Hospital
Garrahan
Las enseñanzas de
un gran proceso de lucha
Por
Isidoro Cruz Bernal
Socialismo o Barbarie, periódico, 05/05/02
El conflicto del
Hospital Garrahan ha sido uno de los puntos más altos en la pelea de
conjunto por perforar el techo salarial del kirchnerismo. Esta cuestión
adquiere especial relevancia cuando los que luchan son trabajadores
estatales porque ponen en cuestión directamente la contención
salarial alentada por el gobierno para sostener sus objetivos de superávit
fiscal, impuestos por el imperialismo. El gobierno nunca tuvo la menor
duda del necesario carácter político, que desbordaba lo puramente
sindical, que tenía este conflicto.
El
gobierno atacó a los trabajadores desde el comienzo. Toda la primera
línea del oficialismo realizó declaraciones contra el conflicto.
Basta recordar el calificativo de “salvaje” que Aníbal Ibarra le
dio al paro o, mucho más cerca del corazón del poder, las diatribas
del ex-cavallista Alberto Fernández afirmando que “no era
un verdadero conflicto sindical sino un paro politizado por una
comisión interna trotskista”. Afirmación a la cual se plegó
la burócrata Susana Rueda.
Durante todo el paro el
gobierno y los medios de comunicación atacaron al conflicto apelando
a la “salud de los niños”, pretendiendo culpar a los trabajadores
por cualquier inconveniente. Esto se vio claramente en el accionar de
los reporteros de la TV que trataban, constantemente, conseguir
declaraciones de los padres que fueran contrarias a los trabajadores.
Pero no se quedaron en esto. También presionaron a los trabajadores
metiendo policías en el hospital, de la mano de un fiscal, con las
excusas supuestamente jurídicas de siempre, con el objetivo de
intimidar a los compañeros, recabando datos sobre quién hacía
huelga y quién no. Esto se daba la mano con las cotidianas amenazas
de la dirección del hospital acerca de sanciones, descuentos de días
de paro, etc.
Frente
a todo este ataque hay que decir que la actitud de los trabajadores
fue de disposición a la pelea por sus derechos. Cada ataque del
gobierno, cada brutalidad fascistoide de los medios contribuía a que
los trabajadores sintieran que la razón estaba de su lado.
Hay
que aclarar que el proceso de lucha en el Hospital Garrahan no empezó
con este paro. El conflicto únicamente lo sacó a la escena política
nacional. Ya desde el año pasado los trabajadores del Garrahan habían
logrado sacarle sumas fijas al gobierno. Además, en el hospital, el
activismo antiburocrático tenía una importante acumulación propia,
expresada en la conducción de la Interna. Estos dos elementos dieron
las condiciones para que el paro surgiese con la fuerza que vimos.
Sin
embargo lo que creemos que hay que remarcar es la actitud de los
trabajadores, la fuerza colectiva que se desprendía de saber que
peleaban por algo justo, la fuerza de sentirse unidos, representados
por la Interna, y que ese mismo hecho les demostraba que podían
conseguir sus reivindicaciones. Ese hecho también generó otros
hechos: la primera propuesta del ministerio de trabajo vino porque el
paro era fuerte. Sin lucha y sin esa cohesión colectiva la oferta no
habría existido.
Pero
pensamos, en virtud de la
experiencia adquirida por el movimiento obrero y socialista en casi
dos siglos de pelea, que si la actitud de lucha de los trabajadores es
condición necesaria para ganar, también sabemos que esa lucha no se
da en el vacío, que para ganarla hay que tener una política. En ese
punto empieza a tallar una cuestión lindante con la lucha de los
trabajadores: los instrumentos con que se pelea. En este caso los
sindicatos. En el caso del Garrahan hay tres: UPCN, Sutecba y ATE
(Asociación de Trabajadores del Estado). Los dos primeros, como se
sabe, son "carneros" [rompehuelgas] profesionales y su
estructura se parece más a una empresa que vende servicios a sus
“afiliados-clientes” que a un sindicato.
El papel del
sindicato ATE
ATE
expresa una variante distinta respecto a los otros. Claro que, no hay
que confundirse, en este caso, distinta no quiere decir mejor o
favorable a los trabajadores o, en todo caso, posible de influenciar a
través de la presión de los trabajadores en lucha. ATE, y la CTA
(Central de los Trabajadores Argentinos) en general, expresa la
variante “progresista” de la burocracia sindical.
Para
que esto no sea interpretado como un mero prejuicio hacia ATE hay que
ver la lógica de su actitud respecto al conflicto del Garrahan. ATE
no apareció hasta que el conflicto ya estaba en pleno desarrollo.
Incluso quiso levantarlo por TV y le salió mal. Solo apareció para
controlar y encausar el conflicto por los canales “orgánicos”
(expresión que en la jerga de la burocracia sindical significa que
los dirigentes pueden negociar, levantar o decidir un paro sin que los
trabajadores tomen arte ni parte).
