Romina Tejerina condenada a 14 años
Cuando la violencia se hace drama
Socialismo o Barbarie, periódico, 19/06/05
En
una muestra más de la barbarie y la descomposición capitalista
expresada en la violencia ejercida sobre las mujeres, los jueces
Antonio Llermanos, Héctor Carrillos y Alfredo Frías (Sala II en lo
penal de San Salvador de Jujuy), el viernes 10 de junio, condenaron a
Romina Tejerina a 14 años de prisión por el delito de
homicidio calificado agravado por el vínculo. [Sobre el caso Romina
ver http://www.socialismo-o-barbarie.org/argentinazo/050529_a_rominajuicio.htm
En
la presente nota nos proponemos reflexionar sobre la problemática
de fondo que descarnadamente abrió en la sociedad, el debate a
favor o en contra de Romina Tejerina. Un debate marcado por una
creciente politización de la causa, donde tallaron distintas
cuestiones como la violencia hacia la mujer, la justicia de clase y el
rol del Estado, la legalización del aborto, la Iglesia, etc.
También
creemos necesario aclarar algunos detalles de la causa hasta ahora, así
como dar cuenta de la campaña por la libertad de Romina y las
conclusiones políticas de lo actuado hasta hoy. Como venimos
planteando en notas anteriores, casos como el de la compañera Romina
(si bien éste tiene características excepcionales) no dejan de ser
hechos sistemáticos y estructurales en la sociedad capitalista:
es la opresión de género ejercida sobre la mujer por esta
sociedad patriarcal y sexista, la cual además se acrecienta sobre las
mujeres trabajadoras y pobres por la opresión de clase.
La víctima al estrado
Básicamente,
los sucesos del caso son conocidos por todos, pero creemos que hay que
destacar numerosos puntos oscuros y obstáculos presentados en el
transcurso de la causa a la defensa, que por otra parte intentó
siempre probar sus dichos fehacientemente con pruebas científicas.
Romina
fue violada por Emilio Vargas, un vecino 20 años mayor que
ella cuando tenía 18 años, que la amenazó y la persiguió para que
no lo denunciara. Quedó embarazada y ocultó su embarazo a su
familia, intentando abortar sola varias veces con métodos caseros.
Fue la falta de educación sexual científica, de medios y de
información, así como el entorno social y familiar hostil a estas prácticas,
lo que la llevó a esos métodos. Afectada por el “estrés pos-traumático”
producto de la violación, al quinto mes, en medio de un intento de
aborto, se indujo el parto y al ver en el feto “la cara del
violador”, en lo que constituye un episodio psicótico, lo hirió
mortalmente. A partir de ahí se descubre el hecho y Romina queda a
disposición de la justicia, iniciando el proceso de 2 años y 4 meses
que dura hasta hoy.
Como
se sabe, una violación es un delito muy difícil de probar, ya
que en general las víctimas, por lo traumático del hecho, no
concurren inmediatamente a la policía. La violación debe comprobarse
en el momento, lo que somete a la víctima a una doble violencia al
tener que exponerse ante la autoridad policial. Por eso, sólo una de
cada diez mujeres violadas hace la denuncia. Por otra parte, como la
misma Dra. Mariana Vargas decía a un medio local, ”son muy pocos
los abogados defensores que parten de creerle a la víctima de una
violación; en general tienden a culpabilizarla”.
En
este caso, como Romina sólo varios meses después pudo denunciar el
hecho, la violación no pudo comprobarse y “Pocho” Vargas quedó
en libertad.
El
violador adujo que la relación había sido con consentimiento, pero
se contradijo en distintas oportunidades, reconociendo primero su
paternidad y luego tratando de incluir una tercera persona que, según
él, sería el verdadero padre. Sin embargo, jamás aceptó hacerse
la prueba del ADN para comprobar o desmentir científicamente su
paternidad, a pesar del reiterado pedido de la defensa para realizar
ese estudio.
Otra
de las supuestas “pruebas” para negar la paternidad de Vargas es
el tiempo de gestación del feto: 34 a 35 semanas. Si la violación se
produce el 1° de agosto, no coincidirían las 34/35 semanas con el
momento del hecho y la detención de Romina (23 de febrero). Pero, lo
que ningún medio dice es que la prueba fue realizada con un método
poco exacto y algo obsoleto: el “método Capurro”. Con
lo cual la diferencia podría perfectamente aclararse si se hubiera
hecho lugar al pedido de la defensa de realizar una nueva autopsia
al feto, a fin de determinar fehacientemente su tiempo de gestación.
