La
economía crece pero empeora la distribución del ingreso
Por
Paola Visca Tercer Mundo Económico, junio 2006
Enviado por Correspondencia de Prensa, 25/06/06
A pesar de las
recientes altas tasas de crecimiento económico, la desigualdad no se
ha reducido en Argentina. Por el contrario, el gasto social estatal no
se ha recuperado y los ingresos del 10 por ciento más rico son ahora
30 veces superiores al del 10 por ciento más pobre.
La economía
argentina no ha dejado de crecer desde el año 2003. Si bien a fines
de 2001 el país sufrió una gravísima crisis económica y
financiera, que se extendió a 2002, el país registró en los años
siguientes tasas de crecimiento del producto interno bruto (PIB) que
sobrepasan el ocho por ciento anual. Pero a pesar de esta rápida
recuperación de muchos indicadores económicos esa mejora no se ha
extendido al plano social, donde la situación todavía se mantiene
rezagada.
Una primera
constatación indica que el gasto social asignado por el gobierno de Néstor
Kirchner es incluso menor al promovido por los gobiernos anteriores,
incluso el de Carlos Menem. En efecto, según el Instituto Nacional de
Estadística y Censos (INDEC) de Argentina, en 2004 el gobierno destinó
al gasto social poco más de 45.500 millones de pesos (15 millones de
dólares), frente a los 56.000 millones que destinara el de Menem en
1994 y a los casi 60.000 millones el de Fernando de la Rua en 2001 (en
valores constantes). Las estimaciones no oficiales para 2005 sostienen
que el gasto social total habría aumentado en este último año hasta
alcanzar los 51.000 millones de pesos.
Una segunda conclusión
es que bajo ese crecimiento espectacular de la economía, la ausencia
de un mayor gasto social, junto a otros factores, terminó
desembocando en un empeoramiento en la distribución del ingreso.
Argentina se ha convertido en uno de los países más inequitativos
del continente. La diferencia entre el 10 por ciento de las personas
ubicadas en la franja socio–económica más elevada y el 10 por
ciento más pobre se ha ampliado a más de 30 veces. Esta cifra
resulta realmente alarmante, sobretodo comparándola con los valores
que este indicador tenía en la década del 70, cuando esa diferencia
era de sólo ocho veces. Esta brecha no ha dejado de crecer, y en
entre 2004 y 2005 pasó de 28 a las 30 veces actuales.
Los valores del índice
de Gini –un indicador utilizado para medir el grado de concentración
del ingreso en una sociedad– han estado empeorando en las últimas décadas
no sólo en el caso argentino sino en el de toda América Latina. (Los
valores del índice de Gini van de cero a uno, donde los resultados más
altos indican una mayor concentración, es decir una distribución
menos igualitaria.) En América Latina y el Caribe el índice pasó de
poco más de 0,48 en la década del 70 a 0,52 a principios de la década
actual. En lo que respecta a Argentina, los valores para las zonas
urbanas han pasado de 0,42 a principios de la década del 90 a 0,47 en
1995 y a 0,53 a fines de 2002 (según la Encuesta Permanente de
Hogares del Instituto de Estadística). Es decir que en Argentina se
observa un retroceso particularmente rápido en la equidad,
especialmente en los últimos años, a pesar de un escenario ventajoso
desde el punto de vista económico.
Las recesiones se han
caracterizado no sólo por el aumento de la pobreza, sino también por
el mayor deterioro relativo de los ingresos de los pobres. Tanto la pérdida
de ingresos como el aumento de la desigualdad del ingreso llevan a una
distribución menos equitativa.
A fines de 2004, un
economista de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) sostenía
que a pesar de la reactivación, los obreros y empleados no recibían
los frutos de ese crecimiento económico. Recordó que la suma de los
ingresos del conjunto de empleados, formales e informales, desocupados
que perciben subsidios y jubilados representaba el 34 por ciento del
PIB en 2001, momentos antes de la crisis. Pero en 2002 la participación
bajó a 29 por ciento, en 2003 a 27 por ciento y en 2004 volvió a
caer al 25 por ciento. Se podría argumentar que en épocas de crisis
este cociente disminuya, pero una vez superada y en momentos de
bonanza económica, esos números no sólo no mejoraron sino que ni
siquiera se acercaron a los niveles anteriores.
