Ciclo de luchas de los trabajadores
ocupados
¿Qué estrategia en el movimiento
obrero?
Por Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico,
25/02/06
Desde el año 2004 ha venido
sucediendo un hecho de enorme importancia en el terreno de la lucha de
clases: el ingreso a la pelea de importantes sectores de la clase
obrera ocupada como no se veía desde finales de la década del
80.[1] Contra los agoreros de la “muerte de la clase obrera” y los
teóricos de los “nuevos movimientos sociales”, en el post
argentinazo que hoy estamos transitando ha reaparecido con fuerza la
lucha reivindicativa de los trabajadores ocupados, sector de la clase
obrera que, claramente, se ha transformado en la vanguardia de la
lucha.[2]
Esto ha ocurrido en condiciones de
rebote cíclico (recuperación) de la economía y cuando sobre todo
los sectores más calificados y “formales” de la clase obrera,
ante la destrucción de la calificación laboral y un menor temor al
despido, logran hacerse valer en toda una serie de duras
huelgas.
Durante este año, las luchas
obreras seguirán siendo el proceso más dinámico y el
mayor dolor de cabeza, junto con la inflación, para el gobierno K y
sus aliados de la CGT y la CTA. Esto se puede ver ahora con el
caso de los petroleros de Las Heras. Como se ha dicho, será el
año de la “guerra por el salario”. Peleas que,
juntamente con la marcha de la economía, definirán si se logra avanzar
entre sectores más amplios de los trabajadores en hacer una
experiencia con el gobierno K.
En lo que sigue, trataremos de
delinear una serie de trazos gruesos acerca de cuáles deben ser las tareas
de los sectores independientes y combativos a la hora de llevar
hacia adelante este estratégico proceso de lucha y reorganización
que se ha puesto en marcha.
Los asalariados pasan al frente
El conjunto de conflictos que
vienen desde el 2004 configuran un verdadero ciclo de luchas,
que si bien no llega a ser un ascenso de conjunto –no alcanzan todavía
a plantear el problema de la huelga general–, sin embargo, visto
como totalidad, ha venido expresando un categórico proceso de luchas
de los asalariados, estadísticamente el mayor desde
comienzos de la década del 90.
El listado es significativo y tiene
la particularidad de que han habido importantes triunfos (si bien
parciales o sectoriales, sin afectar a gremios enteros) o al menos
“empates”, pero no derrotas de importancia, a pesar de lo que se
ha esmerado el gobierno K por atacar y aislar las luchas más duras
con la acusación indiscriminada de “piqueteros” y / o
“trotskistas”, como es ahora el caso de los petroleros.
Ferroviarios del gran Buenos Aires;
telefónicos de la Capital; los compañeros del Subte; la tercerizada
Taym (entre otras tercerizadas de limpieza); el duro conflicto del
hospital Garrahan; Lafsa; los compañeros del diario Crónica (con 9
heridos y ocupación parcial del quinto piso del edificio); los
docentes salteños; los compañeros de hospitales de Córdoba (con la
puesta en marcha de la nueva experiencia de ATDEMIS); las opositoras
del SUTEBA (con la experiencia de un paro de seccionales del Gran
Buenos Aires por fuera del sindicato); el conflicto del pescado en
Chubut y Mar del Plata; el conflicto en Aerolíneas Argentinas; el
corte de la Panamericana por parte de los obreros de Ford y Volkswagen
(dirigidos por la burocracia del SMATA); el importante conflicto de
los docentes universitarios; los no docentes en Mar del Plata
(ocupando el rectorado por más de un mes); los pasantes telefónicos
de Atento; estatales de distintas reparticiones, sectores y
provincias; camioneros (Moyano); Sanidad (West Ocampo). Ahora, a
comienzos del 2006, presenciamos el corte de la ruta 2 por parte de
los compañeros de Gándara, el conflicto del Hospital Francés y la
lucha de Las Heras.
Este listado no es para nada
exhaustivo, sino que pretende ilustrar la tendencia al ascenso de las
luchas obreras.
