¿Quién gana con el canje?
Por Claudio Katz (),25/02/05
El reciente canje de la deuda involucra al mayor default de los últimos
años. Numerosos analistas señalan que este arreglo podría
establecer un precedente para otros países e interpretan que esta vez
se repartirán los costos del quebranto. Afirman que si bien la
Argentina se compromete a realizar un inédito esfuerzo fiscal para
retomar los pagos, una parte de la factura recaerá sobre los
acreedores.
Los economistas ortodoxos cuestionaron la operación contraponiendo la
“irresponsabilidad” de Argentina con la “seriedad” de Brasil o
Uruguay (que evitaron el default) o la “buena voluntad” Rusia y
Ecuador (que presentaron mejores ofertas para resolver sus cesaciones
de pago). Auguran que el rumbo elegido conducirá a pocas inversiones,
bajo crecimiento y financiamiento oneroso. En cambio los heterodoxos
celebran el canje y predicen que acotará el monto de los pagos,
garantizando un crecimiento sostenido. Elogian la firmeza de Lavagna
en la negociación y estiman que ahora se podrá restaurar la autonomía
económica y la equidad social.
Peculiaridades y repeticiones
El canje renueva los títulos que perdieron aceptación en el mercado. Se
reemplazan 152 papeles desvalorizados por tres bonos (par, discount,
semipar) con rendimientos atados a tasas, plazos, descuentos y monedas
diferentes. Ya Cavallo en dos oportunidades realizó este tipo de
transacciones. El mecanismo se repite, aunque sus características se
adaptan a un insolvencia mayor (81.800 millones de dólares). La
atención que despertó esta negociación ha contribuido a ocultar,
que a pesar de la tragedia social de los últimos dos años el
gobierno nunca dejó de cumplir con el pago de otra porción de la
deuda (80.000 millones de dólares).
Con el canje se legitima nuevamente una deuda fraudulenta, que ya fue
pagada varias veces. El pasivo argentino cumple los tres requisitos jurídicos
de cualquier “deuda odiosa” porque fue concertada sin el
consentimiento del deudor, no benefició al país receptor y los
acreedores introdujeron nítidas irregularidades. Estas anomalías
surgieron durante la gestación dictatorial del pasivo (1976-83), pero
se extendieron a todas las refinanciaciones posteriores.
Como todos sus antecesores Kirchner oculta esta estafa y sus legisladores
mantienen cajoneadas todas las investigaciones y las 470
irregularidades ya comprobadas. En cambio se apresuraron a votar las
normas que solicitó Lavagna (prohibición de mejoras futuras de la
oferta) sin conocer los contratos que avalaban. Con el recambio de títulos
se borra las huellas de ilegitimidad precedente.
Los funcionarios se enorgullecen de salir del default y piden a los
acreedores el perdón que deberían solicitarle al pueblo. Ni siquiera
presentan la nueva legalización de la deuda como una táctica, porque
su prioridad es amigarse con los banqueros que arruinaron a la
Argentina.
Evaluaciones e interpretaciones
Los participantes de la operación evalúan su resultado midiendo el
grado de aceptación del canje. El gobierno anticipó que se
conformaba con un 50% y el FMI reclamó 90%. Pero todos celebran el
alto porcentaje final que tuvo el intercambio de papeles. Cómo los
pagos aumentan en proporción a esa recepción: ¿Por qué habría que
festejar esa buena acogida ? El éxito de los banqueros lo solventará
la población.
Los compromisos de pago para este año rondan los 11.000 millones de dólares,
con una aceptación de 70% esta cifra subiría a 12.400 millones y con
el 100% treparía a 13.000 millones. ¿Cuál es la ventaja de aumentar
los sacrificios populares para saldar una deuda fraudulenta ?
Lavagna afirma que la salida del default servirá para mantener la tasa
de crecimiento. Pero la cesación de pagos no impidió sostener un
nivel de actividad elevado durante los últimos dos años, porque el
ciclo económico se autonomizó del financiamiento externo. ¿Qué
impediría prolongar en el corto plazo esta desconexión?
