Chávez en el estadio mundialista
¿Cómo alumbrar el socialismo del
siglo XXI?
Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico,
17/11/05
En el estadio de Mar del Plata, Chávez
dio un discurso con conceptos que no se escuchaban desde hacía años.
No sólo planteó que se estaba “enterrando el ALCA” (más allá
de que esto no fuera así), sino que dijo que había que ir por más:
“acabar con el modelo capitalista neoliberal” y abrirse el camino
para “parir el socialismo del siglo XXI”. Incluso fundamentó esto
planteando –correctamente– que se trata de una necesidad de vida o
muerte para la humanidad, porque se estaba ingresando en un período
en el que la alternativa planteada por Rosa Luxemburgo, “Socialismo
o barbarie”, se hace cada vez más presente y actual.
El retorno del debate sobre el
socialismo
Estos planteos de Chávez tienen un
costado –si se quiere– “progresivo”: instalan de una manera
amplia y masiva un debate completamente ausente desde la caída del
Muro de Berlín. Es decir, son un claro síntoma del cambio del
ciclo histórico que estamos viviendo mundialmente y
particularmente en América Latina. A través de una sola voz, pero
que tiene (sin embargo) peso político y material por estar al frente
de un Estado mediano como Venezuela, lo que se empieza a predicar no
es la vieja cantinela de que “no hay alternativa” o que “el
socialismo murió”. Siquiera simplemente que hay que “humanizar el
capitalismo” o “regularlo”, como es la retórica
centroizquierdista que llega –en el caso más “extremo” de Evo
Morales– a hablar de “capitalismo de Estado” porque el
socialismo sería “imposible”. Por el contrario, Chávez en su
discurso planteó, explícitamente, la necesidad de “alumbrar el
socialismo del siglo XXI”.
Se instala así un debate de
inmensa importancia estratégica que hasta ahora seguía permaneciendo
fuera de la agenda. Desde ya que esto tiene su costado inmediatamente
negativo: generar una confusión que ya le está dando al chavismo
mayor proyección continental y seguramente muchos seguidores entre
sectores juveniles.
Porque existe un inmenso problema
que muestra los tremendos límites e incluso trampas que encierra
el discurso chavista. Ya en otras épocas gobiernos como el de
Allende en Chile (década del 70) hablaron de “socialismo” y esto
no significó ningún avance real en ese camino, sino lo contrario:
llevar al movimiento obrero y de masas al callejón sin salida de la
conciliación de clase, del reformismo, de la imposibilidad de un
curso revolucionario consecuente y real. Lo que, para colmo, terminó
en una tragedia.
¿Rosa Luxemburgo o Eva Perón?
Lo primero sobre lo que debe
llamarse la atención acerca del discurso chavista es la contradicción
entre los fines que se postulan y los medios para alcanzarlos.
Resalta, en una alocución en la que habló de todo lo
humano y lo divino, que prácticamente no se hablara (salvo alguna
vez) del único sujeto social que podría llevar a cabo esta empresa: la
clase obrera, los trabajadores, los asalariados como centro de una
alianza de explotados y oprimidos.
A esto mismo contribuyó la amalgama
discursiva [1] que caracteriza a Chávez. ¿Cómo se puede poner
en el mismo saco a Eva Perón [2] y Rosa Luxemburgo? Esto sólo es
posible al servicio de la confusión y de una perspectiva que no es
independiente de los explotados y oprimidos, sino que mezcla sin ton
ni son y busca conciliar a explotados
y explotadores.
Rosa Luxemburgo fue una heroica
militante y dirigente socialista revolucionaria que encarnó la
perspectiva del socialismo como autoemancipación de la clase obrera.
Esto implicaba (como también lo expresaron Marx, Engels, Lenin,
Trotsky y Gramsci) la destrucción del Estado burgués y la revolución
social en manos de la clase obrera, actuando de manera independiente
de todo sector capitalista.
