Cumbre
en Mar del Plata: pelea en las alturas
Bush salió mal parado... Kirchner
también
Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico, 17/11/05
Producto de los desastres neoliberales de los 90, el
imperialismo (particularmente el yanqui) es ampliamente repudiado por
la población trabajadora de nuestro país. Según varias encuestas,
no hay país en toda América Latina que exprese mayor rechazo a Bush
que el nuestro.
Esto auguraba para la Cumbre de Mar del Plata la posibilidad
de inmensas movilizaciones de masas. Es en este contexto que los acólitos
izquierdistas del gobierno (la dirección de la CTA, el periodista
Miguel Bonasso, D’ Elía de la FTV, etc.), se esmeraron por montar
un operativo de contención, canalización y capitalización de este
repudio, lo que hasta cierto punto lograron.
Para ser claros: un masivo y progresivo repudio a Bush se
expresó por un sinnúmero de canales, pero lograron evitar que
tuviera una dimensión activa de masas.
Respecto del paro de la CTA, como es habitual, fue convocado
por los medios: no se hizo nada para asegurar su éxito y mucho menos
que tenga un carácter activo. Fue contundente entre los docentes de
varias provincias, pero no dio lugar a otras
acciones.
También se organizó el promocionado viaje en tren de
Maradona, Bonasso y otros a Mar del Plata, al tiempo que controlaron
la principal marcha realizada en Mar del Plata, convocada para las 7
de la mañana. A esto se sumó que a lo largo de semanas se había
llevado a cabo una campaña de intimidación entre los vecinos
alertando acerca de posibles “atentados” y montando zonas de
exclusión”, de modo que los marplatenses no osaran salir
masivamente a las calles.
Aun así, se realizó una combativa movilización de
vanguardia en Mar del Plata contra Bush y Kirchner, de unos 5.000
compañeros, y una importante marcha en Buenos Aires con 20.000
participantes, así como importantes movilizaciones en varias
provincias, que compensaron en parte el operativo de canalización
centroizquierdista.
Desde el MAS, el Ya Basta! y el FTC
tuvimos una destacada participación en estas movilizaciones,
realizando columnas simultáneas en varias ciudades del país: Buenos
Aires, Mar del Plata, Córdoba (como FTC) y un importante festival
juvenil en la ciudad de Junín.
Han pasado dos semanas desde la realización de la Cumbre de
las Américas en Mar del Plata (4 y 5 de noviembre). Sin embargo, no
deja de ser de actualidad realizar un análisis al respecto. Estuvo
recorrida por una serie de contradicciones que hay que intentar
esclarecer. También es de importancia dar una valoración acerca del
significado de la Contracumbre encabezada por Chávez y la perspectiva
política que éste está expresando.
En este contexto, no es menor la discusión acerca de la
ubicación que tuvieron y deben tener las distintas corrientes de la
izquierda socialista frente a estos eventos y procesos.
Contradicciones entre los de arriba
Lo primero que hay que señalar es que la cumbre estuvo
cruzada por una disputa real que se siguió expresando luego en las
polémicas de Fox con Kirchner y con Chávez. ¿En qué consiste?
Tiene el siguiente componente: básicamente, el reflejo en importantes
gobiernos de la región (el caso del Mercosur) de las presiones
provenientes de la búsqueda de una inserción en el mercado mundial
que no aniquile la acumulación de las burguesías de países como
Brasil y la Argentina. También la necesidad política que expresan
los actuales gobiernos “centroizquierdistas” de varios países
latinoamericanos de seguir dando respuestas que permitan reabsorber el
ciclo de crisis y rebeliones populares que vienen marcando a América
Latina desde comienzos del nuevo siglo.
Es decir, en la discusión de la Cumbre no se trató en ningún
caso de que algún sector expresara intereses populares o un curso
“antiimperialista”: ningún gobierno –más
abajo veremos el caso específico de Chávez– expresa nada de esto. Se trató, por el contrario, de una puja entre gobiernos
que expresan sectores patronales con distintos intereses particulares
en lo que hace a su inserción en el mercado mundial. Ejemplo: la
burguesía paulista no quiere verse sometida a una competencia
totalmente abierta que la pueda barrer; la propia oligarquía
agro-exportadora radicada en Brasil, Argentina, Uruguay o Paraguay no
está dispuesta a perder márgenes de ganancias por una competencia
“desleal” con un agro subsidiado por el gobierno yanqui.
En lo sustancial, se trató de una disputa en las alturas
entre sectores dominantes y sus socios menores (las burguesías de la
región) en defensa de sus negocios respectivos y de la búsqueda
de ciertos márgenes de maniobra políticos –que, en general, el
gobierno de Bush no logra atender– para seguir llevando adelante una
orientación política gatopardista que ayude a reabsorber las
diversas situaciones de crisis.
