¿“Giro a la izquierda”?
¿Adónde va el gobierno K?
Editorial, Socialismo o Barbarie,
periódico, 02/12/05
La reciente salida de Lavagna del
gabinete y el ingreso de nuevos ministros, sumada a la actuación en
la Cumbre de las Américas y el viaje a Venezuela, han abierto una
importante discusión en la vanguardia y entre sectores de
trabajadores. Muchos se preguntan cuál es el curso político del
gobierno e inclusive desde algunos medios se habla de un supuesto
“giro a la izquierda”.
Desde estas páginas venimos
intentando dar respuesta a este conjunto de interrogantes planteados
inmediatamente después de las ultimas elecciones, de las cuales el
gobierno salió fortalecido. Pero este fortalecimiento no ha excluido la
acumulación de toda una serie de contradicciones, que podrían ir
marcando la segunda etapa de la presidencia K.
La elección del nuevo gabinete parece dar
elementos para conjeturar acerca de este “rumbo más a la (centro)
izquierda”, aunque también es un hecho marcado por la mayoría de
los analistas que todavía es prematuro dar definiciones categóricas.
Hay que ver no sólo lo que el gobierno dice, sino lo que hace: es
decir, las medidas que toma de manera efectiva.
Los chicos de la JP
En la superficie, uno de los
elementos mas meneados y que más confunden es la llegada a
importantes puestos en el gobierno de un personal político con un
pasado común en las filas de la Juventud Peronista (no los
Montoneros, que eran otra organización) en la década del 70.
El periodista Miguel Bonasso cuenta
en un reciente folleto que lloró cuando asumió Kirchner en 2003: esa
asunción habría sido un símbolo de la llegada de la generación
“setentista” al “poder”. Ahora, este análisis se renueva:
tanto Nilda Garré en Defensa, como Jorge Taiana en la Cancillería
vienen precisamente de la militancia en la Juventud Peronista.
Importantes funcionarios del gobierno como Carlos Kunkel, entre otros,
comparten esta historia común.
Sin embargo, lo que estos análisis
no dicen es que todos estos ex integrantes de la JP hace años que
han devenido en funcionarios de tiempo completo del aparato del Estado,
y muchos de ellos participaron en cargos de importancia no sólo en el
fallido gobierno de la Alianza, sino incluso en la época de Menem y
Cavallo. Este es el caso, incluso, del propio Kirchner (y
Cristina), gobernador de Santa Cruz a lo largo de los 90, y cuyo
verdadero balance (también señalado por la pluma de Bonasso en un
reportaje realizado al actual presidente años atrás) es que Menem no
sólo hizo cosas malas, sino también... buenas.
En este marco, Bonasso traza con
bastante objetividad el retrato político-psicológico del propio
Kirchner, pintándolo como “demasiado peronista” para su gusto. Es
decir, extremadamente pragmático [1] y considerando las
“utopías con nostalgia” pero como “parte del pasado”.
En estas condiciones, los
pergaminos “izquierdistas” del pasado (en una organización íntimamente
ligada al Estado y a un gobierno burgués como el de Perón) pueden
servir para legitimar a los ojos de amplios sectores
un elenco de
funcionarios que están desde hace décadas íntimamente ligados a la
gestión del capitalismo argentino.
K y las Fuerzas Armadas
En el marco del recambio de
ministros, uno que llamó la atención a los medios es el de Nilda
Garré a Defensa. En rigor, no está claro aún el sentido de su
nombramiento al frente de las Fuerzas Armadas. Sin escalas, desde
Venezuela termina al mando de este sensible lugar. Hasta ahora, lo que
hemos visto de parte de K hacia los militares son algunos gestos de
“autoridad” y una orientación que busca relegitimar las fuerzas
armadas ante la opinión pública.
¿Buscará ahora Kirchner
“copiar” en este sentido a Chávez y pasar a tener como una de sus
bases sociales de apoyo fundamentales al propio Ejército? No vemos
para nada esta perspectiva. A lo sumo, lo que es probable es que la
cosa pase más por el tema presupuestario: es decir, la posibilidad
de hacer negocios en el rubro militar con Venezuela, tal como
acaba de hacer España bajo el gobierno de Zapatero a propósito de
una serie de acuerdos para producir y proveer a Chávez de material de
guerra.
