Izquierda
Unida busca su destino
Por
Isidoro Cruz Bernal
Socialismo o Barbarie, periódico, 18/03/05
Hace
unos años se dio el segundo nacimiento de Izquierda Unida. El PC venía
de su experiencia en el Frente Grande, concluida con su casi expulsión,
impulsada con entusiasmo por Chacho Alvarez. Había encontrado un
refugio temporario con Pino Solanas, pero éste se retiró de la política
poco después de su ruptura con Alvarez. La formación de IU y su
salida del espacio centroizquierdista permitieron una relativa
recomposición “por izquierda” del PC, con mucha frase guevarista
e invocaciones a la revolución y el socialismo.
Los
compañeros del MST, que a mediados de los 90 venían penando tras del
Perro Santillán para que éste encabezara un frente de izquierda,
encontraron, en la reedición de IU, una vía para “revivir” uno
de los presuntos éxitos del viejo MAS de los 80: la obtención de una
banca de diputado para Luis Zamora. [1]
Pasado
un tiempo en el cual cada uno de los aliados realizó un examen de lo
obtenido y encontró suficientes beneficios para que IU siguiese,
empezó un tira y afloje entre el PC y el MST en torno a ampliar la
alianza. Por supuesto que cada componente de IU hace propuestas que
tienen íntima relación con su historia pasada y presente. El PC se
ha caracterizado por hacer planteos para “ampliar la unidad” hacia
la derecha. Basta recordar que poco antes de diciembre del 2001 el PC
apoyaba el Frenapo y le hacía al MST propuestas de trabajo político
conjunto que iban en este sentido. Ni que hablar de la consecuente
participación que ha tenido el PC en la construcción de la CTA. [2]
Se
puede llegar a afirmar que ha sido el PC, mucho más que el MST, el
factor activo y que ha tenido iniciativas políticas. El MST se ha
limitado a rechazar la mayoría de ellas. Pero no todas: es
conveniente recordar que, en función de un lamentable y oportunista cálculo
electoral, aceptó ir en la provincia de Buenos Aires con el mismo PS
que en Capital apoyaba a Ibarra. [3]
El
PC y el Encuentro de Rosario
La
aparición del llamado Encuentro de Rosario ha metido una nueva cuña
entre el PC y el MST. El PC no sólo ha participado de los debates del
Encuentro, sino que le encontrado una serie de virtudes combativas que
no dejan de sorprender. Especialmente cuando el Encuentro ha sido
definido por toda la prensa nacional como el nuevo espacio de la
centroizquierda.
Según
los compañeros del PC, el Encuentro de Rosario responde a la
“necesidad de construir un espacio de representación política para
las clases agredidas por el neoliberalismo” (Propuesta Nº
707). El mero recuento de los asistentes al Encuentro de Rosario
aclara bastante la naturaleza de la criatura. Citemos, para evitar
suspicacias, el mismo número de la prensa del PC: “Sentados en círculo,
cara a cara, entre otros pudo verse a Patricio Echegaray, el
socialista José Rivas, el intransigente Gustavo Cardesa, el
cooperativista Carlos Heller, los diputados Ariel Basteiro, Margarita
Stolbizer, Mario Cafiero y Claudio Lozano, el titular de la CTA, Víctor
De Gennaro, la ex legisladora María José Lubertino, monseñor Pagura,
el ex intendente de Rosario Hermes Binner y la hermana Martha Pelloni”.
Sin duda, puede describirse a este espectro de personajes como un
grupo de defensores del capitalismo, más allá de algún matiz a la
derecha o a la izquierda. Si queremos ser más precisos, ni siquiera
son sectores opositores al gobierno de Kirchner. Es más, la mayoría
de ellos (exceptuando a Echegaray) lo apoya, algunos con fervor y
otros con críticas menores.
Sin
duda sería sectario oponerse a plantear la lucha contra el
neoliberalismo. Pero lo que es decisivo en esto es la forma en que esa
posición general se haga política concreta. En una coyuntura como la
actual, en la que el neoliberalismo no pasa por su período de mayor
popularidad, hay que definir qué contenido le damos: ¿estamos contra
el neoliberalismo “a la Kirchner”, atacándolo de palabra y
defendiendo un capitalismo “humanizado” o “nacional”, pero sin
tocar su herencia de fondo (deuda externa o privatizaciones, por
ejemplo) o estamos contra el neoliberalismo asumiendo que es la forma
que tiene hoy el capitalismo? ¿Qué posición van a tener Margarita
Stolbitzer, Mario Cafiero o, digamos, monseñor Pagura? Es más que
obvio que la mayoría de los convocantes del Encuentro de Rosario se
ubica en la primera de las alternativas mencionadas.
