Carta
de lectores
Verso
y negocio en la salud “pública”
Socialismo
o Barbarie, periódico, 03/06/08
Hace un año y medio que
padezco esclerosis múltiple, que me imposibilita caminar por ser una
enfermedad del sistema nervioso. Empiezo a hacer gestiones en el
Gobierno de la Ciudad y me topo con una Comisión para la Plena
Participación e Integración de las Personas con Necesidades
Especiales (COPINE), dependiente de la Subsecretaría de Derechos
Humanos del Gobierno de la Ciudad. “Es una herramienta para hacer
efectivo el reclamo, el cumplimiento de los derechos de las personas
con necesidades especiales, teniendo como eje fundamental la
participación ciudadana”. Bla, bla, bla.
Además,
la ley 471 del Gobierno de la Ciudad, en su Cap. XV, art. 63, dice:
“El Poder Ejecutivo establecerá los mecanismos y condiciones a
los fines de garantizar el cumplimiento del cupo previsto para las
personas con necesidades especiales de conformidad con lo
establecido en el art. 44 de la Constitución de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, debiendo asegurarse además la igualdad de
remuneraciones de estos trabajadores con los que trabajadores que
cumplan iguales funciones en el ámbito de la Ciudad de Buenos
Aires”.
Hace
un año y medio que estoy anotada como trabajadora gráfica, que es mi
oficio, y todavía estoy esperando que me llamen. Pura mentira, pura
farsa. Lo único que me han dado es un pase para el transporte público
y para ver algún espectáculo.
A
los discapacitados se nos sigue discriminando. No nos matan, ¡menos
mal! ¡Falta poco! No se nos mata contra el paredón, pero esto se le
parece bastante.
Porque
además de no darme trabajo tampoco me dan la pensión por invalidez.
Están haciendo tiempo. Están esperando que la gente discapacitada se
muera.
Pero
de sus negocios no se olvidan. Ahí sí cumplen los compromisos. A
partir del diagnóstico de la enfermedad, me derivan del mismo
hospital público a un equipo de tres médicos neurólogos que
trabajan para un laboratorio El laboratorio experimenta. Yo firmé un
contrato con ellos, soy paciente exclusiva de ellos y están probando
una droga. En la preocupación por encontrar una mejoría, otros
pacientes y yo firmamos como un contrato de alquiler de nuestro cuerpo
para que ellos experimenten. En realidad, no es para curarme, la droga
lo que hace es prevenir otros posibles ataques y lesiones. Más o
menos como un “conejillo de Indias”. Ahora el término es más
fino. Nos llaman “pacientes de protocolo”.
Cada
tres meses me analizan y me dan los remedios. Hay una rivalidad entre
laboratorios, que están peleando para ver quién se queda con la
famosa patente del remedio. Quién lo saca primero al mercado. El
laboratorio te financia sólo el remedio, no las terapias de
rehabilitación, kinesiología, etc. Si te agarra una gripe, no les
importa nada. A ellos lo que les importa es el efecto del remedio. Un
día le pregunté: “Dra., ¿me puedo vacunar contra la gripe?” Porque
esta droga te baja las defensas. “Sí, no hay ningún problema”.
Total, qué les importa. Si ellos están probando. Te dan un frasquito
que no sabés lo que tiene, porque lógicamente su fórmula no se da a
conocer.
Como
trabajadora y socialista, hago esta denuncia de una cara más de la
barbarie capitalista.
Tana
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