Así, la orientación a hacer
negocios en este rubro es “adornada” con una integrante de la JP
de los 70, y, al mismo tiempo, legitimada poniendo al frente de las
fuerzas armadas a una mujer. Si en algo es especialista K es en la “gestualidad”,
en la puesta en escena de cada una de sus medidas para esconder o
disimular su verdadero contenido capitalista.
Coqueteando con cierta “autonomía”
“En América Latina las líneas
de acción política se bifurcan cada vez más. La cumbre de Mar del
Plata es un llamado de atención que ha acentuado los conflictos en
vez de atenuarlos. Esta complicación proviene de la magra cosecha de
George W. Bush en cuanto al diseño de una política interamericana y
de la fulminante emergencia de Hugo Chávez a la sombra de un
formidable crecimiento de la riqueza petrolera.
“Estos impactos obedecen también
a que las relaciones internacionales están cambiando aceleradamente.
(...) Si las lamentables decisiones de Bush que desencadenaron la
guerra en Iraq paradójicamente favorecieron
a Hugo Chávez empujando para arriba el precio del petróleo,
el estilo guerrero del presidente norteamericano ha despertado las
furias antiimperialistas que, hasta hace pocos años, parecían
dormidas” (Natalio Botana en La Nación, 27-11-05).
Lo que venimos señalando no niega
un elemento real, y en cierto modo nuevo (propio de la actual
coyuntura en varios países de América Latina): los gestos de
cierta autonomía que ha venido esbozando Kirchner en las últimas
semanas. Se trata de explicarlos precisando los alcances y límites
de este comportamiento.
Desde el punto de vista político,
el argumento que ha venido esgrimiendo K para este comportamiento es
el hecho de que América Latina ha sido recorrida por un ciclo de
rebeliones populares, producto de los desastres heredados de la
aplicación de las políticas neoliberales más salvajes.
Estas rebeliones populares han
planteado diversos niveles de cuestionamiento a las instituciones de
la “democracia” y ha llegado en casos a poner a prueba la
gobernabilidad (es decir, la dominación burguesa): sea el caso del
Argentinazo en diciembre del 2001 o del Octubre boliviano en el 2003,
por dar sólo dos ejemplos.
A estos elementos se le debe sumar
que entre los propios sectores patronales más concentrados el modelo
de los 90 dejó ganadores (finanzas, importadores, servicios)
pero también perdedores (exportadores, industrias sustitutivas
de importaciones, etc.) Éstos últimos han sido los beneficiados a
partir de la devaluación y el tipo de cambio alto, y son los que están
adelantando el apoyo al gobierno buscando mantener sus actuales márgenes
de ganancias frente a la eventualidad de una competencia “desleal”
(producto de una mayor apertura de los mercados). Por ejemplo, frente
a la eventualidad de una aplicación sin anestesia del ALCA.
Y finalmente se agrega la evidente
crisis política por la que está atravesando el gobierno de Bush y, más
en su conjunto, la pérdida de hegemonía que por parte de Estados
Unidos en la región, lo que abre mayores márgenes de maniobra política
para jugarse a acuerdos con una u otra potencia imperialista. La
conocida estrategia de a río revuelto, ganancia de pescadores.
“El ex vicepresidente Carlos
Chacho Álvarez, candidato a liderar el Mercosur, cree que los países
que se han desarrollado en los últimos años «han demostrado un gran
pragmatismo en el desarrollo de sus políticas de inserción
comercial. Hay que descargar la relación con Venezuela de prejuicios
ideológicos, hay que situarlo en el plano del interés nacional y
partiendo de que los presidentes de distintos países no tienen un
pensamiento común, un pensamiento único. Tienen matices que dependen
mucho de la coyuntura, de las condiciones, de las circunstancias políticas,
económicas y sociales de cada uno de los países»” (La Nación,
27-11-05).
Es esto lo que explica los gestos
“autónomos” de K en busca de condiciones que le permitan avanzar
en la tarea de hacer de la Argentina un país capitalista “normal”
y de obtener una inserción en el mercado internacional algo menos
desventajosa.