Características de la oleada
reivindicativa
Esta verdadera oleada de luchas
obreras, ha tenido una serie de características:
a) En primer lugar, un carácter más
bien reivindicativo en la medida en que estas peleas se han dado en
condiciones de estabilización económica y política del país, razón
por la cual, en muchos casos, los compañeros no siempre ven su
enfrentamiento como yendo directamente contra el gobierno K. En
general, las nuevas direcciones independientes han tenido
dificultades (o, peor, “ideologías”) para enfrentar esta presión
“sindicalista”, una de las primeras tareas a encarar.
b) Contradictoriamente, en el caso
de las luchas más importantes, éstas han tenido una gran proyección
política nacional como producto, precisamente, de su choque con
el gobierno. Al mismo tiempo, no logran extenderse o imponerse al
conjunto de sus respectivos gremios, en manos de la burocracia. Esto
plantea un problema para el cual tampoco ha habido una orientación
clara: la necesidad de tener una estrategia y trabajar desde las
posiciones ganadas por una política de conjunto: es decir, por romper
el “statu quo” a nivel del gremio de conjunto, extendiendo la
experiencia antiburocrática y clasista más allá de los propios
“bastiones”.
c) En el marco que venimos señalando,
se ha tratado, fundamentalmente, de conflictos por lugar de trabajo,
al frente de los cuales está una dirección independiente y/o
clasista que se basa en métodos de democracia de los trabajadores.
La existencia de una conducción independiente y vinculada a la
izquierda combativa (organizada partidariamente o no) es un elemento
nuevo, importantísimo, producto de la deslegitimación de la
burocracia sindical y que plantea la necesidad de un ámbito de
centralización de estas experiencias combativas en su conjunto,
cuestión trascendente que aún no asoma en vías de resolución, a
diferencia de experiencias como la UNT de Venezuela o Conlutas de
Brasil.
d) Salvo en los casos de los
procesos de estricta “presión” dirigidos por la burocracia, en
general las luchas más importantes no han sido de gremios de
conjunto. Los sectores independientes y la izquierda no han conseguido
aún ganar gremios provinciales o nacionales. En ese plano, la
burocracia conserva el “monopolio” de la representación.
Horadar ese monopolio dependerá de un ascenso mayor de la lucha, pero
también de un paciente trabajo no sindicalista de puesta en pie de
listas y agrupaciones sindicales clasistas.
e) Se ha debido apelar a métodos
muy duros de lucha; resistiendo las directas provocaciones
gubernamentales (Garrahan, petroleros); ocupando secciones, pisos o vías
férreas (Subtes, ferroviarios, Crónica); enfrentándose físicamente
con “patovicas” contratados por las empresas (Atento, Crónica);
en determinados casos, directamente con la policía (ferroviarios,
petroleros). En continuidad con la experiencia del movimiento
piquetero (cuestionamiento a la autoridad del Estado) y de las fábricas
recuperadas (cuestionamiento al imperio de la propiedad privada), y
como subproducto del Argentinazo, la actual oleada de luchas, a pesar
de su carácter reivindicativo, configura un categórico avance
respecto del legalismo de las oleadas de luchas
salariales de los 80.
f) El importante peso, en la actual
oleada de luchas, de sectores de servicios privatizados, no
casualmente dada su importancia en la economía a la hora de los
mecanismos de reproducción del capital, sobre todo en el caso del
sector del transporte (subtes y ferrocarriles). También sectores
estatales como la salud y educación y sectores tercerizados (limpieza
en el subte, ferrocarril y algunas fábricas) que tienen el valor de
comenzar a enfrentar la fragmentación de la clase obrera heredada de
los 90. Las luchas por “encuadramiento sindical” tienen la
importancia de poner sobre la mesa el planteo unitario de “a igual
tarea, igual salario”.
