La base material de la economía K
Productividad, ganancia y explotación
Por Marcelo Yunes
Socialismo o
Barbarie, periódico, 22/06/06
Uno de los temas que curiosamente
desapareció de las negociaciones de convenios salariales entre
empresarios y burócratas sindicales es el de la productividad. Por
eso mismo, conviene mirar un poco más de cerca ese concepto para
entender qué influencia tiene sobre las relaciones entre los
trabajadores y la patronal. Porque allí se origina una de las trampas
más grandes y más ocultas de la economía argentina bajo Kirchner.
Todos tenemos una
idea más o menos intuitiva de qué es la productividad y cómo se
mide. Una definición muy general de la productividad es el rendimiento
de la actividad productora de bienes. La forma más usual de
medirla es establecer una relación entre la cantidad de bienes
producidos y la cantidad de trabajadores ocupados. Una fábrica
que produce 10.000 autos por mes con 2.000 obreros tiene una
productividad más alta que otras fábricas que producen también
10.000 autos similares, pero con 4.000 obreros, o que ocupan también
2.000 obreros pero producen sólo 8.000 autos al mes. Hay otras
variables, que veremos más abajo.
Este ejemplo no es
casual, porque por lo general la productividad mide bienes materiales
(lo que se llama transables), es decir, no servicios.
Existen formas de medir la productividad en sectores que no producen
bienes tangibles, pero son menos directas y más aproximadas. En
consecuencia, el sector de la economía por excelencia donde se pueden
conocer de manera más precisa los cambios en la productividad
es la industria (incluida la agroindustria).
Y aquí llegamos al
nudo del problema. En la economía capitalista, el motor de la
producción es la ganancia. Y el origen de la ganancia, desde
el punto de vista marxista, no es otro que trabajo humano no pagado,
no remunerado. Por eso, cuando aumenta la productividad –lo que
significa que el rendimiento del trabajo humano es mayor–, la
primera pregunta que hay que hacerse es: ¿quién se beneficia
con ese mayor rendimiento del trabajo? ¿El capitalista, el
trabajador, ambos, uno más que el otro..?
Pues bien, aun con
todo lo incompletas y a veces tramposas que son, las propias estadísticas
oficiales nos dan la respuesta. Veamos.
Un informe reciente
del Ministerio de Economía señala que “la productividad –medida
por obrero ocupado– alcanzó el nivel récord de los últimos 15
años” y que “la industria argentina registró [en 2005] un
nivel de productividad laboral media un 19% mayor [al de 2002]” (Clarín,
12-4-06). Bueno, esto es curioso, porque nadie tiene ninguna noticia
de que el salario esté “en niveles récord”, precisamente, como
resultado de una productividad también “récord”.
Pero hay más. Según
la Secretaría de Industria, desde 2001, hay un 11% más de obreros
empleados, pero el volumen de la producción industrial creció un 30%
(Clarín, 20-6-06). ¡En esa diferencia está la
“productividad récord”!
Salarios, costo laboral y ganancia
empresaria
Ahora estamos
acostumbrados –gracias a Kirchner– a que en la discusión salarial
lo primero a tener en cuenta es la inflación. Lógicamente,
con un 10-15% de inflación anual –que para los trabajadores es más
alta, porque consumen productos básicos que aumentan más que el
resto–, todo reclamo salarial debe partir por compensar el
costo de vida.
Pero eso es sólo el
punto de partida. En particular en la industria, si no se
discute una compensación salarial por aumento de productividad,
ese aumento se le está regalando de hecho a la patronal. Ésa
es la traición escandalosa de Moyano y Cía.: encima que negocian un
aumento que no compensa ni siquiera la inflación pasada, a toda la
burguesía industrial se le dona graciosamente el incremento récord
de la productividad de los últimos años.
Algunos quizá
recordarán que, cuando empezó a dispararse la inflación (en el
2004), la patronal primero se negó a ajustar salarios por el costo de
vida, alegando que los únicos aumentos que podían conceder eran
“por productividad”. Pero resulta que los industriales hicieron
bien las cuentas y descubrieron que no les convenía para nada. Por
eso, rápidamente metieron violín en bolsa respecto de la
productividad y se mostraron dispuestos a negociar aumentos según
la inflación, siempre que fueran “razonables”. Y ya sabemos
que a “razonables” y “prudentes”, a los burócratas de la CGT
no les gana nadie. Así fue como los aumentos por productividad,
misteriosamente, desaparecieron de las negociaciones salariales.
