Reportaje
a Héctor “Chino” Heberling, candidato a diputado del Frente MAS-PTS
“Los
trabajadores deben pelear políticamente contra Kirchner”
El
candidato a primer diputado nacional por la provincia de Buenos Aires
del frente MAS-PTS, ex dirigente ferroviario y miembro de la dirección
nacional del MAS, plantea las definiciones políticas centrales de la
actual campaña, una evaluación global del mandato kirchnerista y las
tareas planteadas a los trabajadores y el pueblo para después del 23
de octubre.
Socialismo
o Barbarie, periódico, 07/10/05
SoB:
¿Cuál es la importancia de estas elecciones?
HH:
Estas elecciones son, en primer lugar, importantes para Kirchner. Es
el momento en que el gobierno se juega a lograr el voto de importantes
sectores de la población para que su política sea ratificada y,
después de octubre, hacer pasar los aspectos más duros y
abiertamente a favor de los grandes empresarios que hay en su plan político.
Y gobernar más tranquilo de lo que gobierna hoy. Es uno de los ángulos
por los cuales desde el MAS decimos: “no vote a sus verdugos”.
En
lo que es la pelea por el voto, la izquierda clasista tiene, como una
de sus tareas principales, el esclarecimiento de lo que se viene en la
coyuntura política a corto pero también a mediano plazo. Ese es el
contenido más importante de la intervención electoral para un
socialista revolucionario.
Igualmente,
en relación con el tema electoral, yo planteo siempre que, para el
MAS, es un frente más de acción y actividad. Sin desconocer su
importancia, que indica el grado de penetración de las ideas
socialistas entre la población trabajadora, la actividad corriente de
nuestro partido está más cotidianamente orientada alrededor de las
peleas de los trabajadores y sectores populares, estudiantiles, etc.
Las elecciones son cada dos años, y aprovechamos ese momento más
“político” para propagandizar nuestras propuestas y responder a
los problemas del momento traducidos a lo electoral. Eso hay que
hacerlo para no ser sólo uno más que se presenta para ganar votos.
SoB:
Recientemente ha habido una serie de importantes luchas salariales
dirigidas por sectores independientes y antiburocráticos. Una parte
de lo que busca el gobierno de Kirchner, que ha tratado de monopolizar
la “izquierda” en la sociedad, es acorralar a los procesos
independientes entre los trabajadores a partir de que la izquierda
revolucionaria tenga pocos votos...
HH:
Hay que rebobinar un poco sobre lo que significó el proceso Kirchner.
Al asumir desplegó un perfil “progre”, con medidas mediáticas
(declaraciones contra el Fondo, por los derechos humanos, sacando a la
cúpula del Ejército y demás) ocupó todo un espacio “a la
izquierda”, incluso sacándole a esta algunas banderas. Y eso también
se tradujo en la cooptación de algunos de esos sectores (Patria
Libre, Hebe de Bonafini, etc.) que se tragaron el anzuelo del discurso
K. Ni bien asumió Kirchner el nuevo MAS planteó que el gobierno venía
a legitimar las transformaciones de los 90 con otra clave, en clave
“progre”. Dijimos que no iba a tocar nada de fondo. Eso se fue
cumpliendo.
En
los últimos tiempos que han entrado en escena sectores de la clase
trabajadora con reivindicaciones salariales ha quedado a la vista que
ese es un sapo que no se traga Kirchner. Esto ha sido totalmente claro
con las demandas de los trabajadores estatales. Es en el caso del
Garrahan, una experiencia independiente, donde se ve que el gobierno
confronta a muerte con aquellos que lo confrontan “por izquierda”.
