Movimiento Intersindical Clasista
El problema es el programa
Por
Roberto Sáenz
Socialismo o Barbarie, periódico, 25/02/06
Recientemente se constituyó una corriente al interior de la
vanguardia llamada Movimiento Intersindical Clasista. Este paso recogió,
a su manera, un problema real: la necesidad de avanzar en un
agrupamiento de los sectores antiburocráticos, tarea pendiente desde
el comienzo del proceso del Argentinazo. Es un hecho que hubo
distintos intentos y experiencias (Bloque Piquetero y ANT, fábricas
recuperadas, etc.), pero todas cruzadas por el problema de la incapacidad
o imposibilidad de levantar un programa para el conjunto de la clase
trabajadora. Y, por lo tanto, constituían experiencias
parciales o meros “corralitos”, sin un verdadero criterio de
frente único de conjunto.
En el MIC se agrupan
sectores de la actual vanguardia, mayoritariamente estatales. Se trata
de compañeros integrantes del Cuerpo de Delegados del Subte (que es
la representación más importante), a los que se han sumado las
corrientes sindicales de ambos MSTs y compañeros estatales que vienen
del Partido Comunista. Es de la partida Marín, adjunto del moyanista
Iadarola de la dirección de Telefónicos seccional Buenos Aires e
integrante de la dirección de la CTA (elemento contradictorio con el
carácter antiburocrático del movimiento). Pero el principal problema
esta en el programa y el perfil adoptado por esta tendencia
sindical.
Rasgos sindicalistas y
anti-partidos
Los 14 puntos que caracterizan al MIC tienen básicamente dos
problemas. El primero es el peligro de separar la lucha
reivindicativa de la lucha política: es increíble que entre los 14
puntos ni una sola vez se identifique con nombre y apellido al
gobierno de Néstor Kirchner.
Dice el 2º punto: “Que impulse la organización de los
trabajadores para luchar contra la opresión, la explotación y la
exclusión creciente que pretenden las patronales, el estado y sus
gobiernos”. Efectivamente, eso es lo que pretenden nuestros enemigos
de clase. Pero precisamente por esto se trata en cada caso de identificar
concretamente quién está al frente hoy de imponer esa “opresión,
explotación y exclusión”. Los compañeros plantean reiteradamente
el argumento falaz de que “la base no ve ni hace responsable a K de
sus problemas”. Justamente ahí esta parte fundamental de nuestra
tarea si pretendemos ir a una recomposición de conjunto de nuestra
clase. Entre otras elementales razones, porque en la región en
general y en nuestro país estamos enfrentando gobiernos que se
presentan como “populares” o incluso “de los trabajadores”.
Entonces, no se trata del enfrentamiento a los gobiernos
“en general”, sino a estos gobiernos de mediación y engaño en
particular, que vienen a liquidar el ciclo de rebeliones populares
que se ha puesto en marcha.
El segundo y grave problema es el tufillo antipartidista
del conjunto de los 14 puntos. Que haya tendencias sindicales de
partidos como los MSTs en el MIC no quiere decir nada en este sentido,
salvo que los compañeros (eventualmente por injustificables razones
tacticistas) han cedido a este aspecto reaccionario del
agrupamiento.
Dicen los 14 puntos: “Que desarrolle una organización
sindical, independiente del Estado, los gobiernos, las patronales y
los partidos políticos, defendiendo el derecho de cada trabajador a
participar en ellos y expresar sus ideas libremente”.
Pero aquí hay dos graves problemas: es correctísimo
sostener la independencia más absoluta respecto del “Estado, los
gobiernos, las patronales y los partidos políticos”... patronales.
Cosa muy distinta es no diferenciar esta “independencia” de
relaciones que son de otro orden, entre organizaciones obreras:
es decir, entre los sindicatos (o corrientes sindicales), los
organismos de frente único de lucha y los partidos de la izquierda
obrera y revolucionaria.
Esta no distinción tiene un segunda y muy clara consecuencia
de tipo “sindicalista”: se defiende el derecho a la organización
política de los trabajadores sólo a titulo individual: “el
derecho de cada trabajador a participar en ellos y expresar
libremente sus ideas”. Pero para expresar libremente las
“ideas”, muchas veces los trabajadores se agrupan entre compañeros
que tienen un mismo “programa” y el agrupamiento de un grupo de
personas alrededor de un programa es un partido.
El problema es que, justamente, los partidos como tales
han sido excluidos de la organización obrera. Esto es un desastre
por donde se lo mire y expresa una capitulación a los
elementos más atrasados –no a los más avanzados– de la
vanguardia.
Al sostener el MIC la reaccionaria posición de independencia
absoluta de las organizaciones obreras de los partidos de la
izquierda se aproximan mucho a los planteos de la corriente
sindicalista en la revolución en Alemania (comienzos de la década
del 20) o a los anarquistas en la Revolución Rusa: “Soviets sin
partidos”; es decir, organizaciones obreras sin partidos.
Insistimos: para defender los 14 puntos los trabajadores sólo pueden
participar de los partidos a título individual. Es decir, no
pueden dar peleas organizadas al interior de las organizaciones
sindicales de la clase.
Esto es grave y configura, en realidad, una idea de reemplazo
a los partidos por parte de los movimientos sociales o sindicales.
Porque, en definitiva, el que termina asumiendo el rol de
“partido” es la propia tendencia sindical, que se transforma en el
“partido” de los sin partido.
Todo esto no niega, evidentemente, el hecho real de la
responsabilidad del comportamiento aparatista de la izquierda. Allí
está el bochornoso ejemplo de las trompadas entre compañeros del PO
y el MST en una asamblea popular, por nombrar sólo un caso. Ni que la
mayoría de las tendencias de la izquierda revolucionaria tengan un
sistemático comportamiento de instrumentalizar las organizaciones
obreras. Esto es un problema real, pero no se va a resolver
improvisando una “teoría” y una “estrategia” que vaya en
contra de los intereses más de fondo del progreso de los
trabajadores.
Para que el MIC pudiera transformarse en una alternativa de
conjunto, debería cambiar sustancialmente su programa. De lo
contrario, corre el riesgo de transformarse en un “corralito” más:
el del sector más definidamente sindicalista de la nueva vanguardia.
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