Buscar
un lugar dentro de un espacio con estas características lleva al PC
hacia definiciones clásicamente frentepopulistas y etapistas [4], en
las que los sectores involucrados en la construcción de una
alternativa política son “las organizaciones del movimiento obrero,
como del movimiento piquetero y territorial, del movimiento
cooperativo, de las organizaciones intermedias de sectores pymes” (Propuesta
Nº 703). En otra formulación, más política, Patricio Echegaray lo
planteó así: “Deben estar en este debate IU, el PS, el PI, todos
los sectores sociales, los que participaron de la experiencia del
Frente Grande, los del campo, del movimiento femenino, juveniles,
pequeños y medianos empresarios, piqueteros, personalidades del arte
y la cultura” (Propuesta Nº 702).
No
se trata de una propuesta política que descolle por su originalidad.
Eso no nos exime de señalar y decir que todos estos programas,
caracterizados por el cuento de que hay pelear solamente contra una
parte de la clase capitalista (la financiera o la “vendida al
imperialismo”) en nombre de una convergencia entre el trabajo y el
capital “nacional” o “progresista”, han constituido siempre
programas políticos en los que la militancia de izquierda y el
movimiento obrero ponen el esfuerzo y los sectores burgueses recogen
los frutos. Muy gráficamente explicaba Trotsky que en una asamblea en
la que hay 99 obreros y un empresario, si la política de los 99
obreros es que el patrón no se vaya, la orientación política que va
a terminar imponiéndose es la de éste. [5]
Los
argumentos con los que el PC sostiene estos planteos no son los mismos
que esgrimía en los tiempos de Codovilla, Ghioldi o Arnedo Alvarez.
[6] Ni siquiera son exactamente iguales a los de su época en el
Frente Grande. Tienen un aire más “combativo” y guevarista; es la
versión de “extrema izquierda” del frentepopulismo. Por ejemplo,
una formulación tan clásicamente etapista como: “...el programa de
la alternativa debe ser democrático, popular, antimperialista y con
un contenido fundamental de liberación nacional y social” se continúa
en lo siguiente: “En ese sentido el tema del guevarismo es básico,
el Che planteaba estrictamente la relación entre la liberación
nacional y social. Las reformas estructurales de carácter liberador
en el sentido social apuntan a que el pueblo se vaya haciendo dueño
del poder, no sólo simbólicamente, sino dueño de la economía, la
tierra, las fábricas y esto es lo que hace que la revolución
avance” (Propuesta Nº 702). El clásico programa
frentepopulista y etapista del PC se mezcla con menciones ambiguas a
eventuales situaciones de emancipación (¡liberación nacional y
social!) que son producto de una sociedad que no son el poder obrero
autodeterminado o el socialismo, sino otra cosa intermedia sin
definir. O en todo caso, a partir de una suma de atributos (popular,
democrático, antimperialista, etc) claramente imprecisa
conceptualmente, pero que sí tiene una función política precisa:
negar el carácter obrero y socialista de la revolución.
Además
de este aspecto, de tipo estratégico, hay que evaluar una serie de
elementos de la actual coyuntura latinoamericana que hacen a la cuestión:
el consenso “antineoliberal light” de los gobiernos de
centroizquierda, el oxígeno que un gobierno como el de Chávez
(conflictivo con los yanquis y, a la vez, defensor díscolo del
capitalismo) ha dado a las concepciones etapistas y frentepopulistas
en América Latina, la política exterior cubana, las FARC y su
proyecto bolivariano, etc.
Estas
circunstancias le dan consistencia a un giro como el que parece estar
llevando adelante el PC argentino. Naturalmente, no es inevitable; sus
eventuales aliados pueden considerar, como le pasó en los tiempos del
Frente Grande, que era un aliado indeseable. Esta experiencia funciona
como elemento preventivo: es poco probable que el PC dé un salto al
vacío como el de aquellos años. Va a romper IU solamente si
encuentra un beneficio concreto en su estrategia (para lo cual, como
ya dijimos, la coyuntura parece ayudarlo).