Y eso tuvo un correlato
inmediato en los costos laborales de los empresarios, y por ende
en las ganancias patronales. En la industria, el costo laboral (para
los empresarios) bajó casi un 30% respecto de 2001. El estudio de la
Secretaría de Industria que ya citamos muestra que, sobre 48 ramas de
actividad, casi todas bajaron sus costos laborales, y
que las que más lo bajaron fueron, justamente, las que
lograron mayor incremento de la productividad: siderurgia (¡un
50%!), automotores, agroindustria. No casualmente, todas esas
ramas tienen una producción orientada a la exportación. Es decir,
esas industrias gozan de triples beneficios: dólar caro, aumento de
la productividad... y no tener que pagarle a sus trabajadores esa
mayor productividad.
Así se entiende por
qué las ganancias empresarias en ese sector también son
récord, y por qué la participación de la masa salarial
sobre el total de ingresos también es inédita... pero por lo baja.
Es esta estructura de distribución del ingreso entre las clases
sociales fundamentales (capitalistas y trabajadores) la que
sostiene el actual funcionamiento de la economía argentina, y es defendida
a rajatabla por el gobierno de Kirchner.
Jornadas y ritmos de trabajo
Pero, ¿dónde
origina la productividad? Alguien podría decir que, después de todo,
si los capitalistas invierten en maquinaria y tecnología que mejora
el rendimiento del trabajo, tienen derecho a quedarse con el producto
de éste.
Pues bien, resulta
que, salvo en algunos sectores específicos (en general, los
orientados a la exportación), el grueso del aumento de productividad
se debió menos a una modernización del equipamiento industrial que a
una mayor duración e intensidad de la jornada promedio de trabajo.
Lo que, en términos marxistas, se denomina, respectivamente, aumento
de la plusvalía absoluta y relativa.
Pero no hace falta
que acudamos a El capital de Marx, sino a la Secretaría de
Industria: en la reducción del costo laboral desde 2001 “impactó
la mayor intensidad laboral en la industria (...) El número de
horas trabajadas creció más que la ocupación industrial. O sea, cada
ocupado trabajó más horas” (Clarín, 15-3-06). Esto
explica que la jornada laboral argentina sea, en términos
internacionales, una de las más largas. Según el INDEC, hay 5,3
millones de personas que trabajan más de 46 horas
semanales, y por cada desocupado hay tres trabajadores
“sobreocupados”.
Esto se debe, por un
lado, a que los bajos salarios obligan a trabajar más horas (plusvalía
absoluta). Así lo demuestra el hecho de que las jornadas
semanales más extenuantes (más de 61 horas) se dan
entre los trabajadores de más de 40 años, es decir, los que
tienen más responsabilidades familiares. La otra razón es que la
patronal obliga a producir más con la misma cantidad de obreros (o,
como vimos a nivel general, que un 11% más de obreros produce un 30%
más). Así, “la intensidad laboral subió en promedio un
12,4% y se profundizó en casi todas las ramas manufactureras,
con picos del 45% en el sector automotor” (Idem).
Si a eso se suman los
ritmos infernales de producción, obligados ya sea por la
arbitrariedad patronal, por el tipo de maquinaria a operar o por
ambos, tenemos la otra pata (la plusvalía relativa) del
aumento de la productividad del trabajo industrial.
Es esta mayor
productividad, reiteramos, la que explica directa o
indirectamente, en última instancia, el aumento de la producción,
del PBI, de las exportaciones, del superávit fiscal... Es esta
mayor explotación de los trabajadores, de sus fuerzas, de sus
nervios, de sus músculos, la que sostiene el andamiaje de la economía
K. Y es esta enorme masa de trabajo adicional no pagado la que
el gobierno, la patronal y la burocracia barren bajo de la alfombra
cuando deciden que de la productividad no se habla. Es hora
de que la lucha de los trabajadores vuelva a poner sobre la mesa este
manjar que los capitalistas devoran debajo de ella.