Kirchner lo colocó como “caso testigo” para demostrarle a los
propios trabajadores que no tienen que ir por ese lado, que el camino
clasista, independiente y democrático no va. Kirchner les muestra el
camino de las organizaciones tradicionales del movimiento sindical: la
burocracia de la CGT y la de la CTA. El gobierno puso al Garrahan como
el conflicto para tratar de dar cierto escarmiento, lo cual
refleja el lugar que la izquierda ha ganado en las nuevas experiencias
de los trabajadores. Es sabido que la izquierda, y en especial la que
viene del trotskismo, tiene cierta incidencia y participación. Lo que
se trata de evitar, desde el gobierno, es que haya una progresión
para ese lado y que se empiece a dar un cuestionamiento de las
estructuras burocráticas en el movimiento obrero. Kirchner habla
mucho pero a la burocracia no la toca. En todo caso, su discusión con
ella es decirle: “bueno muchachos, dejen de ser menemistas o
duhaldistas y háganse kirchneristas”. No le disgusta para nada
tener de aliados a Moyano y compañía. Todo va en función de apoyar
a su proyecto de país: una semicolonia exportadora cuyo principal
atractivo en la economía internacional sea su piso salarial bajísimo
(y, para decirlo con las palabras de los capitalistas,
“competitivo”). Un proyecto de país en el cual la única
recuperación económica es para los grandes empresarios y el FMI. Los
trabajadores tienen que conformarse con las migajas de ese festín.
SoB:
Uno de los slogans de campaña es “basta
de peronismo”: ¿porqué le dirías a un trabajador que no hay que
votar más al peronismo?
HH:
Los trabajadores hoy, a diferencia de dos o tres décadas atrás, no
se dicen peronistas. En todo caso votan al peronismo. Incluso hoy se
podría decir que predomina el apoliticismo entre los trabajadores. Un
apoliticismo que se origina en la decepción por las promesas
incumplidas, pero que aún no pudo sacar conclusiones políticas
respecto a por qué los políticos patronales se comportan de esa
forma. Los socialistas sabemos que estos políticos, al tener que
llevar adelante los planes económicos de la burguesía, en un país
dependiente encima, van tener que dejar de lado sus promesas de
bienestar material para el pueblo trabajador.
El
peronismo siempre tuvo un programa capitalista, siempre defendió la
ganancia de los patrones. En eso se mantuvo consecuente. En otras
cosas es evidente que cambió con los años. De ser un partido político
que dio en sus primeros gobiernos una serie de conquistas materiales
para los trabajadores (desde arriba y quitándole toda autonomía a la
clase) ha terminado convirtiéndose en un aparato de control social.
En el conurbano, sobre los trabajadores y el pueblo pobre, y en muchas
provincias sobre la población en general (con la excepción obvia de
los ricos, que son sus jefes). Sobre todo en las más atrasadas en
cuanto a desarrollo económico-social, el peronismo mantiene un
control total. Más allá de que haya habido ciertas crisis
–Catamarca en los 90, hoy Santiago del Estero–
los “feudos” se mantienen.
Por
otro lado, hay una cuestión que es el gobierno de Menem. Este hizo lo
que no pudo hacer la dictadura (ni Alfonsín) y que sólo lo podía
hacer un gobierno peronista: utilizar el apoyo de los trabajadores, en
función del recuerdo que tenían de las pasadas concesiones, para
llevar a cabo un ataque bien a fondo contra todas las conquistas del
movimiento obrero.
Esto
ha tenido efectos claros, además de todos los que ya conocemos en términos
de avance de la pobreza y la explotación. Hoy el peronismo, en términos
generales, no tiene estructuración en el movimiento obrero. Una cosa
completamente distinta a lo que pasaba unas décadas atrás, cuando la
gente se reconocía como peronista y participaba en las agrupaciones
sindicales del peronismo. Era la época en la que el movimiento obrero
era “la columna vertebral” del peronismo, como se decía en ese
momento. Esto hoy es pasado.
Hoy
el peronismo mantiene su caudal de votos pero ya no puede recrear esa
identificación del trabajador con el peronismo. Incluso mirando un
poco para atrás, en 1983 Alfonsín le sacó votos obreros al
peronismo, porque si no, no ganaba. Aunque después una parte de esos
votos hayan vuelto al PJ, la relación de los trabajadores con el
peronismo cambió. Ya lo había hecho, en parte, cuando, en los 70 el
peronismo con su AAA había asesinado a muchísimos luchadores
obreros.
