Tragedia
de Cromañón: el “zamorismo” torpedea el juicio a Ibarra
Una
clara traición
Por
Roberto Ramírez
Socialismo
o Barbarie, periódico, 25/02/06
El
inmenso operativo político, clientelista (y financiero) desplegado
desde las alturas del poder para salvar a Ibarra – principal
responsable en la Ciudad del sistema de corrupción que llevo a la
tragedia del 30 de diciembre 2004– ha logrado varios triunfos en los
últimos días. A tal punto, que es posible que Ibarra consiga
“zafar”.
Todo
el sistema clientelista que se mueve alrededor del presupuesto comunal
más suculento de Argentina está movilizado. Es una legión que
abarca desde los directivos de 70 clubes de barrio hambrientos de
subsidios y los artistas que actúan en los vastos programas
culturales de la Ciudad hasta la multitud de “contratados” a los
que se obliga a concurrir a las “movilizaciones” pro Ibarra
pasando lista, y la gente de los comedores barriales que dependen del
presupuesto. Con ellos, el 2 de marzo está planeado un acto en Plaza
de Mayo de apoyo a Ibarra. Asimismo, Kirchner, que aparecía como
“neutral” para no compartir los costos políticos de una eventual
caída del jefe de Gobierno porteño, ha venido bajo cuerda operando
fuertemente para salvarlo.
Pero
si Ibarra logra “zafar”, su principal salvavidas será la
escandalosa renuncia del legislador zamorista Gerardo Romagnoli como
miembro de la Sala Juzgadora. Esto no sólo significó un ataque
violento a la legitimidad del enjuiciamiento a Ibarra –“un
show”, “un circo”, según Romagnoli–, sino que
también abrió, por diversos motivos, el camino jurídico tanto a la nulidad
del procesamiento como a la absolución lisa y llana del jefe
de Gobierno.
Los
padres y familiares de las víctimas han calificado de “traición”
la conducta de Romagnoli (plenamente avalada por el resto de
Autodeterminación y Libertad, es decir, Luis Zamora y su esposa, la
legisladora Noemí Olivetto).
Lo
de Romagnoli luce como otro “caso Borocotó”. Incluso
varios padres –como el abogado José Iglesias– han denunciado que
ha sido “el vicepresidente del Banco Ciudad, Pablo Enrique
Maggioli, quien ‘habría pagado’ ” este servicio. Según
Iglesias, “Maggioli, a la sazón cajero de Ibarra... negoció
esta actitud con la diputada Noemí Olivetto” (La Nación,
18-2-06)
Por
supuesto, es difícil probar la compra de votos y voluntades de
legisladores (cosa que, por otro lado, es una práctica
diaria en todas las “democracias” de los ricos,
empezando por la domiciliada en Washington). Sin embargo, hay algo
evidente: ya sea que les hayan pagado o ya sea que trabajen
gratis, lo de Romagnoli y Olivetto-Zamora es una traición.
Los familiares tienen plena razón al calificar así su
conducta.
El
viejo truco del “todo o nada” para encubrir una traición
Los
argumentos balbuceados por Romagnoli-Olivetto no resisten el menor análisis.
Responden al viejo truco del “todo o nada”. Es como si un
rompehuelga, en un conflicto por salarios, dijese: “no hay que
luchar por aumento de sueldo; hay que luchar contra la explotación
capitalista; por eso, yo carnereo la huelga”.
El
juicio es “un circo”, sostienen Romagnoli-Olivetto. Y, en
parte, como “emanación” de un parlamento burgués, tiene
inevitablemente algo de eso. Más en general, toda la
democracia burguesa y todos sus parlamentos tienen, en
cierta medida, rasgos de “circo” o de “show”. La
Legislatura de la Ciudad, también. Pero si eso es motivo para
renunciar a la Sala Juzgadora, ¿por qué no renuncian también a
sus mandatos? Ante esta simple pregunta de los periodistas,
Romagnoli-Olivetto sólo contestan tartamudeando y atornillándose a
sus bancas... y a sus jugosas dietas. Allí se les acaba el “todo o
nada”.
El
otro argumento a “todo o nada” es el siguiente: Ibarra no es el único
responsable; también hay responsabilidad en otras funcionarios,
legisladores, etc. Entonces, como no se juzga a todos... no hay que
juzgar a Ibarra.
No
se entiende por qué el enjuiciamiento de Ibarra –el hombre que está
en la cúspide de la pirámide de corrupción de la Ciudad–, impediría,
de por sí, establecer las responsabilidades de los que están
en los escalones inferiores... Para dar un ejemplo: cuando el juicio a
las Juntas, muchos –también Zamora– estuvimos en contra de que se
juzgase sólo a Videla, Massera y compañía. Exigíamos que todos
los represores fuesen a juicio... y ante tribunales populares...
