Para
entender a Romina hay que entender la violación
Por Patricia Pérez
Socialismo o Barbarie, periódico, 19/06/05
“¿Cómo pudo matar a su hijo? ¿Por qué
simplemente no lo dio en adopción?” Estas preguntas aparecen cuando
hablamos con la gente del caso de Romina Tejerina. Dar en adopción: o
sea, elegir no criarlo vos, que lo críen otras personas en mejores
condiciones o que lo desean más que vos; tomar, como madre, la
decisión que considerás mejor para tu hijo, que sigue siendo tu hijo
hasta que lo tenga otra madre. Dar en adopción es una actitud materna.
En las dos preguntas hay la misma idea: la criatura nacida de la
violación era “su hijo”. Y esta idea es la que queremos
cuestionar aquí.
La
violación seguida de embarazo: un arma de guerra
Durante la guerra en la ex Yugoslavia, el ejército serbio, empeñado en
destruir al pueblo bosnio (una etnia musulmana que vivía en
Yugoslavia), utilizó el siguiente procedimiento: encerrar a las
mujeres bosnias en campos de concentración, violarlas repetidamente
hasta constatar que quedaban embarazadas, y luego liberarlas. El
gobierno serbio sabía que esas mujeres indefectiblemente iban a odiar
a la criatura que llevaban en el vientre, que esa situación las
destruiría como seres humanos, y que la conciencia étnica y nacional
de ese pueblo quedaría también destruida al dar a luz a los vástagos
del monstruo que los había arrasado, humillado y torturado.
Los militares serbios no habrán tenido que graduarse en psicología
femenina para conocer esta arma tan eficaz: los violadores saben bien
lo que es la violación. También lo saben quienes han sido violadas.
Pero la sociedad se esfuerza en no enterarse, en minimizar
el hecho como si fuera un accidente más de la vida, como si hubieras
quedado embarazada porque se te pinchó el forro... y entonces lo das
en adopción. ¡Qué fácil! En cambio, imaginar, hacerse a la idea de
una violación que dura nueve meses dentro tuyo, un instante tras otro
durante todos los meses de embarazo, sin poder darle fin, sin poder
sacártela de adentro, ¡qué difícil!
El
gobierno es parte interesada
Desde hace varios días salen notas en los diarios sobre mujeres
esclavizadas y obligadas a prostituirse. Son miles en la Argentina,
secuestradas aquí o traídas con engaños de otros países
latinoamericanos. Es más que sabido que la policía organiza este
negocio. Y los que se complacen en violar a estas mujeres encerradas,
torturadas y drogadas a la fuerza son los señores de la clase alta de
estas provincias, con sus matones y punteros, como se destapó en
Catamarca con el caso María Soledad. Es decir, son los que manejan el
poder político en las provincias, es la clase de donde salen los
gobernantes, jueces, senadores y diputados, y militares de alto rango.
No es de extrañarse, entonces, que un honorable juez de la República haya
dictado un fallo en una causa por violación donde decía cosas como
éstas: los golpes son algo frecuente en las relaciones apasionadas, y
si el violador usa un arma, mejor, así evita tener que golpear a la
mujer que está violando. Los dichos de este juez se comentaron dos días
en los medios, y pasaron de largo. Pero no se preocupen: seguramente
Kirchner, nuestro valiente caballero andante de los derechos humanos,
habrá iniciado los trámites para destituirlo por apología del
crimen agravada por el cargo. ¿O no?
Luchemos
en serio
En el caso de Romina, como el de tantas otras, la intención es esconder
la violación debajo de la alfombra, negar la gravedad de una violación.
Cargar todo este horror a la cuenta del supuesto “vínculo
maternal” que Romina tenía con la criatura que mató. ¿Vínculo
maternal? ¿Por qué se destruyó al pueblo bosnio? ¿Por qué los
gauchos, nacidos de indias violadas por los blancos, se criaron como
parias en la pampa repudiados por el pueblo de sus “madres”? ¿Qué
hubo allí? ¿Epidemia de instinto maternal fallado?
En una de las marchas por Romina, una diputada decía que el problema son
los jueces que le tocaron, que si le tocaban otros no la hubieran
juzgado tan duramente. Mentira. En el Código Penal de la
Argentina, por una violación te dan seis años, y por una estafa
quince. La Justicia, con sus conexiones con la trata de mujeres, y la
iglesia, con su multitud de curas pedófilos, están directamente
involucradas en la violación organizada por placer o por dinero.
En septiembre se realiza un nuevo Encuentro de la Mujer, en Mar del Plata.
Allí se reúnen miles de mujeres, la inmensa mayoría de las cuales
pertenece a la clase pobre, la clase de las secuestradas y vendidas
como esclavas, la clase de los niños víctimas de los curas, la clase
que en nuestras provincias del interior tienen que ver arruinada la
vida de sus hijas y a los violadores paseándose tranquilos. La clase
de Romina.
Esperemos que, esta vez, hagamos algo más que charlar. Organicemos desde ya
la pelea unificada por el derecho al aborto libre y
gratuito, por la libertad de Romina, para que la Iglesia salga de
las escuelas y entre en ellas la educación sexual científica.
Las 20.000
mujeres que nos reunimos en esos encuentros (que además representamos
a muchas más) podemos desmantelar, si queremos, las redes de
esclavitud de mujeres, la complacencia del Estado hacia los
violadores, y quitarle a la Iglesia fabricante de violadores el poder
de decidir quién es el bueno y quién el malo en este mundo.
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