¿Enemigos
mortales o variantes del sistema?
Blumberg
y Kirchner
Por
Isidoro Cruz Bernal
Socialismo
o Barbarie, periódico, 31/08/06
Aunque
la marcha polarizó los ánimos, la relación entre el ingeniero de
derecha y el presidente “progresista” muestra que las
coincidencias son más profundas que los desencuentros.
En
el momento inicial de las marchas securitarias de Blumberg, el
gobierno kirchnerista mantuvo una cierta distancia política y una
aspiración ulterior de cooptación del tosco y zafio ingeniero (con
manifestaciones recientes como la presencia de Blumberg en el acto
oficialista en Gualeguaychú).
Baste
recordar que cuando el Parlamento discutió sus propuestas, Blumberg
fue a presenciar la sesión y retaba a los parlamentarios que no
aceptaban sus propuestas como si se tratara de los sirvientes de su
casa.
El
gobierno consideró seriamente parte de las propuestas de Blumberg y
las incluyó en su plan de seguridad para la provincia de Buenos
Aires. Hay que recordar esto para ubicarse políticamente en esta
coyuntura en la que muchos de los cuadros “progresistas” del
kirchnerismo tratan de hacer creer que Blumberg y Kirchner son tan
opuestos como el agua y el aceite: la política de Kirchner fue
incorporar una parte mayoritaria de las demandas de Blumberg. Esto le
permitió mantenerse en el centro de la escena política en el momento
que Blumberg pasaba su “luna de miel” con la sociedad. Incorporar
el resto, es decir, el núcleo duro de las demandas de seguridad como
la rebaja en la edad de imputabilidad, implicaría para Kirchner
desdibujar el perfil político que le está dando evidentes réditos
en el gobierno.
Por
segunda vez, Castells marcha con Blumberg
El
asesino vuelve al lugar
del crimen
Ya
lo había hecho en la época de su largo matrimonio con PO, en el cual
éste escribía las declaraciones y Castells traía las cámaras. Fue
en la segunda marcha de Blumberg frente a Tribunales. La excusa fue
(según el libreto de Altamira) “pelearle la hegemonía” a la
burguesía en la “lucha contra la inseguridad, que afecta sobre todo
a los pobres”, decían a coro Castells y Pitrola. Hoy, por suerte,
el PO no va a las marchas de Blumberg.
Pero
para Castells una vez no basta. Concurrirá con su movimiento a esa
nueva marcha. De los motivos ni se preocupa. Habla genéricamente del
“derecho democrático de peticionar ante las autoridades”. No nos
molestaremos en polemizar con semejante argumento. Además del
contenido ultrareaccionario de la marcha, es un crimen llevar a su
propia base de origen popular y plebeyo a una marcha que pide más
poder para la policía. A la base de MIJD hay que decirle: “la próxima
víctima podés ser vos”. Y Castells los lleva de la mano al acto a
favor de sus futuros y posibles verdugos, fiel a su estrategia de
promoción personal a través de los medios y la mendicidad hacia el
estado burgués.
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Por
otro lado, en el último año y medio la violencia policial contra los
jóvenes en el Gran Buenos Aires ha pegado un fuerte salto, según los
datos manejados por la CORREPI. Estamos empezando a recoger los frutos
del plan de seguridad que ha sido obra conjunta de Kirchner y
Blumberg, tan aparentemente distantes en este momento.
Sin
embargo es evidente que hoy, a pesar de ser una contradicción no
antagónica, predomina el enfrentamiento en las relaciones
Kirchner–Blumberg. Hay varias razones para ello.
La
casi unanimidad inicial que tuvo Blumberg terminó siendo la causa de
la caída en la consideración social que experimentó hace un año,
cuando “sinceró” su visión del mundo. En ese primer momento
convivía el reclamo de los ricos en favor de reforzar la policía
para que los cuide a ellos y el reclamo de algunas víctimas del
“gatillo fácil” de esa misma policía. Esto no podía prolongarse
indefinidamente, era una coalición imposible. Las cosas se han ido
clarificando, y el empresario Blumberg reclama la seguridad por las vías
y métodos propios de su clase: a través del estado–gendarme clásico
del liberalismo y actualizado a la época neoliberal. Lo que no entra en este formato no es considerado.
