Economía
argentina: Una recuperación malsana (*)
Por
Eduardo Lucita (**)
Enviado
por Cuadernos del Sur, 19/10/05
Ciclo
expansivo y crisis estructural
No
hay dudas que la economía argentina atraviesa un ciclo expansivo, en
el marco de un crecimiento general de la economía mundial y
latinoamericana. Va recuperando ciertos niveles macroeconómicos luego
de la recesión más extensa y profunda que conociéramos. Entre 1998
y 2002 el PBI cayó un 20% y la IBI se desplomó un 60%.
Desde
entonces se registran fuertes incrementos del PBI, 8.8.% el primer año,
9% el segundo, se espera entre el 7 y 8 % para el año en curso, lo
que se dice aseguraría un piso del 5% para el 2006. Creación de
empleo, más de 2.000.000 de puestos con una alta elasticidad
empleo/producto. Superávit fiscal superior al 5% del presupuesto
anual. Récord de exportaciones, tal vez 38.000 mill. de dólares para
este año. Reestructuración de la deuda externa y salida del "default"
parcial declarado en el 2002 completan el cuadro.
No
obstante la tasa de desocupación se resiste a bajar del 16%, la mayoría
de los puestos de trabajo recuperados son precarizados, y el trabajo
en negro sigue por arriba del 45%; la caída estructural de los
salarios no se recupera; la pobreza sigue en niveles alarmantes y la
brecha entre ricos y pobres se mantiene si no es que tiende a
ensancharse.
Esta
persistencia en la profundidad de la crisis nos lleva a preguntarnos
acerca de la naturaleza y las causas de la misma.
Porque,
¿es producto de la caída de la demanda?; ¿es por la ausencia del
Estado?; ¿es por la corrupción?; ¿es por los pagos de la deuda? ¿Son
estas algunas de las causales de la crisis?
Es innegable que la demanda se desplomó en el 2002; que la
corrupción persiste; que el Estado no está ausente pero que abandonó
la mayoría de sus funciones de regulación y control, y que los pagos
de la deuda constituyen un verdadero saqueo.
Pero
yo sostengo que estos son epifenónemos que obviamente inciden en la
crisis, pero que no son su causa más profunda. Por el contrario es la
crisis la que provoco la caída de la demanda, la crisis la que
favorece la corruptela generalizada,
la que indujo los cambios en el Estado, la que favoreció el
endeudamiento y forzó los pagos.
A
mi juicio la crisis es estructural y viene de muy lejos, y la década
neoliberal de los '90 no ha hecho otra cosa que agudizarla hasta el
extremo y ponerla en evidencia en toda su intensidad y dimensión.
Solo
algunos datos para afirmar lo que digo. En el tercer cuarto de siglo
del siglo que acaba de finalizar, los años que van de 1945-50 a 1975,
los 25 ó 30 años dorados del capitalismo - años en que crecía,
distribuía, incorporaba a los trabajadores al desarrollo, se fortalecía
el Estado del Bienestar- que dieron lugar a un ciclo que según
historiadores y economistas es un ciclo único e irrepetible, la
economía argentina creció un 66.6%. En el último cuarto de siglo,
los años que van de 1976 al 2001, la economía argentina no alcanza a
crecer un 10%.
En
ese período acumula 17 años de caída del PBI y, medido "per cápita" entre 1970 y 2000 crece sólo un
0.57%, mientras que el promedio de América latina lo hace en un
0.90%, el sudeste asiático un 4.6% y la China un 5.4% en el mismo
lapso.
Lo
que surge inmediatamente a la vista es que las causales de la crisis
están en la base del capitalismo local, en la ausencia de un impulso
inversor, en el centro del proceso de acumulación y reproducción de
capitales.
Este
pobre desarrollo de las fuerzas productivas en el país es lo que
explica la explosión de los índices de pobreza e indigencia, que son
producto de la combinación de la caída de los salarios y la evolución
de la desocupación.
Los
salarios reales tuvieron una leve recuperación en los primeros años
'90 hasta la crisis mexicana "del tequila" y su impacto en
la economía nacional en 1995, a partir de aquí comienza una
tendencia decreciente que se acentúa fuertemente con la crisis del
2001 y la macrodevaluación del 2002.
La
desocupación, que en promedio fue del 6 al 8% para toda la década de
los '80, superó los dos dígitos en el '93 y ya no volvió a bajar.
