Argentina

 

La relación Kirchner-Bush

Nos gobiernan por teléfono

Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 01/04/05

La comidilla del momento es el llamado telefónico de Bush a Kirchner. Pero en vez de reproducir los lugares comunes y las interpretaciones superficiales que propagan los medios, hay que tratar de entender por qué Bush llama justo ahora. Y por qué vino Rumsfeld en estos días. O sea,  cuál es el verdadero sentido de la relación entre EEUU y el gobierno argentino. Ya veremos cómo se trata de una relación que combina magníficamente la sumisión argentina y a la vez el mutuo beneficio capitalista, en contra de los intereses de los trabajadores y los pueblos no sólo del país, sino de toda la región.

Teorema Kirchner-Lavagna: más inflación, más productividad...  menos salario

Pero empecemos por el marco local. Aunque el coro oficialista diga que no hay razón para preocuparse, la realidad es que, tal como venimos señalando hace semanas, la inflación ha venido para quedarse. Los aparatosos acuerdos para, supuestamente, detener la suba de precios en varios productos básicos como carne, pollo y lácteos se han estrellado contra el ridículo general. ¿Alguien vio bajar los precios? Nadie. Pero todas las semanas anuncian que “la semana que viene se notarán los efectos del acuerdo”. Mientras tanto, Adelco (asociación de consumidores) registra un aumento del 5,3% sólo en marzo para la canasta básica. De la carne, ni hablar: los “cortes populares” incluidos en el acuerdo no bajaron nada o desaparecieron, según denuncia otra asociación, Adecua, y el resto de los cortes aumentó hasta un 40%.

En este marco, las declaraciones de Lavagna el 24 de marzo a un periódico decano del imperialismo inglés, el Financial Times, fueron una provocación directa. Entre otras cosas, el ministro de Economía se despachó con que “los sectores populistas (!) quieren empezar la redistribución de ingresos”, lo que conduciría “a la hiperinflación”. Afirmó que “no hay ningún caso en el mundo en que la suba de salarios le gane a los precios cuando hay inflación”, por lo que “la mejor manera de seguir recuperando (!!) la capacidad de compra de la población es asegurar la estabilidad de costos y precios”.

Para Lavagna, los “sectores populistas” (típico término neoliberal, digamos de paso) que quieren “redistribuir” no son los dirigentes de la CTA (que en su pusilanimidad, nunca lograron redistribuir nada), sino ni más ni menos que... los ministros Tomada y De Vido (que estaban a cargo de las gestiones con la CGT y la UIA). Una ridícula cortina de humo. ¿De qué habla el ministro cuando dice “seguir recuperando la capacidad de compra”? El ingreso medio cayó en términos reales un 25% [1], la inflación del primer trimestre de 2005 ya va por el 3,5%, la canasta básica aumentó más todavía y el trabajo en negro (el peor pago) llegó al 49% del total de los asalariados. Eso sí, Lavagna se preocupa por la “estabilidad de los costos”, es decir, que no aumente el salario. ¡Cuánto cinismo!

Moyano y De Gennaro salieron a quejarse (aunque en pocas horas bajaron el tono). A su manera, claro: siguiendo el viejo estilo de la burocracia con Perón, critican al ministro y al “entorno” de K., pero dejan a salvo la figura presidencial: la culpa de todo la tiene el malvado Lavagna. Según Moyano y De Gennaro, ya va a venir Kirchner, el amigo del pueblo, a darle un chas-chas en la colita al ministro, y todo terminará bien. ¡Cuánta caradurez!.

Luz verde para las tarifas y corsé para el salario... con la ayuda de la CGT

A todo esto, ya se anunciaron los aumentos de tarifas para los próximos tres meses: luz, 20%; gas, 30%; peajes, 15%. El gobierno jura y perjura que el aumento es sólo para la industria y el comercio. Cautamente, la prensa informa que “los usuarios residenciales quedarán –por ahora– al margen de esos ajustes” (Clarín, 20-3-05). Y que hay trampa, a no dudarlo, porque hasta el ombudsman de la Capital Federal denunció que en la oferta del gobierno existe “manipulación de la información a favor de las empresas” y que “en el financiamiento de las inversiones no se contemplan aportes de la empresa”. Lo de siempre: les dan aumentos –ojo: que serían retroactivos al 1º de febrero–, las inversiones las pone el Estado y encima les perdonan las multas.