Eso
intentó hacer Micheli desde que apareció por el Garrahan. Invocando
una posible reunión trató que los trabajadores levantaran el paro.
Como era una reunión sin ninguna propuesta el conflicto siguió. Pero
Micheli fue consecuente con su postura de suspender las medidas de
fuerza durante todo el conflicto. Esa fue la línea maestra de su política.
Con
Micheli como vocero oficioso de la política de Tomada [ministro de
Trabajo de Kirchner], ATE retuvo los canales de la negociación con el
ministerio de trabajo. Al revés de lo que fue el conflicto de subte,
los delegados de los trabajadores no fueron los principales
protagonistas de la negociación con el gobierno.
Otra
cuestión evidente fue el hecho de que ATE no movió materialmente
nada en apoyo de la lucha del Garrahan. En el acto del jueves 14/4 en
la puerta del hospital ATE insinuó que el Plenario de delegados que
iba a hacer el miércoles 20/4 iba a tomar medidas en solidaridad con
el conflicto. Esto tenía la intención de abrir un compás de espera
para ver si el paro seguía o, como esperaban ellos, se caía. Como
siguió y, de realizarse el Plenario hubieran estado obligados a hacer
algo, simplemente levantaron el Plenario. Pero como posan de “ser
distintos”, a veces venía Micheli y prometía un paro nacional de
la CTA...siempre con el mismo objetivo de ganar tiempo, no dar nada en
el presente y prometer todo para el futuro.
ATE
y Micheli bajaron al Garrahan cuando no tuvieron más remedio por el
importante desarrollo que tuvo el conflicto y con un solo objetivo:
levantar el paro.
Las cuestiones de
orientación política planteadas por el conflicto
La
cuestión decisiva es: ¿cómo podía lograr ese objetivo en un
conflicto que no dirigía? Aquí jugó una orientación equivocada
adoptada por la mayoría de los compañeros que dirigen la Interna.
Esto se expresó a través de una vieja concepción sindicalista
basada en la “exigencia a la burocracia”. Este planteo es
estrechamente sindicalista porque cree que basta movilizar a los
trabajadores de forma democrática y combativa para que la burocracia,
presionada por el hecho contundente que el conflicto implica, tenga
que “venir al pie” de los sectores clasistas. Lo que le falta a
este planteo es justamente una orientación política que vaya más
allá de las medidas de lucha (que son necesarias pero que nunca
deciden el destino de un conflicto).
Este
planteo sindicalista parte de un aspecto real: una burocracia como la
de ATE no se queda tomando mate en el local cuando tiene un conflicto
como el del Garrahan, está obligada a aparecer. Pero no vino a la
defensiva y “pidiendo perdón” sino con una política muy clara.
Política que trató de imponer desde el comienzo con la amenaza de
dejar sola a la Interna del Garrahan, de retirar la cobertura
sindical. De esta forma el “exigido” se convirtió en el que
verdaderamente exige y obtiene resultados.
Con
la amenaza de retirar el apoyo, ATE tuvo poder de veto sobre la
orientación democrática y combativa que tenía el conflicto del
Garrahan. De ser un conflicto dirigido por una política independiente
pasó a estar mediatizado por la presión de la burocracia sobre la
Interna. Presión que, desgraciadamente, tuvo efecto en la orientación
de la mayoría de la Interna. En el momento decisivo de la negociación
la Interna flaqueó y, aprisionada por los límites impuestos por la
burocracia, aceptó la suspensión del paro como condición para ir a
negociar la propuesta del ministerio.
Sobre
este punto específico hay que decir algunas cosas. La primera es que
ir a una negociación “en frío” es quitarse armas a uno mismo
cuando nos dirigimos a una pelea dura. Las negociaciones salariales no
son reuniones corteses y mundanas. A ellas conviene ir lo mejor
pertrechado posible. Salvo circunstancias muy específicas (y no era
este el caso) siempre se sostienen mejor las demandas de los
trabajadores con la negociación “en caliente”, con los compañeros
en la calle o en el lugar de trabajo, pero activos y peleando. Por
otra parte, en un conflicto de alta exposición mediática como el del
Garrahan, la diferencia entre suspender y levantar se vuelve mucho más
tenue que en otros casos. Aunque existiera una cuota de cansancio
entre los trabajadores, ya que sabemos que este era un conflicto
particularmente duro, la responsabilidad de la Interna pasaba por
llamar la atención de los compañeros acerca de estos peligros. Esto
era esencial. Después, la forma más conveniente de hacerlo podía
discutirse.
Esta
orientación predominante en la Interna tuvo varias consecuencias
negativas.
