Argentina

 

Elecciones de octubre (I)

Plebiscito de Kirchner: Un tropezón antes de empezar

Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 07/07/05

“Kirchner verá alejarse el porcentaje cercano al declamado plebiscito sin la provincia de Buenos Aires (y ya tiene serios problemas en Santa Fe, la Capital Federal y Mendoza). La gobernabilidad que desvela al ministro de Economía entrará en zona de riesgo durante un largo período, porque el duhaldismo controla una parte importante del poder parlamentario” (La Nación, 1-07-05).

Se ha entrado de lleno en la coyuntura electoral. Los noticieros de radio y TV siguen minuto a minuto la presentación de las listas, sobre todo del PJ bonaerense. Las clases dominantes y los medios están preocupados por las implicancias políticas que pudiera tener la división del PJ para la “gobernabilidad”. Todavía no se puede descartar del todo alguna “fumata”, porque formalmente hay tiempo hasta el 24 de agosto para revertir la división, pero todo parece indicar que está consumada.

Plebiscito K: un fiasco

La división en Buenos Aires, sumada a las dificultades en otros distritos importantes como Santa Fe (no consiguió candidato de monta para enfrentar a su amigo Binner), la casi segura derrota a manos de Carrió en la Capital Federal y el fracasado acuerdo con el gobernador radical Cobos en Mendoza auguran que, aun ganando las elecciones, el gobierno podría fracasar en el objetivo de plebiscitar su gestión. Es decir, no llegar a la mitad más uno de los votos. De ahí la gravedad del problema y la preocupación entre los sectores patronales.

El gobierno se ha autoimpuesto “plebiscitar” su gestión y no encarar octubre como una simple elección parlamentaria. No hay que olvidar que Kirchner arrastra una débil legitimidad de origen, asumió con la magra cosecha de sólo el 22% de los votos.

Hace dos años decíamos: “Las elecciones se ganan cuando alguno de los candidatos o partidos logran el apoyo de al menos (amplios sectores) de dos clases (...). Alfonsín logró en 1983 ser un candidato de ‘dos clases’, cuando además de conservar el voto de la clase media, comenzó a ganar votos de trabajadores peronistas. Menem repitió el fenómeno en 1989 y 1995, pero invertido: al voto de trabajadores peronistas consiguió sumar franjas importantes de la clase media(...) ¿De que se trata hoy el proceso de fragmentación que estamos viviendo? De que no sólo no hay ‘candidatos de dos clases’, sino que todas las clases sociales están atravesadas por esta fragmentación en la representación y, en consecuencia, todos los candidatos son minoritarios. En cada clase social ninguno es hegemónico, sino que todos logran apoyos parciales (...). La fragmentación se traduce en que no hay mayorías políticas, que deben ser creadas artificialmente mediante el ballotage” (SoB Nº 21).

Pero aquel ballotage no se realizó y le impidió a Kirchner “plebiscitarse” sumando la enorme cantidad de votantes que se hubieran pronunciado contra Menem. Sin embargo, está claro que aún así avanzó en la estabilización del país. Y hoy goza de una popularidad mayor del 50%.  ¿Cuál es la razón, entonces, para buscar hacer de esta elección un plebiscito? Precisamente, lograr la mayoría electoral que le fue esquiva hace dos años: transformar lo que hoy es de hecho en algo de derecho: es decir, obtener el 50% más uno de los votos, acercándose electoralmente a los todavía altos niveles de su “popularidad”.

Pero esto requiere transformar artificialmente una elección parlamentaria, que por definición –aun en el propio terreno burgués– dispersa el voto en varios candidatos, en un “plebiscito”, como si se tratara de un sí o no a Kirchner. De ahí también las broncas y el pataleo de los demás candidatos burgueses de que “Kirchner es hegemonista”, que “no respeta las reglas de juego”, que se quiere quedar con “la mayoría y la minoría de los senadores de la provincia”, etc.