Pero todo esto “no afecta a la inflación” según el gobierno... Lo que la afecta mucho “son los aumentos de salarios”. Al respecto, es un hecho que, después de cacarear una semana, “la CGT se bajó del aumento salarial” (El Cronista Comercial, 30-3-05). En realidad, la estrategia concertada con la patronal de la UIA consistía en lo siguiente: subir el mínimo, encuadrar los aumentos futuros dentro de las previsiones del Presupuesto –no más de un 10%– y discutir aumentos... por productividad. Pues bien, ya la CGT anunció que se conforma con un mínimo de 630 pesos, porque, como dice Lingeri, “hay que ser responsables”.

Todos hablan ahora de la productividad como de un talismán. Lo que ni el gobierno ni los burócratas sindicales dicen es que en los últimos dos años la productividad aumentó un 15%, con salarios más bajos en términos reales (Clarín, 27-3-05). Y tampoco dicen cómo van a medir la productividad de los que trabajan en negro, la mitad de la fuerza laboral.

Pasa que en el gobierno tienen dos temores. Uno es que la inflación se desboque (multiplicando la actual escalada de luchas salariales) y que el “plebiscito electoral” de octubre sufra las consecuencias. El otro es que los aumentos salariales en la actividad privada arrastren a los gremios estatales a reclamar su parte. Y ahí es donde se juega una de las principales las batallas: el superávit fiscal para pagar la deuda. Porque como el Presupuesto contempla aumento cero para los estatales, si hay aumento se compromete el chanchito que Kirchner rompe cada trimestre para pagarle a los acreedores.

Hoy por ti, mañana por Haití (y por Bolivia)

Así se cierra el círculo que demuestra la coherencia capitalista de la política de Kirchner. Para cumplir con la deuda hay que tener superávit. Para tener superávit hay que reducir sueldos y, como reclama el FMI, “actuar sobre la demanda” para controlar la inflación. En criollo, enfriar la economía desalentando el consumo popular.

Aquí es donde entra “la voz en el teléfono” del amigo americano del Norte. Tal como era de prever, los juicios de los que quedaron fuera del canje amenazan con empiojar la cuestión. En consecuencia, Kirchner necesita los buenos oficios del gobierno y el Tesoro yanqui para poner en caja a los buitres y a los miembros del Grupo de los 7 que no están muy convencidos de declarar el fin del default. Pero no es ese el único problema. La coyuntura internacional favorable que venía teniendo el gobierno argentino ha empezado a cambiar. “El canje llegó con lo justo”, dicen los operadores financieros mientras constatan la suba de las tasas internacionales de interés. Esas son malas noticias: el gobierno va a tener que remar más de lo pensado con la deuda, y el único candidato a dar ayuda es EEUU. Entonces viene el toma y daca, las felicitaciones de Rumsfeld y los llamaditos de Mr. Bush.

Kirchner quiere y necesita el respaldo yanqui para cerrar el canje y para reanudar la relación con el Fondo. Bush concede y reclama contraprestación. No a los gritos; para nada. Simplemente le recuerda a un buen socio cuáles son sus obligaciones para con el Gran Hermano: muy bien cumplidas en Haití (ver nota aparte en esta edición), ahorrándole a EEUU soldados que necesita en Iraq. Y mejor todavía en Bolivia. Allí, Kirchner y Lula son los mayores sostenedores del gobierno entreguista de Carlos Mesa. En el país donde más cuestionado está el dominio del capital y sus amos imperialistas, Kirchner es para EEUU una garantía y un factor de estabilización... contra los obreros y campesinos bolivianos, por supuesto. Aquí incide también el cálculo mezquino (¡flor de principista este Kirchner) de no correr el riesgo de que el gas boliviano escasee en Argentina justo el invierno antes de las elecciones.

