Argentina

 

Después de las elecciones

Con K y el régimen más fuertes, prepararse para luchas duras

“Ni llorar ni reír, comprender”

Editorial de Socialismo o Barbarie, periódico, 28/10/05

1–

Kirchner ha obtenido el 40% de los votos. Se trata de un importante triunfo político, aunque no se puede dejar de subrayar que no llega a los guarismos del 50% con los cuales Alfonsín y Menem ganaron elecciones en las décadas pasadas. Su triunfo aparece “agrandado” ante la fragmentación que reina por el lado de las variantes de la oposición burguesa. Pero no alcanzó la mitad más uno: es decir, a configurar un verdadero “plebiscito”. Si el efecto político ha sido prácticamente ése es porque se trataba de un gobierno minoritario que había sido electo sólo con el 22% de los votos. De allí que haya salido legitimado y fortalecido, aunque quizás no tanto como el propio Kirchner y los medios quieren vender.

2–

Los objetivos de K en estas elecciones fueron básicamente dos:

a) Afirmarse a la cabeza de un proceso de “renovación de la política”, en la búsqueda de seguir avanzando en la relegitimación de las instituciones de la “democracia”. De ahí la polarización permanente contra el duhaldismo como símbolo de la “vieja política” y la pretensión de vender la imagen de que la democracia puede ser “remozada”. Este perfil es el que le permitió ganar el voto de amplios sectores de asalariados de cuello blanco y de las clases medias, sensibles a este tipo de discurso contra las “mafias” y que incautamente no se dieron cuenta de cómo, por ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires muchos ex–menemistas se subieron al carro kirchnerista.

b) En segundo lugar, y de manera implícita, un insidioso intento de golpear y tratar de derrotar a la izquierda combativa deslegitimándola. Ha apelado a aislarla –entre otros elementos– utilizando la recuperación económica, elemento que le dio el voto de amplios sectores de trabajadores ocupados. Voto que, contradictoriamente y por elevación, va a pretender ser utilizado para fortalecerse frente al mismo proceso de luchas reivindicativas (muchas de ellas dirigidas por la izquierda) que en este momento tanto le preocupa al gobierno. Luchas que, si bien no han logrado elevarse al plano político, han sido el factor más dinámico de cuestionamiento al gobierno en el último período y apuntan con fuerza a seguir siéndolo.

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En este marco, queremos subrayar el elemento que tiene a nuestro modo de ver más importancia aún que el propio triunfo gubernamental: se trata del proceso de relegitimación de las instituciones de la “democracia”. No se puede dejar de señalar que las elecciones del 23 fueron totalmente “normales”: si bien se expresó uno de los picos históricos en el índice de abstención (contrariamente a la imagen que difundió el gobierno), mayormente no se dio el “voto bronca” con el carácter activo y revulsivo que tuvo cuatro años atrás. Lo que es más importante, la izquierda retrocedió en el incipiente proceso de comenzar a perforar el monopolio de las formaciones burguesas en lo que hace a la vida política de las grandes masas, tendencia que se empezó a evidenciar en las elecciones de octubre del 2001, pero que no pudo sostenerse.

No hay que olvidar que con el “que se vayan todos” había quedado cuestionada la aceptación (por parte de amplios sectores) del mecanismo del voto y de las instituciones de este régimen político, como los instrumentos privilegiados de “representación” y “mediación” política. La “naturalidad” que cruzó estas elecciones muestra que, a pesar de que sigue habiendo un porcentaje por encima de la media histórica de personas que no van a votar, la burguesía logró consolidar, globalmente, una vuelta a la “normalidad”. De ahí que Kirchner diga que “la gobernabilidad ha quedado asegurada” y que ya estén discutiendo las alternativas para las elecciones del 2007.

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No por anunciado carece de importancia puntualizar las razones de fondo del triunfo del gobierno. Muchos compañeros de la vanguardia se preguntan por qué ganó e incluso están con bronca de que nuevamente se haya votado a los que en la vida cotidiana son nuestros verdugos. Pero no se trata de ponerse sectarios con los compañeros: como dice el dicho, no hay que llorar ni reír sino  comprender para mejor prepararnos para las luchas futuras.

Con el gobierno de Kirchner la burguesía logró dar pasos de fondo en el objetivo de hacer de la Argentina un “país normal”: es decir, sin cuestionamientos al monopolio del uso de la fuerza por parte del Estado y de la propiedad privada por parte de los capitalistas.