El gobierno también afirma que ahora reaparecerá el crédito externo.
Pero es evidente que Argentina deberá pagar más de lo que recibiría.
Volver al financiamiento implica endeudarse, porque la Tesorería no
tiene fondos para saldar la mitad de los vencimientos que afrontará
en los próximos años. “Volver al mundo” es el gran negocio de
los vampiros.
Méritos y artífices
Lavagna recibe tantos elogios como Cavallo durante el inicio de la
convertibilidad. La salida del default despierta el mismo entusiasmo
que el ocaso de la hiperinflación. Pero el fin de la cesación de
pagos obedece más al contexto internacional que a la acción del
ministro. La caída de la tasa de interés ha recreado la afluencia de
capitales porque no hay negocio más rentable que especular con bonos
de la periferia. Mientras que los títulos del tesoro norteamericanos
rinden un 4,06% anual, los papeles de Argentina aseguran un lucro del
11-12% (y quizás del 20% en el 2005).
Esta sobreoferta de fondos tiende a recrear las burbujas que sufren los
deudores poco confiables. En el primer semestre del año los títulos
de Rusia se valorizaron un 60%, mientras que el índice de riesgo- país
se redujo significativamente en Brasil y Nigeria. El canje argentino
es un eslabón más de esta ebullición. Cuándo termine la fiesta
saldrán a la superficie los costos. Y este giro puede comenzar cuándo
repunten las tasas de interés norteamericanas. Estas subas
anticiparon la crisis asiática de 1997 y el desplome argentino del
2000.
La capacidad negociadora de Lavanga ha sido un dato menor del canje en
comparación con el rol jugado por el Departamento de Estado. Bush y
su secretario Taylor apuntalaron esta iniciativa contra la resistencia
de varios gobiernos europeos. Por eso algunos funcionarios de Kirchner
dejaron traslucir su preferencia por la reelección del presidente
norteamericano. En Wall Street, la Comisión de Valores avaló el
cambio de títulos y los jueces estadounidenses pospusieron veredictos
adversos a la operación.
Las razones de tanta buena voluntad son evidentes. El canje ofrece una
oportunidad de ganancias para los grandes bancos norteamericanos, que
a diferencia de los 90 no arrastran ninguna pérdida con el deudor
argentino. Lo que irritó al establishment estadounidense fue que el
default pudiera constituir un precedente para los países que lo
eludieron (especialmente Brasil). Por eso hostilizaron verbalmente a
la Argentina durante meses. Pero aprueban ahora un canje que encadena
nuevamente al país al sistema financiero internacional.
Kirchner festeja la operación porque reafirma su autoridad política
entre las clases dominantes. Ha demostrado tanta habilidad como
Duhalde durante la crisis del 2003 para custodiar los intereses de los
capitalistas.
¿Negociaron con dignidad?
El gobierno no le torció el brazo a los acreedores, ni inauguró una
“desconexión con la lógica neoliberal”[3]. Lo que ha prevalecido son grandes las concesiones a
los financistas. Basta comparar la oferta original de Dubai con la
versión final del canje para notar este amoldamiento.
La quita nominal inicial del 75% quedó reducida al 49-53% y
este
descuento calculado a su valor presente (el recorte si el bono se
comercializará inmediatamente) también cayó del 90 al 63%. Es una quita superior al Brady, pero también el
default obliga a un recorte mayor. Lo que debería interesar no es cuánto
se penaliza al acreedor, sino en que proporción se aligera la deuda.
Y para evaluar esa carga lo relevante no es la quita sobre los bonos
defaulteados, sino el descuento sobre la deuda total. Este recorte
solo reduce un 20% el pasivo vigente a fines del 2001.