El resto de la agenda se discute amablemente: ponerle un ojo a Chávez, cambiar el voto con relación a Cuba, darle inmunidad a las tropas yanquis... Algunos deseos son cumplidos inmediatamente: el mismo día del “llamadito” se aprobaron dos leyes “antiterroristas” a pedido de EEUU, y con la visita de Rumsfeld se formalizó el apoyo al vice del Pentágono, Paul Wolfowitz, para presidir el Banco Mundial. Otros pedidos tardarán más; alguno se negociará por otra cosa. Pero todo se da en el marco de una relación de lo más cordial entre amo imperial y vasallo local. Como dice un analista, “no han existido casi diferencias de intereses entre Washington y Buenos Aires” (Clarín, 23-3-05).

Como venimos señalando en estas páginas, la salida del default y la vuelta al pago íntegro de la deuda, nos vuelve a atar con dobles cadenas al amo imperialista: de ahí el cholulismo y la subordinación de Kirchner al principal carnicero que hoy tiene el mundo. Vaya gobierno “progresista”.

Las tareas inmediatas

En los próximos días y semanas están planteadas una serie de tareas. La primera es la continuidad de la pelea por quebrar el techo salarial. Mientras Moyano se guarda sus amagos y baja el tono de su “disputa” con Lavagna, las luchas salariales por abajo se siguen desarrollando. Los docentes salteños siguen su paro por  tiempo indeterminado que ya lleva un mes. Siguiendo el ejemplo de los compañeros de Taym en el subte, entre los trabajadores de maestranza se generaliza el reclamo por aumentos salariales y por dejar de ser “terciarizados”. También los compañeros de LAFSA siguen en la brecha, habiendo repudiado a los burócratas a mano limpia ante los acuerdos firmados por estos que los pone en riesgo cierto de perder su fuente de trabajo, lo mismo que sigue a la expectativa el futuro de la fuente de trabajo en el diario Crónica.

En estas condiciones, entre los movimientos de trabajadores desocupados mas combativos, se está poniendo en marcha un plan de lucha que consta (este mes) de jornadas los días 6 y 19 de abril. Es que la miseria de los $ 150 de los planes jefa y jefe no se debe soportar más: no solo porque condena a la miseria extrema a los que lo reciben, sino porque fija el verdadero piso de ingresos del conjunto de la clase trabajadora, contrapesando hacia abajo toda la escala salarial y sobre todo entre los trabajadores de menor calificación. Así entonces, la lucha salarial, el apoyo para el triunfo de cada conflicto y lucha por quebrar el techo de Kirchner, Lavagna, Moyano y De Gennaro sigue siendo la primer tarea de la actual coyuntura.

La segunda tiene que ver con dar nuevos pasos en la pelea por barrer a la burocracia sindical. En este sentido, en estos días hay varias instancias planteadas. Por un lado, las elecciones sindicales en el gremio Capital de la Carne de alguna manera hace parte de la “ronda” de elecciones sindicales que viene del año pasado, en las cuales si bien la izquierda y el clasismo no lograron desplazar a las burocracias, sí se verificó un progreso, un avance en la inserción en varios gremios de las corrientes antiburocráticas. Cuestión que se puede volver a repetir en la Carne a condición de que logremos derrotar la proscripción y el intento de fraude cuando las elecciones del 29 de abril. Esta batalla plantea la realización de volanteos, pintadas, el diálogo con los compañeros de base en cada fabrica, la organización de los fiscales para el 29/4, así como el apoyo del resto de la vanguardia obrera a estas tareas.

Por ultimo, está la realización del Encuentro Obrero del 2 de abril, así como la puesta en marcha de las tareas votadas en el ultimo Encuentro por la campaña de las 6 horas: esto es, la fijación de la fecha para la realización de una gran marcha para presentar un proyecto de ley por la reducción de la jornada laboral con aumento de salarios, así como dar lo pasos que hay que dar para ir preparando el recital juvenil por esta misma reivindicación.


Notas:

1.- En diciembre de 2001, el ingreso promedio era de 574 pesos. Hasta septiembre de 2004, la inflación fue del 53%, por lo que sólo para mantener (no “seguir recuperando”) el poder de compra el salario medio debía ser de 878 pesos. ¿De cuánto era? De 654 pesos, es decir, 225 pesos menos (datos del INDEC, Clarín, 26-3-05).

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