Entonces,
la vuelta de Blumberg a la escena política presenta un doble
movimiento. Por un lado reafirmar y tratar de movilizar a su base
social orgánica: burgueses y clase media alta. Y por otro lado tratar
de expandir en la sociedad el imaginario social que representa,
reinstalarse con un perfil más potable, intentando propagandizar el
“manodurismo” en nombre del “bien común”, al tiempo que da a
su actuación una ubicación más política. Como se sabe, el nombre
de Blumberg está en danza como candidato de la derecha opositora en
provincia de Buenos Aires. Termine dándose esto o no, lo que es
notorio es el reagrupamiento, alrededor de Blumberg, de la derecha que
reivindica tanto la “mano dura” como la represión antiobrera de
los años 70, que busca recomponer su falta de iniciativa. Piensan que
Blumberg, pelele patético pero que empatiza con la sensiblería de
algunos sectores sociales, puede resultar un heraldo más presentable
ante la sociedad que Cecilia Pando (que reivindica abiertamente la
dictadura militar) y demás monstruos.
K
y la oposición burguesa
Gran
parte de estos realineamientos surgen a causa de la naturaleza del
kirchnerismo. Desde el MAS lo hemos definido como el “hijo burgués
del Argentinazo”. La rebelión popular del 2001 redefinió una serie
de puntos importantes en la política argentina. Su impulso no fue
suficiente para gestar una alternativa propia de los trabajadores,
pero determinó que el kirchnerismo, a falta de otra política, dado
el desprestigio e incapacidad hegemónica de la política neoliberal
dura, integrara algunas banderas de los grupos políticos y
movimientos sociales ligados a las clases subalternas.
Esta
integración de reivindicaciones se hace en función de fortalecer el
dominio capitalista. Es decir, tiene un carácter conservador y no
progresista como busca hacer creer. El cambio no se dio en lo económico.
Kirchner sostuvo una variante más regulada de las políticas económicas
de los 90. Lo que ha distinguido claramente a este gobierno respecto a
sus antecesores de la postdictadura ha sido su política de
desbloquear la investigación de los crímenes de la dictadura, la
prisión de algunos represores y la intención de juzgar a otros, la
reivindicación genérica de la militancia de los desaparecidos, la
“desbancada” del asesino Patti, etc.
La mayoría de los acusados son unos gerontes marginales respecto del
actual aparato del Estado y represivo, si bien esto no quita que la
política “legitimadora” haya permitido la cooptación en bloque
de la gran mayoría de los organismos de DDHH y de una parte
importante de la opinión pública. Lo que parecía imposible para la
mayoría, tocar los puntos sensibles de la transición democrática,
Kirchner lo hizo casi sin despeinarse, precisamente porque el tiempo
transcurrido sirve de “colchón”. De paso, muestra cómo usar los
derechos humanos para sostener el consenso de una nueva estabilidad
capitalista.
Los
sectores burgueses que piensan que Kirchner se extralimita en el
gobierno y que, por lo tanto, recusan esta versión más regulada del
capitalismo neoliberal, han decidido atacarlo levantando las banderas
de la “inseguridad”. Hace dos años que se repiten los discursos
que contraponen la “seguridad” del presente a los derechos humanos
“del pasado”. Buscan explotar un imaginario instalado en varios
sectores sociales y agitado cotidianamente por los medios, cuya tesis
es que una parte sustancial de la responsabilidad de los crímenes y
delitos corresponde a una supuesta “dictadura” de los derechos
humanos que impediría a la policía “proteger a la comunidad”.
La
marcha del jueves 31/8 es una apuesta importante para la oposición
burguesa de derecha. Una marcha con una concurrencia importante
mejorará el terreno para la futura confrontación electoral, ya que
le dará una mayor importancia al único tema en el cual el
kirchnerismo no le gana por goleada.
El
escenario opuesto diluirá a Blumberg como candidato posible del
marketing electoral de la democracia burguesa y lo retornará
forzadamente a la vida privada. La derecha perderá las esperanzas de
una confrontación en mejores condiciones con el kirchnerismo y
limitará sus ambiciones a tratar de quedarse con el mejor pedazo
posible del electorado radical de derecha.
Análisis
del “héroe” de la sociedad oficial (burguesa)
Por
la vuelta
Por
Isidoro Cruz Bernal
Socialismo
o Barbarie, periódico, 31/08/06
Otra
vez una marcha de Blumberg, la cuarta desde su aparición como mascarón
de proa de las cruzadas en favor de la “mano dura”, planteada por
la derecha neoliberal como la solución universal a los desequilibrios
sociales que ella misma genera.
