Las vueltas
del Argentinazo

 

Verano caliente

Cromagnon, crisis política y triunfo en el Subte

Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 17/02/05

Este año 2005 se abrió con el tremendo desastre del Tsunami en el sudeste asiático: una circunstancia natural transformada en tragedia por un régimen social cuyo único objetivo es la ganancia: el sistema capitalista.

El comienzo de año en nuestro país también estuvo marcado por una tragedia determinada por la ganancia y corrupción capitalista: la tragedia de Cromagnon, con casi 200 jóvenes muertos. La crisis política que desató esta tragedia desnudó una ola de fondo que se mantiene: la continuidad de la crisis más estructural que atraviesa el país desde el comienzo del Argentinazo y que a pesar de la actual “estabilización” lograda por Kirchner no ha sido cerrada.

Otro proceso importantísimo cruzó fin de año y volvió a emerger con el gran triunfo de los compañeros del Subte: la vuelta al primer plano de las luchas obreras, que se han puesto a la vanguardia de las luchas de toda la clase trabajadora.

Hacia fines del año pasado la oleada de luchas se extendió como un reguero de pólvora. Docentes, estatales, ferroviarios, telefónicos y el subte obligaron al gobierno a otorgar los $100, a cobrarse a partir de febrero de este año.

Pero a comienzos de febrero nuevamente salió el subte, logrando un triunfazo que ha puesto en cuestión (aunque aún no ha derrotado) el techo salarial impuesto por el gobierno, así como el monopolio de la representación de los trabajadores por parte de las burocracia de la CGT y el CTA.

Estos dos procesos: la crisis política en la Capital y la vuelta al ruedo de la clase obrera ocupada, son los dos “tsunamis” que han venido atravesando el verano argentino y que seguramente estarán presentes a lo largo de todo el 2005. Esto es así aunque todavía no han logrado impactar de lleno sobre el gobierno nacional abriendo una crisis en él.

Ante las réplicas de la gran crisis

Así tituló el periodista Eduardo Van der Kooy su editorial del 9 de enero del 2005, donde decía: “Una noche trágica, infausta como ninguna, desparramó más que llanto y dolor entre los argentinos. Ese tiempo pequeño repuso imágenes de la pesadilla de la gran crisis y desnudó la precariedad de las vigas que sostienen el sistema institucional (...). Diagnóstico: a 3 años y meses de la hecatombe del 2001, la única reconstrucción cierta parece ser la de la institución presidencial (...). En ese punto, poderoso y frágil a la vez, descansa hoy el sistema democrático de Argentina. El presidente debería sacar de esta realidad una lección: enfrascó a su gobierno en la ineludible y atinada recomposición económica y social pero no logró, en igual proporción, airear a las instituciones y a la política (...). Por todas estas razones, la restauración de la esperanza económica de esta hora no debe engañar: la gran crisis sigue ahí, agazapada y acechante” (Clarín, 9/01/05).

Efectivamente. La tragedia de Cromagnon desató una crisis política en la Capital Federal que sólo en las últimas semanas ha amainado sobre la base de un arduo trabajo conjunto entre Kirchner, Duhalde, Macri, la Legislatura de la Ciudad y el tramposo “referéndum revocatorio” convocado por Ibarra, que lejos de buscar su “remoción” apunta a lograr la relegitimación de su mandato.

En el transcurso de estas maniobras y de la búsqueda de ganar tiempo (al mismo tiempo que evitar que la crisis política de la Ciudad impactara sobre el propio Kirchner), estas fuerzas trabajaron para dividir a los familiares y montar una querella a-política y “oficialista”, como la que lamentablemente encarna José Antonio Iglesias, que denuncia de “infiltrados” a aquellos padres que se mantienen independientes frente al gobierno.

Hacen lo imposible para vaciar la movilización y trasladar todo el terreno de la lucha a la trampa del voto, mediante el mecanismo plebiscitario de apelar a lo más atrasado de la población, disolviendo en él al sector activo de jóvenes, padres y trabajadores para que se imponga la impunidad y evitar que Ibarra sea echado.

Reflejos condicionados

¿Por qué Cromagnon abrió semejante crisis política?

Evidentemente el primer hecho es que no todos los días mueren 200 jóvenes en semejante circunstancia. Pero también es un hecho que una parte importantísima de los damnificados, de los que los rodeaban directa o indirectamente y una alta proporción de la población, consideraron casi inmediatamente como responsables a Chabán y a Ibarra. Y no sólo esto, sino que las multitudinarias movilizaciones desatadas en pleno verano con la participación espontánea de miles y miles también rememoraron los “cacerolazos” en la ciudad, aún cuando no alcanzaron esa magnitud, ni llegaron a impactar de lleno sobre Kirchner.

