajadores de Metrovias al superar el carácter corporativo
de la disputa gremial, coloca a la clase trabajadora ocupada en
una posición hegemónica, es decir, como dirigente intelectual y
moral de los trabajadores desocupados y de las masas explotadas en
general”.
Ese es el inmenso valor que
opinamos que tiene la campaña de las 6 horas, que viene de realizar
un exitoso acto de lanzamiento en la Federación de Box, con
una gran participación de compañeros del Subte, del FTC y del MÁS.
Porque la pelea sólo por las
“propias” reivindicaciones, ha sido parte central del aislamiento
de la vanguardia, y de nuestra polémica contra las orientaciones
“corporativas” en la vanguardia.
Si se quiere salir de esta situación
defensiva, la única alternativa es levantar un programa de
conjunto: un programa de unidad de clase de ocupados y desocupados:
la bandera de la reducción de la jornada laboral a 6 horas, con
aumento general de salarios. Todo el próximo período va a estar
cruzado por esta lucha y esta campaña.
El ciclo del argentinazo sigue abierto
Esta pintura coyuntural hay que
relacionarla con la ola de fondo del 19 y 20 de diciembre: o sea,
con la etapa abierta allí.
Como método, el modo en que se
plantea una cuestión es fundamental para poder responderla
correctamente. En ese sentido, es un falso dilema plantear esto en los
términos estrechos de “si se cerró o no el argentinazo”. En
cambio, el punto de partida debe ser un hecho que creemos evidente:
que las relaciones de fuerza no han vuelto a ser las de los ’90,
cuando Menem era quien marcaba el paso, después de derrotar categóricamente
la resistencia obrera a las privatizaciones y a su política de
neoliberalismo salvaje. Aun con todo el retroceso bajo Kirchner, no
han habido derrotas de importancia o definitivas a nivel de la
vanguardia. Más bien, el proceso ha sido de lenta reabsorción
“democrático burguesa” de la crisis, habiendo logrado Kirchner
algunos progresos significativos.
Se trata, entonces, de no perderse
en falsas o abstractas discusiones. Tratar de ser rigurosos,
diferenciando el “argentinazo” como “acontecimiento”
(las jornadas revolucionarias), de la etapa más de conjunto
(nuevo ciclo de la lucha de clases); o sea, el proceso más general
que esa irrupción de masas abrió. Este proceso de conjunto, a
nuestro modo de ver, desde el punto de vista más “estructural”, aún
sigue abierto. Tampoco se puede descartar que sea lícito hablar de
“posargentinazo” haciendo hincapié en los aspectos más
inmediatamente “políticos” del proceso.
Lo realmente importante no son esas
cuestiones de “terminología”, sino de contenido: el Argentinazo
cerró una correlación de fuerzas abrumadoramente desfavorable
a los trabajadores que dominó en la década del ’90, e instauró
una nueva relación de fuerzas más favorable, que impone límites
políticos y sociales a la burguesía y el imperialismo. El
contexto de relativa estabilidad del régimen mediatiza estos
elementos generales, pero no los anula.
Es la dinámica de lenta
normalización la que se ha ido imponiendo. Desde el MAS, en varias
oportunidades, hemos señalado que ésta era la hipótesis más
probable: la reabsorción pacifica, lenta, paulatina, democrático-burguesa
del proceso, mediante concesiones. Esto es lo que se ha venido dando (combinado con garrotazos a la
vanguardia). Pero insistimos, sin que Kirchner haya logrado aún
imponer una derrota de conjunto; ni revertido el proceso de
reorganización y recomposición de los trabajadores, ahora con
las brechas que se van abriendo entre los ocupados.
Notas:
“El Diplo”, nº65, noviembre 2004.
“El argentinazo y los cambios en la situación política”,
Francisco Torres y Marcelo Yunes, Sob nº16.
Es de destacar que no hay país imperialista que tenga superávit,
y menos que menos los Estados Unidos “hundidos” en sus
tremendos tres déficit combinados.
“Haciendo historia”, Jorge Sanmartino.
Pero el limite de este ‘crecimiento’ consiste en que se basa
en el empleo de la capacidad instalada antes ociosa y en las
ventajas competitivas que ofrece la devaluación para la actividad
exportadora y de sustitución de importaciones, pero no en un
aumento significativo del flujo de nuevas inversiones (...)
Varios analistas económicos desde el marxismo (...) coinciden en
señalar que continúan operando serios limites de tipo
estructural a la hora de iniciar un nuevo ciclo de acumulación
capitalista (...) nada de esto implica que se pone en marcha
un ‘nuevo modelo’ (...) a partir del cual comenzara una fase
de exuberancia económica, acumulación capitalista y desarrollo
sostenible. La debilidad congénita de la burguesía Argentina
para poner en pie un proyecto de país sigue vigente, así como el
carácter semicolonial y dependiente del pías.
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