Le
lavó la cara a la burocracia de ATE ante los trabajadores del
Garrahan. Micheli dirigió políticamente un conflicto, que
inicialmente era independiente y no controlaba, y lo llevó hacia
donde él buscó desde un principio y, encima, eso no quedó claro
para los compañeros. Los burócratas de ATE todavía pueden posar de
“luchadores”.
El
resultado del conflicto, seguramente, hubiera sido distinto. No es lo
mismo un conflicto en el que los trabajadores puedan negociar “en
caliente” y a través de sus delegados que si el conflicto depende
de la burocracia para su resolución. En el segundo caso los
trabajadores pierden por dos lados. Casi seguramente, si negociaban en
forma más directa y ad referendum de la asamblea (como en el subte),
hubieran obtenido más reivindicaciones. Y en segundo término,
negociando con la mediación de la burocracia, no pueden avanzar en su
conciencia. Porque nadie avanza si no lo hace por sus propios medios,
por la vía de su experiencia. Y las burocracias de todo pelaje, aún
las “combativas”, tienen la función de obstaculizar el
aprendizaje de los trabajadores en lucha. Una de las razones por las
que los socialistas revolucionarios estamos obligados a intervenir en
los conflictos es para contribuir a que la conciencia obrera avance
políticamente en la identificación de sus intereses y objetivos. No
basta con ser sindicalistas honestos y combativos, aunque la lucha por
los derechos y reivindicaciones de nuestros compañeros esté presente
en nuestra lucha cotidiana.
Somos
concientes de que cualquier compañero nos puede preguntar ¿qué pasa
si se va ATE? ¿es bueno o malo? ¿qué hay que hacer si ATE se iba?
Nosotros, como cualquier persona sensata, somos partidarios de
“embretar” a la burocracia en la medida de lo posible. No somos
partidarios de enfrentar a todos los enemigos al mismo tiempo. Pero lo
que nos parece un error completo es creer que se puede presionar a la
burocracia hasta el punto de que ésta vaya en contra de sus propios
intereses. Eso es una utopía. ATE iba a apoyar la lucha del Garrahan
hasta que ésta entrase en contradicción con sus propios intereses.
Si la lucha se seguía desarrollando en forma independiente, democrática
y con criterios clasistas ATE se iba a ir, tarde o temprano. Eso tenía
sus inconvenientes. Pero el remedio propuesto por los compañeros de
la Interna fue peor que la desventaja de no contar con la cobertura
política del sindicato. ATE, a través de Micheli, se convirtió en
la dirección política del conflicto sin contar con el poder de mover
a los compañeros.
La
respuesta a qué hacer si ATE se iba era sacar el conflicto del
hospital, coordinar con los miles de compañeros de la salud para los
cuales el conflicto del Garrahan se había convertido en una
referencia. Lo que no se podía hacer es dejarles orientar una lucha
que no tenían derecho ni espacio político para dirigir. El hacerles
ese lugar, con la excusa de que “no le soltaran la mano” a la
Interna fue el más grave error.
Aclaramos
que decimos esto en el marco de un debate necesario entre compañeros
que estamos en el mismo campo: el de la vanguardia obrera y de los
luchadores. Tenemos la convicción de que es necesario decirlo
para corregir las orientaciones equivocadas y poder luchar en mejores
condiciones en el futuro. Y también porque forma parte de esa
convicción la certeza de que en un conflicto donde los trabajadores
pusieron tanto coraje y tanta fuerza, creemos que se podía haber
obtenido mejores resultados.
En
vista a ese objetivo el activismo deberá reflexionar, hacer un
balance y conversar con todos los compañeros del hospital para ir
viendo cuales serán los pasos futuros de una lucha que no está
terminada pero que requerirá la más amplia coordinación con los
otros sectores de la salud pública.
Para
ir por más construyamos la Interhospitalaria
El
miércoles en el Hospital Garrahan se realizó la primera reunión de
la Interhospitalaria, que reunió a comisiones internas opositoras a
la burocracia y a trabajadores autonconvocados. Estuvieron los compañeros
del Garrahan, del Álvarez, del Durand, del Ramos Mejía, del Posadas,
del Castex, autonconvocados del Hospital de Moreno, del Gandolfo, del
Fiorito, entre mas de treinta delegaciones.
Se
discutió realizar un campaña de solidaridad activa con los
Hospitales que ya están luchando y preparar un plan de lucha común
que abarque a todos los trabajadores de la salud sin distinción
de gremios; de afiliados o no afiliados; de contratados o
tercerizados; que abarque a los compañeros que están con planes
trabajar; sin distinción entre profesionales y no profesionales.
Hay
que impulsar esta Interhospitalaria para luchar contra la destrucción
de la salud publica que hoy está llevando el gobierno de Kirchner.
También se acordó un próximo encuentro para el 4 de mayo en el
Ramos Mejía.
|