Eva Perón expresó una perspectiva
opuesta por el vértice: la cooptación de la clase obrera por
parte del Estado burgués por intermedio de concesiones a los
trabajadores, que aseguró la continuidad del sistema capitalista en
la Argentina y ni siquiera logró sostener un desarrollo
independiente.
Esta amalgama expresa una lógica
política, estratégica: aunque Chávez hable de construir este
socialismo “desde abajo”, su gobierno no encarna esto.
Expresa un nacionalismo burgués, un “capitalismo de Estado” que,
desde arriba, apoyado en la renta petrolera, le hace una serie de
concesiones a las masas, sobre todo a los sectores más empobrecidos;
pero que, tomado en su conjunto, no ha avanzado en ninguna
verdadera medida de fondo anticapitalista y mucho menos socialista
en su propio país.
Acuerdos de Estados
Hay un segundo problema: el camino
que plantea Chávez “para la integración sudamericana”, es un
camino de acuerdos de estados; es decir, un camino por arriba
que busca el acuerdo con los distintos gobiernos patronales de la
región y no la perspectiva independiente de los explotados y
oprimidos desde abajo.
Chávez apoya a Kirchner. Chávez
apoya a Lula. En el día de ayer ha llegado incluso a expresarle su
solidaridad a... Jacques Chirac ante la justa rebelión de los jóvenes
excluidos de los suburbios franceses. Es decir, Chávez plantea
imponer estos objetivos no por un proceso independiente que impulse la
lucha obrera y campesina, sino por relaciones de Estado que eviten
el aislamiento de su país.
Precisemos esto. Es completamente lícito
que Chávez quiera evitar el aislamiento de su gobierno y de Venezuela
ante el cerco imperialista. Lo que no es lícito, es que a este
objetivo se subordine la lucha de clases obrera de la región (y el
mundo), que, partiendo del clásico criterio internacionalista, debe
estar por encima de los intereses de cualquier Estado.
Esto llegó al colmo de llegar a
proponer como modelo de integración la “Alianza Para el
Progreso”, impulsada por Kennedy en la década del 60 claramente
como barrera y muro de contención contrarrevolucionario frente a la
emergencia de la revolución anticapitalista en Cuba.
Cuba y Venezuela
Un costado de esto es dar una
mirada a la particular relación de Chávez con Castro.
Más allá de que no aceptamos que
Cuba sea un país “socialista” (ni siquiera un verdadero “estado
obrero”), sí reconocemos un progresivo carácter independiente del
imperialismo yanqui. Y el hecho que no parece claro que –en este país–
ya se haya restaurado completamente el capitalismo. Todavía parecen
pervivir (al menos en parte) las relaciones de autoexplotación no
capitalistas que son administradas –en su beneficio– por parte de
la burocracia castrista.
En estas condiciones, que Chávez
le tienda una mano a Cuba mediante el aporte de petróleo a cambio de
la brigada de médicos y alfabetizadores enviados a Venezuela, es
progresivo y, a todas luces, atenúa los efectos del bloqueo yanqui y
el aislamiento económico relativo de la isla.[3]
Pero la cosa no pasa de allí: hace
décadas que Castro practica la misma política reaccionaria de
acuerdos de estados y que de ninguna manera impulsa un curso desde
abajo, anticapitalista, en los países de la región. Es más; en la
última década venía impulsando una orientación abiertamente
restauracionista del capitalismo, orientación sólo “atenuada”
ahora (pero de ninguna manera revertida) dado el “cambio de aires”
en la región, que le da mayores márgenes de maniobra para
preservarse como burocracia bonapartista.
Es decir, los acuerdos de Chávez
con Castro de ninguna manera configuran una perspectiva
emancipadora, más allá de que a ambos los defendamos de eventuales
ataques del imperialismo. No
hay que confundirse: ni Venezuela es un Estado no capitalista,
ni Cuba es un Estado socialista u obrero: en ambos países hace falta
construir una verdadera alternativa obrera y socialista, independiente
del chavismo, de la burocracia castrista y sus políticas de Estado y
cooptación de la clase obrera.
¿Y por casa cómo andamos?
