Argentina

 

¡Denunciemos la campaña macartista del gobierno!

Por Marcelo Yunes
Socialismo o Barbarie, periódico, 10/11/05

Después de las elecciones, y montándose sobre los hechos de la estación de Haedo y de la Cumbre de las Américas, Kirchner ha iniciado una burda campaña de persecución política, ideológica y judicial contra las organizaciones de izquierda, que apunta contra sus posiciones ganadas en el movimiento obrero y social. Todos los sectores democráticos deben sumarse al rechazo a esta macarteada violenta del gobierno “progresista”, basada en mentiras y maniobras.

Todo empezó en Haedo, cuando tras la justa indignación de los usuarios contra el incalificable “servicio” del ferrocarril TBA se sucedieron los hechos de violencia conocidos por todos. Lo que acaso no sea tan conocido son los esfuerzos que hizo el gobierno para intentar responsabilizar a las organizaciones de izquierda por todo lo ocurrido allí. El papel de Aníbal Fernández, ministro del Interior, fue bochornoso: primero acusó “con nombre y apellido”, vanagloriándose de su información, al dirigente ferroviario Rubén “Pollo” Sobrero. Cuando los azorados periodistas le dijeron que estaba en Mar del Plata, ni lerdo ni perezoso, Fernández arremetió contra otros dos dirigentes ferroviarios. Los identificó como “del Partido Obrero”. En realidad, son de otra fuerza. Los medios al principio repitieron estas sandeces, no se sabe si por obsecuencia o ignorancia (probablemente ambas).

Pero la mentira tuvo patas cortas. El intento de manipulación de la opinión pública era tan burdo que hasta el intendente de Morón, Martín Sabatella (un declarado aliado del gobierno), en un acto en la estación de Haedo, dio como responsable central por los hechos al deficiente servicio de TBA. Aunque Aníbal Fernández repetía que “estaba todo preparado”, hay que preguntarse por quién: llamativamente, las fuerzas de seguridad tardaron cinco horas en retomar el control frente a un grupito de menos de cien personas. Lo único que falta es que nos digan que la “benevolente” policía bonaerense no quería reprimir para no lastimar a los muchachos... Varios vecinos denunciaron que la policía no hacía nada mientras tenían lugar los destrozos, y todo hace suponer que tenían órdenes de dejarlos correr para que Fernández y Kirchner pudieran hacer su campaña contra “la izquierda” en general (no sólo Quebracho). Hasta los medios tuvieron que hacer mención de la “extraña” actuación de la policía.

Violencia es mentir... y herir de bala

En la Cumbre de Mar del Plata ocurrió lo mismo, corregido y aumentado: ante los incidentes (protagonizados por un grupo pequeño y visiblemente aislado del resto de la manifestación), la reacción del gobierno fue vociferar contra los “vándalos izquierdistas”. Después de la marcha a Plaza de Mayo el viernes 4, donde bien al final (y con casi todos los manifestantes ya desconcentrados), hubo incidentes menores. Kirchner no dejó dudas: acusó a “la izquierda” de “predicar la violencia” y de tener “cero votos” (Clarín, 9-11-05). Incluso el gobierno se mostró indignado de que no hubiera detenidos. El Ministerio de Seguridad bonaerense y el Ministerio del Interior meten en la misma bolsa al “MST, PO, PCR, Quebracho y otras agrupaciones menores” (idem).

Aquí la actuación de la policía fue mucho más sospechosa todavía. Tardaron entre cuarenta minutos y una hora en llegar... aunque estaban a menos de 200 metros. La explicación oficial de que “no se quería reprimir a los manifestantes que no tenían nada que ver” mueve a la carcajada. ¡Para los que venimos manifestando en las calles en los últimos veinte años sería toda una novedad enterarnos de que la policía tiene tantos remilgos para repartir palos y gases!

El propio intendente de Mar del Plata, Daniel Katz, está más cerca de la verdad (entre otras razones, porque él tiene que poner la cara ante los comerciantes furiosos): denunció que directamente hubo una “zona liberada” por la policía para que los “vándalos” hicieran de las suyas.

Curiosamente, toda la histeria “antiviolentos” del gobierno contra la izquierda, en incidentes en los que prácticamente no hubo heridos, estuvo ausente cuando los enfrentamientos en Avellaneda entre la patota kirchnerista y la duhaldista. Eso sí, Kirchner se quejó de que “no puede ser que alguien que tenga una molotov en la mano esté de vuelta en la calle” (Clarín, 9-11-05).

¿Y para los que cagan a tiros a los manifestantes como en Avellaneda, qué castigo pidió el Presidente? ¿Nadie le contó que allí hubo heridos de bala, que no es lo mismo que llevar palos o molotovs? Sí, probablemente Aníbal Fernández, el mismo que al respecto se apresuró a decir que “esto es otra cosa, no hay que comparar”, y enterró el asunto (con la ayuda de los medios que tampoco volvieron sobre el tema). ¡Es de imaginar las barbaridades que hubiéramos tenido que escuchar si a algún manifestante de izquierda le llegaban a encontrar armas de fuego!

