Ante los escándalos
judiciales de Chabán y María Julia
Clases de delitos
y delitos de clase
Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 19/05/05
Las libertades de Maria
Julia y Chabán fueron indudablemente el “escándalo del mes” . En
otros artículos hacemos el análisis político de ambos casos. Pero
para entender plenamente lo ocurrido con estos personajes, es
necesario también enfocarlos desde un ángulo más general.
Igualdad ante la
ley: ficción y realidad
Una de las grandes
mentiras convencionales de la sociedad capitalista es la “igualdad
ante la ley”. Esta comedia de la “igualdad” lleva más de
dos siglos –desde la Declaración de la Independencia de EEUU (1776)
y la Revolución Francesa (1789)– pero sigue en cartel con el éxito
de siempre. Es como la otra gran fábula –la de la “soberanía
popular”–, que se reestrena cada vez que hay elecciones.
Sin embargo, si hay
algo que los hechos desmienten es esto de la “igualdad ante la
ley”. Las desigualdades reales refutan las ficciones jurídicas,
aquí y en el resto del mundo. Y es interesante advertir además cómo
esas desigualdades reales –que expresan ante todo diferencias de clases
sociales– tienen varias dimensiones. Veamos algunas,
comenzado por un ejemplo grueso.
Si usted es vecino de
La Tablada, se llama Juan de los Palotes y acaba de darle cinco tiros
en la cabeza a su mujer; está en un grave problema. Le conviene huir
cuanto antes. Pero si usted vive en un country de Pilar y su apellido
es García Belsunce, no se preocupe demasiado... tome tranquilo su
“limoncello” en el bar del country y luego comience a gestionar el
certificado de defunción por “paro cardiorespiratorio” de su
querida esposa. Ah, y recuerde decirle a la sirvienta que limpie bien
las manchas de sangre...
Este caso (ya olvidado
por lo medios) y los de María Julia y Chabán (aún tronantes)
iluminan un primer aspecto. Si usted tiene medios suficientes,
contratará un “gran abogado” o, mejor aún, lo que llaman un
“gran estudio”. Estos “grandes”, además de sus sabidurías
jurídicas (y chicaneras), le aportarán algo que –como dice la
propaganda de MasterCard– “no tiene precio”: sus relaciones
en el mundillo de los tribunales. Estas “amistades particulares”
con secretarios, jueces y camaristas (que, si se trata de un “gran
estudio”, llegan hasta la Suprema Corte) son decisivas. Permiten
“conversar” en la trastienda los casos importantes... Aun sin que
medie un soborno simple y directo, esto ya constituye una ventaja
decisiva, de la que no goza el pobre diablo asistido por el defensor
oficial porque no tiene dinero para un abogado.
Esto explica un hecho
significativo: en las cárceles casi no hay ricos. Y los pocos que
residen fugazmente allí, habitan celdas VIP. Una de dos: o los pobres
tienden a ser delincuentes “por naturaleza” y los ricos, ángeles,
o esta “justicia” es de clase y entonces, lamentablemente, no
somos “iguales ante la ley”.
Pero el carácter de
clase de esta “justicia” tiene otras dimensiones más
profundas, “estructurales”. Por ejemplo, los delitos en sí mismos
también tienen fisonomía de clase.
Difícilmente un
capitalista irá preso por ladrón de gallinas: compra todas las que
quiere en el supermercado. En cambio, un desocupado o un trabajador es
aun más difícil que pueda tener problemas con la justicia por
“malversación de caudales públicos” o “enriquecimiento
ilícito” o “quiebra fraudulenta”. Para cometer esa clase de
delitos, hay que ser empresario o alto funcionario.
Ahora bien, esos delitos VIPs tienen
por regla general penas irrisorias y por lo tanto excarcelables. Por ejemplo, según el artículo 268 (1) del Código Penal, el
“enriquecimiento ilícito de funcionarios” tiene penas tan
terribles como... “prisión
de seis meses a dos años”. O sea, es excarcelable. Y si robó lo
suficiente, no tendrá problemas para pagar una fianza mientras se
tramita el juicio...
En cambio, si para
robar una gallina usted se asoció con dos vecinos, escalaron una
tapia y rompieron el alambrado del gallinero, pobre de usted si lo
agarran; puede pasar unos añitos adentro... y no en un pabellón VIP,
precisamente.
¿“Los argentinos
somos así”?
María Julia y Chabán
ha dado fuerza al dicho de que “aquí nadie va preso”. Es
verdad, si con eso queremos decir que los ricos que delinquen suelen
“zafar”. Pero también a esta frase se le da otro sentido
completamente falso. Se presenta esto como un problema exclusivamente
“nacional”. La corrupción judicial en particular y del estado en
general serían cosas tan autóctonas como el dulce de leche. Es así
como lo presentan los medios. Solemnes “analistas” de los diarios
y charlatanes de la TV pontifican que “los argentinos somos así”...
Se establece de esa manera una especie de “responsabilidad
colectiva”.
Esto es un doble e
interesado fraude. Por un lado, si todos tenemos culpa de este estado
de cosas, los rasgos y las responsabilidades de clase se
diluyen. Por otro lado, esto responde a una falsa ideología que se
difunde desde los países imperialistas, EEUU, Europa occidental y
Japón. La corrupción en el estado y la sociedad sería propia de los
países “poco serios” del “tercer mundo”; cosa de
“sudacas” latinoamericanos, de bárbaros africanos y de siniestros
árabes e islámicos. En los países “en serio”, como EEUU y
Europa, no pasan esas cosas. Y si suceden, actúa la “justicia”.
En verdad, si hay
alguna diferencia, por ejemplo, entre la pandilla de Bush y la que
integraron Menem y Maria Julia, es que la primera opera a escala
mundial y la de Menem lo hacía en un estrecho espacio provinciano.
Bush, al mismo tiempo que predica la Biblia, encabeza uno de las
administraciones más corruptas de la historia de EEUU. Y eso es decir
mucho en un país donde la coima a los políticos está
institucionalizada como “oficinas de lobby”.
No pasa mes en EEUU en
que no se destape algún escándalo. La empresa Halliburton, donde
tienen intereses los miembros de la administración Bush, se ha hecho
mundialmente famosa por eso. Una de sus picardías fue vender
combustible a los tropas de EEUU en Irak y entregar 20 ó 30% menos de
lo facturado... y nadie ha ido preso por esa insignificancia. Por el
contrario, Halliburton recibió contratos sin licitación por
1.200 millones de dólares para obras de “reconstrucción de
Irak”. ¿Qué diferencia hay con los guardapolvos de Bauzá, la
leche en mal estado de Spadone y los fraudes de María Julia? Que
ellos “sólo” robaban millones, mientras Halliburton embolsa miles
de millones.
El capitalismo del
siglo XXI también está globalizado en el rubro corrupción.
Por ese motivo, entre otros, se verifica una notable pérdida de
legitimidad de los estados y de su “justicia” presuntamente
“igual para todos” y un creciente descreimiento de la gente
en ellos. El problema es que la inmensa mayoría no tiene claro aún
con qué reemplazarlos.
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