Se trata básicamente de tres elementos:

a) El tándem Kirchner–Lavagna tuvo éxito en dejar atrás la situación de catástrofe económica que se vivió entre los años 2001 y 2002. Sosteniendo una estrategia de “normalizar” las condiciones de superexplotación de grandes franjas de trabajadores, así como mantener por encima del promedio los índices de desempleo (expresado esto en la devaluación, el dólar alto y la caída real de los salarios) se logró una recuperación económica de importancia, si bien puramente “cíclica” y sin resolver ninguno de los problemas de fondo, orgánicos de la misma, y que lentamente comienza a acumular contradicciones y problemas como es el caso de la creciente inflación.

b) Se tuvo éxito en volver a instalar entre las amplias masas de trabajadores y capas medias (a pesar del desinterés y apatía subsistente o precisamente también gracias a ella en condiciones de estabilización) la “normalidad” de que la política se reduce prácticamente a las elecciones. Aunque subsisten muy importantes elementos de repudio y desconfianza en las instituciones, la mayoría de la población considera que no hay otro medio que el voto para dirimir el problema del poder.

c) A pesar de la muy importante ola de conflictos entre sectores de trabajadores ocupados (varios de ellos triunfantes), por intermedio de los traidores de siempre (la CGT de Moyano y la CTA de De Gennaro), se ha evitado la irrupción de un proceso de luchas de conjunto que trascienda al plano político yendo contra el gobierno, así como una Huelga General o alguna manifestación nacional de lucha. En este marco, han logrado aislar, debilitar y deslegitimar (aunque no aún derrotar) a los movimientos de trabajadores desocupados.

A la hora del voto K, es evidente que pesaron estos “avances”. Entre los trabajadores ocupados, sobre todo el primer elemento: se votó la recuperación económica inmediata; se votó el haber conseguido un trabajo aunque más no sea en condiciones de esclavitud laboral; se votó por los (miserables) aumentos que fue concediendo el gobierno. Entre las clases medias altas, lo que se votó es la recuperación de la estabilidad de sus condiciones de vida “privilegiadas”, amenazadas y deterioradas con la catástrofe económica y el “corralito”.

5–

¿Cuál es, entonces, el significado más profundo del resultado electoral? La consolidación de un horizonte de estabilización burguesa que, sin embargo, no estará exenta de fuertes contradicciones. Es decir, las elecciones son la expresión de un hecho que las ha antecedido: se ha cerrado la crisis de dominación abierta en diciembre del 2001. Es decir, el proceso político revolucionario que había puesto en cuestión –por la negativa– el poder de la burguesía. En síntesis: el Argentinazo ha sido reabsorbido, aunque subsiste la crisis más estructural, económica, social y política del país y una relación de fuerzas que sigue siendo mucho más favorable que lo que se vivió en los ’90.

Insistimos. No es que las elecciones lo hayan cerrado, sino que como producto de una acumulación de elementos, hubo un salto de cantidad en calidad que se ha terminado de expresar en estas elecciones. Porque las definiciones políticas no se pueden estirar como una goma perdiendo todo sentido o funcionalidad. La rebelión del 19 y 20 de diciembre del 2001 planteó el problema del poder. Hoy, en la Argentina, nadie en su sano juicio puede dudar que en el próximo período muy difícilmente este poder burgués pueda ser nuevamente puesto en cuestión.

Sin embargo, esto lo decimos con un fuerte elemento “condicional”: se ha logrado la reabsorción democrático–burguesa de la rebelión popular pero (insistimos) sin volver a las relaciones de fuerzas desfavorables de los ’90, ni cortar el estratégico proceso de recomposición de los trabajadores, uno de los objetivos centrales a defender y desarrollar en el próximo período por parte de la izquierda revolucionaria.

6–

Se puede esperar entonces, en el próximo período, el intento por parte de Kirchner de ir a la ofensiva sobre los sectores obreros que salgan a la lucha y las posiciones conquistadas por la izquierda. Esto augura una coyuntura defensiva, pero con enfrentamientos muy duros y de importancia con sectores de la vanguardia obrera, con pruebas inmediatas: diario Crónica, ferroviarios, docentes de Río Negro, las jornadas que se avecinan de repudio a Bush, etc. Enfrentamientos cuyo resultado no está escrito: nunca hay que olvidar que el terreno electoral refleja distorsionadamente las verdaderas relaciones de fuerzas: sólo en la lucha y mediante la lucha se puede decidir la suerte de cada conflicto, de cada enfrentamiento. De su resultado dependerá que la coyuntura defensiva que abrieron las elecciones se afiance o sea derrotada. Contradictoriamente, incluso hay sectores de trabajadores que quizás interpreten el resultado electoral (producto de sus expectativas en K) en el sentido de una “venia” o de mejores condiciones para salir a la lucha contra las “privatizadas” o diversos sectores de la patronal que interpreten como “mafiosos” o “chupasangres”.

Por esto no es nada casual que el mismísimo lunes 24, la CGT junto con la IUA y el gobierno se hayan sentado a discutir un posible “pacto social” que garantice la “paz social” y las ganancias empresarias por los próximos dos años. Se han puesto a trabajar para ver cómo contener la puja “redistributiva” que se puso en marcha: es decir, la ola de luchas salariales de importancia que recorrió prácticamente toda la coyuntura electoral y que amenaza con seguir. En las semanas anteriores a las elecciones, varios editorialistas de los diarios burgueses se dedicaron a ellas. Está claro cuál es el objetivo: cortar de cuajo uno de los elementos que pueden horadar “por izquierda” al gobierno y que muestran la vitalidad de una de las herencias principales que dejó el Argentinazo: la entrada en escena de importantes componentes de trabajadores y la incipiente emergencia de un nuevo clasismo, así sea por ahora a nivel de una amplia vanguardia.

