Lanzamiento
anticipado de la carrera electoral
Danza de candidatos patronales
Editorial
Socialismo
o Barbarie, periódico, 17/08/06
El
momento político actual se caracteriza, ante todo, por el hecho de
que el gobierno ha logrado relativa estabilidad respecto de los meses
de apogeo de los reclamos salariales. El aparente control de la
inflación –contenida artificialmente a un precio que en algún
momento habrá que pagar– y la invalorable colaboración de la
burocracia de Moyano y Cía. para “cerrar” el piso-tope salarial,
han dado como resultado una coyuntura donde los conflictos son la
excepción, no la regla. Incluso algunos de los procesos de lucha
salarial más importantes en estos momentos, como el de los docentes y
estatales cordobeses, también están mediados por las internas políticas
burguesas y los enjuagues electorales, que han pasado al centro de
la escena.
En
efecto, por más que a la inmensa mayoría de la población esas
componendas le importan un rábano, hoy ordenan la agenda política
del país.
Candidatos,
partidos y régimen político
Sin
embargo, el adelantamiento de la campaña electoral deja ciertos
elementos para el análisis y la denuncia. Por ejemplo, el hecho de
que, siguiendo una tendencia mundial, los partidos políticos
tradicionales se vacían cada vez más de contenido, transformándose
en cáscaras sin base social activa de masas ni lineamientos ideológicos
distintivos. Por eso, reflejan de modo cada vez más directo una
dependencia de su soporte económico-material, vinculado a la gestión
del Estado.
El
caso de los “radicales K” y la candidatura de Lavagna ilustra
esto. Los dirigentes radicales que tienen “responsabilidades
ejecutivas” –esto es, gobiernan algo– son justamente los más
proclives a acordar una coalición electoral con Kirchner. ¿Las
razones? Simples: dependen de la caja del Estado
En
cambio, los radicales “políticos” –que no gestionan grandes
distritos– y los duhaldistas y menemistas (desplazados del poder),
buscan amucharse alrededor de un candidato “potable”, y en ese
sentido, Lavagna les cayó como maná del cielo.
La
“coalición Lavagna” es un poco más “ortodoxa” en su visión
de la economía, más renuente en imponer regulaciones al dios
mercado que la “coalición K”. Pero sería un error
suponer que esos matices van demasiado más allá.
Por
el lado de la derecha clásica, Macri y López Murphy representan la
defensa de un esquema neoliberal puro y duro. Pero los sectores más
concentrados de la clase capitalista están más que conformes con
el rumbo económico actual, que les asegura pingües ganancias.
Además, mientras no haya olas en la economía, ninguna candidatura
burguesa opositora podrá hacerle sombra al gobierno. ¿Con qué van a
convencer a la mayoría de los electores que son mejores que Kirchner?
¿Con los llamados a la “calidad institucional”? Y a la misma
esterilidad está condenada la candidatura de Carrió y el ARI.
Este
escenario, donde lo que manda son las coaliciones basadas en
aprovechamiento de la gestión y los recursos del Estado, muestra
entonces grietas en una de las principales instituciones del régimen
democrático burgués: los partidos tradicionales, que en el caso de
la UCR está cerca de ser terminal. Y más allá del señalado
vaciamiento de los partidos patronales, en el caso argentino se agrega
que esta realidad es producto de que aún no se ha cerrado del todo
la crisis de las instituciones abierta en diciembre del 2001.
“Hegemonismo”
K y formas bonapartistas en América Latina
En
este contexto, una característica del actual ciclo político en América
Latina es que todos los nuevos gobiernos quieren contar con más
tiempo para ejecutar sus proyectos. Chávez quiere quedarse hasta
el 2030, según dijo. Evo Morales no le anduvo en zaga. Aquí se habla
del proyecto de “asegurar”, mediante una sucesión de mandatos de
Néstor y Cristina Kirchner, una “dinastía K” hasta el 2020... A
escala más modesta, todos los gobernadores que pueden buscan
modificar la constitución provincial para permitir la reelección
indefinida. Ya lo hizo Alperovich en Tucumán, lo intenta ahora
Rovira en Misiones y hasta Felipe Solá quiere un pronunciamiento de
la Corte Suprema bonaerense que le permita presentarse a la reelección
en el 2007. Los constitucionalistas se rasgan las vestiduras y los
opositores braman: “¡Hegemonistas! ¡Dictadores! ¡Quieren quebrar
la alternancia democrática!” Tienen, sin duda, una parte de razón.