Hoy
los trabajadores no son peronistas. Eso me parece que se puede afirmar
con claridad, a pesar de que no hayan encontrado todavía una
identidad política propia. No tienen nada definido en su cabeza y se
limitan a elegir al que les parece “el menos malo”.
Kirchner
ha sido beneficiado por este mecanismo. Una parte central de la
apuesta política kirchnerista es “vivir del recuerdo de Menem”.
En un doble sentido: por un lado busca legitimar las transformaciones
pro-patronales reaccionarias de los 90 y por otro explota la decepción
y la bronca de la gente contra el menemismo, una vez que se dio cuenta
de que fue éste la causa principal por la que no tiene trabajo o, si
lo tiene, se tuvo que bancar más de diez años con el salario
congelado. “Vivir” de esto ha sido el caballito de batalla de
Kirchner. Obviamente, eso tiene un límite: se va consumiendo y se
acaba, no se puede vivir eternamente de eso. Y la continuación de
querer sacar rédito de atacar a uno “más malo” es lo que hace
con el duhaldismo. Duhalde no es Menem; pero es lo más parecido. Ese
es el mecanismo: Kirchner dice “el menos malo soy yo, no hay
alternativa”.
También
hay que tener claro que Kirchner ha sido resultado de que a fines de
2001 hubo una rebelión popular, que existió el Argentinazo. Desde el
MAS lo hemos dicho varias veces: Kirchner es el hijo burgués del
Argentinazo. Desgraciadamente, ese es el resultado inevitable cuando
en el desarrollo de una rebelión popular no se puede dar una
alternativa de la clase obrera por la positiva. Es decir, o se crea
una fuerza política y social desde la clase obrera capaz de dar una
salida anticapitalista y socialista, o termina apareciendo por el mero
impulso de los hechos alguna fuerza que ocupa el espacio político vacío.
Fuerza que, si los trabajadores no tercian en la pelea, es
inevitablemente burguesa. Kirchner no se entiende sin el gran
cataclismo que fue el 19 y 20 de diciembre.
SoB:
¿Y el panorama en la izquierda?
HH:
Hasta hace poco tiempo Izquierda Unida era la alternativa que parecía
más creíble de la izquierda porque era “la izquierda que se
une”, etc. En estas elecciones hay una particularidad: Izquierda
Unida se rompió. Por un lado, el PC se ha definido claramente por una
alternativa parecida al Frente Amplio uruguayo, poniendo sus
esperanzas para que el 2007 haga su aparición el Encuentro de
Rosario. Aunque trate de conservar un lenguaje “combativo”, se pasó
con armas y bagajes a la centroizquierda que, como en Brasil y
Uruguay, gobierna sin romper con la política neoliberal.
El
MST, que no hizo ningún balance real de su experiencia de años con
el PC, se presenta con Mario Cafiero, un político que viene del
peronismo y el ARI, que ha sido toda su vida un propagandista de las
posiciones reaccionarias de la Iglesia. Todo esto parte de un supuesto
a nuestro modo de ver equivocado: que “la clase obrera es
peronista” y que llevando en sus listas a un peronista que
representaría al “verdadero peronismo” (el de las conquistas
obreras, el pleno empleo, contra el capital “extranjero”, etc.),
va a convertirse en un polo de atracción. Presentarse en una lista
que tiene como uno de sus ejes ser el “peronismo verdadero” no
ayuda en nada a la pelea por la independencia de clase. Es un error
completo. Además la gente no piensa así. La percepción popular de
la política ya lo ve a Kirchner ocupando ese lugar, y no a Cafiero,
que tiene apellido peronista pero carece de una proyección propia, es
una figura política marginal. Ni tampoco ha hecho mucho para
diferenciarse de Kirchner. Además, lo que fue la izquierda peronista
en los 70 está hoy con Kirchner.
