Movimientos
de desocupados
Un
debate de vida o muerte
Por
Patricia López
Socialismo o Barbarie, periódico, 04/05/06
El
movimiento de desocupados (“piqueteros”) nació de las luchas por
recuperar los puestos de trabajo perdidos con la recesión y las
privatizaciones de los años 90, y se constituyó en la más extendida
y organizada reacción contra la economía neoliberal en la Argentina.
El
Estado lo enfrentó con una doble política: por un lado, durísima
represión que dejó muertos, heridos y presos; por el otro, planes
sociales. Los movimientos no lograron reabrir fuentes de trabajo en
cantidad, más allá de los proyectos productivos de subsistencia y
alguna que otra cooperativa. En el terreno de la asistencia social, en
cambio, los movimientos avanzaron más, hasta lograr administrar por sí
mismos los planes, subsidios y alimentos que le arrancaron al Estado.
Esta
nueva tarea de administradores de la asistencia social estatal impuso
a los movimientos un nuevo carácter. Comenzaron a entrar a estas
organizaciones masas enteras de compañeros con una estructura de vida
distinta: no son trabajadores que perdieron su trabajo y quieren
recuperarlo, sino que viven desde hace mucho tiempo de la ayuda social
y en su mayoría no pretenden cambiar su condición de excluidos: de
hecho la afirman, reclamando más planes, aumento de los planes y más
alimentos como única perspectiva de supervivencia.
En
nuestra opinión, los movimientos se adaptaron a esta presión
distinta y opuesta a la fuerza social que los originó, esa rebelión
de compañeros que, con mayor o menor claridad política, luchaban
para salir de su situación de miseria y fueron parte de la lucha más
general del Argentinazo, expresando esto en sus banderas: “trabajo,
dignidad y cambio social”. El hecho de pelear por trabajo (junto a
su independencia respecto del Estado burgués) les daba a los
movimientos de desocupados un carácter obrero, una puerta abierta
hacia el clasismo.
En
los últimos años, estas consignas fueron de hecho sustituidas por
otra, que podría sintetizarse así: “queremos administrar un pedazo
más de la asistencia social del Estado”. El reclamo de trabajo
genuino siguió levantándose formalmente en actos y declaraciones,
pero los movimientos se volvieron cada vez más corporativos y
alejados de la clase trabajadora, y (junto con el retroceso general
del Argentinazo) su carácter de “cooperativas de reparto” se fue
acentuando y el espíritu de lucha fue disminuyendo. Y esto no se nota
sólo en el número de compañeros movilizados: en nada se parecen las
columnas de indiferentes y silenciosos “caminantes” de hoy a las
orgullosas y combativas columnas de ayer.
Una
situación contradictoria
La
actual reactivación económica, que trajo la apertura de puestos de
trabajo, pone a los movimientos en una contradicción: la lucha por
trabajo genuino se hace más posible que en los primeros tiempos; a la
vez, las organizaciones están muy debilitadas en cantidad y calidad.
¿Se podrá reconvertir el movimiento para retomar la lucha por
trabajo? Ésa es la condición para que estas organizaciones vuelvan a
cobrar vida, reinsertándose en la lucha de la clase trabajadora con
una nueva legitimidad.
Desde
hace tiempo, el Frente de Trabajadores Combativos (FTC) pelea para que
el movimiento de desocupados cambie su programa y encare la
lucha por trabajo como prioridad. En esto ha habido un avance: el
17 de abril se realizó un corte en la 9 de Julio de todos los
movimientos en reclamo de puestos de trabajo en las obras públicas
como primer punto del programa. Si el plan de lucha del año pasado,
en lugar de “aumento de los planes”, hubiera levantado este
programa, hoy los movimientos estarían mejor posicionados frente al
gobierno y junto a los ocupados que están peleando por el salario.
Reorientarse
o morir
Hoy,
los mejores compañeros, los que no se adaptaron a la miseria y
quieren hacer algo para vivir mejor, buscan trabajo, y muchos lo han
conseguido. Los puestos que se consiguen son en su mayoría precarios,
tercerizados, en negro. Pero ya hemos visto cómo la gente que ha
entrado en las tercerizadas (telefónicos, ferrocarril, subtes,
automotrices) pelea luego para pasar al plantel de la empresa, para
encuadrarse en el gremio que tiene el convenio más ventajoso, etc., y
muchas veces lo logran.
Ahora
se han abierto varias obras públicas. El programa que levantamos el
17 de abril hay que bajarlo a tierra peleando para que los compañeros
de los movimientos entren a trabajar allí, convencerlos de que sigan
organizados y que desde allí den la pelea, junto a sus nuevos compañeros
de trabajo, para mejorar sus condiciones laborales. Y el movimiento
tiene que reorganizarse a fondo para servir realmente como herramienta
de lucha a los compañeros que quieren pelear por trabajo y a los que
entran a trabajar. Y los que no pueden trabajar, por la edad o la
salud, que acompañen esa pelea por trabajo de los que sí pueden, y
mantengan desde allí el plan y los alimentos que han conquistado.
El
proyecto de Kirchner no consiste en bajar los planes; eso es sólo una
parte. Lo que necesita el capitalismo, representado por Kirchner, es
mantener a la mitad de la población desocupada o subocupada, para que
el salario sea lo más bajo posible. Y está dispuesto a invertir
plata durante el tiempo que sea necesario para “endulzar” a los
desocupados con la ayuda social, como lo demuestra con la cantidad de
alimentos que está repartiendo a sus fieles y los nuevos planes que
ha implementado. La orientación que venían teniendo los movimientos,
de seguir reclamando asistencia social en vez de trabajo, es una
trampa, es de derecha y va en favor del gobierno, por más capucha con
que la vistan.
Este
debate no tiene que quedar en las reuniones de los dirigentes: tiene
que llegar a la base de los movimientos y que los mejores compañeros
la lleven adelante en sus barrios, organizando con el movimiento a
nuevos compañeros que hasta ahora no se acercan porque no les
interesa un plan sino tener trabajo. Si esto se logra, nuevamente habrá
un recambio en la composición de los movimientos, esta vez en un
sentido progresivo, hacia la lucha y la unidad de clase.
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