Pero hubiésemos actuado como videlistas encubiertos si, por
ese hecho, hubiéramos dicho que el juicio y condena no correspondían,
que eran “un circo”, por ejemplo. Y cuando Menem dispuso la amnistía,
la lucha concreta fue para que no se anulara de esa manera el juicio y
condena a Videla. En ese momento, nadie –Zamora incluido– dijo:
“si no se juzga y condena a todos, no hay que enjuiciar ni condenar
a Videla”.
El
“horizontalismo” de AyL en acción
Romagnoli,
pretende presentar su acción de torpedear el juicio a Ibarra como una
mera “opinión política”. Con esto, dice, “estoy demostrando
mi libertad de conciencia”. (La Nación, 18/02/06) En
verdad está demostrando algo muy distinto. Que a él no le
importan en lo más mínimo ni la opinión ni la conciencia de los demás.
Y, en primer lugar, de los afectados por la masacre de Cromañón,
los padres y familiares de las víctimas que están movilizados.
Si
su “conciencia” le dictaba que el juicio era “un show”, tenía
un camino democrático para resolver el problema: reunir a los
padres y familiares, plantear su punto de vista y pelear por
convencerlos, sobre la base de que finalmente haría lo que ellos
decidiesen. Si Romagnoli hubiese actuado así, no habría un solo
reproche que hacerle, por más equivocada que fuese su política
de “todo o nada”. Tampoco habría sospechas de soborno, como las
que hoy tiene la gran mayoría.
Pero
los “horizontalistas” de AyL han revelado –y no por primera
vez– que la democracia de las bases en lucha les importa un
comino. Su absoluto desprecio a la opinión de los familiares
movilizados sólo se compara con la monumental demagogia acerca del
“horizontalismo” y la “democracia” con que se inauguró AyL.
Decían que eran los campeones de “caminar preguntando” a la
gente... ¿Por qué no les “preguntaron”, entonces, a los
familiares qué debían hacer?
Donde
mueren las palabras: ¿quién se benefició con esto?
Pero
una evaluación cabal no puede centrarse en palabras y argumentos,
sino en hechos. Lo de Romagnoli, no es una mera “opinión”
subjetiva, sino una acción –su renuncia como miembro
de Sala Juzgadora–, con consecuencias objetivas, tanto políticas
como jurídicas.
Para
evaluar eso, la pregunta que corresponde (y que aclara todo) es: ¿quién
se benefició con su renuncia? Y aquí la evaluación es unánime.
No hay dos opiniones distintas:
“Favorece
a Ibarra una deserción en el tribunal que lo juzga... Es difícil
llegar a 10 votos para destituirlo”, titulaba La Nación
(17-2-06); “Fuerte embestida de Ibarra: dijo que el juicio está «herido
de muerte» [por la renuncia de Romagnoli]...esto refuerza la
estrategia que [Ibarra] siguió desde el principio y que consiste en
minar la imagen de la Sala Juzgadora” (Clarín, 18-2-06); “«Lo
de Romagnoli era lo que faltaba», remarcó el Jefe de Gobierno” (Página
12, 18-2-06); “euforia en la Casa Rosada por la renuncia de
Romagnoli... adelantaron a La Nación que Ibarra va a ser
absuelto” (La Nación, 18-2-06); “Los ibarristas celebraron
la argumentación de Romagnoli porque coincide con sus propios
planteos sobre el juicio político: «Lleva al extremo los
argumentos que nosotros mismos planteamos»” (Página 12,
17-2-06)
Este
giro en la situación del juicio a partir del sabotaje de
Romagnoli, no sólo motivó la “euforia” de Kirchner. El
martes pasado, el presidente puso fin a la comedia de su
“neutralidad”. Llevó a Ibarra a la Casa Rosada, para abrazarlo
frente a toda la prensa. Gracias a Romagnoli, Kirchner está más
seguro de que Ibarra podrá “zafar”.
A
esta altura, ya mueren las palabras. Son los hechos los que hablan por
sí mismos.
Zamora
y AyL
Una
decadencia lamentable
Socialismo
o Barbarie, periódico, 25/02/06
A
muchos ha sorprendido este escándalo. Sin embargo, entre el
activismo, tanto de la izquierda como del movimiento obrero y los
movimientos sociales, no hay tanto asombro. Ya habían visto el curso
de Zamora y su grupo. La traición a las víctimas y familiares de
Cromañón es sólo otro escalón, aunque muy importante,
en la degradación en que desemboca Autodeterminación y Libertad, que
es una especie de Pyme, un negocio político-electoral de la familia
Zamora, con algunos empleados para barrer el piso y hacer el “delivery”,
como Gerardo Romagnoli.
Este
carácter de Pyme familiar con algunos empleados marcó los sucesivos
estallidos de AyL, de la cual se fueron alejando la casi totalidad de
sus componentes iniciales, incluidos todos los diputados y
legisladores que había logrado en las elecciones del 2003.
Por
supuesto, la traición de Cromañón marca un salto (o, más
bien, un hundimiento) cualitativo. Pero tiene una evolución
previa, de la que es necesario hacer un balance político
entre la vanguardia; especialmente porque en su momento algunos avisos
publicitarios de esta Pyme embaucaron a muchos.