Lavagna aceptó modificar, además, la fecha de emisión de los
bonos
para computar los intereses atrasados que aseguran a los acreedores el
cobro de 1000 millones de dólares adicionales. Con los pagos
complementarios por crecimiento, cada aumento del PBI implica mayores
erogaciones (unos 250 millones este año). El gobierno incluso
considera eventuales recompras de títulos para sostener su cotización.
Estas concesiones y la
intermediación en manos de bancos con frondosos prontuarios de
corrupción han sido enmascaradas con mensajes de falso patriotismo,
tendientes a presentar el canje como una causa nacional. Esta campaña
acrecienta la desinformación que revelan los sondeos entre la
“gente que desconoce, pero confía” [6].
A esta manipulación contribuyen los diagnósticos
de “fuerte oposición
del poder financiero, las empresas transnacionales y la derecha al
canje”[7]. Si los banqueros rechazaban tan enfáticamente la
operación: ¿Por qué encabezaron la oleada de compras de los nuevos
bonos ? Con el mismo procedimiento de situar a los reaccionarios fuera
de sus propias filas, hace algunos años los partidarios de la Alianza
oponían a Machinea contra Cavallo y luego a Cavallo contra Roque Fernández.
El apoyo del establishment al canje es manifiesto. Lo que produjo tanto
ruido fueron los chisporroteos de una negociación que involucra mucho
dinero y despertó la codicia de todos los involucrados. Cada grupo de
acreedores ha presionado –con su respectivo lobby de prensa- para
lograr un recambio más favorable de títulos. Encandilarse con estas
disputas conduce a sobrevalorar algunas opiniones en desmedro de
otras, sin notar que hasta los voceros más estables de los
bancos-como el Financial Times- zigzaguean todo el tiempo. Si se traza
en cambio un balance de los ganadores y perdedores, salta a la visa
que la operación favorece a los grandes bonistas y penaliza a los
pequeños.
Los privilegios del FMI
Las acreencias de los organismos (FMI, BM, BID) no están sujetas al
canje porque mantienen el privilegio de cobrar con puntualidad y sin
descuentos. La factura ya pagada (10.000 millones de dólares en los
últimos dos años) continuará aumentando. Tampoco se investigarán
porqué se extraviaron los expedientes de la sospechosa asistencia
brindada por el FMI durante el colapso del 2001.
El Fondo seguirá cobrando sin demoras y refinanciando cuándo le plazca.
Todavía se desconoce si el organismo volverá a prestar los 2100
millones abonados a fines del 2004 y que hará con los 3500 millones
que recibirá en el primer trimestre de este año. Con esta política
ya redujo en un 13% su exposición con grandes deudores (Brasil,
Argentina, Turquía).
Los privilegios otorgados al
principal responsable del colapso argentino son tan exagerados que
hasta incluyen un plan de cancelación anticipada del pasivo. Kirchner
supone que si salda toda la deuda con el FMI podrá desembarazarse de
las presiones de ese organismo. Pensó en transferir estos compromisos
a otros acreedores (China, España) sin percibir que el proyecto de
“vivir sin el FMI” (no incluye al BM, ni al BID) es una ilusión.
Cualquier prestamista exigirá cobrar y reclamará garantías.
El gobierno argumenta que los pagos al
FMI permiten “ganar
independencia”[8]. Pero si esta autonomía se logra cumpliendo con lo
que demanda el acreedor: ¿En qué consiste la dependencia?
Lavagna ha construido un mundo al revés que la prensa
cortesana divulga sin sonrojarse.
Algunos funcionarios reconocen que estos pagos “tienen efectos
distributivos negativos”, pero estiman que en el largo plazo “la
estrategia es favorable” porque aligeraría la presencia de los
auditores del FMI. Pero olvidan que este organismo no se limita a cobrar
sus propias deudas, sino que actúa como agente de todos los bancos.
Por eso reducir el pasivo con esa institución -manteniendo la deuda
con el resto- no modificaría las inspecciones que realiza el Fondo.