Y ya que hablamos de violencia, ningún vocero de estos “progresistas” macartistas dijo media palabra de la brutal paliza que les propinaron los patovicas de la patronal de Crónica a los compañeros, con un saldo de 9 hospitalizados. Claro, esa patronal es bien amiga del gobierno. Seguro que cuando los trabajadores intenten defenderse como corresponde, los violentos, para este gobierno, van a ser ellos.

Algunas aclaraciones necesarias

Ante la mugre que vomitan el gobierno y los medios, cabe dejar en claro algunas cosas para que no se mezcle todo.

Primera: la izquierda no tiene “cero voto”. Como explicamos en nuestra edición anterior, la izquierda marxista no hizo una buena elección pero obtuvo más de medio millón de votos, muchos más que los de varios aliados del gobierno. Ahora se ve que cuando el gobierno y los medios adictos hablaban de la supuesta “desaparición” de la izquierda no estaban dando puntada sin hilo: preparaban esto.

Segunda: no toda la izquierda es igual. Las fuerzas de origen trotskista no tienen nada que ver con Quebracho, por ejemplo: ni en su trayectoria, ni en su ideología, ni en su ubicación de clase, ni en sus métodos, como tratamos en nota aparte.

Tercera: aunque dé vergüenza ajena tener que aclararlo, si hay algo que los militantes de la izquierda marxista no hacen (y menos que menos por su cuenta) es vandalismo gratuito. Ni siquiera en la cabeza delirante del ministro del Interior –o de cualquier persona normal– puede caber la idea de que los partidos de izquierda hayan “planeado” quedarse con electrodomésticos o cajas de alfajores. Las organizaciones de izquierda tendremos recursos económicos modestos, pero no somos imbéciles.

Por eso mismo resulta sugerente la idea del gobernador Solá de que los desmanes fueron cometidos por “grupitos de muchachos pagados” (Clarín, 9-11-05). Una idea que genera ciertas preguntas inevitables. ¿Pagados por quién, Solá? ¿Por la izquierda, que financieramente no nada en la abundancia, precisamente, y que siempre hizo sus actividades en base a su militancia voluntaria? ¿O por el gobierno y los servicios de inteligencia? ¿Quiénes eran los que, como dijo Aníbal Fernández, tenían “todo armado”, incluida la curiosa desidia policial?

Denunciemos de manera unitaria la campaña macartista de Kirchner

Las acusaciones contra la izquierda son ridículas e imposibles de sostener. En una reacción adecuada, uno de los dirigentes ferroviarios contraatacó querellando a los funcionarios que quisieron enchastrarlo con los hechos de Haedo. Pero hay que hacer más que eso: la vía judicial no es precisamente la que ofrece las mejores garantías.

La intención del gobierno es clarísima: con evidencias y argumentos forzados, traídos de los pelos o directamente inventados, de lo que se trata es de una campaña evidente contra las fuerzas de izquierda, contra sus dirigentes y contra sus posiciones conquistadas en el movimiento obrero, en el de desocupados, en el estudiantil, donde sea. Si no encuentran excusas, las inventarán. Y como la izquierda tiene “cero voto”, no representa a nadie y vale todo.

Por supuesto, no sólo es mentira lo de los votos, sino que además la izquierda tiene ganado un lugar en las luchas obreras y sociales que ya hay, y en las que se vienen. Tiene implantación y dirigentes. Tiene mucha más capacidad de movilización que cualquiera de los partidos del régimen burgués, empezando por el PJ (¡que, como todos saben, para mover gente recurre a los “muchachos pagados”!). Kirchner en público minimiza a la izquierda marxista, pero en privado sabe que le resulta un problema y una oposición mucho más real que Macri, Carrió y cía. Por eso intenta atacarla.

Para finalizar, pongamos las cosas en su justa dimensión. No se trata de una ofensiva en toda la línea, de vida o muerte. Por ahora, este ataque macartista tiene más bien las características de un ensayo: probemos a ver cuánta resistencia encontramos, parecen razonar desde el gobierno.

Por eso mismo hay que frenarlo en seco. Ya los pasos en falso de Aníbal Fernández en Haedo obligaron al gobierno a recular un poco, pero volvió a la carga después de Mar del Plata.

No hay que dejarlos pasar. El discurso de Kirchner no tiene nada que envidiarle a las parrafadas de Menem en los 90. Hoy es contra algunos partidos y dirigentes; mañana puede ser contra otros. Es entonces una tarea inmediata de todas las fuerzas políticas y sociales, de personalidades y dirigentes luchadores, de izquierda y democráticas ponerse en pie de lucha para defender a cualquier organización, activista o lucha que pretenda ser descalificada por este gobierno fabricante de mentiras.

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