El regreso de las huelgas
Por Marcela Valente
Inter
Press Service (IPS),
21/04/05
Buenos
Aires.– A medida que la economía de Argentina trata de salir de la
peor crisis de su existencia, los trabajadores consideran llegada la
hora de exigir la recuperación salarial apelando a la huelga, una práctica
caída en desuso a fines de los años 90 debido al alto desempleo.
Los más afectados por la erosión del poder adquisitivo de los salarios
fueron los empleados del Estado, seguidos en la desgracia por los
trabajadores del sector informal de la economía. Pero sólo los
primeros están en condiciones de expresar sus demandas de manera orgánica,
a través de sindicatos en pleno fortalecimiento, algunos de ellos con
nuevos liderazgos.
Así, en las últimas semanas se registraron paralizaciones de actividades
laborales o la instalación de asambleas permanentes en hospitales públicos,
empresas de transporte, escuelas, bancos bajo la órbita estatal y en
la administración central, una oleada de movilizaciones que preocupa
al gobierno
El presidente de Argentina, Néstor Kirchner, se reunió éste jueves con
su ministro de Trabajo, Carlos Tomada, para analizar los dos
conflictos más sensibles para las autoridades, como son los que
llevan adelante funcionarios del hospital Pedro Garraham, el centro de
atención pediátrica de alta complejidad de Buenos Aires, y los de la
ex aerolínea estatal Lafsa (Líneas Aéreas Federales S.A.)
La huelga en reclamo de aumento de sueldos de los trabajadores del centro
de salud, que recibe pacientes de todo el país, obligó a sus
autoridades a rechazar nuevas internaciones y a reprogramar cirugías
previstas, entre otras medidas, lo cual ha puesto en alerta a los
familiares de los pacientes por entender que puede poner en riesgo la
salud de los hospitalizados.
En tanto, los empleados de Lafsa se declararon en conflicto por la falta
de garantías en el traspaso de 850 de ellos a la empresa aérea
chilena LAN, ya sea porque se les recorte sus salarios o directamente
sean despedidos.
El sindicato que los reúnen convocó esta semana a una serie de medidas
de fuerza en el aeropuerto Jorge Newbery, de Buenos Aires, que
derivaron en incidentes. Uno de ellos ocurrió el martes, cuando los
trabajadores que bloqueaban los mostradores de atención de pasajeros
fueron desalojados por fuerzas de seguridad, con el saldo de 30
heridos y dos detenidos.
Pero además de estos dos conflictos, trabajadores de al menos otros cinco
hospitales se declararon solidarios con la agenda del sindicato del
hospital Pedro Garraham y, en algunos casos, llevaron adelante
paralizaciones parciales de la actividad laboral. Del mismo modo
actuaron empleados de los trenes subterráneos de Buenos Aires,
maestros, profesores y bancarios.
También funcionarios de los bancos estatales comenzaron esta semana una
serie de huelgas intermitentes y amenazaron con extenderla a una
jornada en los próximos días si no se atienden su reclamo de
incremento de 30 por ciento en sus salarios, a fin de compensar las pérdidas
ocasionadas por la inflación.
El gobierno considera que las movilizaciones apuntadas y otras aún no
constituyen una escalada de conflictos sindicales e interpreta que se
trata de demostraciones de fuerza política de dirigentes sindicales
nuevos, que intentan fortalecer su posición antes sus pares, según
explicó el jefe de gabinete de ministros, Alberto Fernández.
Empero, la argumentación de las autoridades resulta insuficiente para
explicar una conflictividad cada más extendida a sindicatos de
distintas áreas de la economía, ya sea del ámbito nacional o de las
provincias.
El gobierno de la nororiental provincia de Salta logró que los
trabajadores docentes levantaran la huelga de 45 días esta semana,
justo cuando se desata un conflicto similar en la vecina provincia de
Jujuy.
”Mientras haya inflación y sueldos rezagados habrá conflictos
sindicales”, sintetizó a IPS el economista Federico Marongiu, del
Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el
Crecimiento, que presentó un trabajo sobre el impacto del alza de
precios en la economía desde el colapso de 2001.
La crisis económica, social y política que se llevó el gobierno de
Fernando de la Rúa en diciembre de 2001, cuando sólo había cumplido
la mitad de su mandato de cuatro años, derivó en la abolición del régimen
de convertibilidad monetaria que había mantenido los precios bajo
control.
La derogación en enero de 2002 de esa ley de convertibilidad, que mantuvo
por el peso argentino atado al dólar en una paridad uno a uno por más
de 10 años, devaluó la moneda y provocó un aumento de 41 por ciento
en el índice de precios al consumidor de ese año.
En 2003, con la economía ya más estabilizada, la inflación fue de 3,7
por ciento y en 2004 de 6,1 por ciento. Entre enero y marzo, los
precios al consumidor subieron cuatro por ciento, en un marco de
predicciones para el año de 10,5 por ciento, según el gobierno, pero
algo más alto para analistas independientes.
”El deterioro del poder adquisitivo de los salarios fue muy grande en
2002, porque los precios subieron 41 por ciento sin (que se
concretaran) aumentos de salario”, recordó Marongiu.
”Desde 2002 hasta marzo de éste año los salarios, en el mejor de los
casos, subieron 33 por ciento”, remarcó.
Para el experto, no es que el gobierno carezca de los recursos para
aumentar salarios. ”Lo que ocurre es que alcanzaron un superávit
fiscal que necesitan mantener a toda costa” a fin de cumplir con los
compromisos externos, y ”eso lo está pagando el trabajador del
sector público y el del sector privado no formal”, puntualizó.
Por su parte, el diputado izquierdista Claudio Lozano, un economista
ligados a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), coincidió en
que el aumento de la conflictividad sindical está asociada a la
debilidad cada vez mayor de los ingresos.
”Nadie debería asombrarse de que haya cada vez más conflictos”,
advirtió el legislador, miembro de una de las dos centrales
sindicales del país.
”En Argentina, desde 2001, la actividad económica creció más que el
empleo y los precios aumentaron más que los salarios”, simplificó
Lozano. Hubo mayor productividad y sin embargo ese beneficio quedó en
el fisco o en las empresas privadas, no entre los trabajadores, explicó.
Más aún, Lozano consideró que no basta con aumentos salariales para
mejorar los ingresos. En la medida en que la proporción de empleados
formales esté por debajo de 30 por ciento del total de activos, los
incrementos de sueldos no tendrán impacto en la mayoría de los
trabajadores.
En tanto, los trabajadores apelan a las tradicionales huelgas, una
modalidad que había caído en desuso a fines de los años 90, cuando
la recesión se prolongó por más de tres años y el desempleo superó
20 por ciento de la población económicamente activa. En ese momento
fue, en sustitución, el auge de las movilizaciones de trabajadores
desempleados con la modalidad de bloqueos de rutas (piquetes).
Ahora, los conflictos sindicales se hacen sentir y los trabajadores se
manifiestan dispuestos a presionar sin temor a la pérdida del empleo,
como ocurría hasta poco tiempo atrás.
A eso se agrega una dirigencia sindical renovada, que no siempre responde
a la histórica Confederación General del Trabajo, por mucho tiempo
la única central sindical, ligada al movimiento justicialista
(peronismo) que ocupa hoy el gobierno de
Argentina.
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