Crisis y fragmentación

“El pilar de este régimen son los partidos políticos del sistema, que buscan mayorías electorales sobre las cuales asentar el ejercicio del gobierno. El Argentinazo del 19 y 20 de diciembre no sólo puso en la crisis más grave a esta ‘democracia’ (...). A todo esto se la ha venido a sumar la enorme crisis de los dos grandes partidos tradicionales: el radicalismo y el peronismo; la UCR sumida en una cuasi extinción; el PJ en una grave crisis de fragmentación” (SoB Nº 21).

Obstaculizando los planes de plebiscitarse del gobierno aparecen los problemas de la heredada fragmentación del sistema de partidos que se expresa también en el PJ, ahora bajo la forma de la consumada división electoral entre Kirchner y Duhalde.

¿Qué hay detrás de posible fracaso del gobierno en montar listas propias a gusto y piacere? Precisamente la señalada fragmentación del sistema de partidos, que ha venido agravándose en los últimos 20 años al compás del fracaso de las promesas de que con la “democracia se come, se educa y se cura”. Y esto pegó un salto evidente con el “que se vayan todos” .

Es un hecho sin embargo, que, en términos relativos, el régimen político ha logrado recomponerse desde las jornadas de diciembre del 2001, así como el PJ se ha mostrado el más sólido puntal del régimen y el sistema. Subsiste, sin embargo, el “flujo de fondo” de la crisis más general, orgánica del país, que se expresa en que esta crisis de fragmentación y legitimidad aún no ha sido superada del todo.

Es producto en primer lugar del desprestigio y falta de representación de los viejos partidos. También expresa matices políticos que atraviesan “transversalmente” las viejas fronteras de la UCR y el PJ.

La crisis más aguda es la de la centenaria UCR, que no logra levantar cabeza. En realidad, este partido arrastra una crisis crónica de disolución desde la salida anticipada del poder de Alfonsín en 1989 luego de aplicar planes de ajuste y del famoso “la casa está en orden”. Luego, con el desastroso gobierno de De la Rúa, la UCR quedó prácticamente en estado catatónico, fuera del poder y de la pelea en los principales distritos electorales; reducida a elecciones de un dígito salvo en las provincias más chicas.

De esta crisis han surgido las variantes de Carrio por “centro izquierda” y López Murphy por “centroderecha”, ambos ex dirigentes radicales y con las cuatro patas dentro del capitalismo. Sin embargo, ninguno de los dos logra configurar verdaderos partidos: son montajes electorales apoyados en los restos de la UCR, e incluso en desprendimientos del PJ, como es el caso de Macri.

Interna feroz

El PJ (junto a la burocracia sindical) se ha revelado como el más sólido puntal de la estabilidad burguesa, por el peso que aún conserva entre los trabajadores y sectores populares. Pero también está atravesado por graves problemas. Hay que recordar que ayer nomás (en las elecciones de abril del 2003) se presentó con tres candidatos a Presidente: Menem, Rodríguez Saá y el propio Kirchner. Hoy sigue recorrido por “matices” y peleas prácticamente a trompadas, como es ahora la interna feroz entre Kirchner y Duhalde.

¿A qué se debe la misma? Si bien (de manera totalmente comprensible) a la gran mayoría de la población le interesa un comino este problema, es necesario hacer un somero análisis. Hay dos razones: la evidente y más importante, la pelea por el aparato, por el “queso”, en la provincia de Buenos Aires, manejado desde hace más de quince años por el aparato duhaldista. Desde la derrota de Cafiero con Menem en la interna de 1988, Duhalde es el amo y señor del PJ provincial.

Kirchner pretende ahora tomar por asalto este aparato, al que lógicamente considera central para su “gobernabilidad” y para lograr una base de sustentación propia y no “prestada”. Igual interés tiene Felipe Solá en lo que hace al gobierno provincial.