Llegó casi al 18% en el '95 y al 22/24% en el 2002/2003. Hoy está en
el 15.5% y la subocupación en el 12.5%, lo que significa no menos de
4.000.000 millones de personas con serios problemas laborales.
La
participación de los salarios en el PBI que en los '80 era del orden
del 37%, llegó al 40% en los primeros años '90, retrocedió al 37%
en el '95, cayó al 32% en el 2001 y hoy es del orden del 25%.
La
combinación de estas variables que ya son estructurales en nuestra
economía es lo que determina la impresionante evolución de la curva
de la pobreza. Si en los '70 era considerado pobre el 6% de la población;
este dato trepó al 29% en 1985; retrocedió al 27% en 1995; saltó al
51% en el 2003 y en el 2005 es del orden del 43% de la población.
La
brecha entre lo que se apropia el 10% más rico de la población y lo
que recibe el 10% más pobre que era de 8 veces a mediados de los '70,
fue de 13 veces en el '85, de 20 veces en el '95, trepó a 26 en el
2001 y es del orden de las 29 veces en lo que va del 2005.
La
crisis está instalada en el corazón del proceso de acumulación y
reproducción de capitales en el país. Es en aquellos 30 "años
dorados" en que, contra lo que suele pensarse, el país se
estanca en un desarrollo insuficiente y deformado de sus fuerzas
productivas. Ahora, luego de la reestructuración productiva de los años
del neoliberalismo, que implicaron desindustrialización,
desnacionalización, concentración y transnacionalización de los
capitales, se afirma un modelo exportador, con un sesgo fuertemente
primarizador de la economía, que requiere un tipo de cambio alto,
salarios bajos y fuertes incrementos de la productividad.
Debe
señalarse que el actual ciclo expansivo de la economía tiene una
característica muy especial. No se ha hecho, al menos hasta ahora,
con expansión del crédito, sino por el contrario con contracción
del mismo -esto significa que las empresas recurrieron a fuentes
internacionales con bajas tasas de interés o bien, y creo este ha
sido el recurso central, que financiaron su crecimiento productivo con
fondos propios en dólares, sobre todo, cuando a partir de mediados de
2002 su cotización comenzó a declinar. Si a esto se le suma la caída
estructural de los salarios, especialmente luego de la macrodevaluación,
tenemos que dos componentes fundamentales del costo quedaron reducidos
a cifras insignificantes ( el costo financiero porque casi no
recurrieron a el, y en cuanto al laboral basten algunos ejemplos: en
un automóvil terminado es del orden del 3%; en la industria de
autopartes del 6% y en la industria plástica del 5%, en los servicios
sube un poco pero difícilmente esté por arriba del 15%).
Esto
explica la fuerte suba en la tasa de ganancia de las empresas locales.
Cambios
en el bloque de poder
El
actual modelo de acumulación se asienta en:
a)
La revalorización de la renta de la tierra. Durante los '90 el sector
agrícola/ganadero recibió importantes inversiones tecnológicas que
con la suba de los precios internacionales redundaron en la expansión
de la frontera agropecuaria con un importante crecimiento de la
producción granífera (alcanza a las 82.000.000 de tns.) orientada a
la exportación y profundos cambios en la ganadería (unas 54.000.000
de cabezas) que, resueltas las restricciones sanitarias a la exportación,
estarían indicando una próxima expansión de este subsector.
La
minería esta recibiendo también importantes inversiones.
b)La
consolidación de un conglomerado industrial de base nacional
transnacionalizado, de alta eficiencia, que valoriza su producción en
el mercado global (Techint, Siderar, Arcor, Molinos, IMPSA,
laboratorios, aceiteras, son las mas destacadas, a lo que debe
agregarseles el complejo automotriz).
c)
El núcleo de empresas que prestan los servicios públicos
privatizados, que han visto desvalorizarse sus patrimonios y reducido
sus tasas de ganancias con la devaluación, pero que tienen un rol
estratégico y mantienen un peso importante en la economía nacional.
Estos
cambios con respecto al período anterior comienzan a mostrase tanto
en la composición del PBI como en la exportaciones.
De 1998 al 2005 el producto del sector agropecuario incrementó
3 puntos en relación al PBI total, el sector industrial creció 5
puntos en su participación, en tanto que el sector servicios, donde
tenía un fuerte peso la actividad financiera, redujo su participación
en 9 puntos. En cuanto a las exportaciones las manufacturas de origen
industrial están ya en el orden del 32% del total y en fuerte
crecimiento en el año en curso, alrededor del 10% de estas
exportaciones es producida por PyMES.