Sumados
a estas irregularidades estuvieron los testimonios de allegados a
Romina, que en algunas declaraciones pudieron describir en detalle a
Emilio Vargas y que en posteriores declaraciones dijeron desconocerlo.
Esto evidencia claros aprietes y prácticas matoneriles que están en
consonancia con las amenazas telefónicas y anónimos que recibieron
en todo este tiempo los familiares de Romina y los integrantes de la
defensa.
Párrafo
aparte merecen las más de 20 indagatorias a las que Romina fue
sometida (no siempre a cargo de personal calificado), todas de corte
claramente incriminatorio con preguntas en relación a “¿cómo
se vestía? ¿iba a bailar siempre? ¿cómo bailaba? ¿con quién salía?”,
etc.; como si alguno de estos datos totalmente anecdóticos pudieran
justificar la violencia contra Romina.
Para
terminar con el repaso de la causa, hacemos mención a la negativa
a otorgarle la excarcelación, derecho constitucional que indica
que una persona no puede estar sin sentencia y seguir detenida más de
2 años. Aún cuando estos plazos estaban cumplidos, le fue denegada y
las autoridades provinciales (como la secretaria de Derechos Humanos Aizenberg) no hicieron ningún esfuerzo por garantizarle este
derecho a Romina.
Pero
así como la Iglesia rápidamente puso el grito en el cielo y el
Estado jujeño se encargó de hacerlo cumplir en tierra, surgió la campaña
por la libertad de Romina, encabezada por las mujeres de la
Corriente Clasista y Combativa y llevada a adelante junto con mujeres
de otros movimientos de trabajadores desocupados (Polo Obrero, MTR-CUBa,
FTC) y por organizaciones de mujeres, de minorías sexuales y de
izquierda en todo el país. Si bien la campaña fue pequeña y poco
coordinada, se mantuvo constante la lucha a lo largo del tiempo. Y fue
la campaña la que consiguió con un escrache popular lo que la
justicia patronal ni siquiera intentó hacer: mandar a la cárcel al
violador, que quedó más de 20 días detenido. Fue así, mediante
movilizaciones y escraches de los luchadores populares desde abajo, y
declaraciones y lobby de la Iglesia, los medios de comunicación y el
Estado jujeño por arriba, como el caso fue tomando la dimensión política
que terminó en las tapas de diarios nacionales y movilizaciones en
las principales ciudades del país y en San Salvador en la semana del
juicio, el 2, 3, 9 y 10 de junio.
Una
condena de escarmiento
En
un demorado pronunciamiento, el tribunal de la Sala II condenó a
Romina a 14 años de prisión. La defensa, a cargo de los abogados
Mariana Vargas y Fernando Molinas, había solicitado la absolución
por inimputabilidad, mientras que la fiscal Liliana Fernández de
Montiel, en una muestra de ensañamiento sin límites, insistió con
el pedido de cadena perpetua al no reconocer las pericias
psiquiátricas que certificaban como “episodio psicótico”
el momento en que Romina se deshace del producto de la violación.
Los
jueces no hicieron lugar al pedido de perpetua de la fiscal y
consideraron una serie de “atenuantes” aún no informados para
dictar la sentencia, por lo cual puede suponerse que tampoco hicieron
lugar al episodio psicótico como atenuante. De todos modos, el
cabildeo y la demora en dar a conocer el fallo, que llegó un día
después, dan cuenta del espesor político que tomó la causa, merced
a la movilización popular, el repudio y, a la vez, la instalación
del tema en los medios de comunicación,
en general de forma amarillista y derechizante.
Creemos
que todos estos elementos: los testimonios fraguados, la negativa a
realizar las pruebas que corroboraran la veracidad de las palabras de
Romina y la actuación de las autoridades provinciales siguen la misma
lógica: el escarmiento. Es decir, castigar y culpabilizar a la
víctima para que sirva de “ejemplo” a todas las mujeres pobres
para que vean qué les va a pasar si intentan abortar o si lo logran.
Pero veamos en qué contexto se da el caso de Romina.
Argentinazo, aborto e Iglesia
El
caso de Romina tiene que ser entendido en el contexto marcado por el Argentinazo,
por esa nueva relación de fuerzas entre opresores y oprimidos
que el 19 y 20 de diciembre y las luchas consiguientes establecieron,
y que está caracterizado por la polarización de la lucha de clases.
Es en este marco que el presidente Kirchner se juega a engañar al
pueblo con discursos y gestos “progres”, mientras pasa en limpio
las reformas menemistas. Pero la situación es tan inestable que
incluso esta política “gestual” tiene límites. Cuando el
ministro de Salud Ginés salió a blandir una postura no tan
antiabortista como la que preconiza la Iglesia, la Curia corrió a
ubicar al presidente, a la Primera Dama y al ministro. Kirchner tuvo
que salir a decir que estaba contra la legalización del aborto,
quedando muy poco “progre” frente a su estimada “opinión pública”.