Pagarle al FMI no es “más barato que pagarle a todos”, porque el
primer cumplimiento no reemplazará al segundo, ni atenúa las
intromisiones de los acreedores.
Cada round de las negociaciones con el FMI ha sido
interpretado como
astutas jugadas de Lavagna. Pero estas reyertas fueron también la norma con
Cavallo, que suspendió varias veces las tratativas con el organismo
(1994, 1995, 2004). Estos paréntesis no son rupturas, sino mecanismos
usualmente utilizados para destrabar negociaciones.
El estricto cumplimiento
con el FMI tampoco induce a que otros acreedores
le exijan al organismo un trato equivalente. Hasta ahora las presiones de los acreedores
desfavorecidos siempre recayeron sobre el país y nunca sobre el
Fondo. Es una ingenuidad creer que los bancos se van a pelear con su
coordinador en vez de arrinconar a los deudores. Durante el default
ningún gran acreedor se enemistó con el FMI y todos se endurecieron
con Argentina.
El FMI no va a modificar su conducta después del canje. Sus autocríticas
son frases huecas para cubrir las espaldas de sus directivos. Propaga
“reconocimientos de responsabilidades” que carecen de efectos prácticos.
El Fondo no comete inocentes equivocaciones, sino que orienta políticas
para que los banqueros ganen mucha plata.
Beneficios para la clase dominante
El canje favorece al principal sostén del gobierno: las clases
dominantes de Argentina. Si los privilegios acordados al FMI apuntan a
reinsertar la economía en el mundo financiero, las ventajas otorgadas
a los capitalistas locales ilustran los estrechos vínculos que este
sector mantiene con todos los funcionarios. Estos beneficios incluyen
la continuidad de pago de los bonos pos-default, incentivos al
reingreso del capital fugado y prebendas para las AFJP.
Todo el empresariado (Gaiani, De la Vega, Vicens, Heller) aplaude el
canje y lo defiende en foros internacionales (Pescarmona, Blejer,
Elsztain). Esta operación no modifica su cobro de los títulos
emitidos luego de la cesación de pagos para compensar a los bancos,
pesificar las deudas corporativas y subsidiar la devaluación. Estos
papeles –que incrementaron la deuda pública en 30.000 millones de dólares-
se han pagado puntualmente porque sus tenedores aglutinan a la burguesía
nacional que Kirchner siempre elogia.
Pero esta prioridad crea tensiones con los acreedores defaulteados y
también con el FMI porque el dinero nunca alcanza para todos. Este año
la cobranza de la nueva deuda (3144 millones de dólares) rivalizará
con los desembolsos al Fondo (5941 millones). El malestar generado por
los planes de cancelación anticipada con los organismos obedece a
este conflicto por la distribución de los recursos del Tesoro.
El canje permitiría realizar negocios muy rentables a los capitalistas
que compren los nuevos títulos con sus depósitos en el exterior y
utilicen estos papeles en operaciones financieras o inmobiliarias
locales. Podrían llegar a repetir las transacciones de la
convertibilidad. Se estima que más de la mitad de los títulos
defaulteados integran la cartera de alta liquidez de los capitales
fugados al exterior (79% de 118.000 millones de dólares). La gran
mayoría de los acreedores que figuran como bonistas suizos o
norteamericanos son argentinos cubiertos por el secreto bancario. Este
sector compensará con operaciones financieras lo que eventualmente
pierda con la quita. Conocen a la perfección el arte de especular con
los periódicos colapsos de la economía.
Los financistas que manejan los fondos de pensión ocupan un lugar protagónico
en el canje. Uno de los tres bonos (cuasi-par) fue emitido a medida de
las AFJP para que intercambien todos sus títulos defaulteados (13.500
millones de dólares). Aunque el nuevo papel incluye una quita del 30%
serán computados sin ninguna pérdida en los balances para asegurar
una rentabilidad que triplica a cualquier bono posdefault.