7–

Al mismo tiempo, debemos subrayar que hay una serie de profundas contradicciones estructurales no resueltas, que van a ir acumulando elementos de crisis en sentido contrario a las tendencias “estabilizadoras”. Estas pueden ser las que terminen cuestionando el posible y casi seguro plan del gobierno de reelegirse.

Aquí hay varios elementos. Kirchner ha gozado de una coyuntura económica internacional que podría deteriorarse. Todos los análisis económicos coinciden en que el próximo año se crecerá a un ritmo menor a los últimos tres, que la creación de empleo nuevo será cada vez menor, y que deberá esforzarse por mantener los aumentos de productividad laboral y beneficios patronales. Con la reapertura de una crisis económica en condiciones en las que no ha habido una recuperación orgánica de la economía del país, el mayoritario apoyo popular del cual hoy goza podría licuarse rápidamente.

En segundo lugar, las elecciones han evidenciado la subsistencia de otro elemento “estructural” puesto sobre la mesa por el argentinazo: la aguda crisis del sistema de partidos tradicionales, la fragmentación política y el deterioro no sólo de la UCR sino incluso del PJ como tal; esto lo veremos inmediatamente.

Por último, una situación regional e internacional de inestabilidad, donde está en curso un nuevo ciclo de la lucha de clases regional que, si bien está pasando por la mediación de los gobiernos de “centro–izquierda” neoliberales, tiene características preparatorias a enfrentamientos mayores en próximas coyunturas.

8–

Salvo los más obsecuentes, prácticamente todos los diarios han destacado cómo se ha vuelto a expresar en las elecciones la fragmentación del sistema de partidos tradicionales. Está claro que desde el punto de vista de la estabilidad y fortaleza institucional, no es lo mismo el peso de partidos “hechos y derechos” como lo fueron el PJ y la UCR que el armado de coaliciones circunstanciales con figuras y aparatos prevenientes de aquí y de allá y que no tienen la estructura y el arraigo orgánico de un partido. De ahí que se hable que, hacia las elecciones del 2007, se deberían terminar de delinear dos grandes coaliciones: una de “centro izquierda” en torno a K y otra de “centro derecha” con liderazgo aún no definido. Pero reiteramos: estas coaliciones son algo demasiado inestable y gelatinoso; se arman y desarman con mucha facilidad. Lo que le plantea a la burguesía un cierto peligro: si “deja morir” a sus formaciones políticas tradicionales (la UCR e incluso el PJ tal cual es hoy), puede terminar ayudando al deterioro más profundo del régimen político. Régimen que se ha recuperado, pero que sigue pasando por un período de transición en cuanto a la superación de la crisis más de fondo, que para nada ha sido saldada.

Es decir, aún no ha cristalizado un sólido y orgánico sistema de partidos que reemplace al clásico bipartidismo. Esta es una enorme tarea no resuelta que tiene la burguesía por delante.

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Pero lo principal (desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera y del socialismo revolucionario), es que el cierre del Argentinazo como proceso revolucionario tiene la paradoja de que esto se ha ocurrido sin lograr cortar o derrotar el proceso de recomposición de una amplia vanguardia de trabajadores que está en curso, ni tampoco la ya señalada dinámica de una ola de luchas reivindicativas obreras de gran importancia potencial.

Es esto mismo lo que plantea un camino de enfrentamientos muy duros con las burocracias de la CGT y el CTA. El Argentinazo no sólo colocó en la agenda la necesidad de construir una representación política independiente y revolucionaria de la clase obrera (proceso que ha sido en el que menos se ha podido avanzar hasta ahora), sino un amplio proceso de cuestionamiento a la burocracia sindical en todas sus expresiones. Burocracia que junto con el PJ ha sido pilar y garante del orden burgués a lo largo de las últimas décadas.

Con la estabilización, la burocracia pretende “renovarse” y volver a recuperar las posiciones perdidas: de ahí que sea el aliado más fiel del gobierno en el encuadramiento de la clase obrera. Por distintos medios, dependiendo de las circunstancias, no va a cejar en la pelea por cortar de cuajo la irrupción de un nuevo clasismo entre los ocupados, por terminar de barrer los movimientos de trabajadores desocupados independientes e, incluso, por liquidar los avances de la izquierda en el movimiento estudiantil aprovechando la crisis de Franja Morada.

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Se ha abierto así un duro pero muy rico proceso de lucha, acumulación y organización que exige a la izquierda que se considera revolucionaria (y particularmente al nuevo MAS), avanzar cualitativamente en la construcción orgánica: es decir, superar la enorme debilidad que aún se arrastra, profundizando el enrizamiento entre los sectores más importantes y concentrados de los trabajadores y la juventud estudiantil. Esto, para prepararnos para las próximas crisis y grandes ascensos de las luchas que llegarán, seguramente, más temprano que tarde, dado el marco regional y mundial en el que está inserto el país.

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