g) El proceso de los petroleros
marca la emergencia de un sector estratégico: el proletariado
industrial, creador de trabajo productivo. No es el único caso:
hubo procesos –muy controlados por la burocracia– en las
automotrices: Ford y Volkswagen de Buenos Aires, algún movimiento en
Volkswagen de Córdoba. Durante el 2004 estuvo el proceso en Firestone
(Buenos Aires), pero terminó en derrota. Está claro que el
proletariado industrial es el sector más difícil, el más
controlado por la burocracia –que tiene un monopolio casi
absoluto de la representación, salvo casos aislados– y donde más
impera el “despotismo” de fábrica. Esto no es casual: el
proletariado industrial sigue siendo el núcleo estratégico de la
clase obrera, simplemente por el lugar que ocupa en el conjunto de
la economía capitalista: es decir, en el centro de la producción
capitalista. En este sector, el conjunto de la vanguardia y la
izquierda es muy débil, salvo excepciones, y se imponen ingentes
esfuerzos por avanzar.
h) El listado configura un ciclo de
luchas que, eventualmente, puede a lo largo del 2006 amenazar con
“desbordarse”, ganar en simultaneidad y poner sobre el tapete el
problema del paro general, lo que hasta ahora no ha ocurrido. El
gobierno, la CGT y el CTA van a trabajar para que esto no ocurra.
i) Las luchas obreras configurarán
en el 2006 el proceso más importante para la izquierda
revolucionaria, a la cual debe dedicar sus mayores recursos y
esfuerzos.
En síntesis, este proceso debe ser
encarado a partir de las reivindicaciones más inmediatas de cada
sector –económicas y democráticas–, pero apuntando a una
estrategia no meramente sindicalista ni corporativa: es decir, que se
plante con una perspectiva de ir más allá de la mera lucha
sindical, ubicando al gobierno patronal de Kirchner como el
enemigo de la clase obrera; que enlace a los sectores calificados
con los descalificados en la perspectiva de unidad de las filas
obreras, así como la unidad de clase con los sectores aún
desocupados; que busque romper el statu quo con la burocracia
sindical a la hora de la dirección de conjunto de los
gremios, avanzando a la vez en una instancia de frente único (Conferencia,
Encuentro o Congreso de Trabajadores). Y también que se plantee la
perspectiva política estratégica de la necesidad de que la clase
obrera rompa de una vez con el PJ en la vía de un Instrumento o
Movimiento Político de los Trabajadores, en la vía de la independencia
política de clase. Estas tareas son las que deberían constituir
o configurar el perfil programático de una verdadera Tendencia
Clasista, que aún está pendiente como tarea.
Burocracia: en pie de guerra contra
la vanguardia
La burocracia ha venido haciendo
esfuerzos por reubicarse. Cumplió su papel contrarrevolucionario a la
hora del Argentinazo siendo la valla principal para el ingreso
de los ocupados. No hay que olvidarse del famoso paro general de un
minuto cuando De la Rúa ya había caído. Con Moyano al frente de la
CGT, busca recuperar posiciones bien pegado a Kirchner, mientras la
CTA hace lo suyo en su ámbito de influencia.
Al mismo tiempo, Moyano mantiene
cierto juego propio en conflictos “de bolsillo”, como los de
“encuadramiento sindical”, con el objetivo de no perder su perfil
de “combativo”. Porque, precisamente, la CGT y la CTA vienen
trabajando para evitar que la oleada de luchas adquiera una
dimensión de conjunto y nacional.
Sin embargo, el deterioro de la
burocracia no ha parado: es profundo y estructural, configurando un
proceso de deslegitimación y vaciamiento orgánico. Es
en este marco donde se inscribe el proyecto de Moyano, que tiene un
carácter preventivo: evitar por todos los medios un avance
cualitativo del nuevo clasismo que plantee la quiebra al monopolio
histórico de la burocracia peronista sobre la clase obrera.
De ahí la guerra a muerte
que tiene planteada con la vanguardia independiente: no quiere saber
nada con que se le meta entre los ocupados y menos que menos los
industriales; esto es, que se repita en el núcleo central de la clase
obrera lo que le ocurrió con los contingentes desocupados. De ahí
los choques y acusaciones al “trotskismo” que se vienen
multiplicando, ahora con la solicitada de la burocracia petrolera
contra los compañeros de Las Heras.