Este artilugio contable asegura la protección judicial de las AFJP
contra las demandas de sus afiliados, porque permite que los afiliados
próximos a jubilarse no sufran grandes pérdidas. Pero en algún
momento el quebranto será transferido a los futuros retirados. La
discusión sobre esta pérdida y la legalidad de la pesificación
compulsiva de los aportes dolarizados no debe ocultar un problema
mayor: el esfuerzo fiscal que toda población deberá realizar para
sostener la cotización de los nuevos títulos.
Estos papeles constituyen el
pilar de las AFJP (65% de sus carteras actuales) y vencen dentro de
20, 30 y 40 años. Con su emisión se eterniza la dependencia del
estado hacia estas entidades (y viceversa). Las AFJP necesitan cobrar
los títulos y las finanzas públicas se sostienen con el
refinanciamiento permanente de estos bonos.
El canje perpetúa la privatización de las jubilaciones (que provocaron
quebrantos fiscales por 65.000 millones de dólares entre 1994 y
2001), legitiman comisiones fraudulentas (10.000 millones de dólares
desde 1994), avala la corrupción (computar ganancias para los
banqueros y descargar pérdidas sobre los afiliados) y recrea la
ineficiencia (demoras en los trámites de jubilación). Todos los
proyectos de anular el sistema privado y reimplantar los aportes
patronales para crear un régimen público y universal quedan
definitivamente archivados.
El ajuste perpetuo
El pueblo solventa la reestructuración de la deuda con el padecimiento
del superávit fiscal eterno. Nunca la austeridad del presupuesto
alcanzó las dimensiones del año pasado, ni las proyecciones del
2005. Cómo la regresión del sistema impositivo se mantiene
invariable, el superávit se obtiene con el recorte del gasto. La
desbordante caja que acumuló Lavagna se nutre de la subejecución de
las partidas y de las maniobras para esconder recursos y subestimar la
recaudación.
El gobierno promociona la
pauta del 3% de superávit que rigió el año pasado como un logro
frente a demandas superiores de los acreedores. Pero este porcentaje
no tiene precedentes y corona una progresión ascendente del 56% en
los últimos tres años. En la discusión del 2005 Lavagna proclamó
que el techo gubernamental era inamovible frente a las exigencia del
FMI (4%). Pero los sucesivos cambios introducidos en el presupuesto
terminaron elevado ese porcentaje hasta 3,9%. El ahorro se logra
recortando el gasto social (2,2% inferior al año anterior) e
instaurando en las provincias una ley que adapta la contracción del
gasto a la restrictiva pauta nacional.
¿Para que tanto ajuste? La respuesta salta a la vista analizando el
destino del superávit: por cada dólar asignado al pago de la deuda,
el presupuesto 2005 otorga 75 centavos a todos los desembolsos en
salud, educación, trabajo, vivienda y agua potable.
Cómo el reaseguro fiscal garantiza el precio de los nuevos bonos,
Lavagna continuará preservando el superávit que el año pasado
alcanzó un récord de 6,2% (4,1% nacional y 2,1% provincial). Para
asegurar esta meta obtuvo superpoderes del Congreso que le permiten
cambiar discrecionalmente las partidas del presupuesto.
Cumplir con los acreedores obliga a perpetuar la desigualdad y el
crecimiento socialmente segmentado. Es una fantasía creer que ahora
se discute “como resistimos el ajuste”[13]. El gobierno ha desterrado este término de su
vocabulario, pero no de su práctica económica. Para la mayoría de
la población el adiós al default significa la consolidación de
Belindia
Pequeños bonistas y buitres
Los perdedores del canje son los pequeños bonistas que conforman el 44 %
de los acreedores defaulteados. Ellos no reciben el tratamiento
especial otorgado al FMI y las AFJP. Como no saben especular y compran
o venden en el peor momento sufrirán un recorte de su patrimonio. La
misma secuencia que afectó a los depositantes en el 2001 se repite
ahora con los tenedores de bonos. Quién adquirió un título al
90-100% de su valor en 1998-2000 será empujado a liquidarlo al 35% si
necesita el dinero para sobrevivir. En cambio, los financistas que
compraron bonos en default al 20-28% podrían venderlos al 35% y ya
apuestan a la valorización ulterior que generará el canje.