Bases de apoyo K
Dijo
Kirchner: “Vamos a construir
una bases social absolutamente diferente. Es el Estado el que tiene
que aparecer con su rol promotor, dignificador”. Esto habrá que
verlo. Porque estas veleidades nacionalistas de “autonomía”
tienen un límite preciso: las bases sociales de apoyo en las que
se sostiene –de manera efectiva– el gobierno, siendo que el 75%
del PBI está en manos de las multinacionales y el Estado prácticamente
carece de empresa relevante a su cargo.
Existe “una tendencia que
inquieta a los industriales: la cantidad de firmas nacionales que se
vendieron a fondos extranjeros en los últimos años, algo que ellos
llaman «extranjerización del empresariado». Los números
son rotundos: en 1993, un 67% de las grandes compañías del país era
de capital nacional; pero diez años después, es un 48%. Medido en
valor agregado bruto: en 1993, un 50% de lo producido aquí provenía
de manos exclusivamente nacionales; en 2003, apenas un 20%” (La
Nación, 29-11-05).
En estas condiciones, la realidad
es que el gobierno K ha venido siendo el agente de grandes
capitalistas como Repsol-YPF o el grupo Techint con los que tiene
excelentes relaciones y de quienes consigue el apoyo.
El contraste con Chávez es
evidente, en la medida en que éste se basa de manera efectiva en
elementos de “capitalismo de Estado”: tiene en sus manos a la
petrolera estatal PDVSA, luego de haber barrido a los elementos mas
pro-yanquis de su gerencia.[2]
¿Qué puede exhibir Kirchner que
se parezca a esto? Nada. Sólo puede arbitrar desde arriba en las
disputas de los sectores capitalistas y hacerse valer mostrando los
pergaminos de la “recuperación” económica y política del país.
Es decir, un “neoliberalismo regulado”.
En estas condiciones, en ausencia
de toda verdadera “burguesía nacional” (mito fundacional de las
experiencias nacionalistas burguesas) y de un Estado que tenga en sus
manos palancas fundamentales de la economía, la veleidad
“autonomista” se acerca mucho más a la retórica que a la cruda
realidad de los hechos.
Kirchner en Venezuela
“La catástrofe social que el
neoliberalismo provocó en todos los países latinoamericanos tuvo
efectos políticos: en pocos años, el subcontinente pasó de estar
gobernado por una dirigencia totalmente enfeudada por las recetas del
FMI (...) a dotarse (...) de gobiernos cuyas promesas electorales
consistieron, grosso modo y con matices, en «acabar con esta situación».
Ha sido el caso en Chile, Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay,
Ecuador y pronto, probablemente, en Bolivia y México.
En América del Sur, esta
efervescencia de cambio viene dando lugar a proyectos que van desde la
ampliación y consolidación del Mercosur hasta una ambiciosa Unión
Sudamericana, pasando por una serie creciente de acuerdos bilaterales
entre Estados. No obstante, la disparidad cronológica, de
circunstancias históricas, políticas y sociales (...) no ha
permitido hasta ahora avanzar en ese sentido más allá de la retórica
y algunos acuerdos puntuales” (Le Monde Diplomatique Nº
77, noviembre 2005).
Esta definición permite dar cuenta
de los alcances de la orientación “latinoamericanista”: mucha retórica,
algunos acuerdos económicos puntuales. Y no mucho más.
Esto mismo es lo que permite
caracterizar el reciente viaje de Kirchner a Venezuela. En lo
“gestual”, volver a mostrarse con “autonomía” respecto del
gobierno de Bush. En el contenido preciso de la “incursión” en
ese país, el establecimiento de una serie de negocios a partir
de la billetera “gorda” de la que disfruta Chávez debido a los
precios del petróleo.