Neoliberalismo “regulado”
En esta pelea en las alturas no hay que confundirse o
confundir a los demás, como buscan hacer los amanuenses de los
gobiernos “centroizquierdistas” de la región. Porque si bien
respondiendo y reflejando –hasta cierto punto– muy diversas
situaciones nacionales, a lo más que tienden algunos de estos nuevos
gobiernos (el caso de Kirchner, podría ser el de Evo Morales casi
seguramente algo más corrido hacia la “izquierda”, pero no así
Lula ni tampoco Tabaré Vázquez), es a adelantar un debate respecto
de la necesidad de introducir “regulaciones” en el
funcionamiento de un esquema económico básicamente continuista del
neoliberalismo de los 90.
Estos gobiernos esgrimen un argumento de peso: la evidente
deslegitimación popular de las contrarreformas de los 90, que ha
llegado –en varios casos– a verdaderas rebeliones populares que
cuestionaron en diverso grado a las instituciones de la democracia
patronal. Eso es lo que “justifica” y da fundamento a una prédica
en el sentido de introducir “modificaciones” en la forma en que se
sostiene este modelo económico (es decir, el capitalismo tal cual es
hoy) so pena de que la “democracia” termine estallando por los
aires. De ahí, por ejemplo, la resistencia al ingreso al ALCA en las
actuales condiciones, la discusión bajo cuerda –que continúa– de
un eventual ALCA “light”, etc.
Pero de aquí no se desprende –como pretenden Bonasso y cía.
–que en este planteo y en esta serie de disputas esté presente
alguna referencia real a las necesidades populares o una postura mínimamente
“antiimperialista”.
Insistimos: ningún gobierno de la región expresa las
necesidades obreras y populares o timoratamente antiimperialistas,
como podría significar plantarse realmente contra los organismos
internacionales de crédito, romper con ellos, desconocer la deuda
externa, etc.
Por el contrario, lo que expresan es la competencia por los
intereses de las patronales radicadas en sus respectivos países. Y,
al mismo tiempo, atendiendo a las necesidades políticas más
generales de mantener la dominación burguesa, pugnan por una gestión
que tenga en cuenta y busque reabsorber las rebeliones. De ahí
–insistimos– el modelo capitalista neoliberal con ciertas
“regulaciones” que se expresa empíricamente en la Argentina K.
Hegemonía mellada
Un importante elemento que posibilitó la negativa de los países
del Mercosur y Venezuela a avanzar en estos momentos con el ALCA (si
bien el mismo Lula firmó el domingo 5 de noviembre un compromiso con
Bush en ese sentido)[1], es el hecho evidente y perceptible por todos
los gobiernos de la región de que el gobierno de Bush está pasando
por el peor momento en toda su gestión.
El empantanamiento en Iraq, el desastre del huracán Katrina,
la emergente recuperación del movimiento anti-guerra en los propios
Estados Unidos, el denominado CIAgate, están dejando la popularidad
de Bush por el piso. Y lo que es peor, amenazan abrir una crisis
política de incalculables proporciones. El New York Times
reflexionaba días atrás acerca del desastre que podría constituir
el hecho de que al gobierno de Bush le quedan tres largos años de
mandato y ya parece haber agotado su capital político.[2]
En estas condiciones, ese diario señalaba que en situaciones
de crisis internas tradicionalmente los presidentes norteamericanos
buscan oxígeno en la política exterior: es decir, volver con algún
triunfo como amos del mundo que los ayude a legitimarse internamente.
De ahí el desastre que ha significado la gira
latinoamericana de Bush, sobre todo en lo que hace a la Cumbre de Mar
del Plata: fue un reflejo fiel del evidente debilitamiento de la
legitimidad yanqui en la región. Y no sólo esto: el plan de acción
organizado por la administración norteamericana para la Cumbre se
pareció mucho más a una movida estentórea y empírica para intentar
avasallar una reunión con un tema fuera de la agenda formal que a una
acción seriamente planificada. De ahí la inocultable sensación de
fracaso. Al amo del mundo se le dijo No, y quedó demasiado en
evidencia que a pesar de cómo se vende el imperialismo (y cómo lo
compran la mayoría de los gobiernos y apóstatas del neo-reformismo),
Estados Unidos está muy lejos de ser un imperio todopoderoso.
Se estrechan los márgenes de
maniobra
Sin embargo, a nuestro modo de ver, paradójicamente tampoco
el gobierno argentino salió bien parado de la Cumbre. Kirchner
terminó sobreactuando tanto su papel que pareció salir de ella con menores
y no mayores márgenes de maniobra, como parte de una coyuntura
post electoral en la que hasta ahora, se lo ha visto desorientado.