¿Qué
dice el MST?
El
PC no es el único actor de esta obra, y lo que diga el MST es
decisivo, sin olvidar el hecho de que este partido está dividido en
dos fracciones con, aparentemente, un peso político más o menos
equivalente. En un reciente artículo firmado por Guillermo Pacagnini
(Alternativa Socialista 394) se dice: “Desde luego, no se
trata de cualquier unidad. Creemos equivocado el camino que ha
iniciado el Partido Comunista integrándose en el llamado Encuentro de
Rosario, donde participa por ejemplo el radicalismo. Estas
experiencias de centroizquierda ya fracasaron. Lo verdaderamente
nuevo, alternativo, el programa que nunca se aplicó, es el que
levantan las distintas expresiones de la izquierda”.
En
relación a este planteo es necesario decir un par de cosas. Puede ser
comprensible que el MST hable con cierta diplomacia o intente criticar
“con altura” a su actual aliado, pero el contenido concreto de su
crítica es excesivamente ambiguo, por decir lo menos. No es una
manera equivocada de entender la unidad lo que hay que criticarle al
PC sino que plantea una alianza entre trabajadores y patrones en
nombre de enfrentar al neoliberalismo. Es decir, algo muy concreto, no
una vaguedad sobre formas de entender la unidad. [7] Sobre el frente
político y social con las PYMES, tantas veces beneficiarias por la
flexibilización laboral, ¿no tienen nada que decir?
El
problema persiste más allá de que el MST se oponga al Encuentro de
Rosario, debido a que si bien, como ya señalamos, el PC había hecho
propuestas que iban en este sentido favorable a la conciliación de
clases, su giro actual es bastante más pronunciado que en coyunturas
anteriores, en las que además tenían menores posibilidades de
implementarse. Hoy en día, con el escenario corrido más hacia el
progresismo y el anti–neoliberalismo (por lo menos en el discurso
político), las chances del PC de ser aceptado en los cenáculos del
progresismo como un actor político relevante son mayores. Esto no
implica darlo por hecho, pero deja a las claras que la orientación
del PC siempre estuvo guiada por esa brújula y que la política del
MST siempre fue hacer como si el problema no existiese, hasta que la
fuerza de los hechos le obligara a tomar alguna determinación.
Todo
parece indicar que, como el Encuentro de Rosario no va a tener una
expresión electoral en el 2005, el MST conservará Izquierda Unida
por esta vuelta. Evidentemente, su objetivo es conservar una alianza
electoral (incluyendo al PS) que le ha permitido obtener algunos
puestos legislativos, y a eso parece dispuesto a subordinar todo, sin
que importe el carácter sin principios de estas maniobras.
Si
el PC, después de las elecciones, se va con el Encuentro de Rosario,
el MST hará una campaña acusando al PC de “romper la unidad”.
Este es un curso posible y probable, pero no ineludible.
Los
compañeros del MST deberían sacar las conclusiones de que si se
rompe Izquierda Unida no va a ser “por culpa del PC”. El problema
es que IU fue un acuerdo electoral sin principios, un acuerdo
recorrido por permanentes tensiones antagónicas que tenían por causa
la cohabitación de dos proyectos estratégicos: uno frentepopulista
(PC) y otro que, sin salir del socialismo revolucionario, está
atravesado por profundas inflexiones oportunistas (MST). Esa era la
causa real de que IU no tuviera ninguna vida por fuera de las
elecciones (cuestión central para una alianza que se postulaba a sí
misma como una alternativa política para las masas). En las actuales
condiciones, IU sobrevivirá hasta tanto el PC no logre implementar su
orientación más de fondo.
IU
ha obtenido cierto apoyo político a partir de una utilización
oportunista de los anhelos unitarios de importantes sectores de la
vanguardia. La unidad de izquierda tiene un importante valor político.
Pero esto no puede ser conseguido a partir de la coexistencia
oportunista de proyectos opuestos en sus fundamentos. Es decir, de
acuerdos sin principios, como ha sido el caso de IU.