Acompañando
esta recuperación de espacios del capital productivo frente al
financiero, el bloque de poder ya no es encabezado por el sector
financiero y las privatizadas, sino por el complejo agrícologanadero
y un sector industrial exportador. No obstante, la política del
gobierno nacional es articular una cuidadosa política compensatoria
que contenga a todo el bloque dominante. Así se explican las
compensaciones a los bancos, el mantenimiento del régimen de las AFJP
y la posibilidad del que el sistema financiero haya recuperado su
rentabilidad a sólo tres años del colapso de 2002.
Tendencias
y tensiones
Debe
tenerse en cuenta que la interrelación de la economía local con la
mundial es mucho mayor, el grado de apertura de la economía argentina
es hoy del orden del 40%, producto del fuerte crecimiento del comercio
exterior ( tanto exportaciones como importaciones).
En
un mundo donde la articulación de las relaciones comerciales sobre la
base de Estados nacionales que las regulaban mediante tratados ha sido
reemplazada por un llamado "sistema global" donde los temas
comerciales tienen gran preponderancia -la institución emergente de
todo este período es la Organización Mundial de Comercio (OMC)- este
grado de apertura hace que la economía argentina resulte más
vulnerable que en períodos pasados frente a los movimientos de la
economía mundial..
En
este contexto una política exportadora permanente se convierte en una
necesidad impuesta y la competitividad adquiere cada vez mayor
importancia. Así la
economía local presenta cada vez mayores rasgos comunes con la
internacional.
El
actual ciclo expansivo es reflejo de lo que esta pasando en los últimos
años en la economía mundial (en promedio está creciendo a tasas del
5% anual) y también latinoamericana que crece en forma sostenida
(Chile lo hace al 6%, Perú, Venezuela, Colombia, Uruguay entre el 4 y
5%; Brasil y México al 3.7%; Paraguay al 2.5%)
Si
antes un tipo de cambio sobrevaluado era síntoma de fortaleza económica
ahora el actual tipo de cambio subvaluado es una estrategia fundada en
las exportaciones, como también siguen China y los países del
sudeste asiático entre otros.
La
balanza comercial cuyo déficit era señalado como positivo durante
los '90 es ahora superavitaria en más de 10.000 millones de dólares
y puesta como un logro del modelo, lo que también es visible en países
como China y Chile entre otros.
El
déficit fiscal crónico se ha revertido y las cuentas públicas
muestran, si se computa la subejecución de partidas, un superávit
extraordinario. Las reservas internacionales están en franca
recuperación y podrían llegar a los 30.000 millones de dólares a
fin de año (17% del PBI), siguiendo el rumbo de numerosos países en la acumulación de
reservas (Brasil un 9%, México 10%, Chile 16%, China más del 35%).
El
endeudamiento externo como política de financiamiento ha concluído,
la deuda en default se ha reestructurado y con el FMI se lleva
adelante una política de "desendeudamiento", siguiendo el
curso ya iniciado por Rusia y continuado por Brasil y Turquía, los
mayores deudores del Fondo, junto con Argentina.
Estas
pocas comparaciones nos permiten ver que lo que aparecen como
iniciativas propias del país y del Gobierno Nacional no son otra cosa
que tendencias generales del capitalismo mundial, particularmente
impuestas en los llamados países "emergentes".
El
Gobierno nacional tiene la capacidad política de mostrar como virtud
estas imposiciones, sin embargo el ciclo expansivo va acumulando
contradicciones y tensiones que veremos como se resuelven a futuro.
Los
salarios en el sector privado registrado se han recuperado y superan
levemente el nivel anterior a la crisis, el sector público mantiene
un retraso del 28%, y las remuneraciones de los trabajadores en negro
están un 27% por debajo. Esta chatura salarial fortalece la
segmentación de la demanda y coloca límites al consumo de los
sectores populares.
A
esto debe sumarse que la creación de empleo disminuye a valores mas
acordes con el capitalismo local, la elasticidad empleo/producto muy
alta en los primeros años, 1.0, se ha reducido a valores del 0.5 o
menores.
El
sostenimiento de un tipo de cambio elevado obliga a la compra de
divisas y por lo tanto a la colocación de nuevos bonos o Letras de
Tesorería en el mercado interno en pesos ajustables por inflación lo
que lentamente va creando un nivel de endeudamiento interno más que
significativo, y reconstituyendo el círculo perverso de
refinanciamiento como "solución" a la deuda.