No sólo está el hecho de que
Kirchner viajó junto con la patronal de Techint para resolver una
serie de contradicciones que tenía esta empresa con el gobierno
venezolano, sino que a la vez se logró acordar una serie de ventas de
material industrial. Es decir, pragmatismo económico para aumentar
los negocios de los amigos empresarios. Y el costado más “político”
(si se quiere), fue el compromiso (sin montos) de parte de Chávez de
comprar una imprecisa cantidad de bonos de la deuda externa argentina,
lo que ayudaría a K a ampliar el margen de acción en su negociación
con el FMI. En síntesis, como dice De Vido: “La Argentina tiene una
visión de multilateralidad en cuanto a su relación con el mundo y
firma y acuerda con quien le conviene, sin fijarse cuál es la relación
que tiene la contraparte con el resto del mundo. Si a la Argentina le
conviene, es bueno” (La Nación, 22-11-05). Ésa es la
verdadera filosofía, a todos los efectos prácticos, de la vocación
“sudamericanista” de K.
Donde mueren las palabras
“No todo fueron risas en esta
incursión de Kirchner por Venezuela. Cuando salían del complejo
hidroeléctrico, un obrero lo detuvo a Chávez del brazo y, luego de
felicitarlo por su performance en el programa «Aló Presidente», le
formuló un reclamo salarial delante del propio Kirchner. Se
trata de una represa que se construye con capitales estatales, de allí
el reclamo del hombre.
“Con gestos, el trabajador les
pedía a sus compañeros que le mostraran al mandatario los recibos de
sueldo. Chávez, con gesto adusto, lo derivó para que conversara con
uno de sus asesores. Lejos de las eventuales preocupaciones por los vínculos
con Estados Unidos y con México, fue ése, en rigor, el único
momento en el que ambos presidentes mostraron verdaderas caras de
tensión” (La Nación, 22-11-05).
Esta anécdota ilustra, a pequeña
escala, los claros límites de clase no sólo de K sino del
propio Chávez. En ningún momento se puede olvidar que se trata en
ambos casos de gobiernos burgueses, más allá de que el de Chávez
tenga características particulares debido a los elementos de real
independencia del imperialismo yanqui.
Si el gobierno de Kirchner muestra
gestos de “autonomía” y se la pasa arbitrando entre los intereses
particulares de los capitalistas en la defensa del “interés
general” de todos ellos (reabsorber hasta el último trazo de la
crisis abierta en diciembre del 2001), hay un terreno donde se ve con
claridad el verdadero carácter patronal del gobierno: el de las
luchas de los trabajadores.
Kirchner se florea contra el FMI,
se abraza con Chávez, incluso utiliza la tribuna para tirarse contra
ciertos empresarios, pero a la vez se intenta plantar cada vez de
manera más dura en contra de las luchas obreras. Ahí nomás está
la reaccionaria y macartista campaña que viene haciendo contra los
movimientos de desocupados, el durísimo ataque a las enfermeras del
Garrahan, el encubrimiento de la patota en el diario Crónica, los
constantes ataques contra la izquierda, etc. Y, ahora, la dureza inédita
que intenta exhibir frente a la huelga de pilotos y técnicos aeronáuticos
en Aerolíneas Argentinas, con multas millonarias a los sindicatos y
amenazas de quitarles la personería jurídica (algo que sólo hizo la
dictadura militar).
Es que no se trata de un mero
problema político, sino de un problema de clase: las maniobras
y contorsiones del gobierno tienen como beneficiarios directos a uno u
otro sector patronal pero nunca, jamás, a los sectores populares, más
allá de las migajas. Si se ha visto obligado a hacer ciertas
concesiones nunca fue producto de bondades propias. Por el contrario,
ha sido impuesto mediante duras luchas de los trabajadores y por
el hecho objetivo de que el país está transitando por un período
político (el del post Argentinazo) cuyas relaciones de fuerzas
heredadas de la rebelión popular del 2001 siguen siendo mucho más
favorables para la “protesta social” de lo que fueron todo a lo
largo de los 90.
Es por esto que la tarea numero uno
de la vanguardia clasista y la izquierda, es jugarse en cada lucha
para que la misma gane. Así, se irá desnudando la impostura K,
ayudando a que porciones crecientes de la población trabajadora vayan
comprendiendo el carácter capitalista y, en el fondo, pro
imperialista del mismo.
Notas:
1.Se dice “pragmático” a un
comportamiento que se basa en apreciar el interés del momento sin
apoyarse en ningún criterio de principios y tampoco de largo plazo.
2. Es sabido que en Venezuela no se
ha expropiado a ninguna de los más importantes empresas o medios de
comunicación privados, nacionales o multinacionales.
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