Los analistas de la
CTA consideran que la reactivación económica beneficiaba apenas a un
puñado de empresas. Frente a un incremento de ocho por ciento en la
actividad, las ganancias de las cien empresas más importantes de
Argentina crecieron 47 por ciento. Además, la población sigue
sosteniendo buena parte de la recaudación: en Argentina más del 60
por ciento de la recaudación proviene de impuestos al consumo
mientras es relativamente baja la presión sobre las ganancias.
En este contexto de
desigualdad se observaron avances al lograrse una disminución en la
pobreza y la indigencia en el último año. Se estima que esto se debe
a aquellas personas de los sectores populares que cayeron en la
pobreza durante la crisis y que lograron revertir su situación
gracias al reciente dinamismo económico, mientras que otros tantos
indigentes pasaran a la categoría de pobres.
La evidencia empírica
parece chocar con la idea de equidad y bienestar que Kirchner pregona
en su discurso. Efectivamente, aunque el actual gobierno congela
precios, subsidia servicios y mantiene planes asistenciales, en los
hechos la distribución del ingreso sigue siendo cada vez más
regresiva. Los analistas sostienen que parte de este resultado se debe
a que jubilaciones, salarios de docentes y personal de la salud han
perdido poder adquisitivo, afectando así a un amplio sector de la
población.
Otra de las causas
que estaría afectando la mala distribución en los últimos años se
derivaría de la baja en el porcentaje del gasto en los rubros de
educación, cultura, ciencia y técnica. Las cifras muestran que en
estos ámbitos, el gobierno destinó 28 por ciento menos en 2004 que
en 2001. Es cierto que rubros como empleo y seguro de desempleo
evidenciaron un fuerte aumento en el último año, pero también es
verdad que si no se refuerza la educación y la preparación de los
trabajadores para la reinserción en el mercado laboral, ese aumento
en el empleo no se va a ver reflejada en mejores condiciones de
ingresos, y esto es lo que conduce a mayores niveles de inequidad.
La informalidad
constituye otra barrera a la mejora en la equidad, que a la vez está
relacionada con las características educativas de la población
laboral. Las diferencias entre salarios formales e informales es cada
vez más grande, alcanzando en la actualidad un 40 por ciento. Las
cifras son una vez más alarmantes: en el sector privado el 50 por
ciento de los trabajadores están "en negro", es decir fuera
del sistema legal.
Lo que en un
principio puede parecer una contradicción, que el aumento en el número
de ocupados no debería empeorar las condiciones de equidad, se
explica entonces por la calidad del empleo. Muchos de los empleos que
se generan son en condiciones de informalidad, es decir sin cobertura
de seguridad social y con remuneraciones muy por debajo de las del
sector formal.
Las cifras anteriores
no dejan de ser llamativas. Se esperaría que con un gobierno que se
define como de izquierda la tendencia al aumento de la desigualdad se
revirtiera. Sin embargo esto no sucede. Los estudios demuestran que la
distribución del ingreso no está mejorando en Argentina, y por lo
tanto tampoco mejoran las condiciones de vida de una gran parte de la
población. Las razones pueden ser muchas, y entre ellas están las
que se han comentado previamente donde ha fallado el papel del Estado
en redistribuir activamente parte del ingreso generado en el país.
Esto demuestra una
vez más que el crecimiento económico no es sinónimo de desarrollo
ni tampoco es suficiente para lograrlo. Para que el crecimiento se
refleje en mejoras para la sociedad se requieren de medidas específicas
que no pueden reducirse a planes asistenciales puntuales. Es necesario
crear oportunidades diversificadas que permitan lograr una vida digna
asegurando educación, trabajo y salud. Si se espera que el mercado
por sí mismo genere esas oportunidades, sin intervenciones ni
incentivos, se seguirá perdiendo un valioso tiempo para lograr una
mejora verdadera en la equidad.
.–
Analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología,
Equidad – América Latina): www.economiasur.com.
|