La otra cara de las
ganancias
El
accidente nuestro de cada día
La
pelea por mejores condiciones laborales
Por
Oscar Alba
Socialismo
o Barbarie, periódico, 22/06/06
El
lunes 19 de junio la medianera de un galpón en obra se derrumbó en
el barrio de Villa Luro y un obrero quedó atrapado bajo los escombros
durante más de una hora. El accidente ocurrió en la calle Margariños
Cervantes al 4700, a la mañana. El obrero fue rescatado por personal
de Bomberos y atendido por la unidad del Servicio de Atención Médica
de Emergencia (SAME) y de guardia de Auxilio.
“Después
de más de una hora de trabajo, fue trasladado al Hospital Vélez Sársfield
con fractura en la pierna izquierda y traumatismos generales, aunque
está fuera de peligro. Hubo que trabajar con mucho cuidado porque había
peligro de que se viniera todo abajo, hubo que mover los escombros muy
despacio (…) Otro operario también sufrió heridas y traumatismos,
«aunque lo salvó el casco», aclaró el comisario Medina” (Clarín,
20-6-06)
Es ya
cotidiano saber de este tipo de noticias en los distintos medios de
difusión, y reflejan que uno de los mayores problemas que enfrentan
los trabajadores todos los días son los accidentes laborales. La
reactivación de algunos sectores de la economía, junto a la mayor
superexplotación obrera, ha traído consigo un incremento de los
accidentes de trabajo. En este sentido, nuestro país no escapa al
alto índice de accidentes laborales a nivel mundial, donde se calcula
que anualmente ocurren alrededor de dos millones de accidentes creados
por las pésimas condiciones laborales impuestas por los capitalistas.
A fines
de abril se realizó en nuestro país la III Semana Mundial de la
Salud y la Seguridad en el Trabajo, organizada por la OIT. A ella
asistieron, entre otros, el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, que
buscó exaltar los logros de la gestión de Kirchner. Pero más allá
de leyes y discursos oficiales, la realidad nos indica que la
superexplotación que sufren a diario los trabajadores son la causa
fundamental de los accidentes laborales.
Las
largas jornadas de trabajo de diez a doce horas desgastan
permanentemente la capacidad de trabajo y provocan la disminución de
los reflejos en las tareas laborales. De esta manera, no es casual que
los accidentes laborales, en gran parte, se produzcan en las últimas
horas de trabajo, que es cuando los trabajadores están más cansados.
De esta manera, mientras el presidente Kirchner se desgañita en sus
discursos “progresistas” hablando de lograr la ansiada “justicia
social”, los trabajadores quedan atenaceados entre sus patrones, que
les exigen más y más esfuerzos, y las ART, que lucran con el riesgo
laboral.
A su
vez, la precariedad laboral y el empleo en “negro”, además de
reducir costos para las patronales sin pago de aportes y por lo tanto
sin cobertura de Obra Social y Aseguradora de Riesgos de Trabajo,
dejan a una franja de trabajadores indefensos ante la posibilidad de
un accidente de trabajo.
Una
pelea global
La reactivación de
algunos sectores de la producción como, por ejemplo, los frigoríficos
y la construcción, ha engordado los bolsillos de las patronales, pero
no han significado un aumento cualitativo del nivel de vida de los
trabajadores. Por el contrario, miles de obreros de esos sectores
deben realizar doce o catorce horas de trabajo para poder subsistir,
con el consiguiente desgaste de sus fuerzas y el aumento de los
riesgos de accidente. Pero es bueno aclarar que en todas las ramas de
la producción se ha incrementado la tasa de accidentes. El gobierno
de Kirchner, a su vez, cuenta con la burocracia sindical para imponer
las actuales condiciones laborales. Desde hace aproximadamente 10 años,
en la Argentina, el 42% de los nuevos convenios acordados por patrones
y sindicalistas contiene cláusulas de alargamiento de la jornada
laboral. Por eso, la lucha por mejores condiciones de trabajo es una
pelea global contra la política del gobierno de Kirchner, la
superexplotación patronal y la complicidad de los Moyano, Daer,
Palacios y los “nuevos” burócratas” de la CTA, con De Genaro a
la cabeza. Y debe estar unida a los reclamos salariales como parte de
la defensa de las condiciones laborales, teniendo como objetivo
fundamental la reducción de la jornada laboral sin rebaja salarial.
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