Entrevista
a María del Carmen Verdú de la CORREPI (Coordinadora contra la Represión Policial e
Institucional).
No
muy “derechos” y nada “humanos”
Socialismo
o Barbarie, periódico, 20/07/06
Después del crimen de Belgrano el pasado 6 de julio, se
escuchó nuevamente al ingeniero Blumberg pedir “que se baje la edad
de imputabilidad a los menores”. ¿Acaso sirvió para aminorar la
delincuencia que se tomara esa medida, entre otras, en el 2004? Es que
el aumento incontenible de la delincuencia no es producto de “manos
más duras o más blandas”, sino el resultado de un profundo proceso
de descomposición social y corrupción. Que son parte de un entramado
feroz con las cúpulas de las instituciones del Estado, ya que Estado
y gobierno que no escatiman esfuerzos ni recursos en reprimir la
protesta social. Para conocer su opinión sobre el tema, entrevistamos
a María del Carmen Verdú, abogada integrante de la CORREPI
(Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional).
SoB: ¿Cómo ves el tema derechos
humanos, que es una de las banderas agitadas por este gobierno?
MCV: Lo que pasa es que justamente CORREPI,
como organización, es consecuencia o fruto del hecho de que, en la
Argentina, hablar de la vigencia de los derechos humanos o de pelea
por los derechos humanos o por su defensa siempre ha sido referido en
forma exclusiva y excluyente a las violaciones a los derechos humanos
cometidos en un determinado período histórico. Es decir, hasta 1983.
A lo sumo, y en el colmo de la amplitud, te aceptan que antes del 76
ya había secuestros, torturas, etc. Pero siempre referido a la etapa
de la –como la llamó la propia dictadura– “lucha contra la
subversión”, y además en función de una caracterización de estos
hechos a través de la identidad de la víctima. Identificado como un
militante y perteneciente o no a una organización armada, pero sí
vinculado con organizaciones de izquierda, revolucionarias, etc.
La CORREPI es fruto de esta equivocadísima concepción
acotada de los derechos humanos precisamente porque a fines de
la década del 80 y principios de los 90 no logramos incorporar los
temas vinculados con violaciones a los derechos humanos posteriores al
83, fundamentalmente protagonizados por fuerzas de seguridad, no ya
las Fuerzas Armadas, en la agenda de los organismos existentes.
SoB: ¿Notás como un corte en esos años?
MCV: Justamente. En el 1987, 88, 89, el grupito de compañeros
que andábamos preocupados observando estos fenómenos que luego
caracterizaríamos como política de Estado –el gatillo fácil, las
detenciones arbitrarias, la utilización sistemática de la tortura a
detenidos legales o ilegales– tratamos de desarrollar una tarea
militante sobre estos temas. Recorrimos absolutamente todas las
oficinas, todos los locales de todos los organismos habidos y por
haber, intentamos reuniones con representantes de fuerzas políticas.
A partir de 1991 tuvimos un poco más de suerte en cuanto a
la magnitud de la convocatoria, porque ya para entonces estábamos
trabajando la causa Bulacio, que nos había dado cierta visibilidad en
los medios oficiales de comunicación, y por rebote, cuando convocábamos
a una reunión, venía todo el mundo. Pero a treparse en el tema
Bulacio, que era altamente convocante y sobre todo para los sectores
juveniles, estudiantiles, etc., en una época en que había más gente
en un ascensor que en una movilización de izquierda.
Pero aún así, la respuesta que recibíamos cuando planteábamos
estos temas era: “bueno, pero esos son casos policiales, cómo podés
comparar tres negros tirados en una esquina chupando cerveza como los
de Budge con los militantes revolucionarios que dieron su vida por un
ideal”. Y nosotros decíamos: “muchachos, la condición sine
qua non para decir que un hecho, además de ser un delito común, es
una violación a los derechos humanos, un crimen de Estado, es
justamente que el autor sea el Estado a través de los integrantes
de sus fuerzas de seguridad o Fuerzas Armadas, es decir, a través de
su aparato represivo”.
Esta idea, que está felizmente superada a medias en
algunas organizaciones del campo popular, sobre todo las
organizaciones políticas, más que en los organismos de derechos
humanos, ha sido fuertemente utilizada por el actual gobierno para
instalarse con esta autodenominación de “gobierno de los derechos
humanos”. Esto es promovido a tal punto por el gobierno, con tanta
inteligencia que cuando el otro día se produce este en Moreno, la
tortura y muerte de Lucas Ivarrola, sale Eduardo Luis Duhalde,
secretario de Derechos Humanos de la Nación, a decir que la metodología
remite directamente a la dictadura, hasta utiliza simbólicamente el
tema del Falcon verde –como si hoy la Policía utilizara Falcon
verde– y plantea que esto es gravísimo porque demuestra que todavía
queda una cultura autoritaria.