En este marco, no se puede
negar que las tendencias a la estabilización de la economía y el
apoyo mayoritario de los trabajadores a Kirchner han dado elementos
para este operativo preventivo. Sin embargo, la procesión va por
dentro: se trata de un flujo de fondo, de un proceso de
recomposición de la clase trabajadora atado a coordenadas profundas y
que no se va a cortar así nomás. Y constituye uno de los
elementos mas importantes de continuidad entre el Argentinazo y
el post Argentinazo. Viéndolo desde otro ángulo: desde antes del
2001 la vanguardia independiente ha venido ganando posiciones, que en
general, aun debilitadas –piqueteros y fábricas recuperadas– no
ha perdido, al tiempo que gana otras nuevas (asalariados ocupados).
Al mismo tiempo, actúa como
elemento conservador el hecho de que la clase obrera no haya roto con
el PJ y siga cruzada por una conciencia mayormente reivindicativa.
Es un hecho que no ha habido entre amplios sectores una radicalización
política y de clase en el proceso del Argentinazo. Y también que
a nivel de las nuevas generaciones obreras, si bien la identificación
peronista es prácticamente inexistente, lo que aún domina sea el apoliticismo,
un cierto preocuparse por uno y “los demás que revienten”.
Estos elementos ponen blanco sobre
negro –queremos insistir en este punto– los enormes límites
de un proyecto con rasgos “sindicalistas”: en última
instancia, en las actuales condiciones de regionales de rebelión
popular, el proceso de recomposición de la clase obrera
sólo puede ser político. Es decir, requiere del avance
de un sector importante hacia la independencia de clase, hacia
la construcción de un instrumento político de los trabajadores,
independiente de todos los partidos patronales. Es la pelea de
la UNT y el PRS en Venezuela y debería ser el caso del IPT de la COB
en Bolivia, por nombrar algunos ejemplos.
La emergencia de un nuevo clasismo
El ingreso a la lucha de importante
sectores de los ocupados tiene su expresión “subjetiva” en el
surgimiento de un nuevo clasismo, sobre todo a nivel de los
sectores más de vanguardia. Este “clasismo” recién está comenzando
a emerger, muy por detrás de la clásica experiencia de los 70.
Tiene por ahora más rasgos antiburocráticos que
propiamente clasistas. Sin embargo, se trata de una experiencia
que podría potencialmente desbordar estos límites
reivindicativos, cruzado como está por determinaciones políticas,
aun cuando éstas no sean asumidas conciente y consecuentemente
por la mayoría de sus integrantes.
Esta vanguardia ha ido expresándose
a lo largo de los últimos años en las diversas expresiones de la
recomposición de la clase trabajadora. Es decir, en un momento fueron
“hegemónicas” las experiencias de los movimientos de desocupados
y las fábricas recuperadas. Hoy el centro está en los sectores de
la clase obrera ocupada.
En este marco, ha habido distintos
intentos de agrupamiento de la vanguardia que, en general, han
terminado abortados por las limitaciones en cada caso a la hora de
levantar un programa verdaderamente de unidad de la clase obrera en su
conjunto.
Ahora mismo hay una nueva
reconfiguración en curso en la vanguardia, así como un creciente
debate a su interior respecto de la mejor orientación para avanzar.
Este debate tiene que ver, centralmente, con el programa que se
debe enarbolar a la hora del proceso de recomposición de la clase
obrera, que tiene hoy una importancia central porque hace a la
orientación más estratégica con la que se interviene
en el proceso de la lucha y de reorganización.
Al mismo tiempo, la otra gran
limitación del “nuevo clasismo” es que no ha llegado aún a
configurar una alternativa más global, no ha logrado poner en pie un
organismo de verdadero frente único de conjunto [3], donde
tenga clara centralidad la clase obrera ocupada, apoyada por una
representación de los trabajadores desocupados y demás sectores
populares.
Tareas para el 2006
El próximo período estará
marcado por una serie de tareas para las corrientes independientes y
revolucionarias. La central será el vuelco al apoyo y
sostenimiento de la “guerra salarial” que se esta poniendo en
marcha. Rodear de apoyo a los principales conflictos,
enfrentar la campaña sucia del gobierno y la burocracia para
desprestigiarlas, alentar el proceso de organización independiente y
de su centralización en alguna instancia de conjunto, serán parte de
las principales tareas del año que comienza.