A escala internacional los principales afectados son los bonistas
italianos Los bancos les transfirieron bonos desvalorizados con la
complicidad de las autoridades bursátiles y lograron reducir su
exposición con títulos argentinos del 80% (1999) al 5% (2001).
Repitieron así el fraude cometido durante la quiebra de Cirio y
Parmalat. Berlusconi encubrió a los estafadores con una campaña de
acusaciones a la Argentina y trabó los proyectos legislativos que
obligarían a los bancos a asumir una parte de las pérdidas. Pero
varios fallos judiciales han abierto este camino de indemnización tan
resistido por los banqueros.
En este conflicto entre financistas
y pequeños bonistas Lavagna tomó partido por los poderosos. Para no
enemistarse con sus socios del canje aceptó las normas del secreto
bancario y rechazó diferenciar a los acreedores por la magnitud de su
patrimonio. En lugar de propiciar una acción común de todos los
afectados (el pueblo argentino y los pequeños bonistas de cualquier
nacionalidad) elaboró una oferta a medida de los capitalistas
argentinos y los bancos internacionales.
El canje debutó con una gran liquidación de títulos por parte de pequeños
tenedores que los financistas acapararon de inmediato. Pero lo más
incierto es el comportamiento de los fondos buitres (Greylock, Dart)
que acumulan bonos jurídicamente endebles para intentar su cobranza
en tribunales internacionales. Se estima que tienen unos 8000 millones
de dólares en títulos argentinos que compararon a 8-15% de su valor
original y podrían venderlos a 35%. Pero es posible que intenten
cobrarlos 100% en los estrados judiciales. Lavagna demoniza a estos
especuladores omitiendo que sus acciones son muchos menos perniciosas
que cualquier acto del FMI.
Corto y largo plazo
Tal cómo ocurrió con el Brady cierta euforia especulativa acompaña al
debut de los nuevos bonos. Lavagna se prepara incluso para regular la
inminente afluencia de capitales golondrinas que revaluarían el peso
y amenazarían el negocio exportador. Pero controlar esta corriente de
dinero y su eventual impacto inflacionario exige la adopción de
medidas que chocan con la austeridad monetaria pactada con el FMI.
Es muy probable que la preferencia por especular con bonos en moneda
nacional conduzca a una pesficación del 40 o 50% de la deuda pública
al concluir el canje. Quiénes ponderan este cambio como un índice de
recuperación de la soberanía se olvidan que muchas veces este pasivo
estuvo nominado en billetes argentinos sin alterar el patrón de
crisis que genera el endeudamiento. Basta observar, además, el enorme
negocio financiero que predomina con la deuda interna de Brasil para
notar hasta que punto esa modificación no atenúa el agobio del
pasivo.
Pero en el mediano plazo lo más nefasto es la inutilidad del canje. El
superávit fiscal perpetuo es tan insostenible como la convertibilidad
y carece de antecedentes contemporáneos viables en la Argentina o el
mundo. Ese excedente nunca será suficiente. Los vencimientos hasta el
2010 promedian 8000 millones de dólares anuales, es decir un monto
que supera ampliamente la pauta del 3%. Habrá que refinanciar todo el
tiempo los compromisos tomando nuevos créditos y por eso las
presiones del FMI persistirán.
Pero el dato clave es el nivel de la deuda futura que rondará los
131.000 millones de dólares, es decir un 90% del PBI. Este porcentaje
superará al 57% que regía cuando estalló la crisis (2001) y
representa el doble de lo tolerable para cualquier país periférico.
Dentro de algunos años volverá a comprobarse que el pasivo es
impagable y que otro default es posible.
¿No hay alternativas?