SoB:
Para no mencionar a los que ya pasaron por el menemismo y el
duhaldismo.
HH:
Sí, el reciclado ha sido total. De la “patria socialista” pasaron
a defender a muerte a la patria capitalista. Esa es la parábola de la
izquierda peronista. Nunca dio un paso de ruptura con la ideología
burguesa. De ahí que siempre hayan podido reciclarse en alguno de los
diversos gobiernos peronistas. Además, después de los 70 nunca volvió
a existir una izquierda peronista, salvo cuando los partidos de
izquierda trataron de inventarla. En los 80 trató de hacerlo el PC,
ahora lo hace el MST. Después, la izquierda peronista real, la de los
70, fue producto de una etapa muy especial en la que la combatividad
de la clase obrera estaba escindida de la independencia respecto a los
partidos patronales. El papel del peronismo fue, a través de todas
sus etapas, impedir que la clase obrera avance en este sentido.
SoB:
Volvamos a las elecciones, la izquierda, el frente del nuevo MAS y el
PTS.
HH:
Como decía antes, el MST está en una deriva que no lleva a ninguna
parte (independientemente de su resultado electoral final). Es un
partido con un rumbo completamente errático, encima dividido en dos
fracciones.
El
PO, que a partir de su experiencia en el movimiento de desocupados, ha
tenido una implantación política y un cierto crecimiento. Pero lo
que sucede es que por un lado el PO ha hecho una campaña de meses por
un frente de izquierda y ha terminado yendo solo a las elecciones. Una
parte de esto proviene de la equivocada creencia de que ellos ya son el
partido revolucionario en la Argentina, afirmación que no tiene ningún
asidero objetivo en la realidad. Por otro lado, el PO está pagando el
precio de haber sostenido durante años una estrategia basada
exclusivamente en los movimientos de trabajadores desocupados sin
prestarle la debida atención al papel central que tienen los
trabajadores ocupados en la lucha de clases. Hoy, que el movimiento
piquetero tiene una importante cuota de aislamiento político, debido
a que el gobierno de Kirchner logró avances en la reabsorción del
Argentinazo, el perfil piquetero del PO se ha transformado en un obstáculo
para que pueda capitalizar su implantación política.
Nosotros,
desde el nuevo MAS, hemos trabajado en el movimiento de desocupados y
colaboramos en la formación de una de las más grandes
organizaciones, el FTC (Frente de Trabajadores Combativos). Tuvimos
una actitud principista hacia los planes sociales: mantuvimos una
diferenciación tajante entre la organización partidaria y el
movimiento, y jamás usufructuamos los planes para la economía
partidaria. Y, lo que es más importante, trabajamos en los
movimientos de desocupados sin hacer “piqueterismo”, sin dejar de
marcar la necesidad absoluta de la unidad de clase entre ocupados y
desocupados. Este planteo y la política llevada adelante en función
de eso ha diferenciado al FTC de otros movimientos de desocupados.
Esta
búsqueda de la unidad de clase como una condición estratégica
necesaria para impulsar la lucha por el socialismo en la Argentina es
una de nuestras preocupaciones como partido. Y eso también se ha
expresado en la búsqueda de una alianza electoral con otras fuerzas
socialistas revolucionarias. Hemos hecho este frente con los compañeros
del PTS, del que quiero destacar dos cosas. La primera es que el
Frente MAS-PTS tiene un claro carácter anti-Kirchner, en el sentido
de denunciar lo que se viene después de las elecciones. La segunda es
que se trata del frente entre dos organizaciones con un perfil más
clasista, que se expresa en todos sus candidatos, del primero al último.
Este frente aparece buscando dar expresión electoral a una vanguardia
que en los últimos años ha dado una serie de peleas importantes.
