La
caída del gobernador Acevedo
Triunfo
de los petroleros en Las Heras
Editorial
de Socialismo o Barbarie, periódico, 23/03/06
La
caída de Acevedo, gobernador de la provincia de Santa Cruz, y el
evidente paso atrás del gobierno respecto del impuesto a las
ganancias –el mínimo no imponible aumentó a $ 2.400 para los
solteros y $ 3.200 para los casados– se conocieron de manera casi
simultánea. Y no por casualidad: hay relación entre ambos hechos que
marcan, quizá, un nuevo momento político. Pueden significar
(junto con la caída hace pocos días del Jefe de Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, Aníbal Ibarra), la posible apertura de
una nueva coyuntura política.
1.
La primera lectura que se desprende del giro que tomó el conflicto de
los petroleros en Las Heras –para quienes, sin duda, la renuncia de
Acevedo es un triunfo y un punto de apoyo– es que el gobierno
fracasó en su tentativa de aplastar a los trabajadores por la vía de
la “mano dura”.
Sólo
los incautos y los defensores abiertos o embozados del presidente
pueden creer ahora que Kirchner “desplazó” a Acevedo debido a los
“excesos policiales” en la represión, como cínicamente declaró
el propio K. Los mismos medios que hicieron una cortina de silencio
y / o calumnias en el momento de la represión más salvaje,
tuvieron que admitir que el jefe de la policía provincial,
Wilfredo Roque, “responde únicamente al presidente Kirchner” ,
esto es, no a Acevedo. La otra gran protagonista del accionar
represivo es la Gendarmería, que depende de, y fue enviada por, el
gobierno nacional. [2]
De
modo que la responsabilidad por los “excesos” –o, para llamar a
las cosas por su nombre, torturas a los compañeros detenidos y
procedimientos al estilo de los grupos de tareas de Videla y
Massera– recae en lo esencial mucho más en Kirchner que en Acevedo.
Es ese intento de cortar de cuajo la lucha de los trabajadores
petroleros lo que fracasó en el propio feudo del Presidente. Da la
medida de hasta qué punto los límites de la relación de fuerzas
heredada del Argentinazo se hacen sentir en el período post
Argentinazo que estamos transitando.
No
es el primer caso: ya en otras oportunidades, cuando el gobierno
intentó “ponerse firme” frente a la protesta social o las
movilizaciones obreras y populares, llegado el momento clave, debió
retroceder o al menos suspender su ofensiva. Así ocurrió ante
conflictos duros de los trabajadores ocupados como Subte o el
Garrahan; así ocurrió en más de una movilización de desocupados;
así ocurrió, finalmente, con la destitución de Ibarra, a quien el
gobierno quería salvar a todo trance.
2.
Al mismo tiempo, nada de esto significa subirse a balances facilistas
y sin matices de quienes sólo ven en la renuncia de Acevedo una
expresión directa de la lucha. La realidad es más compleja;
la situación de los propios compañeros en Santa Cruz venía bastante
difícil.
Por
un lado, es un mérito inmenso de los compañeros (cuya resistencia
firme y aguerrida es un ejemplo para todos), haber aguantado a pie
firme la oleada represiva, las campañas de desprestigio del
gobierno y los medios nacionales –que los calificaban prácticamente
de “asesinos” salvajes–, las provocaciones de la patronal y las
fintas de la Iglesia local. La renuncia de Acevedo y el retroceso del
gobierno en la represión pone a los compañeros en mejores
condiciones para continuar la lucha hasta lograr la libertad de todos
los compañeros presos y la reincorporación de todos los trabajadores
de la Indus. Más aún después de haber logrado uno de los reclamos
centrales: la suba del mínimo no imponible.
En
segundo lugar, sería engañar y engañarse suponer que el retroceso
del gobierno se debió exclusivamente a la resistencia de los
petroleros santacruceños, aunque hay que subrayar que no habría
sucedido de no mediar ésta. La realidad es que el gobierno se debió
enfrentar a una acumulación de problemas que vienen acotando
su capacidad de maniobra política; y esta multiplicidad de
factores contribuyó para que Kirchner no tuviera el camino tan
despejado como hubiera querido. Factores que coadyuvaron al triunfo
petrolero y que están por detrás de la apertura de la nueva
coyuntura política que podemos estar transitando, no tan favorable al
gobierno como fue el período inmediatamente posterior a las
elecciones.
3.
Algunos de estos factores son de orden más estructural. Por
ejemplo, los límites en las relaciones de fuerza (que ya hemos
mencionado) y que están en el origen del carácter de este mismo
gobierno, “hijo burgués” del Argentinazo. Pero también el hecho
de que la supuesta bonanza económica –para pocos– se sustenta sobre dos
pilares: el superávit fiscal y la inflación controlada. Ambos
elementos son la condición para que tanto los acreedores
imperialistas como la burguesía local mantengan sus jugosos márgenes.
Precisamente, las luchas salariales como las de los petroleros
ponen en cuestión todo el esquema.
De
ahí que el gobierno necesite enfrentar esas luchas que amenazan la
“estabilidad” poco sustentable de la economía
kirchnerista. . Pero, justamente, es aquí
donde cada vez que Kirchner intenta pasar por encima a los sectores en
lucha, se encuentra con que la tarea es superior a sus actuales
capacidades. Un elemento no menor de esto es que los conflictos más
duros suelen estar protagonizados por sectores centrales de la economía
capitalista: trabajadores ocupados de la producción (el caso ahora de
los petroleros) o de importantes servicios, aguerridos, combativos,
con métodos duros, básicamente independientes de la burocracia y
–aunque este aspecto venga más retrasado– con una incipiente
experiencia política con el gobierno K.