El
argumento común a todos los intentos de perpetuarse es que “hace
falta una refundación, un proyecto totalmente nuevo, que necesitará
varias gestiones para consolidarse”. La “alternancia democrática”
suena bien para los países “estables”, pero en esta castigada América
Latina –sugieren Chávez, Evo o Kirchner– no es tan fácil darse
esos lujos. Hay también en esto una parte de verdad. Veamos más de
cerca la cuestión.
En
el nuevo ciclo político inaugurado a comienzos de siglo en Sudamérica
con la serie de rebeliones populares que tiraron abajo gobiernos
“democráticos” y que dieron origen a la ola de gobiernos
“centroizquierdistas”, éstos tienen necesidad de actuar con
una mayor margen de maniobras que los del ciclo de los 90. Se
trata de gobiernos que no sólo operan como una mediación a las
luchas y revueltas populares, sino que también buscan operar como árbitros
de la lucha social, poniéndose pretendidamente “por encima” de
los conflictos entre las clases sociales, las fracciones internas de
la clase dominante y el propio imperialismo. Este rol que
pretenden asumir como condición para poder estabilizar el sistema,
es uno de los rasgos de lo que en la literatura socialista se
conoce como “bonapartismo”, aunque le falten otros.
Precisamente,
el incremento de las luchas populares, la debilidad de la
institucionalidad burguesa clásica en nuestro continente y la
necesidad de gestionar un Estado con más capacidad de acción política
y económica que en el período neoliberal clásico de los 90 son
las que explican algunas de las formas políticas del proyecto K que
tanto escandalizan a la oposición burguesa. Y también su
insistencia en la necesidad de “perpetuarse”.
Nada
de esto significa, por supuesto, el inicio de un nuevo “movimiento
histórico” con el que a veces deliran los kirchneristas. Mucho
menos que ese proyecto vaya a orientarse en un sentido
antiimperialista o “popular”. En nada beneficia este
continuismo patronal y burgués a los trabajadores y el pueblo, más
bien todo lo contrario: es la búsqueda de instrumentos y
atribuciones que les permitan terminar de reabsorber las rebeliones
populares con las que despuntó el siglo en nuestros países.
En
síntesis, se trata de casi una cuestión de instinto de conservación
para un elenco político y franjas importantes de la burguesía local:
sentar las condiciones para que uno y otras eviten perecer en la
morsa de las tendencias más agresivas de la mundialización
imperialista, por un lado, y las rebeliones populares que podrían
poner en cuestión toda la dominación capitalista, por el otro.
Desenmascarar
al gobierno K y apoyar las luchas obreras.
Poner
en pie un Frente Clasista y Socialista
La
actual coyuntura plantea una serie de tareas. Por un lado, hay
una lucha política inmediata y cotidiana por desenmascarar
todos los versos K, incluso los que parecen más “lejanos”. Varias
corrientes de la izquierda (visiblemente nuestro partido) hemos estado
haciendo esfuerzos con una campaña en defensa de la resistencia
libanesa y palestina en Medio Oriente ante la agresión sionista e
imperialista. Hemos hecho esto mientras que Kirchner, que posa de
“progresista” y defensor de los “derechos humanos”, no ha
hecho más que mirar para otro lado.
En
segundo lugar, hay que redoblar esfuerzos por el triunfo de todas y
cada una de las luchas parciales y / o aisladas que están en
curso en estos momentos, producto de la complicidad con el gobierno de
la CGT y la CTA. En este sentido, la coyuntura se caracteriza por la pelea
contra una ola de despidos que buscan golpear a sectores de
vanguardia y afectan lugares tan disímiles como FATE, el Hospital
Francés, Jabón Federal y otras, que reflejamos en estas páginas.
En
tercer lugar, se está instalado la discusión electoral en la
izquierda. Más allá de todos los límites del Frente PSOL-PSTU-PCB, la
campaña electoral del Brasil está mostrando un camino alternativo a
tener que optar por una u otra candidatura patronal. Porque este
frente, que lleva como candidata a Heloisa Helena, está logrando ser un
polo de atracción de amplias franjas obreras y populares a la
izquierda de Lula y el PT. De ninguna manera se puede fantasear con
repetir esa performance en nuestro país. Las características y
condiciones de uno y otro son muy distintas. Pero lo que sí es cierto
es que la discusión de la puesta en pie de un Frente Clasista y
Socialista para las próximas elecciones que se juegue a
desenmascarar los versos K tiene la importancia de jugarse a trazar una
línea política de clase frente a los actuales gobiernos que como
Kirchner, Lula, Chávez o Evo Morales, se llenan la boca de proclamas
“populares” y “antiimperialistas”, pero no dejan de ser
100% capitalistas.
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