¡El
FMI está de fiesta!
Por
Julio C. Gambina (*)
Argenpress, 16/12/05
El
gobierno argentino anunció la cancelación de la deuda pública con
el Fondo Monetario Internacional (FMI) por un monto de 9.810 millones
de dólares. El pago se hará con recursos propios, provenientes de
las reservas internacionales. La medida expresa la continuidad y
profundización de la política que se venía aplicando en materia de
endeudamiento externo desde que Néstor Kirchner asumió en mayo de
2003, privilegiando el pago a los organismos financieros
internacionales. La Argentina nunca estuvo en default con estos
acreedores internacionales, pues el compromiso con ellos fue siempre
el riguroso pago, claro que pronunciando críticos discursos al FMI.
Teníamos
razón cuando sosteníamos que la Argentina tenía recursos para hacer
frente a las necesidades sociales postergadas. Anualmente se gastan
1.000 millones de dólares en financiar el plan de jefes y jefas de
hogar para 1.700.000 personas. Ahora y en un pago se aplican recursos
10 veces más para cancelar acreencias con el FMI. Otros podrían
haber sido los usos de ese dinero. Se prefirió pagar al FMI aún
conociendo ampliamente las necesidades sociales insatisfechas en
alimentos, salud, educación, vivienda, empleo, desarrollo local y
productivo que hace a la calidad de vida deteriorada de una gran parte
empobrecida del pueblo de la Argentina.
Se
comunicó la medida en el mismo momento en que la Cámara de Diputados
aprobaba el Presupuesto del 2006, donde se incluía una suma destinada
al pago de la deuda y que ahora no tendría destino, pues el acreedor
será satisfecho antes de finalizar el presente año. ¿Qué ocurrirá
con esos fondos aprobados por los parlamentarios? ¿Se encargará el
poder ejecutivo de su reasignación para el pago de otras acreencias,
o tendrá otro destino? Más allá de los interrogantes, la realidad
es que otra vez se pasa por alto la Constitución Nacional que
sostiene que es el Parlamento el que debe “arreglar” la deuda.
¿Quién
quería el desendeudamiento?
Desde
el gobierno se pretende instalar que se trata de una medida soberana y
que quita la posibilidad de condicionamiento externo a la política
económica local. Nos permitimos dudar de esa reflexión, ya que
curiosamente los grandes deudores del FMI siguen el mismo camino.
Cuando estalla la crisis argentina en el 2001 los grandes deudores del
FMI eran Rusia, Turquía, Brasil y Argentina. Salvo Turquía, los demás
cancelaron la totalidad de las acreencias con el organismo
internacional, con Brasil y Argentina anunciando el pago con 48 horas
de diferencia. Es mucha la casualidad de “estrategias soberanas”
planteadas en simultáneo. Mejor es pensar que el FMI quería bajar la
exposición financiera con esos grandes deudores y en rigor, era el
mandato del principal accionista del Fondo: EEUU.
Durante
mucho tiempo decíamos que el propósito de los acreedores no era
cobrar sino condicionar la política de nuestros países. Con los
republicanos en el gobierno la política cambió. El FMI ya no era
funcional a los intereses económicos dominantes y había que bajar su
exposición con países de alto riego. Esa fue la orientación desde
el tesoro de EEUU y el representante en el directorio del FMI siguió
las instrucciones a rajatabla. No importaban los excesos verbales de
un lado o del otro, si en el camino se reducía la deuda de los países
fuertemente endeudados. Por eso son las felicitaciones a Lula y a
Kirchner de Bush y de Domingo de Rato. Resolvieron en menos tiempo del
pensado su problema.
Mientras
tanto, los pueblos, verdaderos acreedores de la deuda postergan una
vez más la satisfacción de sus necesidades. Todo el establishment
salió a saludar la medida y promueven el consenso general de la
población, obviando que hace muy pocos días en Mar del Plata se
reunió una multitud en la IIIª Cumbre de los Pueblos para repudiar
el ALCA, rechazar el pago la deuda externa pública, criticar la
militarización en la región y el mundo, y condenar la pobreza. Los
anfitriones de ese cónclave, la Autoconvocatoria No al ALCA había
hecho una consulta popular en noviembre de 2003 y donde participaron
2.300.000 personas, mayoritariamente inclinadas por el no pago de la
deuda. Son voces no escuchadas por las autoridades argentinas. También
en diciembre del 2001, dos días antes del estallido, 3.100.000
personas se pronunciaron para que no hubiera pobres en la Argentina.
Política
del Fondo sin el Fondo
La
deuda cancelada es menos del 10% del monto total, con lo cuál, con la
deuda ordenada por el canje realizado en la primera mitad de este año,
se comprometen recursos fiscales por un largo periodo. Ahora no
tendremos la presión del FMI, pero sus políticas se aplicarán
igual, tal como el superávit primario para honrar los compromisos con
los acreedores y una eterna política de ajuste, con gasto controlado
en sus aspectos sociales, tales como asignaciones de trabajadores del
Estado, pensiones y jubilaciones, salud y educación. Al mismo tiempo
que el mantenimiento de una política de recaudación regresiva y que
como tal se aplica con todo el rigor sobre los sectores más
postergados de la sociedad.
Es
un hecho que el objetivo buscado es la reconstrucción del capitalismo
local, tal como se anunció en 2003. Ello supone recomponer el ciclo
de negocios de las clases dominantes. Ese es el marco de la definición
asumida de cancelación de la deuda con el FMI. Ese es el marco también
para pensar en la necesidad de construir una alternativa política
para cambiar la ecuación de beneficiarios y perjudicados por la política
económica de la Argentina.
(*)
Julio C. Gambina es Profesor Titular de Economía Política de la
Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario y Director
del Instituto de la Cooperación, IDELCOOP.
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