El
"control de la inflación"
Paso
a paso, se viene el tarifazo
Por
Marcelo Yunes
Socialismo
o Barbarie, periódico, 04/05/06
Salió
la nueva ley: el gobierno va a hacer lo que le parezca con las tarifas
de servicios públicos. Basta de negociaciones interminables con las
privatizadas y de conflictos con las asociaciones de usuarios.
Kirchner resolvió el asunto con la llamada Ley De Vido: está
autorizado a crear cargos tarifarios adicionales en las boletas (por
ahora de luz y gas, pero ya seguirán otras), supuestamente para
“inversiones de infraestructura”.
El
texto de la ley tiene tantas trampas que hay que abarajarlas de a una.
Por
empezar, se supone que los cargos adicionales son sólo para
industrias, comercios y consumidores medianos y grandes. Primera
trampa: hasta ahora, los aumentos de tarifas autorizados por el
gobierno en los nuevos contratos excluían a todas las casas de
familia, lo que significa que ahora empieza a avanzar en ese terreno.
Segunda trampa: en ninguna parte se aclara cuál es el criterio para
ser considerado consumidor “mediano” o “pequeño”. Tercera
trampa, la mayor de todas: querer hacer creer que al que no le toque
el aumento está salvado. La realidad es que el gobierno, poco a poco,
está estimulando la inflación, porque no hay duda de que
“industrias y comercios” trasladarán sus mayores costos a los
precios. De hecho, parte del aumento del costo de vida bajo Kirchner
se debe a ese proceso invisible y que evita costos políticos,
pero muy real.
Más
trampas: a diferencia de cualquier negociación de contrato de concesión,
no se prevé ninguna intervención de las asociaciones de usuarios.
Por poco eficaces que sean, representaban cierto margen de límite que
ahora estará ausente. Y va a haber que acostumbrarse a esto, porque la
ley no pone ninguna fecha de término a este sistema de cargos extras.
Cuando paguemos la boleta de la luz en el 2011 nos vamos a acordar de
Kirchner, como hoy nos acordamos de Menem.
Hablando
de Roma, queda al desnudo otra gran mentira de este gobierno: que
viene a arreglar las privatizaciones desastrosas de los 90. La
realidad es que gracias a este esquema, las privatizadas mantendrán
su concesión, con la ventaja de que no tendrán que poner un peso
de inversión real. Esa plata la vamos a poner nosotros, gracias a
este esquema de fondos fiduciarios inventado no en 2006 por Kirchner
ni De Vido, sino en 1994 por… sí, por Menem.
La
crisis de infraestructura
El
problema de fondo es muy simple: la infraestructura energética y
de servicios de la Argentina no da para mucho más. Lo cual es lógico,
si se tiene en cuenta que las empresas encargadas de brindar el
servicio sólo se encargaron de llenarse los bolsillos –sin
invertir– durante los 90, con el 1 a 1, y de hacerle juicio al
Estado con el 3 a 1. Entonces, hay tres días seguidos de calor y se
corta la luz, hay tres días seguidos de frío y falta gas, se rompe
un caño y queda medio Jujuy sin agua, se cae un puente y queda
aislado el norte de Salta, que después se inunda, y todo así…
Por
supuesto, las privatizadas no van a devolver nada de todo lo que se
llevaron ni poner recursos propios. Van a seguir embolsando jugosas
ganancias por administrar la infraestructura heredada del Estado. Las
imprescindibles inversiones que les toque hacer, las pagarán del
bolsillo del Estado. Es decir, el nuestro, vía las nuevas tarifas
extra. Y no es poca plata: sólo en generación eléctrica y
gasoductos, se estima una inversión de 4.000 millones de dólares.
Esto es, más de la mitad del “superávit fiscal récord”, que da
para mucho pero no alcanza para todo. Por eso, los dineros adicionales
saldrán no de las arcas de Edenor, Edesur o Metrogas, sino de nuestro
salario.
El
colmo de lo escandaloso es que estos cargos se pueden empezar a cobrar
no cuando empiecen las obras, sino incluso sólo con el proyecto
aprobado de la obra (artículo 9 de la ley). Es como si Menem hubiera
podido empezar a cobrar tarifas extra para las obras de saneamiento
del Riachuelo…
El
que parte y reparte…
…
se queda con la mejor parte. Ése es el caso del gobierno, que a través
del Ministerio de Planeamiento tendrá todas estas atribuciones: a)
definirá el monto del cargo tarifario extra; b) podrá modificar ese
monto como mejor le parezca; c) no está obligado a interrumpir el
cobro de la tarifa extra; d) podrá decidir si los recursos se gastan
vía obra pública directa o vía empresas, y la lista sigue. La pusilánime
oposición burguesa llora por los rincones clamando contra los
“superpoderes” de De Vido, presentado por la prensa como una
especie de “monje negro”. Una pavada, porque esa mediocridad
insigne no es más que el otro yo del Dr. Kirchner.
En
realidad, como ya hemos dicho en estas páginas, el nuevo esquema
oficial es tener bajo control el funcionamiento de los servicios a
través de diversas formas de subsidio. Algo así como tener todas las
desventajas de la privatización (ganancias ajenas) y de la estatización
(gasto público), sin ninguna de las eventuales “ventajas”. Pero
de esta manera el gobierno se asegura de que no haya sorpresas en el
manejo del cuadro tarifario. Como se ve,
todos los caminos conducen
a Kirchner 2007…
Para
el postre, una frutilla bien gorda: según la nueva ley, resulta que
los excedentes “temporarios” –es decir, los que el gobierno
considere como tales– de los fondos creados con los cargos extra pueden
ser destinados a financiar al Estado, con tasas favorables
(Clarín, 29–4–06). Una forma muy oportuna de poder
recurrir a una caja adicional si surgen gastillos no previstos. Por
ejemplo, para campañas electorales. Porque de mecanismo de control,
mejor ni hablar: el uso de los fondos va a ser, en los hechos,
discrecional, y no habrá que rendirle cuentas a nadie
En
conclusión, también en este terreno Kirchner se muestra como la
consolidación –con los cambios necesarios– de la estructura
montada en los 90. El supuesto “estatismo” tiene patas cortas, y
las carencias de infraestructura no serán resueltas mediante este
esquema mezquino, pensado para un “largo plazo” que se agota en la
reelección. La única solución realista es la nacionalización de
todos los servicios públicos sin indemnización, bajo control de
trabajadores y usuarios, en el marco de un plan serio de obras públicas
imprescindibles de infraestructura, financiado con los fondos que hoy
se destinan a la deuda con los usureros internacionales y locales.
Es decir, lo contrario del capitalismo “semi–regulado” de
Kirchner.
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