Si bien es un hecho que en su ubicación política más
general (no aceptar el ALCA sin el logro de la disminución de los
subsidios agrícolas en Estados Unidos) tuvo el aval de Lula y el
conjunto del Mercosur –y obviamente Chávez–, Kirchner sobreactuó
demasiado, abriendo frentes de problemas y grietas donde no los tenía.[3]
En particular, y más allá de la dialéctica verbal con Fox
(mandadero del imperio, como le dijo el propio Chávez), se le
instaló una crisis con Bush, gobierno con el cual Kirchner viene
teniendo una relación totalmente fiel y subordinada a cambio de sus
ayudas ante el FMI y los demás países del G-7 por el “caso
argentino”.
En qué medida esto puede ser un problema de graves
consecuencias para el gobierno lo da el simple hecho de que no hay retórica
ni verso (sea de Hebe Bonafini o de Luis D’Elía) que valga para
esconder que el gobierno no tiene otras bases orgánicas de apoyo
que los grandes grupos capitalistas que dominan la economía del país
y que han venido festejando y sosteniendo su curso de fondo. A lo
sumo, el gobierno lo que ha hecho es “arbitrar” entre los sectores
de servicios, financieros e importadores dominantes en la década del
90 a favor de aquellos beneficiados con la devaluación: los
exportadores, el campo y el débil grupo de industrias sustitutivas de
importaciones; pero sin romper con ningún sector.[4]
El gobierno de Kirchner no piensa iniciar un verdadero curso
independiente, o siquiera que pueda y quiera emular los pasos de Chávez
porque, sencillamente, no existen bases sociales para esto en la
Argentina, con un PBI que en un 75% está en manos de las
multinacionales, peor aún que bajo Menem.
Precisamente, otro de los pilares de la gestión K ha venido
siendo el propio Bush, que le facilitó anteriores negociaciones con
el FMI a cambio –por ejemplo– del rol de Kirchner (junto con Lula)
en la crisis en Bolivia o en Haití.
El malestar de Bush, de no ser rápidamente recompuesto con
alguna muestra de “buena voluntad” (cosa para nada descartable), le
crea contradicciones suplementarias al gobierno en esta coyuntura.
Y, en cierto modo, eventualmente le estrechará sus márgenes de acción...
salvo que sea el inicio de un giro “izquierdista” que de ninguna
manera parece estar en los planes.
¿Integración sudamericana?
Este curso “izquierdista” sería buscar otras bases
sociales: es decir, dar pasos –aun inconsecuentes– en una
mayor integración latinoamericana para “resistir” al
imperialismo, estatizando una serie de empresas, o pasarse al proyecto
del ALBA de Chávez (con el que verbalmente pueden coquetear algunos,
pero que no está en los planes de nadie).
Desmenucemos la cosa: en lo que hace a la retórica, los
gobiernos de centro izquierda han buscado un espacio mayor en ciertos
aspectos de su política exterior. Por ejemplo, ninguno se embarcó
directamente en la guerra de Iraq (aunque, como ya hemos señalado, sí
se aceptó gustosamente cubrir la retaguardia en Haití). Esto se ha
combinado con dejar correr las prédicas bolivarianas de Chávez como
para dar la impresión de que ahora sí ha comenzado un “proceso de
integración”... Pero no hay que dejarse llevar de las narices:
todo esto es pura cháchara, no tiene ningún asidero real.
Como venimos señalando, estas peleas y disputas lo que
expresan son contradicciones en las alturas, un “regateo” en
función de las relativas necesidades competitivas de las burguesías
radicadas en cada país y respecto del mercado mundial y regional.
Es que más allá de la retórica de Chávez, la inmensa
transnacionalización de las economías de todos los países de la
región y los vínculos que ya tienen con el mercado mundial hacen
completamente irreal e ilusoria la prédica “latinoamericanista”.
Cuando un país como la Argentina tiene el 75% de su PBI está en
manos de las multinacionales con sede en Estados Unidos o en la Unión
Europea ¿de que integración “antiimperialista” se puede hablar?
Es totalmente irreal, espejitos de colores para embaucar a la gilada.
Dice el economista marxista Claudio
Katz:
“Las convocatorias regionalistas que lanzó Chávez no
tuvieron gran recepción entre sus colegas de centroizquierda. Ninguno
insinuó la menor intención de resistir el ALCA construyendo el ALBA.
Pueden compartir su retórica latinoamericanista, pero no la decisión
de avanzar en proyectos de integración antiimperialistas.
