Argentina vuelve a
tener inflación
El gobierno y la
patronal son los responsables
Socialismo o Barbarie,
periódico, 12/08/05
Un fantasma ha dejado
de rondar la economía argentina y se ha corporizado: la inflación
está de vuelta, y para quedarse. No es la hiperinflación, no es el
caos: es la inflación a secas, el viejo mecanismo que lima los
ingresos de los trabajadores y que permite fantásticos negocios a
ciertos sectores de la clase capitalista. Ni los medios adictos pueden
seguir ocultando que para muchos poderosos el gobierno de Kirchner ha
sido la oportunidad de volver a la especulación financiera más
escandalosa, que a la vez se alimenta de la inflación y ayuda a
perpetuarla.
Cuando los economistas
gusanos se ponen a dar explicaciones sobre la inflación, pasa una de
dos cosas: o tratan de enroscarnos con argumentos “técnicos” o
–esto está más de moda– le echan la culpa a los perversos
asalariados que piden aumentos imposibles de otorgar. Algunos incluso
tratan la inflación casi como si fuera un fenómeno natural: es una
especie de lluvia molesta y no hay más remedio que esperar que pare.
En vez de rezarle a San Pedro, invocan al “humor de los mercados”,
pero el mecanismo es el mismo.
Lo que esos defensores
interesados de los empresarios ocultan es que la inflación, como
todos los fenómenos económicos, tiene su origen en lo que hacen las
clases sociales. Y en este caso, la inflación argentina está
directamente relacionada con las decisiones del gobierno y de la
patronal. Veamos cómo es eso.
Los capitalistas
disfrutan de la vieja “bicicleta” financiera...
El
gobierno, tal como hace rato han descubierto los grandes capitalistas,
no tiene nada parecido a un plan económico, en el sentido de una
estrategia de mediano a largo plazo. El principio y fin de todos sus
desvelos es uno solo: mantener e incrementar el superávit fiscal, es
decir, el hecho de que al Estado le sobre plata... que se destinará a
cubrir el servicio de la deuda.
¿Cuál
es el origen del superávit fiscal? Esencialmente dos: primero, el
brutal ajuste de las cuentas del Estado en términos reales (en estas
páginas ya hemos dado cifras sobre el tema); segundo, los impuestos a
las exportaciones –las llamadas retenciones–, implementados por
Duhalde en 2002 y que los exportadores aceptaron sin hacer muchas
olas. Después de todo, la devaluación triplicó sus ingresos... Es
decir, el superávit del Estado depende en buena medida de que se
mantenga el actual tipo de cambio –es decir, la cotización del dólar–
sin grandes modificaciones.
Pero
resulta que en realidad la moneda argentina está subvaluada: si
funcionaran los mecanismos de “libre mercado”, la cotización del
dólar caería a $ 2,40 o quizá menos. Si eso sucede, el resultado
será menos exportaciones, por lo tanto menos ingreso por impuestos y
menos superávit. Y menos superávit significa menos posibilidad de
demagogia y comprar votos para las elecciones con fondos del Estado,
que es toda la estrategia de Kirchner hasta 2007.
En
consecuencia, el gobierno interviene en el mercado cambiario comprando
dólares para evitar que esa divisa baje. ¿De dónde salen los pesos
para comprarlos? En parte del superávit mismo y en parte de emisión
del Banco Central. Pero esa masa de pesos, para que no genere inflación,
debe ser absorbida. ¿Por quién? Por el Estado mismo, claro, que le
propone a los dueños de esos pesos que los inviertan en bonos del
Estado. ¿Por qué los inversores harían eso? Porque el Estado les
ofrece una tasa de interés altísima en términos internacionales,
porque se ajusta de acuerdo al índice inflacionario. Con un dólar
“planchado” en más o menos $ 2,90, eso significa que los
inversores pueden ganar hasta un 16% anual. Conclusión: cada vez que
el gobierno licita bonos públicos, llueven las ofertas.
Nadie
se quiere quedar afuera; es el negocio del año. La famosa “patria
financiera” está de regreso y con mejor humor que nunca: tienen
para descorchar champán de aquí a un buen rato. Hasta los mismos
capitalistas “productivos” –ciertos sectores del agro, por
ejemplo– se han lanzado a la especulación financiera con pingües
beneficios. ¿Hace falta decir quién paga esta festichola?
...y
los trabajadores enfrentan la inflación
Aclaremos,
por las dudas: los que tienen ingresos fijos, trabajadores y
jubilados, que ven cómo la inflación les carcome su capacidad de
compra. Eso sí, Lavagna y toda la patronal salieron a decir que hay
que parar los “generosos” aumentos de salarios, porque son los
responsables del crecimiento de la inflación. Hace falta tener la
cara bien de piedra: las propias estadísticas oficiales señalan que
la mitad de los asalariados del país gana menos de 500 pesos, es
decir, apenas sobrepasa la canasta básica alimentaria
(357 pesos). La canasta básica total, que incluye rubros tan
elementales como vivienda, indumentaria y transporte, es un sueño
inalcanzable para la mayoría de los argentinos: 787 pesos.
¿Por
qué sucede esto? Simple: desde diciembre de 2001 el sueldo promedio
aumentó un 45%, aunque el de los trabajadores en negro creció sólo
un 24%, y el de los estatales todavía menos: 18%. En cambio, la
inflación del período fue de un 66%, pero la canasta de alimentos,
la que impacta directamente en los sectores pobres, subió un 92% (Clarín,
9-8-05). No hace falta mucha ciencia para sacar conclusiones: los
trabajadores venimos perdiendo poder de compra como en la guerra. Y no
es casual que en el último período hayan sido precisamente los
estatales uno de los sectores más empeñados en la lucha por
recuperar el salario.
Es
en este marco que las actuales luchas salariales, en primer lugar la
de los compañeros del Garrahan, lejos de ser “terrorismo
sanitario”, de ser “caprichosas”, de estar impulsadas por
“fines político-electorales” y el resto de las canalladas que el
gobierno emite y los medios amplifican, son una pulseada clave.
Porque
lo que está en juego es si el gobierno va a lograr imponerle al
conjunto de los trabajadores la “disciplina social” necesaria para
que absorban la tremenda pérdida del poder adquisitivo desde enero de
2002, sin dar lugar a la menor recuperación. Por eso la primera
obligación de todo trabajador consciente es rodear de apoyo y
solidaridad a esas luchas para que triunfen: son la punta de lanza
que se opone a los salarios de miseria que Kirchner va a querer
consolidar inmediatamente después de las elecciones.
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