En el caso de la movilización y sus métodos, se trata de los “reflejos condicionados”, de la experiencia de lucha de hace tres años (las asambleas populares) que ha quedado en la conciencia de vastas porciones de la población laboriosa de la ciudad. Y ante el desarrollo de una crisis de esta magnitud, en parte, esta experiencia retorna.

Pero no se trata sólo de esto; lo que hay que intentar explicar es por qué la mayoría –incluso de manera más pasiva– tendió a señalar con el dedo no sólo a Chabán sino al propio Ibarra. Es que también quedan, evidentemente, “réplicas” o reflejos del “Que se vayan todos”. Porque si bien es un hecho que prácticamente nadie se fue y que Kirchner vino a garantizar –entre otras cosas– que el viejo y podrido régimen patronal se mantenga en pie, esta tarea aún no ha sido completada.

En el reclamo popular, si bien no se ha logrado que la población aprecie el carácter capitalista y patronal de los “políticos” (y de las instituciones en su conjunto), todavía se sigue apuntando a ellos como “los responsables” de los desastres que ocurren. Esta “responsabilización” social se evidencia aún a pesar del fuerte impacto de la actividad de Blumberg y su intento de interpelar esta crisis por derecha. Ante casos como el de Cromagnon, amplios sectores de las clases medias y los trabajadores expresan este cuestionamiento social-político, pero por la izquierda. Y esto ocurre aún cuando es evidente que no se logra desembocar en una resolución por la positiva de esta crisis de representación, lo que sólo se podría lograr a partir de una fuerte intervención de la clase obrera como tal y la izquierda clasista a la cabeza de este proceso.

Referéndum tramposo

En las últimas semanas está claro que Ibarra recupera algo de oxígeno, al tiempo que los familiares se dividían y disminuía la movilización.

En este contexto se ha dado la famosa “interpelación” a Ibarra sin consecuencia alguna, así como el capitulador papel de sostenedores de Ibarra del grupo “Autodeterminación y Libertad” de Zamora, de legisladores escindidos de él y del PC-IU en la Legislatura, bajo la excusa de “no fortalecer a la derecha”. En estas condiciones es que Ibarra intenta recuperar la iniciativa con el “referéndum revocatorio”.

La maniobra está clarísima: ante su evidente pérdida de legitimidad, en vez de renunciar de una vez, busca apelar a legitimarse nuevamente mediante el “democrático” llamado a la población a “votar si se va o se queda”. Dice Ibarra: “que no sea la corporación política la que decida si me quedo o me voy: que resuelva el pueblo”. Esto es un sucio ardid y una mentira total.

En primer lugar, porque no es realmente la “corporación política” la que está con la posición de que se vaya. Es sabido que no sólo Kirchner, sino Duhalde, el propio Macri, Carrió y López Murphy, todos a su manera colaboraron y estuvieron en contra de que Ibarra renunciara de manera inmediata. Es que, si lo hubiera hecho, no habría sido por “su gracia” sino por la imposición de una movilización que creció a lo largo de todo enero, pero que no pudo consumar esta empresa contra todos estos enemigos.

En segundo lugar, esta clarísimo que la realización del referéndum recién en mayo sólo apunta a ganar tiempo político y realizarlo cuando las cenizas humeantes de la tragedia hayan quedado en el olvido frente a nuevos problemas.

En tercer lugar, posiblemente muchos no sepan que para revocar un intendente por intermedio de este mecanismo se necesita no la mitad más uno de los votantes (como sería de “sentido común”), sino la mitad más uno del padrón electoral total de la ciudad. Conclusión: Ibarra se iría sólo si el 70% de los votantes se manifestaran en su contra.

Pero incluso más: este tipo de apelaciones a la votación de la “ciudadanía” son lo que se llama un mecanismo bonapartista, porque las preguntas, los tiempos y todas las opciones se imponen desde arriba, por la autoridad que las convoca. Como ya hemos señalado, se busca disolver a los más activos entre el número de personas más atrasadas, con el verso de que “todo el mundo vale un voto”. ¿Por qué debería valer igual el voto de un familiar directo, de un hermano, un padre, un abuelo, un tío, un amigo (que encima, en su mayoría, no podrán votar porque viven en el Gran Buenos Aires) que el voto de un funcionario, un policía o un capitalista del espectáculo preocupado por el encubrimiento de los hechos? Es este tipo de maniobras las que están involucradas en el referéndum.

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