El
modelo exportador genera crecimiento de los precios internos de los
productos exportables, la estructura fuertemente oligopólica de los
formadores de precios agrega presión en tanto hay una inflación
reprimida por falta de ajustes de las tarifas públicas luego de la
devaluación.
La
expansión de la frontera agropecuaria se ha hecho sobre la base del
crecimiento acelerado de los cultivos de soja, que como todo
monocultivo, y no obstante los beneficios que aportaría la siembra
directa, degrada los suelos por falta de rotación y requiere de mayor
cantidad de fertilizantes para mantener los rendimientos.
La
reservas comprobadas de hidrocarburos se están reduciendo
peligrosamente por falta de nuevas exploraciones, algunos estudios señalan
que a este ritmo en no muchos años más el país deberá importar
petróleo a precios internacionales.
Algunos
servicios públicos privatizados, como el ferroviario o la distribución
de agua potable y el tratamiento de efluentes, están llegando al límite
de sus posibilidades sin inversiones; en tanto que la crisis energética
amenaza con colapsar el sistema en poco tiempo más.
La
capacidad instalada de las empresas está llegando al límite en
numerosas ramas industriales y requieren de ampliación de su
capacidad productiva para no estrangular la oferta, con la consecuente
alza de precios.
Los
compromisos asumidos con la reestructuración de la deuda obligan a
transferir casi el 4% del superávit fiscal de cada año. Mientras que
el FMI ha redoblado sus presiones para elevar la transferencias de
recursos al 4.5%; para proceder a un aumento de tarifas, para resolver
la deuda aún en "default" con los acreedores que no
aceptaron el canje, para bajar las retenciones y revaluar el peso.
El
pago efectivo de la deuda por el sector público con los organismos
internacionales constituye una extraordinaria traba para el
crecimiento porque bloquea la perspectiva de la inversión pública y
limita los subsidios directos a la inversión capitalista. Esta
transferencia de recursos deja de lado cualquier posibilidad de un
programa para ampliar y modernizar la base industrial.
El
gobierno nacional aminora el impacto de estos desequilibrios
repartiendo subsidios por doquier para mantener las tarifas y con
mejoras impositivas para impulsar la inversión. Pero la IBI ( inversión
bruta interna) no supera el 19% con participación del sector público,
en tanto la inversión privada muestra porcentajes destacados en
telefonía celular, computadoras personales y equipos de aire
acondicionado hogareños que no pueden computarse como inversión
productiva. La actividad de la construcción sí registra tasas
importantes de inversión pero están destinadas a viviendas para el
sector de altos ingresos o bien a la hotelería destinada al turismo
receptivo, niveles 4 y 5 estrellas.
Es baja la inversión en maquinarias y equipo, decisiva en
relación a la capacidad instalada.
Por
otra parte el flujo de IED (inversiones extranjeras) hacia América
latina se ha reducido notablemente, y los pocos capitales de riesgo
prefieren Brasil. De las 500 grandes empresas americanas, 400 están
posicionadas allí o estudian proyectos de inversión con ese destino.
Tanto
el ministro de economía como sus principales voceros han señalado la
necesidad de elevar el porcentaje de IBI al 22/23%
tanto para cubrir las amortizaciones y obsolescencia del
equipamiento actual como para ampliar la capacidad instalada al actual
nivel de la demanda agregada. Es claro que de lograrse sería un
avance significativo porque evitaría un estrangulamiento del ciclo
por el lado de la oferta y la consecuente alza generalizada de los
precios. Pero debe decirse que aún así resultaría absolutamente
insuficiente para impulsar un desarrollo sostenido en el tiempo de la
economía local.
Salvo
alguna situación excepcional en el mercado mundial, que no alcanzamos
a prever, la economía local moderará su evolución, llevando el
crecimiento anual del PBI a valores del orden del 4 ó 5%, que de por
sí ya serían elevados, pero que tendrán incidencia sobre las
variables sociales.
En
este contexto distintos agrupamientos empresariales (SR, UIA, AEA),
reclaman un plan de desarrollo de largo alcance que contemple
incentivar las inversiones productivas, como si no dependiera de sus
decisiones, y requiriendo una vez más el amparo del Estado, en tanto
que el Gobierno Nacional parece cabalgar la situación, sin elaborar
ningún programa específico y apostar al buen momento de la economía
mundial.