La
famosa “horizontalidad” fue vista, por ejemplo, como la cumbre de
la democracia. En verdad, esto de la “horizontalidad” –concepto
que no inventó Zamora– ha sido en todo el mundo el mecanismo para
establecer regímenes profundamente antidemocráticos en los
movimientos sociales. El “horizontalismo” desemboca en que, de
hecho, los caudillos y figuras (estilo Zamora) hacen lo que se les
da la gana, porque no hay “normas” ni “estatutos” que
marquen reglas de juego democráticas. Tales han sido los
resultados en los movimientos sociales y políticos de México,
Brasil, Argentina y de todas partes donde estuvo de gran moda el
“horizontalismo”.
La
democracia obrera y popular –que es la democracia por la que
luchamos los socialistas revolucionarios– no es “horizontalista”.
Tiene organismos, con normas y reglas de juego,
donde nadie –y menos los dirigentes– tiene la “libertad” de
hacer lo que quiera. El “horizontalismo” de AyL devino en los
hechos en la “autodeterminación” y la “libertad” de Zamora y
su esposa de decidir lo que se les da la gana. El absoluto desprecio a
la opinión de los familiares de Cromañón, el hecho de que ni
siquiera por guardar las formas se les ocurriese consultarlos, no
surgió de la nada.
Pero
con estos rasgos “internos” de la involución de AyL se combinaron
otros que se podrían llamar “externos”. Hay dos especialmente
significativos, que no pueden desvincularse de su paulatina degeneración:
1) en el discurso político de AyL y Zamora, el eje pasó a ser el
ataque a los partidos de izquierda; 2) AyL y sus parlamentarios se
mantuvieron al margen de todas las luchas obreras y populares,
tanto sociales como políticas.
El
ataque sistemático a los partidos de izquierda es llevado adelante
por AyL con un truco similar al del “todo o nada”, que comentamos
en el otro artículo. Hace lo mismo que la prensa de derecha (por
ejemplo, La Nación), en relación con los sindicatos. Se toma
a veces de problemas reales –por ejemplo, tal o cual desastre de la
burocracia sindical–, para decir que vendría bien terminar con esa
basura de los sindicatos.
Zamora
hace algo parecido con los partidos... de izquierda. Desarrolla una exageración
absoluta de los problemas en las organizaciones de izquierda, pero
no con un sentido constructivo, sino para llegar a la conclusión
de que no deben existir partidos de izquierda. Es decir,
herramientas políticas que la clase trabajadora y los explotados, en
el fondo, necesitan mucho más aún que los sindicatos. Sin
herramientas políticas propias, los trabajadores sólo tienen la
perspectiva de ser carne para la explotación.
Esta
obcecación anti-partido de Zamora lo llevó hace un tiempo a decir
que “ya no sé si soy de izquierda”. Pues bien, lo de Cromañón
ha despejado las dudas al respecto. Definitivamente, Zamora y AyL
ya no tienen nada que ver con el socialismo ni la izquierda.
Esto
no puede desvincularse de la actitud de AyL de mantenerse al margen
de las luchas obreras y populares de los últimos años, período
que está marcado por infinidad de movilizaciones de todo tamaño y
color.
La
última presencia de Zamora en un acontecimiento importante de la
lucha de clases, fue su fugaz aparición en la matanza de Puente
Pueyrredón (junio 2002). Desde entonces, Zamora y AyL sólo
existen políticamente en las campañas electorales o las actividades
parlamentarias. Son total y absolutamente ajenos a la vida,
las actividades, las discusiones y los combates, los triunfos y las
derrotas, las alegrías y los sufrimientos de esa multitud de decenas
de miles de luchadores de la clase trabajadora y de los movimientos
sociales, que han sido protagonistas de primera línea de la realidad
argentina de los últimos años. Zamora y AyL decidieron hacer
“rancho aparte”.
Hay
una conexión entre eso y la manía anti-partido. El
pretexto esgrimido por Zamora para quedar al margen es que las luchas
y movilizaciones están “aparateadas” por los partidos de
izquierda. Entonces, no hay que participar de ellas, ni apoyarlas,
ni hacer unidad de acción de ningún tipo. AyL ha llevado esta línea
hasta el ridículo. Cuando en febrero del 2003 se realizó en Buenos
Aires la movilización internacionalista más grande de la historia
argentina –la marcha a la Embajada de EEUU contra la invasión a
Iraq–, Zamora llamó a no concurrir. Simultáneamente, a la
misma hora, convocó a una especie de carnaval en la Av. Corrientes,
en un intento fracasado de restar fuerzas a la movilización unitaria.
La venida de Bush en noviembre pasado fue ocasión de algo parecido. En
contra de las marchas a Mar del Plata y de las movilizaciones en
Buenos Aires y otras ciudades, Zamora propuso una actividad
alternativa: organizar bailes...
Hasta
ahora, todo esto podían ser meras anécdotas de una triste decadencia
política que ni valía la pena comentar. Pero ahora lo de Cromañón
ha puesto a Zamora y AyL en otro terreno.
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