A los hechos nos remitimos. En nuestro archivo de casos,
que ronda los 2.000 registros de gatillo fácil y torturas seguidas de
muerte, son muchísimos los hechos idénticos al de Moreno,
posteriores a 1983. Ahora, ¿para qué le sirve al gobierno plantear
esta discusión? Primero, le sirve porque despega absolutamente el
tema Ivarrola del Estado actual, del gobierno actual. En segundo
lugar, le permite también fortalecer sus propias posiciones frente a
los que le critican su “montonerismo”, entre comillas, el rol que
asume como querellante en las causas contra los milicos.
SoB: ¿Qué opinás del juicio a Etchecolatz y el Turco
Julián?
MCV: El hecho de que el gobierno, a través de
la Secretaría de Derechos Humanos, se incorpore como querellante en
las causas de los milicos, es muy fácil de explicar. O sea, ¿a quién
jode hoy que Etchecolatz vaya preso? ¿Qué influencia, qué poder
concreto, qué función real cumple hoy Etchecolatz en el marco de la
administración de la política represiva del Estado? Una de las
características de la burguesía es que una vez que utilizó a quien
tenía que utilizar, lo dejó tirado. Etchecolatz no sirve más, ¡ah,
bueno, adentro! Ahora eso sí, Ernesto Weber, ese sí les sirve hoy. Y
aunque esté comprobado por la Cámara Federal, no por CORREPI, que es
uno de los que dirigió y condujo la represión el 19 y 20 de
diciembre de 2001 y que el pelotón a sus órdenes fusiló por lo
menos a tres de los cinco muertos de Plaza de Mayo –a nuestro compañero
Petete Almirón, a Gastón Rivas y a Lamagna–, lo ascendieron a
comisario, le dieron la 27ª. Al segundo escrache, lo sacaron de ahí
y le dieron un puesto administrativo en el Departamento Central de
Policía, donde conserva su grado.
SoB: Hay juicios como el de la semana
pasada en Florencio Varela, donde los policías implicados terminan en
su mayoría absueltos, ¿qué
opinás?
MCV: Ni siquiera es el ejemplo más extremo de cómo
funciona la protección judicial. Lo habitual en los casos de tortura
es que los jueces, lejos de calificar como tortura o tortura seguida
de muerte, según el caso o los hechos, recurran a otras figuras como
los apremios, las vejaciones, los malos tratos, etc., que tienen penas
ínfimas, excarcelables, que justamente están en el Código para que
haya una alternativa de menos punibilidad.
Y por el otro lado, en la mayoría de los casos se recurre,
si no, a eufemismos como hablar de “homicidio preterintencional en
concurso ideal con apremios” frente a un hecho concreto en el cual
una persona es detenida arbitrariamente en la calle, reducida,
esposada, tirada al piso, con manos esposadas a la espalda, uno de los
policías lo levanta, forzándole los brazos hacia atrás, el otro lo
patea y golpea en tórax y pecho, le produce una hemorragia interna
que una semana después le causa la muerte. Y eso es “homicidio
preterintencional en concurso con apremios o vejaciones”, en lugar
de tortura seguida de muerte. Ahí es donde se ve cómo confluye cada
uno de los poderes del Estado en el rol que le toca. Legisladores
legislando ese tipo de normas, los jueces aplicándolas, forzando la
figura. Del mismo modo en que producen todo el proceso de
criminalización, forzando las figuras penales que describen conductas
de otro tipo para aplicarlas a las conductas que quieren castigar
ligadas a las luchas sociales o al conflicto social, y por el otro
lado, cuando el imputado es un integrante de las fuerzas de seguridad
del Estado, hacen exactamente lo contrario.
SoB: En relación a los 2.000 casos de
gatillo fácil que mencionás, fueron a partir de 1983 y en la
actualidad, ¿siguen existiendo?
MCV: Sí, en forma inversamente proporcional a la repercusión
que tienen en los medios de prensa. Porque si nos guiáramos por lo
que sale en los diarios, no hay gatillo fácil. Ivarrola es el primer
caso. Sin embargo, el año pasado, cuando hicimos la presentación del
archivo en Plaza de Mayo, lo que los números cantaron fue que el
“gobierno de los derechos humanos” estaba matando un pibe día por
medio. Y sigue la misma proporción. Incluso nosotros a mitad de año
vamos a presentar un anticipo del archivo junto con informes sobre
otros temas: presos políticos, persecuciones, hostigamiento, amenazas
y utilización de patotas en la represión para que el aparato oficial
del Estado quede despegado. Donde el dato más interesante –porque
el informe abarca precisamente a partir del 25 de mayo del 2003, es
decir desde la asunción de Kirchner– es que la cantidad de casos de
gatillo fácil que superan los 500 que ha tenido Kirchner en estos 3 años,
es superior, en proporción a la cantidad de tiempo, a cualquier otro
gobierno anterior desde 1983. O sea, la Policía de Kirchner, la Policía
del “gobierno de los Derechos Humanos” y sus aliados provinciales,
está matando más gente que Menem, que Duhalde, que Alfonsín, que De
la Rúa, de la misma forma que ha tenido más presos políticos que
cualquiera de ellos.