La segunda razón, es que se esbozan matices. Kirchner milita en la franja del “centro izquierda”, del doble discurso y las palabras lindas, mientras que Duhalde siempre se ha mostrado mucho más conservador. Kirchner -hasta ahora– ha tenido básicamente una orientación más de “contención”, de mediación de los procesos y movimientos de lucha, de su absorción lenta, indolora, sin grandes represiones o enfrentamientos. Al duhaldismo siempre le fueron más caros los reclamos de “orden” y “estabilidad”, de barrer con los piquetes en las calles o con las “huelgas salvajes”, que vienen del establishment.

En estas condiciones, el gobierno fracasó en los dos movimientos que pretendió hacer: por un lado, no caminó el montaje de una coalición “transversal” de centro izquierda encabezada por él, que en definitiva aparecía como una base demasiado endeble para gobernar: no tenía forma de dejar de apoyarse en el PJ.

Pero por el otro lado, al definir recostarse finalmente en el PJ, se encuentra con escollos como el de Buenos Aires, o que sus aliados “transversales”, como Binner del PS en Santa Fe o Juez en Córdoba, por la propia lógica de su presentación a las elecciones, terminan compitiendo con el PJ oficial.

Conclusión: el escollo más “estructural” que está encontrando Kirchner para plebiscitarse es que todavía está por delante una definitiva reconfiguración de las fuerzas políticas burguesas que le dé una mayor estabilidad a un régimen que no termina de salir de su crisis, sobre la base de un ciclo político abierto en el 2001 y que aún sigue presente.

Lo que se viene

Desde que llego al gobierno Kirchner planteó con claridad la magra medida de su proyecto político: hacer de la Argentina “un país normal”. Esto es, alejado de la crisis y cuestionamientos a la propiedad privada y al poder del Estado que se expresaron el 19 y 20 de diciembre del 2001.

Esto incluye que las instituciones sean relegitimadas ante los ojos de la población (caso la anulación de las leyes de impunidad por la Corte Suprema). Y que, a pesar de las contorsiones, siguen adelante las más importantes medidas antiobreras y antipopulares que se fueron adoptando en las últimas décadas: salarios de miseria, pago de la deuda, flexibilización laboral, 50% de los trabajadores en negro, continuidad del desempleo masivo, etc. En estas condiciones, no es casual que K tenga el triste récord de encabezar el gobierno con la peor distribución del ingreso que se tenga memoria.

Para “normalizar” el país busca poner coto y desarmar las experiencias de lucha en curso. Sobre todo hoy, las luchas de los trabajadores ocupados, que en junio batieron el récord del año, llegando a 127 conflictos, así como liquidar a los movimientos piqueteros. Es que en su conjunto este proceso expresa una experiencia histórica de reorganización de los trabajadores como no se veía desde la década del 70, proceso que apunta a cuestionar a la burocracia sindical y al propio PJ.

El objetivo de “plebiscitarse” está ligado entonces a un propósito de fondo: endurecer su gestión frente a los trabajadores y sectores populares en lucha. Hay por delante toda una serie de tareas para estabilizar definitivamente el país. El gobierno pretende sumar fuerzas para concretar esto: hacen falta más y más votos en octubre porque en 2006 el gobierno deberá llevar a cabo sí o sí toda una serie de medidas impopulares.

Por un lado, hay que mantener e incluso incrementar el superávit fiscal, aun cuando las condiciones económicas seguramente no podrán ser tan buenas como en los últimos años. Esto implica que los conflictos en el sector público seguirán siendo recurrentes. Pero no se trata sólo de esto: Kirchner busca mantener las las super ganancias conquistadas con la devaluación para los empresarios frente al asedio de la creciente ola de conflictos salariales, así como terminar de renegociar los contratos de las privatizadas, lo que implicará, inevitablemente, un gran aumento de las tarifas y la disparada de los precios en general.

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