La
propaganda muestra a Blumberg mirando a lo lejos. Esa mirada se repite
en otras fotos que lo muestran cargado de expedientes. Una mirada que
no implica una especial lucidez ni concentración de pensamiento, sino
lo exactamente opuesto. Basta escucharlo hablar, con su falta de ilación
e incontables furcios, para confirmar esto. Después de su fracaso del
año pasado, Blumberg se plantea volver al centro de la escena política.
¿Qué representó antes y qué representa ahora?
El
“efecto Blumberg”
Es
útil recapitular cómo Blumberg llegó a instalarse en el lugar que
ocupa. Fue el jueves 1º de abril de 2004 cuando, unos días después
que una banda de secuestradores asesinara a su único hijo, llamó a
una concentración frente al Congreso y logró convocar a más de
100.000 personas. Esta marcha tuvo una característica que en las
siguientes desaparecerá, que fue su carácter aluvional. La marcha
atrajo a sectores de la clase dominante y de clase media alta pero
también acudieron sectores desorganizados de las clases populares que
peticionaban justicia para sus muertos (la mayoría de ellos a manos
de policías o punteros del PJ). A pesar del carácter reaccionario
que tuvieron desde el inicio las marchas de Blumberg, éste trató de
manejarse con un discurso de carácter centrista y moderado mientras,
haciéndose el inocente, planteaba el fortalecimiento de la policía
del “gatillo fácil” y se rodeaba de los restos del
“manodurismo” ruckaufista (al mismo tiempo que se hacía el distraído
con planteos que le hacían llegar organismos de DDHH).
Las
dos marchas siguientes tuvieron una repercusión menor: más o menos
50.000 personas. Las convocatorias de Blumberg siguieron la
trayectoria previsible que tenían su nomenclatura de clase, su
orientación y sus planteos. El carácter aluvional y policlasista que
tuvo su convocatoria inicial se fue volatilizando e incluso, su figura
perdió el carácter de “indiscutible” que tuvo en un comienzo.
Después de un tiempo en que las definiciones sobre su persona
estuvieron “reprimidas” en función de cautelas y cálculos políticos,
empezó a generar odios y amores en la sociedad. Lo que posibilitó
esto último fue el “destape” de sus convicciones más íntimas
que dejó en evidencia el ingeniero cuando ubicó como enemigo político
a los organismos de DDHH, perdiendo al instante cualquier pátina
centrista y moderada, quedando perfilado con lo más cavernícola de
la derecha local. A eso hay que agregar su admiración por el Chile
del pinochetismo light actual y que, en esa última marcha, las
reivindicaciones de mayor presupuesto y poderes para la policía
ocuparon más de la mitad de su discurso.
Por
último, no hay que perder la perspectiva de que a pesar que Blumberg
refleja un fenómeno social real (para ser exacto: la protesta de los
sectores dominantes en torno a los efectos que genera la reproducción
de sus condiciones de existencia material) tiene a su favor el
monopolio burgués de los medios de comunicación que oficia de
reproductor permanente de problemas y propuestas casi calcadas de las
de Blumberg. Los medios son el soporte para la expansión de las
propuestas de securidad, haciéndolas aparecer como si fueran en interés
de toda la sociedad y no como es en realidad, el programa de
autodefensa armada de la clase dominante. Incluso en las marchas
anteriores de Blumberg, éstas fueron transmitidas en cadena y en
tiempo real. Lo cual muestra, una vez más, la conciencia de clase de
los capitalistas.
.– Varios
de estos hechos implican lo que podemos considerar “conquistas
democráticas”. No nos aflige ni estamos en contra de que lacras
humanas como el Turco Julián vayan a la cárcel. Pero ubicamos
esos hechos en el marco de un mecanismo que definimos como conquista–concesión–trampa
que, en un plano más general busca recrear la hegemonía
burguesa, aún cuando su implementación choque con la oposición
y encono de miembros de la clase dominante. Como elemento
ilustrativo del contexto en que se ha dado la sentencia en contra
del Turco Julián, conviene prestar atención a la denuncia de
algunos organismos de DDHH acerca de que el fiscal que condujo la
acusación había sido nombrado cuatro meses después de instalada
la dictadura y había presenciado sesiones de tortura. Como diría
Trotsky, “Poncio desenmascara a Pilatos”.
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