SoB: En este marco, ¿cómo ves la situación
y ubicación de los organismos de Derechos Humanos?
MCV: Tendríamos que hacer como dos sectores: los que eran
los organismos históricos, después tenías las organizaciones
“nuevas”, de las cuales Hijos y Ex Detenidos eran las únicas
reconocidas con una jerarquía similar a la de los históricos por ser
de afectados directos de víctimas de la dictadura. Y en el resto de
las organizaciones nuevas tenías también dos segmentos: el de las
organizaciones independientes de otras organizaciones de carácter político
y el de las organizaciones conformadas a partir de la decisión de una
organización política de generar un frente propio de lucha en el ámbito
de los derechos humanos.
Hoy por hoy, el panorama es: Históricos, con
la excepción de Ex Detenidos –como quedó clarísimo con los
sucesos del 24 de marzo– y algunas otras organizaciones que tienen
alguna ambivalencia –es decir, que rompen pero no tanto, o
confrontan pero no tanto–, prácticamente todos los demás
organismos están incorporados a diversos grados de cooperación con
el Estado. Si caminás por la calle y ves los afiches que convocan al
acto en que se va a hacer la presentación del Espacio Memoria y no sé
cuánto, vas a ver que lo integran el Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires, el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo de la Ciudad y todos
los organismos tradicionales (excepto Ex Detenidos).
CORREPI entiende que es una política errónea. Los
organismos de Derechos Humanos tienen que ser absolutamente
independientes del Estado. ¿Qué tenemos por el otro lado? Los “no
históricos”, compañeros con los que nosotros compartimos sobre
todo, más que el tema de la represión “preventiva” del gatillo fácil
o la tortura, el trabajo contra la criminalización de la protesta,
presos políticos, etc. Son organizaciones con las que tenemos altísimos
grados de acuerdos políticos en más de una cuestión (por ejemplo,
el tema presos políticos) como la Coordinadora por la Libertad de los
Presos, Apel, Ceprodh, que en general están ligadas a algún partido,
lo que no obsta al trabajo común.
Hay una aclaración previa que hacer: si bien
cuando se habla de cooptación uno piensa inmediatamente en Hebe de
Bonafini –por la repercusión que generó, por el rol que
ocupaba–, lo cierto es que organismos cooperando con los gobiernos
desde el 10 de diciembre de 1983 hubo siempre. El 24 de marzo de 1998
a la mañana hubo un acto bajo la lluvia, en la Costanera, donde se
ponía la piedra fundamental de lo que hoy es el Parque de la Memoria,
el monumento a los desaparecidos, flores al río... ¿Quiénes lo
organizaban? El Gobierno de la Ciudad, que era De la Rúa, con toda la
comparsa del Frente Grande, Frepaso, Alianza y demás, y salvo Ex
Detenidos, Hijos y Asociación Madres en aquel momento y CORREPI (en
ese momento no existían el resto de las organizaciones que
mencionamos), todos los demás participaron de ese acto. De hecho, ése
es el germen del Espacio Memoria que sale ahora, era la Comisión por
la Memoria del Gobierno de la Ciudad. No es una división nueva, lo
que pasa es que nunca se puso tan de manifiesto como ahora.
SoB: ¿Cómo se ubica la CORREPI en esta situación?
MCV: Los organismos no nos reconocen como pares
ni a nosotros nos interesa serlo, porque no nos definimos como un
organismo de Derechos Humanos. CORREPI se define como una organización
política que activa en el campo de los derechos humanos, que no es lo
mismo. Y específicamente en el campo de los derechos humanos, en la
lucha antirrepresiva, en la denuncia y confrontación de las políticas
represivas del Estado, no en cualquier tema de derechos humanos.
Lo que nos ha causado esta situación es ciertos
“problemas”, porque nos tuvimos que poner los pantalones largos.
¿Por qué? Porque lo que nos está pasando es que nos hemos
convertido en una especie de embudo. Tipo que anda suelto en la vida
con una inquietud en el ámbito antirrepresivo, en derechos humanos,
que se ha ido apartando de los lugares donde estaba porque no quiere
apoyar a este gobierno, ¿adónde va a ir? Tenemos una crisis de
crecimiento que nos está comiendo la vida. Sobre todo cuando es una
organización como CORREPI, que tiene una militancia concreta,
territorial, barrial, en la calle, de movilización, de escraches y
demás, y por el otro lado trata de producir, de generar material teórico
sobre temas de debate en este terreno.
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