Mejor dicho, no solamente queremos darle expresión electoral a esa
vanguardia, sino que muchos compañeros que son candidatos en el
Frente MAS-PTS han participado de lleno en ellas.
En
relación con esto, desde el MAS tratamos de plantearle a los
trabajadores la necesidad de hacer una experiencia bien a fondo. Y eso
implica que los trabajadores tienen que hacer política. Nuestra
participación en las elecciones es para este tipo de cosas, no
solamente para sacar votos. Que los trabajadores hagan política
implica que lo hagan más allá de las elecciones, aunque éstas
tengan importancia. A partir de reivindicar la lucha de los
trabajadores por salario y mejores condiciones de vida tratamos de
darle una salida por la positiva. En las elecciones con el voto, pero
también con nuestra actividad cotidiana. Y lo más importante de ésta
es dialogar y tratar de convencer a los trabajadores de la necesidad
de aplicar soluciones más de fondo. Esto requiere un planteo global,
hay que poner sobre la mesa una alternativa más general, que para
nosotros es el socialismo. Hay que plantear esta cuestión central y
no limitarse a decir: “$1800 de básico” o “no pago de la
deuda”. Estas justas reivindicaciones tienen que estar unidas a un
planteo más global. Y es lo que intentamos presentar a las
elecciones. Especialmente si tenemos en cuenta que amplios sectores de
la población trabajadora participaron en el Argentinazo, sin olvidar
a los sectores medios, y que se ha hecho una experiencia. El “que se
vayan todos” y demás cosas que sucedieron es evidente que no han
tenido una resolución favorable para las clases populares. Entonces
hay que presentar una alternativa global.
SoB:
Y más en lo inmediato ¿qué?
HH:
Lo inmediato no está para nada desconectado de la salida más de
fondo. Sin movimiento de trabajadores no hay socialismo. El socialismo
para ser llevado a cabo como realidad material necesita de la clase
trabajadora haciéndose cargo de los problemas de la sociedad. Cuando
eso está ausente, no hay socialismo de ninguna clase. El siglo XX ha
sido bastante claro y ha dejado a la vista numerosos ejemplos de esto.
El socialismo necesita, como los seres humanos del oxígeno,
de la autodeterminación de los trabajadores.
Luchar
por levantar un movimiento obrero independiente y clasista es parte
esencial del programa del MAS. Esta es una condición necesaria para
que los trabajadores puedan tomar en sus manos los problemas de fondo
de la sociedad, no sólo los $1800, que es un planteo de tipo
coyuntural, y que puede ser licuado a través de mecanismos
capitalistas como la inflación.
En
relación con esto, una de las lecciones de más de 150 años de
movimiento obrero, enseña que la conquista de reivindicaciones
obreras son un subproducto de luchas políticas. No de luchas
puramente sindicales, y menos que menos en este período histórico en
Argentina y América latina. No hay posibilidad de reconquistar
conquistas perdidas sin empezar una pelea política. Es muy claro el
caso del Garrahan, que cuestiona el manejo del presupuesto por parte
del estado. Cuestiona la parte que le toca a los trabajadores
estatales. Si vos querés pelear por los $1800 tenés que juntarte con
aliados, que son otros trabajadores, para pelear en común por eso.
Esta es una lucha que requiere hacer política, sobre todo en peleas
como ésta que son contra el gobierno.
Además,
las nuevas experiencias que han surgido en los últimos años, tanto
en ocupados como en desocupados, son complejas y no pueden reducirse a
la suma de “aumento de salarios” y “fuera la burocracia”,
aunque ambas reivindicaciones formen parte de nuestro programa. Este
nuevo movimiento obrero se debe expresar hoy, en términos concretos,
en un reagrupamiento de la vanguardia. Para esto deberán ser parte
los nuevos delegados y comisiones internas, pero también los partidos
de izquierda. El único progreso posible para los trabajadores es un
movimiento obrero con definiciones políticas. Nosotros vamos a luchar
para que sean anticapitalistas y socialistas.
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