Tan nocivo como aceptar los engaños del gobierno es proclamar que no
existen otras opciones. Esta actitud fatalista induce al
acostumbramiento de la miseria. En los 90 lo inevitable eran las
privatizaciones y la apertura, ahora lo inexorable es agachar la
cabeza frente a una deuda fraudulenta. Las alternativas existen, pero
son invisibles para quiénes abandonan la lucha.
La investigación del pasivo está a la orden del día porque el canje es
ilegitimo y en algún momento tomarán cuerpo contra Lavagna las
mismas denuncias que hoy recaen sobre Cavallo. También corresponde
abandonar las negociaciones con el FMI sin ningún engaño, ni
cancelación anticipada del pasivo. Con esta decisión se podría dar
el puntapié inicial para constituir un frente continental de rechazo
a la deuda.
Algunos oficialistas argumentan como los neoliberales que “todos los países
abonan sus deudas” e incluso presentan los ejemplos de pago de Cuba
y Venezuela. Pero la comparación considera a una revolución acosada
y a una economía favorecida por la renta petrolera. Al destacar estas
dos excepciones se oculta que la situación argentina es más bien
semejante al conjunto de los países devastados por sus propios
capitalistas.
Suspender los pagos a los
banqueros constituye una necesidad para gestar alianzas con los pequeños
bonistas estafados. Este frente serviría para promover juicios contra
los bancos no solo en Italia, sino principalmente en la Argentina.
Estas iniciativas se mantendrán en
la agenda popular mientras la carga de la deuda agobie al pueblo. El
pago de la hipoteca es el principal obstáculo para recuperar las
conquistas pérdidas durante la crisis, porque el superávit fiscal es
una muralla de contención de aumentos salariales y mejoras del
empleo. Kirchner y Lavagna trabajan para los dueños del poder y
esclarecer su rol es la tarea del momento.
Notas:
[1]Economista,
profesor de la UBA, investigador del Conicet. Miembro del EDI
(Economistas de Izquierda). Su página Web es: www.netforsys.com/claudiokatz
[2]
Toussaint estima que a pesar haberse abonado entre 1976 y 2000
unos 212.280 millones
de dólares, la deuda subió de 7875 a 169.066 millones. Toussaint
Eric. “Con la quita, la deuda será igualmente insostenible”.
Página 12, 14-11-04.
[3]Como
supone: Rudnik Isaac Yuyo. “La voluntad política”.
Correspondencia de Prensa n 13, noviembre 2004.
[4]
Estimaciones de Zlotnik Claudio. “Los astros alineados para el
canje” Página 12, 9-1-05 y
Bermudez Ismael. “Claves para entender la oferta”. Clarín,
11-1-05.
[5]
El cálculo es de Muchnik Daniel. “A pesar del canje la deuda
seguirá muy elevada”. Clarín, 17-1-05.
[6]
Ocho de cada diez encuestados ignoran cualquier de los elementos
de las tratativas, pero declaran su total apoyo al comportamiento
del gobierno. Adrogué
Gerardo. “La gente desconoce, pero confía” .Clarín, 3-11-04.
[8]
Peirano Miguel. “Es
una decisión lógica”. Página 12, 12-12-04.
[9]Nun
José. Entrevista. Página 12, 26-12-04.
[10]
Lo Vuolo Rubén. “También hacer una quita”. Página 12, 15 de agosto de 2004.
[11]“Los
bonistas van a reclamarle al FMI para cobrar ellos”. Bein
Miguel. “La situación es ridícula”. Página 12, 15-8- 2004.
[12]
Por
eso es falso suponer que luego del canje los tenedores de nuevos
bonos “van a presionar al FMI para que refinancie sus
vencimientos” con nuestro país para que existan fondos
disponibles y se pueda cumplir con las nuevas obligaciones. Vanoli
Alejandro. “Dependerá del gobierno”. Página 12, 14-11-04.
[14]“Belindia”
(Bélgica en la India). Término que alude a un país que cuenta
con un sector próspero rodeado de gran miseria popular.
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