Fue
uno de los principales actores del Argentinazo, los movimientos de
trabajadores desocupados, el que tomó en sus manos la defensa de
Romina Tejerina, y dentro de los movimientos piqueteros, el
creciente sector de mujeres que se están organizando en ellos,
que también acudieron masivamente a los últimos Encuentros de
Mujeres. También el “empuje democrático” que surgió con
el Argentinazo (que tiene reflejos distorsionados en la política del
gobierno hacia los derechos humanos) es el que hace escandalizar a
buena parte del pueblo y los trabajadores con la dureza de la condena
a Romina, y es causa de que los jueces no hayan podido darle a Romina
cadena perpetua. Pero la otra cara de la polarización es una Iglesia
Católica que giró a la derecha, profundizando su política
reaccionaria con la asunción de Benedicto XVI, y que en la Argentina
se pronuncia cada vez con más fuerza contra la movilización de las
mujeres, de las minorías sexuales y de los trabajadores desocupados.
El
ministro Ginés no es un reformador de las conservadoras prácticas de
salud pública en la Argentina, sino que en su papel de responsable
político del área de salud del gobierno de Kirchner tiene que dar
cuenta de que el problema del aborto en la Argentina se torna día
a día una cuestión más acuciante. Sin volver a mencionar las
cifras alarmantes que mencionábamos en SoB 50 (por ejemplo, alrededor
de 400 mujeres mueren por año en el país a causa de abortos mal
practicados), es el estado actual de putrefacción capitalista el que
pone sobre la mesa la legalización del aborto, y que hace que cada
vez sea menos popular defender su penalización. Pero frente a este
estado de necesidad de las mujeres, especialmente las trabajadoras y
las pobres, grupos liderados en el país por la Iglesia Católica
vienen haciendo desde hace tiempo campaña contra cualquier tipo de
despenalización, por tibia que sea. [1]
¿De
qué derecho a la vida hablan los asesinos?
El
eje central de su discurso es considerar al aborto como un asesinato.
No podemos hacer en este artículo un breve resumen del prontuario de
asesinatos y genocidios que la Iglesia ha causado directamente o
respaldado en sus siglos de historia, que la convierten en uno de los
pilares más sólidos de la dominación burguesa, porque requeriría
todo un periódico número doble. Lo que sí vamos a dejar en claro es
que “el derecho a la vida” que dice la Iglesia defender es el
derecho a la propiedad por parte del hombre, y en última
instancia, del garante del sistema, el Estado, sobre el cuerpo de
la mujer, de su útero y de su producción, la prole, la descendencia.
Este derecho es elemental a la hora de la constitución de una clase
“proletaria”, de una clase que sólo sea fuerza, capacidad de
trabajo. Frente a la violación de este sagrado derecho de propiedad,
la Iglesia propone la condena eterna del infierno, y, en casos más
concretos como el de Romina, la cadena perpetua.
Entonces,
la mentira de la Iglesia de convertirse en el adalid del “derecho a
la vida” tiene patas cortas. La Iglesia es una institución clave,
el soporte ideológico básico de esta esclavitud del cuerpo, y por
consiguiente, del deseo, de la sexualidad de las mujeres, denigrándolas
a ser “la costilla” de algún hombre, a llevar una vida de
sometimiento, violencia y muerte (ya sea por la ilegalidad del aborto
o por la violencia doméstica). Por supuesto, esta violencia de género
que la Iglesia defiende como vida se profundiza al cruzarse con la
opresión de clase, la explotación capitalista: no padece lo
mismo un ama de casa que va de compras al shopping que una que
sostiene con su trabajo doméstico a la familia trabajadora.
Pero
la Iglesia, como institución de clase (patronal), no está sola: el
Estado capitalista y los grandes medios de comunicación ejecutan y
difunden su mandato. Por su parte, esta Justicia ejercida por y
para los ricos hace lo suyo: en la misma semana en que Omar Chabán
es liberado y a pocos días de soltar a María Julia Alsogaray, Romina
es condenada. Aunque en este último caso, también se trate de una
mujer, es “una Alsogaray”, claro y esto hace esta “pequeña”
diferencia: la libertad.
Vociferan
los cómplices: ¡Asesina!
Los
medios en el caso de Romina jugaron un rol importante, ya que se
hicieron eco, ampliaron y difundieron la perspectiva de la Iglesia.