La
endeblez crónica del proceso de acumulación y reproducción de
capitales reaparece una vez más como el punto que muestra la
debilidad estructural del capitalismo argentino. La recuperación económica
muestra así bases muy endebles.
El
retorno de la puja distributiva
Acompañando
el ciclo expansivo de la economía ha retornado la disputa por la
apropiación de la riqueza social. Puja distributiva en el plano de la
relación capital/trabajo, donde el trabajo busca recuperar parte de
lo perdido, y en el plano de las disputas intercapitalistas, donde las
distintas fracciones buscan incrementar su participación en la
apropiación del excedente económico.
Lo
concreto es que ha concluido una fase del capital y lógicamente se
inaugura otra, que mantiene muchos rasgos de la anterior he incorpora
otros nuevos. El gobierno Kirchner es expresión, entre otras cosas,
de este cambio de fase.
Esto
no significa abrir expectativas en cuanto a un posible capitalismo
nacional; a la recuperación de burguesías nativas, a que estemos en
los prolegómenos de una reindustrialización amplia, menos aún que
este resulte un gobierno en disputa.
Nada de eso estoy planteando, no hay bases materiales, pero sí
que estamos frente a un escenario político-económico diferente.
La
recuperación del capital productivo ha recolocado la centralidad del
trabajo en la disputa con el capital. Los conflictos de los
trabajadores telefónicos y de subterráneos de Buenos Aires marcaron
un punto de inflexión en las luchas salariales. Hasta ese momento el
nivel de los reclamos estaba en torno al valor de la línea de pobreza
, unos 780 pesos, pero a partir de esos conflictos el reclamo se ubicó
en torno al valor de la Canasta Familiar histórica, unos 1800 pesos.
Esto
explica en parte las idas y venidas del gobierno. El propio ministro
Lavagna al principio de este proceso en una reunión con empresarios
les planteó o dan ustedes el aumento o lo damos nosotros por decreto;
el ministro Tomada enunció la teoría de los conflictos positivos que
son aquellos por aumentos salariales frente a los negativos que serían
aquellos en defensa de las fuentes de trabajo; y el propio presidente
de la Nación señaló que su gobierno no era neutral frente a los
reclamos salariales.
Sin
embargo cuando el reclamo superó la línea de pobreza y se instaló
la de la canasta familiar ahí todo cambió, Lavagna cuestionó el
acuerdo CGT-UIA para canalizar los conflictos; los aumentos solo podrían
ser por productividad, le echó la culpa a los porteros por las subas
de precios y terminó monitoreando los convenios colectivos en discusión,
con lo que dejó de lado la libertad de negociación entre empleadores
y empleados.
Pero
los reclamos de los trabajadores no son solo salariales, en distintos
conflictos se han planteado condiciones de trabajo, categorizaciones y
encuadramientos. En tanto que el movimiento de trabajadores
desocupados mantiene sus reclamos por la universalización de los
planes, el incremento del valor de los mismos a 350 pesos y la creación
de trabajo genuino. Ha perdido densidad pero mantiene una capacidad de
movilización más que importante.
En
conjunto están planteando la urgencia de la distribución de la
riqueza en la Argentina, y esto abre una discusión acerca del carácter
y contenidos de esa distribución, cómo se financia y sobre todo cómo
se sostiene en el tiempo.
En
estas condiciones, con las presiones del FMI, con los condicionantes
de la deuda, con las contradicciones, tensiones y desequilibrios del
modelo en curso, con un movimiento social que mantiene sus reclamos y
con la incertidumbre de los movimientos futuros de la economía
mundial se abre el interrogante de cual es el horizonte de
sustentabilidad de este modelo.
Buenos
Aires, octubre de 2005.
(*)
Este artículo es producto de mi intervención en el Seminario
"América latina: una nueva fase política", organizado por
iniciativa de los trabajadores del Hotel BAUEN-recuperado, con la
colaboración de las Revistas Cuadernos del Sur y Realidad Económica
y el colectivo EDI-Economistas de Izquierda. Agradezco los comentarios
que sobre la versión original me hiciera el colega Guillermo Gigliani.
He tomado el título de un artículo de Elmar Altvater que se
publicara en Cuadernos del Sur nº 1 - Enero-Marzo 1985.
(**)
Integrante del Comité Editorial de la Revista Cuadernos del Sur y
miembro del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.
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