Esto implicará poner en pie
experiencias de unidad de las filas obreras, unidad de clase y
coordinación de sectores en lucha. Lo más revolucionario que
pueden hacer los movimientos desocupados combativos es apoyar las
luchas obreras para que triunfen: es decir, volcar el peso de
movilización que aún conservan para evitar el aislamiento de las
huelgas, planteando en ese mismo marco su programa de trabajo
genuino y reducción de la jornada laboral.
En tercer lugar, existe un problema
estructural: no se puede dirigir los procesos y enfrentar la
burocracia desde afuera. Está planteado para prácticamente todas las
tendencias de la izquierda una mayor inserción estructural de
compañeros en los lugares de trabajo, sobre todo en lo que viene
más atrás y donde la izquierda tiene mucho menos peso: el
proletariado industrial, que viene en una franca recuperación en el
nivel de empleo y en la reactivación de importantes ramas de la
producción.
En este marco, está planteado el
ya señalado debate estratégico frente a las visiones estrechamente
“reivindicativas” de varias de las corrientes de la izquierda
partidaria o de los compañeros de la vanguardia sin partido. En las
condiciones de profunda heterogeneidad y división en las filas de la
clase obrera, hay que levantar programas de unidad de las filas
obreras y de unidad de clase.
Es decir, hay que buscar las mil y
una formas de enlazar la lucha de los sectores más avanzados y
calificados con una lucha de conjunto de la clase trabajadora. Esto es
inseparable de buscar siempre la “nivelación hacia arriba”:
es decir, enfrentar la campaña K que busca deslegitimar las
luchas de los trabajadores que vienen a la vanguardia de la pelea con
el argumento de que se trataría de un sector “privilegiado” que
“gana demasiado”.
Otro punto clave ya señalado es
evitar caer en el mero “sindicalismo”: es decir, dar una pelea a
brazo partido por unir la lucha sindical y la política. No
puede aceptarse la excusa de que “los compañeros no ven la
responsabilidad de Kirchner”. Precisamente ahí está la tarea de
los sectores más concientes y avanzados: hacer entender a nuestra
clase la verdadera naturaleza patronal del gobierno de Kirchner, como
puente hacia la perspectiva de un nuevo movimiento obrero
verdaderamente clasista y revolucionario que se plantee acabar con la
explotación capitalista en nuestro país.
Por último, sigue pendiente, como
dijimos, la necesidad de poner en pie una auténtica Tendencia
Clasista, al tiempo que se da la pelea por un organismo de
frente único más de conjunto, llámese Conferencia, Encuentro o
Congreso de Trabajadores. Este planteo podría ser encarado en
oportunidad del próximo 1º de Mayo.
Notas:
1. Tomando a título ilustrativo el
mes de noviembre de 2005, resultó significativo que fuera el más
conflictivo de toda la serie de este mes en los últimos 16 años. Según
el informe del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, sólo hubo
tres noviembres más conflictivos en los últimos 25 años: los de
1988, 1989 y 1986, una década no casualmente marcada por la alta
conflictividad laboral.
2. No se trata sólo de un proceso
nacional. Internacionalmente, y sobre todo a nivel de Latinoamérica,
aun con todo tipo de desigualdades, se está viviendo un proceso de
ingreso a la lucha de sectores de la clase obrera ocupada y/o de
nuevas experiencias de organización. En nuestra región, donde más
entró la clase obrera como clase en la lucha –y una lucha con
ribetes revolucionarios– ha sido el caso de Venezuela, que
tratamos con detalle en nota aparte. Sólo recordaremos que en ese país
es donde –a pesar de y muchas veces directamente contra Chávez–
las experiencias de control obrero y “cogestión” revolucionaria
son las más avanzadas. También es más avanzada la puesta en
pie de una organización sindical nacional de conjunto como la UNT,
que tiene en su seno y peleando por su dirección a dirigentes obreros
que vienen de la tradición del “maldito” trotskismo.
3. Esta perspectiva es clave porque
ninguna de las actuales corrientes o tendencias “sindicales” tiene
por sí misma hegemonía al interior de la experiencia de la
recomposición. Aquí se reproduce en parte lo mismo que pasa a nivel
político en la izquierda.
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