“Chávez ha propuesto tres iniciativas: asociar las
empresas petroleras en un ente común (Petrosur), conformar un banco
regional con las reservas ya acumuladas en todos los países (Bansur)
y reforzar los acuerdos comerciales para construir una asociación común
(del Can-Mercosur al Comesur).
“En cierta medida, estas iniciativas brindan cobertura a
los negocios que ya entrelazan a varios grupos capitalistas. Pero de
estos convenios no surge la integración autónoma que ambiciona Chávez.
Este objetivo requeriría implementar transformaciones que ningún
gobierno de centro izquierda está dispuesto a llevar a cabo.
“Para que Petrosur revierta la sumisión energética de la
región, habría que reestatizar el petróleo de Argentina y Bolivia,
porque no tiene sentido integrar a ese organismos a las compañías
privadas extranjeras. La creación de Enarsa sin recursos ni pozos no
contribuye a la integración real. Y tampoco contribuye a ese proceso
que Petrobras compre los activos de una corporación argentina (Pérez
Companc) o que PDVESA se asocie con Enarsa para adquirir estaciones de
servicio. Estas acciones no alteran el patrón rentista y depredador
que rige el negocio petrolero en el sur del continente.(...)
“La expectativa chavista de contagiar el espíritu
bolivariano a los gobiernos de centroizquierda choca con un obstáculo
estructural: las clases dominantes de la región preservan la
conformación centrípeta que históricamente bloqueó su asociación
(...) [y] mantienen con las metrópolis más negocios que con sus
vecinos de Sudamérica”.[5]
Desde ya que esta unidad es una aguda necesidad de los
pueblos del continente: no poco del atraso y el sometimiento de la
región tienen que ver con que –a diferencia de Estados Unidos), en
Sudamérica, luego de la independencia, se dio lugar a una miríada
de estados relativamente pequeños que impidió el desarrollo de
economías de escala y, por tanto, de sus fuerzas productivas. A
la vez, en vez de lograrse un desarrollo realmente independiente,
la independencia de un imperio en decadencia como el de España dio
lugar a una renovada dependencia respecto de la potencia
capitalista en ascenso en aquella época, Inglaterra, lo que en el
siglo XX se transformó en la dependencia y semicolonización
centralmente por parte de los Estados Unidos.
Pero si en el siglo XIX y XX este proceso de emancipación e
independencia (de tintes oligárquicos, desde arriba, y de allí sus
graves límites) no pudo venir de la mano de las “burguesías
nacionales”, ¿como podría serlo ahora, cuando estas mismas burguesías
no son más que un mito, cuando prácticamente no quedan
burguesías propiamente nacionales?
Hoy más que nunca, un proceso de este tipo que supere las
fronteras y estados nacionales, sólo puede venir de la mano de la
clase obrera en alianza con los explotados y oprimidos. Es decir,
de la única clase que no está atada por mil y un vínculos a la
burguesía imperialista. Obreros, campesinos y clases medias
empobrecidas que mediante la lucha de clases impongan los Estados
Unidos Socialistas de Latinoamérica representan la única vía para
lograr la ansiada unidad de la región.
Notas:
1. El caso de Lula se explica –entre otras razones– por
necesidades mutuas de ambos gobiernos: tanto Bush como el presidente
del Brasil, están pasando por momentos de crisis políticas en sus
respectivos países.
2. “Después de la desastrosa
visita de G. W. Bush a América Latina, es desalentador darse
cuenta de que aún faltan tres años para que concluya su mandato. Ya
sería suficientemente difícil convivir en el frente interno con un
gobierno sin agenda ni aptitud. Pero el resto del mundo sencillamente
no puede darse el lujo de tener un gobierno norteamericano tan
ineficiente durante tanto tiempo. En la Argentina (...) ni él ni su
delegación lograron siquiera salvar la cara en las fracasadas
negociaciones y dejaron que un bocón oportunista como el presidente
de Venezuela se llevara los aplausos.” Citado por La Nación,
9-11-05.
3. No hay que perder de vista que,
junto con el caluroso recibimiento a Bush que le brindó Lula, Uruguay
firmó un acuerdo que da prioridad en su país a las inversiones
yanquis y Paraguay viene de dar total inmunidad a las tropas yanquis
para operar en su país hasta finales del 2006.
4. En este arbitraje entre los grupos capitalistas dominantes
del país, el gobierno tercia en un debate que ellos mismos alientan:
una importante porción apuesta a la continuidad del
Mercosur y está en contra de un ingreso en condiciones excesivamente
desfavorables en el ALCA.
5. Claudio Katz,
“Centroizquierda, nacionalismo y socialismo”, 20-02-05.
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