Por ultimo, queda comprobar la
realidad del discurso chavista en su propio país. Aquí las cosas son
aún más contradictorias. Es decir, las palabras no son seguidas
realmente de hechos.
Es cierto que Chávez expresa el
fin del viejo sistema de partidos y una radical reforma del régimen
de democracia de ricos (sin liquidarlo) que combina formas
“representativas” y “participativas”; algo consagrado mediante
la Asamblea Constituyente realizada años atrás. También lo es que
debió enfrentar varias tentativas golpistas de las que fue rescatado,
hay que decirlo, por el movimiento de masas, cuando el propio Chávez
se encontraba perdido y no había llamado a la movilización popular
en su defensa. En las condiciones de haber recuperado el control de
PDVSA de manos de su administración pro imperialista, ganó en
autonomía con el control del recurso petróleo y el vuelco de parte
de esta renta petrolera al encaminamiento de ciertas reformas
populares.
Pero al mismo tiempo no hay que
aceptar la “demagogia” ambiente.[4] Todas estas reformas no han
adelantado un paso en una senda realmente anticapitalista y
socialista: más bien, son concesiones para evitar esta posible vía.
Si Chávez está llevando a cabo, incluso, una limitada reforma
agraria, ésta tiene lugar, precisamente, sobre la base de tierras
improductivas y no de la expropiación de la gran oligarquía del
campo. Lo mismo que los grandes monopolios nacionales y
extranjeros capitalistas (e incluso los medios de comunicación), que no
han sido expropiados.
El discurso “socialista” de Chávez
en su país tiene mucho que ver con el apoyo a las cooperativas de
producción [5] que han emergido: por ejemplo, en el caso de toda una
serie de empresas quebradas y ocupadas por sus trabajadores. Formas
que son progresivas (como hemos podido ver en la propia experiencia
del “argentinazo”, o el caso de la mina de Huanuni en Bolivia),
pero que no están exentas de contradicciones.[6] Es decir, de
ninguna manera pueden resolver el problema de la expropiación de los
capitalistas en las principales ramas de la producción; sin esto, son
pan para hoy y hambre para mañana.
Conclusión: Chávez no pasa el
test de la prueba de haber tomado medidas anticapitalistas y o
“socialistas” en su propio país. Esto debe ser muy tenido en
cuenta a la hora de la justa valoración de la relación entre la retórica
y el curso político real del chavismo.
Notas:
1. Sin ruborizarse, Chávez citó
en su discurso a Mao Tse Tung, Eva Perón, Rosa Luxemburgo, Jesús,
Karl Marx, J. F. Kennedy, San Martín, Bolívar, etc.
2. “Recordaba (...) a Eva Perón,
cuando toda digna, toda libertaria, toda patriota, lanzó aquella
frase (...) «La patria será libre o la bandera flameará sobre sus
ruinas»”. Discurso de Chávez en el mundialista, tomado del periódico
del PC Nuestra Propuesta 751, 10-11-05.
3. Cuba, a lo largo de la segunda
mitad de la década del 90, recibió fuertes inversiones españolas y
de otros países imperialistas. Con Aznar al frente de España hubo
una serie de cortocircuitos, pero luego, con Zapatero, la relación se
restableció. Igualmente, en este artículo no pretendemos dar cuenta
de los elementos y contradicciones de la situación cubana.
4. Demagogia que “compran”
corrientes que se consideran de la izquierda socialista como el MST en
la Argentina o la mayoría de la dirección del P-SOL en el Brasil, así
como la LCR en Francia y otros.
5. Hay todo un debate en Venezuela
acerca de la implementación de formas de “cogestión” de la
producción en las empresas estatales. Esta cogestión no deber ser
igualada al control o administración obrera de la industria, porque
siempre puede implicar el comprometer la responsabilidad obrera en
su propia explotación en función de garantizar “la marcha de
la empresa”.
6. Desde el debate de Marx con
Proudhon sabemos que, en el marco capitalista, las cooperativas de
producción dejan abolido al patrón pero no pueden liquidar la (auto)
explotación subsistente.
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