4.
También influyen elementos de orden más superestructural.
Esto es, el gobierno no actúa en un vacío político, sino que –en
parte como producto de la crisis del sistema de partidos, también
heredada del Argentinazo– necesita del “armado” de acuerdos políticos
con sectores afines dentro y fuera del PJ, incluida la burocracia
sindical. Aunque las “internas” no tienen la entidad que le
atribuyen los medios –hasta el extremo de que, según ellos, toda
la explicación de la crisis de Santa Cruz pasa por ahí, borrando la
lucha petrolera misma–, sí es cierto que cada vez que el gobierno
necesita dar pasos políticos trascendentales, su tejido de alianzas cruje
y algunos terminan tirados a la vera del camino. Pasó con Ibarra y
volvió a pasar con Acevedo.
En
estas condiciones, es todo un síntoma que la primera medida del nuevo
gobernador Sancho haya sido un aumento salarial del 30%. Y también lo
es que ese aumento haya sido de carácter... “no remunerativo”. La
carrera de la negociación salarial ya está en marcha, y el gobierno
apuesta –como de costumbre– a la “moderación” y la
“responsabilidad”de Moyano y los “gordos” de la CGT.
5.
En la nueva coyuntura en curso, el escenario para el gobierno no
termina de ser el ideal. A Kirchner le salió relativamente bien la
jugada de los acuerdos de precios “selectivos” –en los productos
que mide el INDEC para definir el índice de precios–, y la inflación
fue así de un artificial e increíble 0,4% en febrero. Pero
con el desmadre del precio de la carne –que no se resolverá con la
suspensión de exportaciones–, todo el terreno ganado se fue al
tacho. El índice para el trimestre –que el gobierno quería
mostrar antes de las paritarias– ya importa poco: todo el mundo
mide la inflación con los carteles de las carnicerías, donde los
cortes no bajan de los dos dígitos.
6.
En ese marco, ya empiezan a aparecer los primeros acuerdos
“paritarios” como el de subtes: este incluye un aumento global
de alrededor del 35%, contando el aumento al básico (16%, el techo
formal del gobierno) más sumas fijas no remunerativas. Eso puede
marcar una tendencia: por un lado, la patronal, la burocracia sindical
y el gobierno van a empujar para que los aumentos al básico sean lo más
bajos posibles; por el otro, y para evitar la bronca de la base, se
negociarían montos fijos no remunerativos, menos onerosos para la
patronal.
Esto
plantea dos tareas o desafíos: por un lado, la pelea por el
aumento general de los salarios: es decir, enfrentar los
acuerdos fragmentados y parcializados por sector, buscando emparejar
para arriba y perforar el techo que pretende poner el gobierno en
todas las categorías y gremios de trabajadores.
Por
el otro, pelear contra la maniobra de las sumas fijas “no
remunerativas”. Por ejemplo, en el caso de Santa Cruz, sólo un
tercio del salario es remunerativo: ahí tienen la medida los compañeros
de cuánto les tocará cuando se jubilen o sean despedidos. Las sumas
fijas, aunque a veces son bienvenidas a falta de algo mejor, en el
fondo contribuyen a disminuir el ingreso global tanto del trabajador
individual como del conjunto del gremio y de los asalariados. En
consecuencia, hay que pelear porque vaya al básico la mayor
proporción que sea posible de los aumentos.
Entonces,
hay que estar atentos: las peleas por aumento salarial y las
negociaciones colectivas deben plantearse lograr su extensión
generalizada a todos los trabajadores ocupados y que los nuevos
convenios blanqueen la mayor parte posible del salario y de los
aumentos, en el sentido de que todo vaya al básico.
Notas:
.-
Mariano Pérez de Eulate en Clarín, 17-3-06.
.-
Una vez más, Hebe de Bonafini cumplió el lamentable papel de
contribuir a lavarle la cara a Kirchner, a quien ella presentó
como alguien que “se equivocó” y que “no sabía lo que
pasaba en toda su dimensión”. Su llegada a Santa Cruz fue casi
en carácter de enviada oficiosa (una funcionaria) para despegar
al Presidente de la escandalosa represión del gobierno
“progre” y “defensor de los derechos humanos”.
.-
Ver “Verdades del «milagro económico» kirchnerista”,
en SoB Nº 73.
.-
La falta de “sustentabilidad” capitalista a largo plazo del
actual esquema (que no es un “modelo”, y ni siquiera un
“plan”) se observa en el hecho de que en todas las áreas económicas
más rentables, la única “estrategia” consiste en llenarse
los bolsillos ahora despreocupándose de las consecuencias
ulteriores. Así, asistimos a la ruina del suelo por el
monocultivo de soja, a la falta de stock ganadero para sostener
las exportaciones y el mercado interno, al expolio de las reservas
de hidrocarburos sin nuevas exploraciones, a la falta de inversión
en generación de energía hidroeléctrica... Todos problemas gravísimos
que probablemente no le estallarán en las manos al actual
gobierno, pero que comprometen seriamente el futuro de Argentina
como país capitalista, para no hablar de los conflictos sociales
que traerán aparejados.
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