Desde
el MAS, creemos necesario llamar a los compañeros del MST a romper
Izquierda Unida. Este acuerdo electoral constituyó, desde su inicio,
un obstáculo para el progreso de la política socialista
revolucionaria.
Llamamos
a los compañeros del MST a trabajar conjuntamente por un acuerdo
electoral posible, y no oportunista, entre los partidos de la
izquierda socialista obrera. Estas fuerzas tienen grandes diferencias
políticas (no solamente tácticas) entre sí, pero también
representan a sectores de la vanguardia obrera con inserción en la
lucha de clases y comparten una referencia común al trotskismo y al
marxismo revolucionario en general. Un acuerdo de la izquierda
socialista obrera, aunque limitado a lo electoral, es perfectamente
legítimo y progresivo en esta coyuntura.
Los
socialistas del MAS vamos a pelear por un acuerdo electoral de la
izquierda socialista obrera que puede ser un canal de expresión para
una parte de los sectores de la vanguardia obrera y popular que pelea
cotidianamente contra la política de Kirchner y el FMI. Llamamos a
los compañeros del MST a trabajar por esta perspectiva y a no
continuar enredándose en maniobras sin principios cuyo único
resultado va a ser seguir hundiéndolos en una crisis como la que ya
padecen. La política socialista revolucionaria admite flexibilidad táctica,
pero ésta debe estar al servicio de una estrategia principista y de
clase.
Notas:
1.
Por supuesto que no estamos en contra de obtener diputados en las
elecciones. Pero, desde el nuevo MAS, nos parece importante ubicar ese
logro dentro de un contexto de oportunismo y adaptación a la
democracia burguesa que impregnó al viejo partido y lo llevó prácticamente
a su desaparición hasta hace unos años. Esta situación se revirtió
cuando un conjunto de cuadros inició un proceso de renovación,
reconstrucción y refundación que ha terminado poniendo en pie una
organización claramente distinta en sus fundamentos y acción
cotidiana.
2.
El PC ha jugado a varias puntas en los últimos años. Ha estado
aliado al MST en lo electoral, al CTA en lo sindical y, hasta hace muy
poco tiempo, al PO en el movimiento de desocupados.
3.
Al firmar esta alianza IU le hizo firmar al PS, partido de clase media
pálidamente rosa, una declaración “combativa”. Claro que
llevaban como candidato a Rivas, que había declarado que nunca habían
tenido tantos amigos en el gobierno como con Kirchner. Esta sola
circunstancia demuestra la inutilidad de las plataformas
“principistas” en este tipo de alianzas.
4.
Se llama “etapismo” a las concepciones políticas, dentro de la
izquierda, que plantean que el objetivo de la lucha de los socialistas
no es la toma del poder por la clase obrera y los oprimidos sino
alguna forma intermedia de poder que puede estar formulado como una
alianza de los oprimidos con alguna fracción del capital en contra de
otra.
5.
Una cuestión aparte, pero no menos importante, es que esta concepción
etapista y frentepopulista suele estimular planteos de reformulación
del funcionamiento del capitalismo completamente fantasiosos y reñidos
con el comportamiento real del sistema. Vaya como ejemplo de esto el
famoso “shock redistributivo” postulado por el CTA.
6.
Viejos dirigentes del PCA, que se caracterizaron por una política
derechista y oportunista, aun para los parámetros estalinistas, y que
fueron explícitamente criticados por la actual dirección desde
mediados de los años 80.
7.
Mención aparte merecen las frases acerca del “programa” de la
izquierda como “el programa que nunca se aplicó” y opuesto al
“fracaso” del centroizquierda y los partidos patronales. Pero para
un marxista no es el éxito o el fracaso en esos términos lo que
determina nuestro programa. Así el capitalismo tuviese un éxito
resonante en imponer sus políticas (como en la década del 90), los
socialistas revolucionarios no dejaríamos de considerarlo un orden
social alienante y explotador. Del mismo modo, describir a los
planteos de la izquierda como “el programa que nunca se aplicó”
es absurdo. Es el programa que nunca se aplicó... y que nunca se
aplicará mientras el capitalismo argentino esté vivito y coleando.
Esta mezcla, típica del MST, entre el lenguaje propagandístico de la
campaña electoral y el lenguaje de la descripción objetiva propio de
cualquier planteo de orientación política genera permanentemente
ambigüedades y equívocos.
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