Dejaron de la lado cualquier mención a la violación, que nos lleva a
plantear la situación de violencia estructural que sufren las
mujeres, e hicieron una odiosa campaña contra “la asesina”,
“la que mató a su beba con veintipico de puñaladas”. Toda una
campaña de condena contra la mujer que se atrevió a no ser madre,
que “no supo aguantarse nueve meses para darlo en adopción”,
contra ese útero con patas que se rebeló y dijo no a su manera. Y
encima una mujer pobre, el sujeto por excelencia de producción de
laburantes y de “tareas domésticas” (más técnicamente,
reproducción y reposición de la fuerza de trabajo). El Grupo Clarín,
que posee participación en La Nación y Página 12, hizo una campaña
repugnante, mientras que Página 12, que capitaliza el nicho
“progre” del mercado, fue un poco más delicado.
Pero
no tenemos ni teníamos ninguna esperanza en los medios. Ningún
instrumento patronal, llámese Estado, medios de comunicación masivos
o Iglesia, va a denunciar la violencia de género, porque va contra
sus intereses de clase ¿Qué quiere decir esto? Que el sometimiento y
violencia cotidianas que sufren las mujeres de forma permanente en
todos los ámbitos de la sociedad (el “dulce hogar”, el trabajo o
la falta del mismo, la calle, la vida afectiva) son funcionales y
necesarios para el funcionamiento y supervivencia del régimen de
explotación capitalista, son los que reaseguran el lugar que este
sistema le asigna a la mujer.
Éste
es el marco para entender el caso de Romina. El suyo es un síntoma,
un ejemplo de cómo la violencia de género recrudece cada vez más en
situaciones donde la barbarie capitalista avanza. Es un ejemplo dramático,
y no único, de una violencia que lleva siglos destruyendo a las
mujeres del mundo. Es un caso que ejemplifica con extrema crueldad la
violencia de género.
Lástima
no. Lucha sí
Es
por eso que frente al caso de Romina Tejerina no podemos adoptar
una actitud, menos aún una política, de compasión o de lástima,
sino entender cómo se enmarca este caso en la violencia de género y
develar su relación con ella. No podemos dejar de denunciar la
violación, ya que es allí concretamente donde comienza todo. Tenemos
que adoptar una política de lucha, de resaltar nuestra
indignación por la bestial condena que le otorgaron, y no la actitud
de ganar el favor de la gente con la lástima. Una política de lucha
que tome ese sentimiento genuino de bronca, que se expresó en los
comentarios de compañeras del laburo, de estudios y del barrio frente
a la sentencia, y lo transforme en movilización por la libertad
inmediata de Romina.
Al
mismo tiempo, no podemos desligar el caso de Romina de la campaña
por el derecho al aborto libre, legal y gratuito. Tomar el caso de
Romina sin tener en cuenta esa campaña implica recortarle en parte la
perspectiva de la violencia de género, que se expresa tanto en la
violación como en la imposibilidad que tuvo de abortar. Porque si el
aborto fuese libre, legal y gratuito, Romina hubiese abortado el
monstruoso producto de la violación y estas líneas no tendrían
existencia. Por otro lado, plantear la campaña sin tener en cuenta el
caso de Romina es abstraerse, no hacer eco de la realidad que nos toca
a vivir: la Iglesia y el Estado han hecho un escarmiento público y
brutal de Romina por su aborto. Hoy, luchar por el derecho al
aborto libre, legal y gratuito es luchar por la libertad de Romina.
Es
necesario que aprovechemos este momento de bronca, de indignación
popular legítima, para dejar en claro que no permitiremos que
Romina pase un día más presa. Vamos a continuar y profundizar la
campaña, lo más unitaria, contundente y masiva posible para
conseguir su libertad.
* ¡Ni un día más en la cárcel!
* ¡Por el aborto libre, legal y gratuito!
* ¡Por una educación sexual científica en las escuelas!
* ¡Cárcel al violador y sus encubridores!
* ¡Impugnación de la causa y libertad inmediata a Romina
Tejerina!
Agrupación
Carne Clasista –Contra la Opresión Sexual y Social
Notas:
1.
Ya en 1995, bajo la presión eclesial, fueron
derogados del Código Penal la figura de “infanticidio”
(que establecía una pena mínima de
hasta tres años) y la posibilidad del otorgamiento
de la “pastilla del día después” por
parte del Estado en caso de violación. Hoy sólo
establece dos excepciones para el aborto: en
caso de violación de una mujer débil mental (idiota) o
que se compruebe bajo junta médica que el embarazo represente
un peligro de vida para la mujer.
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